BUDAPEST - DIA 03. Buda

26 de Junio de 2016.

Si ayer afrontábamos la mitad de la palabra que compone el nombre de la capital húngara, hoy nos íbamos a dedicar a Buda, la otra mitad. Pero antes de ello todavía tendríamos oportunidad de conocer en Pest dos nuevas e importantes plazas. La primera que se cruzaría en nuestro camino sería la conocida con el nombre Vigadó donde está el edificio de la sala de Conciertos y una bonita fuente de un niño echando agua.

Plaza Vigadó

Muy cerca de la anterior, repleta de jardines y de grandes dimensiones, se encontraba Roosevelt Ter donde destacan dos importantes edificios flanqueando la mitad del cuadrilátero. Por un lado el Palacio Gresham que alberga un hotel de lujo y donde se puede apreciar el estilo modernista después de la última renovación. Por otro, la academia de las Ciencias, un claro ejemplo de estilo neo renacentista.

Palacio Gresham. Roosevelt Tér

Academia de Ciencias.Roosevelt Tér

Desde Roosevelt Ter decidiríamos acercarnos, un momento, a la orilla del Danubio para contemplar todo el promontorio de Buda y su núcleo principal por el qué en poco tiempo estaríamos perdidos a través del entresijo de sus callejuelas y monumentos.

Castillo Real y Danubio desde Roosevelt Tér

Desde Pest es fácil cruzar a Buda, en la orilla derecha del Danubio. Basta atravesar cualquiera de los ocho espléndidos puentes que tiene la ciudad. Nos decidimos por el más cercano, y también el más famoso y antiguo, el de las Cadenas, que fue construido  a mediados del siglo XIX por el conde Széchenyi, propulsor de importantes reformas políticas y económicas, y que está custodiado por cuatro leones de piedra.

Puente de las Cadenas

Puente de las Cadenas

Puente de las Cadenas

Sobre el puente, con Buda a un lado y Pest a otro, uno puede disfrutar de una de las mejores vistas que se ofrecen de ambos lados del Danubio.

Buda desde Puente de las Cadenas

Buda desde Puente de las Cadenas

Río Danubio desde Puente de las Cadenas

Buda desde Puente de las Cadenas

Una vez que atravesamos esta proeza de la ingeniería, para la época que se construyó, el sonido de las tripas nos haría reparar en que todavía no habíamos desayunado, por lo que qué mejor que hacerlo en la cafetería que se encuentra al lado del kilómetro cero, de donde parten el punto de inicio de las principales carreteras procedentes de Budapest.

Kilómetro Cero

Unos croissants de chocolate y unas limonadas (1800 florines) serían suficientes para revivirnos y coger la suficiente fuerza para animarnos a afrontar el desnivel a pie y prescindir del funicular que teníamos justo al lado y que te lleva hasta la parte alta del barrio del castillo, sin ningún esfuerzo.

Funicular o Sikló

No sin mucho tardar, desde que comenzamos la ascensión, nos encontramos con una pequeña pasarela de madera desde la que pudimos ver los rieles del funicular y su ajetreo constante en el subir y bajar de pasajeros.

Funicular o Sikló

Vistas desde Puente del Funicular

Y sin apenas darnos cuenta, pues la subida no se hace dura en absoluto, llegamos hasta el barrio del castillo, encontrándonos en primer lugar con una impresionante portada ornamental que nos permitiría hacer de manera triunfal la entrada al recinto del Palacio Real, que hubo de ser completamente reconstruido durante el siglo XVIII. Su interior, pasto de las llamas durante la II Guerra Mundial, alberga centros culturales de gran importancia, entre los que destacan la Galería Nacional de pintura, la Biblioteca Nacional y el museo de la Historia, todos ellos escoltados por jardines y miradores.

Plaza Szent Gyorgy. Castillo Real

Galería Nacional. Palacio Real de Buda

Pero en realidad, todo el promontorio de Buda es un gran mirador en sí mismo, por el que no dudaríamos en recrearnos y disfrutar de las fantásticas vistas de Pest y el Danubio.

Pest y Danubio desde Palacio Real de Buda

Monte Gellért desde Palacio Real de Buda

Efectivamente, no entraríamos en el interior de ningún museo y es que con el día tan fantástico que hacía preferimos optar por disfrutar de la monumentalidad de los edificios exteriores y las panorámicas sobresalientes que se obtienen desde aquí.

