COPENHAGUE - DIA 02. Zona norte

23 de Julio de 2016.

Copenhague es una capital cuidada, rica, animada en la calle cuando sale el sol, amable, elegante, acogedora y con fama de innovadora y de gran interés por la cultura. Su centro peatonal invita a pasear por sus calles, entre comercios y tiendas siempre a rebosar de gente, cuando el tiempo lo permite.

Tampoco hay que olvidarse de los canales, el complemento perfecto a lo anterior, que han pasado de dedicarse a actividades comerciales y de ser zonas no demasiado frecuentas por el turismo a convertirse en espacios de ocio con pequeños bares y restaurantes que se llenan de vida en cuanto avanza un poco la jornada.

Con todos esos alicientes no es de extrañar que me levantara con gran vitalidad y dispuesto a empaparme de la cultura danesa y absorber todo lo que pudiera de ella durante los tres días que tenía por delante. Eso sí con calma y disfrutando tranquilamente de todo ello.

El desayuno no se encontraba incluido pero decido pagar los 75 DKK por el que te ofrecen en el hostel. Es buffet libre y no está mal, ofreciéndote cereales, fiambres, yogur, mermeladas, zumos, café y leche fresca que estaba realmente buena. El horario es de 07:00 a 10:00, por lo que para evitar esperas innecesarias, ya que el espacio es más bien pequeño, estaría a las siete en punto allí. También es cierto que motivado por las cortinas ridículas de la habitación que permite entrar toda la luz del mundo desde que empieza a amanecer, por lo que si tenemos en cuenta que me levantaría con días espléndidos, pues bastante que conseguí prolongar el sueño más de dos horas desde que los rayos del sol empezaron a hacer acto de presencia.

Mi paseo comenzaba en Copenhague por la ribera del canal Inderhavnen, bajo una calma absoluta y sin encontrar a prácticamente nadie por la calle. Parecía una ciudad desierta. Pronto daría con el edificio de la Real fábrica de cerveza del rey Christian IV, que era un auténtico apasionado de esta bebida, y otro tranquilo canal llamado Frederiksholms.

Real Fábrica de Cerveza del Rey Christian IV y Canal Frederiksholms

Casi en frente podría ver el bonito puente Cirkelbroen o puente de los círculos, que no hace todavía un año de su inauguración, para un poco después encontrarme con las primeras esculturas que embellecen muchos de los rincones de la capital danesa.

Puente de los Círculos.Canal Inderhavnen

Canal Inderhavnen

No llevaba ni cuarto de hora caminando y ya había tenido oportunidad de sorprenderme con pequeños detalles, por lo que no quería imaginarme el impacto que me producirían los lugares más emblemáticos. Dicho y hecho, porque en unos metros me encontraría con la primera perspectiva que tenía del palacio Christianborg y de la Bolsa, dos de los símbolos ineludibles de Copenhague. Ahora de momento pasaría de largo, tras deleitarme unos minutos con su arquitectura, porque ya tendría tiempo más adelante de recrearme con ellos.

Palacio Christiansborg y La Bolsa

Aunque mi dirección no había cambiado, sí lo había hecho, desde hacía un rato, el nombre del canal. Ahora era Yderhavnen. Y mientras lo observaba desde la ribera de la calle Havnegade, pronto tendría que detenerme si no quería caer a las cristalinas aguas de otro canal que me cortaba el paso. Había llegado hasta el famoso Nyhavn – “puerto nuevo” -, un canal breve, que es la postal de Copenhague. Me detendría, nuevamente, pues hay que reconocer que era realmente bonito. Me relajaría contemplando los veleros antiguos reposando en las calmadas aguas, y como no, las fachadas de diversos colores que lo flanquean por ambos lados. En estos momentos apenas había un alma, ya veríamos el ambiente que tenía por la tarde, que seguro no era poco.

Nyhavn

Nyhavn

Continué avanzando y tras dejar atrás el Nyhavn, atravesando uno de sus pequeños puentecillos, apenas dos manzanas más adelante y mirando hacia la izquierda, me sorprendía la cúpula de la iglesia de Mármol y los edificios del palacio de Amalienborg, donde reside la reina Margarita II y su familia. Sólo me acompañaban los soldados impertérritos que me miraban con cara de pocos amigos y unos pocos turistas que acaban de hacer acto de presencia como yo. Al igual que en los anteriores lugares por los que había ido pasando en mi ruta matinal, tampoco estaría aquí más de quince minutos, pues ya me deleitaría después con todo ello.

