Parece mentira que teniendo tan cerca Francia, pueda contar con los dedos de una mano las veces que me he dejado caer por el país vecino y es que con la excusa de la cercanía y que en cualquier momento te puedes plantar en él, al final lo vas dejando, van pasando los años y por unas cosas o por otras nunca vas.
De esta manera reconozco que nuestro vecino del norte es un
auténtico desconocido para mí, pues quitando París, de cuya visita hace ya cuarto
de siglo, y algún que otro pueblo del sur, que descubriría aprovechando varias
escapadas por el norte de España o por ser centro de operaciones para afrontar
algunas ascensiones a montañas, no conozco nada más.
Y siendo sinceros tampoco estaba entre mis planes de este
año pisar Francia, pero entre que me confié en conseguir precios económicos
para los destinos que me más me apetecían, no hallándolos al final, y que esta
vez cuando quise sacar el vuelo, las fechas de Semana Santa ya estaban
demasiado cercanas y estaba todo por las nubes, la decisión final del destino
sería casi por descarte, eligiendo el lugar más económico que se ofrecía entre
todas las compañías que miré.
Efectivamente, tenía que ser una compañía de bajo coste como
Ryanair la que ofertaba el vuelo más económico, en este caso a Toulouse, pues
estrenaba dicha ciudad entre sus rutas para este nuevo año. Así que por la
asequible cantidad de 81 euros no me lo pensé dos veces, viendo que el resto de
destinos superaban ya los 150 euros.
Aunque Toulouse en cuestión no me motivaba especialmente, de
forma injustificada por cierto, pues tiene un patrimonio digno de reseñar, el
hecho de que muy cerca se hallaran dos lugares que siempre me había apetecido conocer
haría que al final el destino fuese de lo más apetecible. Aquellos no eran
otros que la preciosa ciudad de Albi, cuna del famoso pintor Toulouse Lautrec y
un sitio fundamental en la convulsa historia cátara, y por otro lado,
Carcassonne, una de las ciudades medievales más grandes y mejor conservadas no
ya sólo de Europa sino del mundo.
Bandera de Francia en Plaza Gambetta. Carcassonne |
Catedral de Santa Cecilia. Albi |
Plaza de Saint Étienne. Toulouse |
Ante esos atractivos la escapada de este año de Semana Santa
también pintaba bastante bien y con buenas expectativas de poder disfrutar bastante de esta zona del sur de Francia.
Como siempre y como ya viene siendo toda una tradición, la
escapada comenzaría en el aeropuerto de Barajas, tras despedirme de mis
compañeros de trabajo y dirigirme directamente hacia allí. Como ya se ha podido
comprobar esta escapada volvería a hacerla en solitario.
La salida del vuelo estaba prevista para las 19:05, pero
esta vez no cumplirían con lo establecido y el avión se retrasaría cuarenta
minutos, no saliendo al final hasta las 19:45. Afortunadamente el trayecto sólo
duraba una hora y tampoco supuso ningún contratiempo adicional salvo la
incómoda espera.
El desembarco de la nave sería rápido y en pocos minutos
estábamos todo el pasaje en la terminal, esperando en una fila para que los
agentes de policía nos revisaran y escanearan la documentación de cada uno de
nosotros. Esto me sorprendería sobremanera ya que era la primera vez que esto
me sucedía en un estado miembro de la Unión Europea. Y es que al final la lacra
terrorista empieza a traer consecuencias y la seguridad cada vez es mayor en
lugares claves.
Después de salir de la zona de seguridad, sólo tendría que
seguir las indicaciones correspondientes de “Navette Shuttle” para llegar hasta
la parada del autobús que te lleva de forma directa hasta el centro de
Toulouse. El billete lo sacaría en una de las máquinas expendedoras que se
encuentran por los alrededores. Ojo que sólo admiten tarjetas y monedas, no
billetes. Lo bueno que se puede seleccionar el castellano como idioma así que
no hay ningún problema. El billete único supone 8 euros, pero si sacas el de
ida y vuelta te ahorras un euro, saliéndote por 15 euros. También se lo puedes
comprar directamente al conductor pero entonces sólo tendrás la opción de pagar
por ese trayecto.
Aunque se puede llegar de otras maneras como el taxi y el
tranvía al centro de Toulouse, a mí por la localización de mi hotel esta era la
forma más rápida y sencilla que tenía para llegar hasta él.
Tras veinte minutos exactos de reloj terminaba bajándome en
la penúltima parada que tenía el shuttle y que coincidía con la estación de
trenes “Toulouse – Matabiau”, desde donde se puede llegar a muchas ciudades
importantes del sur de Francia. Y ya que estaba en la puerta aprovecharía para
sacar el billete de ida y vuelta hacia Carcassonne, mi destino de mañana, en
las estupendas máquinas que se distribuyen por todo el hall.
Hecho ese último trámite sólo me quedaba ya cruzar la gran
avenida que está justo en frente de la estación y dirigirme unos metros por Rue
Bayard, la calle que se encuentra casi delante de la puerta principal, en línea
recta, hasta el número 68 en el que estaba situado el hotel Ambassadeurs, donde
pasaría las siguientes cuatro noches.
Hotel Ambassadeurs |
Lo primero que hay que decir es que el barrio en el que se
encuentra situado el mismo no es bueno, de hecho si se consultan varias guías
se podrá leer que se recomienda que no se ande por esta zona ya que no ofrece
nada interesante para visitar y la gente que hay por aquí no es de lo mejor. Y,
efectivamente, no exageran, ya que las pintas que pude ver en el breve trayecto
que tuve que caminar no inspiraban ningún tipo de confianza.
El hotel Ambassadeurs se puede calificar de pasable,
cumpliendo el cometido de contar con las prestaciones justas para pasar unas
cuantas noches y poco más. No invita a estar en él mucho tiempo, al igual que
el barrio en el que se encuentra. La limpieza es justa a primera vista y si te
pones a escarbar un poco te encuentras con detalles como que debajo de las
camas no se limpia y hay alguna que otra servilleta y bastante suciedad. Pero
hay que decir que en cuanto al precio era lo más económico que encontré cerca
del centro, saliéndome cada noche por 42 euros, con el impuesto de estancia ya
incluido. Respecto al tema de hostels no encontré ninguno, aunque es cierto que
tampoco miré concienzudamente tras hallar esta opción.
Hotel Ambassadeurs |
El chico que me atendería en recepción sería correcto y
hablaba un inglés fluido, aunque se le entendía bastante bien. De español no
tenía ni idea, al igual que yo de francés. No hay ascensor y el desayuno no
está incluido en el precio de la habitación, por lo que si lo quieres supone
pagar siete euros extras.
Un vez que me hube instalado, no dejaría pasar más de diez
minutos, antes de volver a salir para cenar algo y es que estaba que me moría
de hambre. No me pensaría mucho hacia dónde dirigirme, pues casi en frente de
mi edificio había un local de Kebabs y hacia el que me encaminé. Allí me tomaría
un menú con bebida y patatas fritas incluidas que me saldría por 6,5 euros.
Hacía una noche muy agradable así que me lo tomaría todo en
una mesa del exterior, con la portada de la estación iluminada delante de mí, y
en cuanto terminé me fui lo más rápido que pude de allí, pues el ambiente no
invitaba a quedarse mucho más por aquellos lares.
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