Después de recorrer torreones, murallas y fortificaciones que atestiguan el fin militar para el que fue creado, en los aledaños del palacio nos encontraríamos con otra gran sorpresa destinada a los más románticos: la fuente del rey Matías, que rememora los amores desgraciados del monarca con la bella campesina Ilonka, muerta de pena, al no ver cumplido el matrimonio con su real amante.

Fuente de Matías. Palacio Real de Buda

En la misma e impresionante plaza donde está la monumental fuente, también se puede observar la estatua de Eugenio de Saboya que conmemora la victoria en la batalla de Zenta, que en 1697 imprimió  un nuevo giro a la guerra contra los turcos. Las vistas desde aquí de la cúpula del Palacio Real son también soberbias.

Galería Nacional. Palacio Real de Buda

Tras seguir disfrutando, por este otro lado, de las vistas de las verdes colinas de Buda, salpicadas por gran cantidad de casitas con encanto, saldríamos del recinto del Palacio Real y tras pararnos, un momento, en un pequeño mercadillo en el que se vendían gran cantidad de recuerdos, afrontaríamos un nuevo y agradable paseo por la calle Toth Árpád Sétany, que corre a lo largo de la muralla oeste del castillo y que ofrece nuevas vistas de las colinas de Buda, a un lado, y residencias elegantes y viviendas señoriales, al otro.

Paseo Toth Árpad Sétany

Colinas de Buda desde Paseo Toth Árpad Sétany

Desembocaríamos en una amplia plaza donde lo primero que destaca es la reconstruida torre barroca de la iglesia de María Magdalena. Es este un lugar especial, pues sería aquí donde Francisco I sería coronado rey de Hungría en 1792.

Ruinas Iglesia de la Magdalena

También destaca en este espacio abierto el edificio del Fashion Buda Hotel. Además nos encontraríamos con un grupo de preciosas aspirantes húngaras a policía que, ataviadas con sus uniformes, se encontraban descansando a la sombra de unos árboles. Aunque intenté lograr una fotografía con todas ellas para presumir de bellezas, no podría ser. Una lástima.

Otra importante vía en este distrito histórico es la llamada Úri Utca o calle de los Señores, llamada así por los aristócratas que la habitaban antes de la llegada de los turcos, en 1526. Hoy está flanqueada por hoteles barrocos que sustituyeron en el siglo XVIII a las casas medievales incendiadas en 1686 a raíz de la reconquista cristiana.

Úri Utca

Sería por ella por la que retrocederíamos hasta llegar a unas escaleras que ya teníamos localizadas y que nos conducirían a los pies de la muralla para poder visitar una las atracciones más interesantes de Budapest y que supone algo diferente al resto de opciones que ofrece la ciudad. Hablo del Hospital en la Roca, un hospital bunker de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría usado por la Cruz Roja Internacional. La dirección exacta es Lovas Utca, 4.

Museo Hospital en la Roca

La entrada cuesta 4000 florines y dado el cambio brusco de temperatura que se produce, unos 15 grados, es recomendable llevar algo de abrigo o tomar prestado uno de los abrigos, valga la redundancia, que te ofrecen antes de comenzar la visita. Las visitas son en inglés y en húngaro y los grupos son bastante amplios. Las explicaciones serían de lo más interesantes, enterándome de ellas con claridad gracias a la siempre buena traducción de Raúl.

La visita te permite conocer a través de diferentes galerías subterráneas, de unos dos kilómetros, la difícil y meritoria labor que llevaban los médicos y enfermeros que aquí trabajaban. Se muestra el material médico, los quirófanos donde se operaban de dos en dos a los heridos, los camastros donde se recuperaban, las letrinas, etc.

Museo Hospital en la Roca

Museo Hospital en la Roca

Para mostrar la crudeza de la realidad que se vivía, se utilizan maniquíes que a veces parecen reales y hacen que las escenas que se representan estén llenas de realismo y sean escalofriantes.

Y si por si acaso todo eso no es suficiente para impresionarte, en las últimas salas te muestran un helicóptero reconstruido pieza a pieza, las máscaras de gas, los trajes anti radiación, contenedores de gasolina, la sala de comunicaciones, etc.

Museo Hospital en la Roca

Aunque es cierto que no se permite realizar fotografías, podría tirar alguna que otra que aunque no son de buena calidad, muestran de alguna manera lo interesante de la visita.

Tras una hora de recorrido, a las 14.00 volvíamos al calor del exterior y como este era intenso y estábamos algo cansados, decidiríamos hacer un parón para comer, volviendo a subir al barrio del castillo y eligiendo para ello un restaurante llamado Jamie´s Italian, pegado a Úri Utca, donde repondríamos fuerzas con una hamburguesa, pizza y spaguettis más la bebida. (14830 florines los tres).