Plaza de Amalienborg e Iglesia de Mármol

Plaza y Palacio de Amalienborg

Por cierto que aquí me llamarían levemente la atención por plantar el trípode en el suelo, pero no pasaría de un pequeño silbido y un movimiento de cabeza negativo por parte de uno de los guardias, por lo que tras obedecerle volvería a su característica impavidez.

Y tras otros diez minutos más de caminata, ahora sí que llegaba a mi ansiado primer objetivo del día: la pequeña sirenita de bronce, con el mar como fondo y símbolo de la ciudad, con su aire melancólico y sutil.

La Sirenita

Esta vez no podía esperar y no podía dejar esta visita para la mitad o el final del viaje, como había hecho con símbolos de otras ciudades. Tenía muchas ganas de conocerla y por fin me encontraba delante de ella. Ya venía más que advertido de que era pequeñita y de que no me esperara gran cosa y tal vez por eso, por traer tan pocas expectativas, sería por lo que me causó cierta ternura y afecto y hasta compasión por recibir el aluvión de críticas de la que es objeto constantemente.

La Sirenita

Tal vez por esa fragilidad que aparenta y su soledad, la cogería cariño y tengo que reconocer que me llevé un grato recuerdo de la, tantas veces despreciada, sirenita.

La Sirenita

Esta basada en el cuento de Hans Christian Andersen, el famoso escritor y poeta danés, y la pobre ha sido objeto de todo tipo de actos vandálicos, desde pintarla el pelo de rojo hasta cortarle los brazos o la cabeza, pasando por ponerla ropa.

Lo que, evidentemente, no me gustaría es que cuando llegué a las 08:45 aquello era ya una romería. Incrédulo de mí, que pensaba que estaría sólo. Era increíble cómo estaba todo de gente y lo complicado que era poder conseguir una buena posición para hacerte una foto con el afamado monumento. A mí me costaría más de veinte minutos el poder salir sólo con ella y que no apareciese un brazo, una pierna o tres japoneses detrás de mí. También pude presenciar varios resbalones que casi les cuesta la cabeza a más de uno y hasta alguna pelea verbal por hacerse con un puesto en alguna de las rocas que están debajo de ella. Vamos que un auténtico espectáculo en toda regla.

La Sirenita atestada de turistas

Desde el hostal tardaría algo más de una hora en llegar, pero es cierto que puede no ser orientativo el tiempo por la parsimonia con la que realicé el recorrido. Es probable que se pueda realizar en unos cuarenta minutos o incluso menos.

Muy cerca del personaje de fama mundial, me encontraría un pequeño puerto llamado  Lystbädehavn, donde estaban recogidos varios barcos y, como todo en este país, estaba perfectamente cuidado y era de lo más agradable. En un pequeño puesto que había en las proximidades sería donde me compraría el imán que siempre me traigo de recuerdo y ya de paso una botella de agua, que el calor empezaba a apretar.

Puerto Lystbädehavn

Aunque pueda parecer mentira en estos momentos estaría rondando los 28 grados, lo que unido a la humedad de los canales, suponía un bochorno considerable, por lo que aprovecharía el inmenso espacio verde de la Ciudadela o Kastellet, que estaba a muy pocos metros, para cobijarme entre los frondosos árboles que protegen su parte superior de las inclemencias meteorológicas.

Ciudadela o Kastellet

Ciudadela o Kastellet

Había llegado hasta una fortaleza con forma de estrella de cinco puntas, rodeada por un espectacular foso, la cual sería mandada construir por Federico III en 1662. Sólo puede accederse por alguna de las dos puertas que rompen sus gruesos muros, por lo que optaría por entrar por una y salir por la otra. En la parte central puedes encontrarte con varios barracones rojos muy vistosos y bien cuidados, pero lo mejor es tomar alguna de las rampas de arena que te permiten acceder a su parte superior y ya en esta ir rodeando todo su perímetro mientras disfrutas de unas vistas soberbias del mencionado foso y de diferentes perspectivas de la ciudad a cada cual más bonita.

Ciudadela o Kastellet

Ciudadela o Kastellet

Ciudadela o Kastellet

Y por si todo esto fuera poco, todavía me quedaba otra sorpresa dentro del bastión: un viejo molino gris con sus enormes aspas, recogido en un pequeño prado, con el que me di de bruces mientras seguía rodeando la construcción militar.