Al terminar la sobremesa, continuaríamos por Úri Utca para ver si teníamos suerte y estaba abierta la atracción del laberinto del castillo de Buda, situada en el número nueve. Había leído que se encontraba cerrada desde hacía tiempo, pero también que eso no era cierto, en las páginas de algún que otro bloguero  y que no se perdía nada por acercarse a comprobarlo.

Efectivamente estaba abierto, así que bajaríamos por unas inclinadas escaleras que te llevan directas a un tenue pasadizo que te da la bienvenida. Tras atravesar este, encontraríamos la entrada y pagaríamos los 2500 florines por persona que cuesta la broma.

Laberinto del Castillo de Buda

Las aguas termales son las culpables de crear, a lo largo de miles de años, las grutas que se visitan. Sus instalaciones se utilizarían como cárcel, cámara de tesoros y cámara de torturas, a lo largo de su historia, por lo que el halo de misterio está asegurado.

En sus diferentes estancias podríamos encontrarnos con misteriosas figuras de cera ataviadas con vestidos para un baile de máscaras, con las que cuesta mantener la mirada por el ambiente y la música tétrica que te acompaña; asistiríamos a una pequeña exposición sobre las cuevas más impresionantes del mundo; y nos pondríamos nerviosos al saber que aquí estuvo preso, ni más ni menos, que el famoso Vlad Tepes, el príncipe rumano en el que se inspiró Bram Stoker para crear el personaje de Drácula.

Laberinto del Castillo de Buda

Laberinto del Castillo de Buda

Pero lo mejor estaba por llegar, pues según nos íbamos adentrando en los pasadizos más profundos una intensa niebla blanca se empezó a apoderar de las salas casi diáfanas a la que íbamos llegando, la temperatura cada vez bajaba más y leves susurros hacían que la piel se nos erizase. Aun estando los tres juntos, el lugar daba miedo de verdad, por lo que tampoco estuvimos más de lo necesario en este sector.

Laberinto del Castillo de Buda

Para el final dejaríamos otra de las mejores secciones: un circuito que se recorre en la más absoluta oscuridad ayudado únicamente de un cable amarrado a la pared. Me tocaría abrir camino y tengo que reconocer que no fueron ni uno ni dos, los escalofríos que recorrieron mi cuerpo.

Por supuesto, que ante tal ambiente, no faltaría algún que otro susto para vivir con más realismo, si cabe, este peculiar lugar.

Tras las dos últimas e interesantes actividades era el momento de retomar la cita con algunas de las edificaciones más emblemáticas, no ya de Buda, sino de toda Budapest.

En apenas diez minutos nos plantábamos en la plaza de la Santísima Trinidad, el centro neurálgico de Buda, donde se yergue la iglesia de Nuestra Señora, popularmente conocida como iglesia de Matías.

Iglesia de Matías

Iglesia de Matías

El templo es símbolo inconfundible de la capital, un punto de referencia comparable a Notre Dame de París o a la catedral de San Esteban en Viena.

En las taquillas que se encuentran en frente del monumento religioso, sacaríamos las entradas para poder visitar la ya nombrada iglesia (1500 florines), poder subir a lo alto de su torre (1500 florines) y asomarnos al, casi adosado, Bastión de los Pescadores (800 florines).

Comenzaríamos por la penumbra interior del templo que impacta ante la gran cantidad de frescos y motivos multicolores que impregnan casi cualquier rincón. Destacan especialmente dos vírgenes: una negra y otra roja, y la tumba de Béla III.

A la salida y a la derecha llegábamos casi justos al último turno de subida a la torre, las 17.00, ya que esta se hace acompañados de un guía.

La torre vista desde abajo impresiona por sus 80 metros y su elegancia y adornos góticos, pero lo que ofrece desde las alturas, te deja sin habla y atónito. Y es que ver el discurrir del Danubio, partiendo la ciudad en dos, es una imagen de lo más evocadora que no te cansas de mirar. Si además le sumas la imagen del Parlamento, la iglesia de San Esteban y tantos otros lugares que ya habíamos visitado, pues te quedas sin palabras.

Budapest desde Torre de la Iglesia de Matías

Parlamento desde Torre de la Iglesia de Matías

No sé a qué se debió, pero el caso que nuestro grupo le había caído bien al guía, por lo que tras las explicaciones oportunas, nos planteó a todos una pregunta: - “Dado que sois el último turno y mi jornada de trabajo termina aquí, ¿os apetecería contemplar las vistas desde la última terraza, a la que no se permite acceder en condiciones normales?”  La respuesta no se hizo esperar y al unísono todos gritamos un sí rotundo.

Sería este uno de los mejores momentos del día, pues además de las soberbias panorámicas, que superaban aún más, como puede ser evidente, a las del piso de abajo, el fantástico guía se dedicaría a contar anécdotas, historias y a dejarnos que nos perdiéramos con la mirada en el horizonte y en la ciudad, que parecía de juguete.

Budapest desde Torre de la Iglesia de Matías

Una hora, sería la que estaríamos felizmente presos en esta maravillosa atalaya, hasta que con una nueva pregunta nos hacía volver a la realidad,- “¿Os parece bien si me voy a casa a cenar?”

Además el hombre tenía un excelente sentido del humor, por lo que entre risas descenderíamos y nos plantaríamos otra vez en la plaza.

Como guinda a este intenso día, encaminaríamos nuestros pasos hacia el cercano Bastión de los Pescadores, enclave de visita obligada en Buda y uno de los miradores privilegiados de Europa. Desde él se abarca casi toda la ribera de Pest en la otra orilla del Danubio.

Bastión de los Pescadores

El Bastión fue construido en 1905 sobre un mercado medieval de pescado, y de ahí su nombre, ajeno por completo a la referencia defensiva que evoca. Todo en él parece de cuento, desde sus paseos bordeados por siete torres de piedra caliza blanca hasta las impresionantes escaleras, pasando por sus terrazas.

Bastión de los Pescadores

Aquí decidiríamos sentarnos y dejaríamos transcurrir el tiempo atisbando los alrededores, saboreando sin prisa la panorámica que ponía la ciudad a nuestros pies. De esta manera no nos haría falta entender por qué la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad a tan mágico observatorio.

Bastión de los Pescadores

Bastión de los Pescadores

Nos costaría desprendernos de esta visión, pero queríamos volver paseando hasta casa y nos quedaba todavía un buen trecho para ello, por lo que con un buen helado (840 florines) emprenderíamos el camino de regreso.

Bastión de los Pescadores

Bastión de los Pescadores

La luz acogedora que desprendía la ciudad en estos últimos momentos de la tarde realzaba aún más el perfil de monumentos como el puente de las Cadenas o el Parlamento, por lo que creo que es buena idea admirarlos en diferentes momentos del día.

Parlamento desde Buda

Puente de las Cadenas desde Buda

Llegaríamos al apartamento con el tiempo justo para ducharnos y salir de nuevo a la calle con dirección hacia la plaza de la Libertad, donde retransmitían en abierto y en varias pantallas gigantes el partido de la Eurocopa Hungría – Bélgica. El ambientazo era tremendo y no dudamos en mezclarnos, como pudimos, pues no cabía un alfiler, entre miles de húngaros enfervorizados. Fue una pasada disfrutar con ellos de sus cánticos, alegrías y decepciones y  observar cómo el fútbol se vive con la misma intensidad en casi cualquier ciudad europea.

Partido Eurocopa Hungría - Bélgica

Para cenar optaríamos por el mismo pasaje del día anterior, pero esta vez nos decantamos por el restaurante 4Bro Downtown donde tomaríamos unos vips clubs y una ensalada César. (9530 florines).

Y aunque parezca mentira, después del día que llevábamos, todavía nos quedarían fuerzas para ir a tomarnos unas cervezas a otro de los reclamos de Budapest: los famosos bares ruina.

Estos se caracterizan por encontrarse dentro de edificios ruinosos y que estuvieron a punto de ser derruidos. Su decoración consiste en grafitis en las paredes, muebles antiguos y casi inservibles y todo tipo de objetos de lo más rocambolescos.

Elegiríamos uno de los más cercanos a nuestro apartamento y, mira por donde, el más famoso y uno de los mejores que recomienda la Lonely Planet. Se llamaba Szimpla Kert (calle Kazinczy, 14) que significa Jardín Simple y además de las características que acabo de mencionar era inmenso, con dos plantas, varios patios centrales y un montón de barras para pedir las consumiciones, que no nos parecieron caras ni mucho menos. (650 florines por casi medio litro de cerveza).

Bar Ruina Szimpla Kert

Bar Ruina Szimpla Kert

Estábamos animados, pero era evidente que si no éramos responsables, mañana sería un día perdido, por lo que optamos por la retirada. Eso sí con la promesa de volver a Budapest con el objetivo principal de vivir su noche hasta que el cuerpo aguante.

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