Viejo Molino de la Ciudadela o Kastellet

Ante semejante imagen era de lo más tentador reposar un rato en este idílico lugar que tenía para mí sólo, por lo que tampoco me lo pensé mucho y allí que me tiraría cuarenta minutos de lo más relajantes.

Saldría de allí por el flanco contrario al que había entrado, estando muy cerca de este acceso la iglesia anglicana de San Alban y la famosa fuente de Gefión, figura de la mitología escandinava. La verdad que la obra me impresionó bastante por la fuerza, belleza y diseño de sus esculturas.

Ciudadela o Kastellet

Sankt Albans Kirke y Churchillparken

Fuente de Gefión

La leyenda cuenta que el rey sueco prometió regalar a la diosa Gefión todo el territorio que consiguiera arar a lo largo de una noche. Dicho y hecho, esta transformaría a sus cuatro hijos en bueyes y se puso a la faena, consiguiendo la isla de Setlandia, que es donde se encuentra asentado Copenhague.

Fuente de Gefión

Dejando atrás el apasionante mundo de los dioses escandinavos, encaminaría mis pasos hacia el Palacio de Amalienborg, con el que ya me había cruzado a primeras horas de la mañana y al que ahora llegaba para visitarlo en profundidad.

Se trata de cuatro edificios simétricos dispuestos de forma circular alrededor de una plaza, siendo la residencia habitual de invierno de la familia real danesa desde 1794. En el centro del gran patio se erige la estatua del rey Federico V a caballo, de la que las malas lenguas aseguran que costó tanto como todo el complejo.

Palacio de Amalienborg

Palacio de Amalienborg

En ocasiones especiales, como el cumpleaños de algún miembro de la familia real, los monarcas salen al balcón para recibir los aplausos de la multitud que acude enarbolando banderas de su país.

De los edificios que he mencionado hay uno que hoy cumple las funciones de museo y en donde había decidido estrenar la Copenhague Card, por lo que no me costó nada la entrada. Si no el precio es de 95 DKK.

En su interior pude visitar un buen número de estancias que me permitieron observar cómo vivieron los monarcas que aquí residieron desde 1836 a 1947, mostrando los muebles y decoración tal y como  eran entonces.

Palacio de Amalienborg

Palacio de Amalienborg

Palacio de Amalienborg

 Tengo que reconocer que tampoco me pareció nada del otro mundo y que podría ser prescindible.

Una vez en el exterior, me encontré con que el cambio de guardia estaba a punto de empezar, por lo que me hice un hueco entre la multitud y esperé a que comenzara el solemne acto.

Los soldados comienzan a desfilar desde el castillo de Rosenborg a las 11:30, llegando media hora más tarde al Palacio de Amalienborg. Hacen la entrada por la calle en la que se encuentra la iglesia de Mármol, pero una vez en la gran plaza se colocan en las fachadas que están a la izquierda de la mencionada iglesia, según miras a ella.

Su vestimenta es similar a la que lleva la guardia real británica, salvo que la casaca es de color azul, aunque la cambian por el rojo en las ceremonias de gala.

Cambio de Guardia en el Palacio de Amalienborg

Cambio de Guardia en el Palacio de Amalienborg

La ceremonia comienza de manera entretenida entre el desfile y los diferentes movimientos que realizan, pero llega un punto que permanecen paralizados unos soldados frente a otros, aproximadamente, unos diez minutos, lo cual se me hizo insufrible y muy pesado, por lo que al igual que el 60 % de las personas que allí nos encontrábamos, decidí marcharme porque me iba a deshidratar del calor que hacía.

Cambio de Guardia en el Palacio de Amalienborg

Cambio de Guardia en el Palacio de Amalienborg

Y qué mejor para protegerme durante un rato de los implacables rayos de sol, que caían sobre mi cabeza, que meterme a conocer la Marmorkirken o iglesia de Mármol, con una cúpula pomposa de treinta metros de diámetros de aspecto muy romano. No es extraño, por tanto, que a muchos nos recuerde el modelo que sigue la iglesia de San Pedro del Vaticano.

Palacio de Amalienborg e Iglesia de Mármol

Iglesia de Mármol o Marmorkirken

En el interior me encontraría una gran nave circular decorada con frescos, donde además de estar un rato observando los detalles de su arquitectura y la poderosa cúpula, también aprovecharía para relajarme y recuperarme del calor del exterior.

Cúpula Iglesia de Mármol o Marmorkirken

También es cierto que si me recreé más de lo normal aquí sería porque decidí esperar hasta las 13:00, que era el primer turno para llevar a cabo la visita guiada a lo más alto del campanario y así poder observar las excelentes vistas que se tienen de Copenhague. Para poder disfrutar de todo ello es necesario tener las suficientes fuerzas como para afrontar los 260 escalones que hay que salvar y pagar los 35 DKK, ya que no está incluida en la Copenhague Card. Hay otro turno a las 15:00. Estos horarios y visitas son para los fines de semana, lo que ya no sé es para poder ascender de lunes a viernes.

Palacio de Amalienborg desde Cúpula de la Iglesia de Mármol

Copenhague desde Cúpula de la Iglesia de Mármol

Cuando volvía a estar con los pies a ras del suelo, desde la Marmorkirken, tomaría hacia la izquierda, la calle Bredgade para justo en la mitad de esta misma manzana encontrarme con la iglesia ortodoxa de Alexander Nevsky, que no puede pasar desapercibida debido a sus inconfundibles cúpulas doradas.

Iglesia Ortodoxa

En cuanto aparece el más mínimo rayo de sol, los habitantes de la capital danesa llenan sus mejores parques, los restaurantes sacan sus mesas a las aceras y plazas y la ciudad es una explosión de alegría y buen humor, por lo que, qué mejor que comprobarlo  y vivirlo como uno más acercándome a uno de los parques más importantes que tiene la ciudad: el Kongens Have o, para que nos entendamos, el jardín del rey.

Jardín del Rey o Kongens Have

Jardín del Rey o Kongens Have

Además, dado que pasaban las 14:00 y mi estómago comenzaba a quejarse, optaría por comprar algo de bebida y de dulces en un supermercado y junto con los bocadillos que me había hecho en el buffet del hostel, me sentaría en una de sus inmensas explanadas verdes y disfrutaría de la comida viendo como la gente disfrutaba de su tiempo de ocio con la familia y amigos.

Cuando terminé el improvisado almuerzo no tendría que andar demasiado para llegar hasta, por un lado, la primera escultura que vería en la capital del afamado escritor Hans Christian Andersen del que están tan orgullosos sus ciudadanos y, por otro, hasta el castillo de Rosenborg, mi siguiente visita.

Escultura de Hans Christian Andersen. Jardín del Rey

Castillo de Rosenborg

La entrada cuesta 105 DKK, pero existe una entrada combinada para visitar este edificio y el palacio de Amalienborg por 165 DKK. Con la Copenhague Card tampoco pagaría nada. A la hora de hacer la comparativa final para ver si me compensó o no sacarme la tarjeta, tendré en cuenta este último precio en vez del de los dos castillos por separado.

No se permite entrar en ningún palacio con mochila o bolsos grandes, los cuales has de dejar en unas taquillas al lado de donde se compran las entradas. Tampoco te dejan pasar con trípode pero sí que lo puedes hacer con la cámara y hacer todas las fotos que te apetezca.

Castillo de Rosenborg

Castillo de Rosenborg

Rosenborg fue construido como casa de campo por Christian IV a principios de la década de 1600 y pronto se convertiría en la residencia favorita del rey. Christian IV gobernó el país junto con el consejo, pero el absolutismo se introdujo con su hijo Federico III en 1660. Muchos de los muebles y elementos decorativos del castillo reflejan la pompa y solemnidad de la monarquía absoluta de entonces.

En la década de 1700, Rosenborg dejó de usarse como residencia y se convirtió en el lugar en que los reyes guardaban sus objetos más antiguos, exquisitos y raros. En él, los huéspedes del rey podían admirarlos, para años después, en 1838, abrirse definitivamente al público como museo.

Al igual que de Amalienborg decía que es prescindible su visita interior, creo, sinceramente, que en el caso de Rosenborg bien merece la pena invertir en el precio de la entrada, si no se ha optado por la Copenhague Card.

Prácticamente todas sus salas muestran una decoración asombrosa y muchas de ellas exhiben curiosos objetos.

Tampoco quiero extenderme demasiado con todo lo que se muestra, pero es que cuesta no referirse tanto a la primera habitación que se visita: la sala de invierno de Christian IV, la cual está exactamente igual que en la época del monarca y cuenta con una excepcional escultura de dicho rey a caballo bañada en oro; como la cámara de Christian IV donde se muestran las ropas ensangrentadas del rey a causa de la pérdida de un ojo en la batalla que tuvo lugar entre Dinamarca y Suecia en 1644; o la bella cámara de mármol, decorada con escayola italiana y donde se muestran los escudos de armas sueco, danés y noruego. Sin olvidarnos de los angelotes del techo que parecen traer los emblemas reales desde las alturas.

Castillo de Rosenborg

Castillo de Rosenborg

Castillo de Rosenborg

Estos son sólo algunos ejemplos de lo que ofrecen las más de veinte habitaciones que se pueden visitar. Pero no puedo dejar de referirme a este impresionante castillo – palacio sin mencionar el Gran Salón que muestra el absolutismo en toda su fastuosidad. La sala no tiene desperdicio, destacando especialmente, en uno de sus extremos, los tres leones de plata que guardan los tronos del rey y la reina, labrados en colmillos de narval y plata. Además en el centro del techo se puede observar el escudo de armas nacional y en las paredes los doce tapices que representan las victorias de Christian V en la guerra contra Suecia que tuvo lugar entre 1675 y 1679.

Gran Salón. Castillo de Rosenborg

Gran Salón. Castillo de Rosenborg

Finalmente y como broche de oro se accede a los sótanos donde se muestra el tesoro. En ellos se exponen todo tipo de armas, objetos de marfil y ámbar, botellas de vino de Rosenborg, ropas de montar de los reyes y así hasta llegar a la fuertemente protegida sala de las joyas de la corona, las cuales están dentro de una inmensa cámara acorazada y vigiladas en todo momento por una persona situada en lo más alto de la misma. Aún así te permiten hacer fotos, lo que demuestra que la seguridad no está reñida con el turismo.

Es fascinante poder admirar la espada de Christian III que se uso en las coronaciones hasta 1648; el cuerno de Oldemburgo, de alrededor de 1400; un juego bautismal que se ha usado con todos los niños reales desde 1671 y aún se utiliza; y así hasta tener delante de ti las coronas de la monarquía absoluta de 1671 y 1731 que se han usado en las coronaciones de todos los reyes desde Christian V hasta Christian VIII.

Joyas de la Corona. Castillo de Rosenborg

Joyas de la Corona. Castillo de Rosenborg

Joyas de la Corona. Castillo de Rosenborg

La corona pesa más de dos kilos y está decorada con zafiros, granates y diamantes y un enorme rubí en la parte superior. También se puede ver la corona de la reina, el cetro, el orbe y la ampolla.

Joyas de la Corona. Castillo de Rosenborg

Después de más de dos horas visitando este increíble castillo, saldría al exterior entusiasmado por todo lo que ofrece, pero también cansado de procesar tantos datos y fijarme en tantos detalles, por lo que para relajarme saldría del jardín del rey, por la salida que tenía al lado del castillo, cruzaría la calle y me adentraría en el recinto del jardín botánico, donde me tumbaría en uno de sus muchos espacios verdes a relajarme y a echarme un ligero sueñecito como tantos daneses.

Jardín Botánico o Botanisk Have

Serían cuarenta minutos reponedores que me servirían para coger fuerzas y dar otro agradable paseo por el recinto y así poder ver un gran número de plantas exóticas, un palmeral, pequeñas cascadas, un gran lago y un bonito edificio de cristal que hace las veces de invernadero. Todo ello acompañado por un refrescante zumo de manzana natural que compraría en uno de los puestos del parque.

Jardín Botánico o Botanisk Have

Jardín Botánico o Botanisk Have

Lo mejor del verano es que tienes todo el tiempo del mundo para hacer mil planes y sin prisas gracias a lo largos que son los días. Por ello me animaría a seguir paseando por otro parque cercano a donde me encontraba llamado Ostre Anlaeg, en el que también había varios lagos y, en uno de sus extremos, la Galería Nacional de Dinamarca. Sin embargo este espacio verde sería el que menos me gustaría de todos los que llevaba visitados y el que, para mi gusto, menos cuidado estaba.

Parque Ostre Anlaeg

Y tras callejear un poco llegaba a la plaza del Rey o Kongens Nytorv, una de las más importantes de la ciudad y que, sorprendentemente, tenían en plena temporada turística, más de la mitad de la misma, patas arriba como consecuencia de la restauración de varios edificios, por lo que no pude disfrutarla en su máximo esplendor. Flanqueándola se encuentran el Hotel d´Angleterre, la Real Academia de Arte, la Mansión Thott en cuyas dependencias está la embajada francesa,  el Palacio Magasin du Nord, el Teatro Real y la Ópera.

Plaza Kongens Nytorv

Me daría rabia ver un espacio tan importante en las condiciones que lo tenían, pero no podía hacer nada. Tan sólo consolarme con que justo aquí comienza o termina el famoso Nyhavn por el que ya me había dejado caer a primera hora de la mañana y del que ahora iba a disfrutar en su máximo apogeo.

Nyhavn

Me encontraba en el extremo contrario al que había podido ver durante mi paseo matinal y que en su momento me cortó el paso. Esta parte te da la bienvenida con una gran ancla, monumento que recuerda a los marineros mercantes daneses muertos en acto de servicio durante la II Guerra Mundial. Metros después puedes encontrarte ya con las grandes barcazas que realizan paseos turísticos por los canales y te permiten ver los principales monumentos de Copenhague desde el agua. Y, por supuesto, que no me iba a perder dicha actividad.

Nyhavn

Nyhavn

Nyhavn

La llevaría a cabo con la empresa Canal Tours Copenhague y el paseo de una hora viene incluido en la Copenhague Card. Sino el precio es de 80 DKK.

El barco zarpaba a las 19.00 por lo que sólo tendría que esperar diez minutos antes de embarcar. Hay paseos constantes hasta casi el anochecer y durante todo el día y los barcos tienen bastante capacidad, por lo que no hay problema de plazas.

Desde  el barco y según salíamos del famoso canal pude ir apreciando como todo estaba a rebosar de gente y el ambientazo que había y, por supuesto, que tenía intención de vivir al terminar el pequeño crucero que ahora comenzaba.

La guía encargada de ir contando todos los puntos significativos del recorrido y las anécdotas respectivas hablaba un montón de idiomas, entre ellos castellano, por lo que pude enterarme de todo sin problema. Lo hizo de lo más ameno y fuimos pasando por lugares tan importantes como la Biblioteca Real conocida como el Diamante Negro, la Opera Nacional, el Palacio de Christiansborg, la iglesia de Christianshavn y el barrio del mismo nombre, la ciudadela, el monumento de la Sirenita, el palacio de Amalienborg, etc. Algunos de ellos ya visitados y sobradamente conocidos y otros pendientes de ello y que afrontaría en los dos próximos días.

Ópera Nacional desde Paseo Fluvial por los canales

Christianshavn desde Paseo Fluvial por los canales

Tras el relajante recorrido por los bonitos canales decidí mezclarme entre las masas que recorrían de un lado a otro el famoso Nyhavn. El canal se construyó hace tres siglos para facilitar el acceso de los comerciantes al mercado y hoy es un área de lo más animada y repleta de bares, cafés y restaurantes con terrazas donde cuesta encontrar un sitio libre. Si a eso le añades los barcos de vela y de época atracados, pues es normal que sea la imagen recurrente a la que acuden las guías turísticas y las agencias de viaje cuando quieren hablar de Copenhague.

Eran las 21:00 y estaba muerto de hambre por lo que no dudé en preguntar en el restaurante Nyhavn C, en pleno centro del canal, que si era posible ocupar una de las dos mesas que estaban libres. El amable camarero me invitaría a sentarme en una de ellas. Eso sí, allí no hay espacios entre unas mesas y otras, estás codo con codo con los comensales que tienes al lado, lo que, sinceramente, no me importó lo más mínimo. Disfrutaría como un enano de la hamburguesa, del mimo nombre que el restaurante, que llevaba una salsa riquísima y con patatas, más una jarra de cerveza Carlsberg de más de medio litro. Eso sí tuve que utilizar el cuchillo y el tenedor, al no ver un alma en varios kilómetros a la redonda que utilizara las manos para coger ni una sola patata frita. ¡Qué pulcros estos daneses! Todo me saldría por 233 DKK.

Cenando en Nyhavn 

Al terminar aprovecharía los últimos rayos de sol que quedaban para dar el último paseo y situarme en uno de los pequeños puentes para ver como un cielo rosado espectacular daba paso a la noche y a la iluminación artificial del canal.

Anocheciendo en Nyhavn

Sin duda la manera perfecta de ponerle la guinda a este maravilloso día, antes de dirigirme, por la ribera de uno de los canales principales, hasta mi acogedor alojamiento, aunque cuando entraba por la puerta de la habitación había montado un improvisado concierto proveniente de una de las camas. Cruzaríamos los dedos para que no durase toda la noche.

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