Si ayer afrontábamos la mitad de la palabra que compone el
nombre de la capital húngara, hoy nos íbamos a dedicar a Buda, la otra mitad.
Pero antes de ello todavía tendríamos oportunidad de conocer en Pest dos nuevas
e importantes plazas. La primera que se cruzaría en nuestro camino sería la
conocida con el nombre Vigadó donde está el edificio de la sala de Conciertos y
una bonita fuente de un niño echando agua.
Plaza Vigadó |
Muy cerca de la anterior, repleta de jardines y de grandes
dimensiones, se encontraba Roosevelt Ter donde destacan dos importantes
edificios flanqueando la mitad del cuadrilátero. Por un lado el Palacio Gresham
que alberga un hotel de lujo y donde se puede apreciar el estilo modernista
después de la última renovación. Por otro, la academia de las Ciencias, un
claro ejemplo de estilo neo renacentista.
Palacio Gresham. Roosevelt Tér |
Academia de Ciencias.Roosevelt Tér |
Desde Roosevelt Ter decidiríamos acercarnos, un momento, a
la orilla del Danubio para contemplar todo el promontorio de Buda y su núcleo
principal por el qué en poco tiempo estaríamos perdidos a través del entresijo
de sus callejuelas y monumentos.
Castillo Real y Danubio desde Roosevelt Tér |
Desde Pest es fácil cruzar a Buda, en la orilla derecha del
Danubio. Basta atravesar cualquiera de los ocho espléndidos puentes que tiene
la ciudad. Nos decidimos por el más cercano, y también el más famoso y antiguo,
el de las Cadenas, que fue construido a
mediados del siglo XIX por el conde Széchenyi, propulsor de importantes
reformas políticas y económicas, y que está custodiado por cuatro leones de
piedra.
Puente de las Cadenas |
Puente de las Cadenas |
Puente de las Cadenas |
Sobre el puente, con Buda a un lado y Pest a otro, uno puede
disfrutar de una de las mejores vistas que se ofrecen de ambos lados del
Danubio.
Buda desde Puente de las Cadenas |
Buda desde Puente de las Cadenas |
Río Danubio desde Puente de las Cadenas |
Buda desde Puente de las Cadenas |
Una vez que atravesamos esta proeza de la ingeniería, para
la época que se construyó, el sonido de las tripas nos haría reparar en que
todavía no habíamos desayunado, por lo que qué mejor que hacerlo en la
cafetería que se encuentra al lado del kilómetro cero, de donde parten el punto
de inicio de las principales carreteras procedentes de Budapest.
Kilómetro Cero |
Unos croissants de chocolate y unas limonadas (1800
florines) serían suficientes para revivirnos y coger la suficiente fuerza para animarnos
a afrontar el desnivel a pie y prescindir del funicular que teníamos justo al
lado y que te lleva hasta la parte alta del barrio del castillo, sin ningún
esfuerzo.
Funicular o Sikló |
No sin mucho tardar, desde que comenzamos la ascensión, nos
encontramos con una pequeña pasarela de madera desde la que pudimos ver los
rieles del funicular y su ajetreo constante en el subir y bajar de pasajeros.
Funicular o Sikló |
Vistas desde Puente del Funicular |
Y sin apenas darnos cuenta, pues la subida no se hace dura
en absoluto, llegamos hasta el barrio del castillo, encontrándonos en primer
lugar con una impresionante portada ornamental que nos permitiría hacer de
manera triunfal la entrada al recinto del Palacio Real, que hubo de ser
completamente reconstruido durante el siglo XVIII. Su interior, pasto de las
llamas durante la II Guerra Mundial, alberga centros culturales de gran
importancia, entre los que destacan la Galería Nacional de pintura, la
Biblioteca Nacional y el museo de la Historia, todos ellos escoltados por
jardines y miradores.
Plaza Szent Gyorgy. Castillo Real |
Galería Nacional. Palacio Real de Buda |
Pero en realidad, todo el promontorio de Buda es un gran
mirador en sí mismo, por el que no dudaríamos en recrearnos y disfrutar de las
fantásticas vistas de Pest y el Danubio.
Pest y Danubio desde Palacio Real de Buda |
Monte Gellért desde Palacio Real de Buda |
Efectivamente, no entraríamos en el interior de ningún museo
y es que con el día tan fantástico que hacía preferimos optar por disfrutar de
la monumentalidad de los edificios exteriores y las panorámicas sobresalientes
que se obtienen desde aquí.
Después de recorrer torreones, murallas y fortificaciones
que atestiguan el fin militar para el que fue creado, en los aledaños del
palacio nos encontraríamos con otra gran sorpresa destinada a los más románticos:
la fuente del rey Matías, que rememora los amores desgraciados del monarca con
la bella campesina Ilonka, muerta de pena, al no ver cumplido el matrimonio con
su real amante.
Fuente de Matías. Palacio Real de Buda |
En la misma e impresionante plaza donde está la monumental
fuente, también se puede observar la estatua de Eugenio de Saboya que conmemora
la victoria en la batalla de Zenta, que en 1697 imprimió un nuevo giro a la guerra contra los turcos.
Las vistas desde aquí de la cúpula del Palacio Real son también soberbias.
Galería Nacional. Palacio Real de Buda |
Tras seguir disfrutando, por este otro lado, de las vistas
de las verdes colinas de Buda, salpicadas por gran cantidad de casitas con
encanto, saldríamos del recinto del Palacio Real y tras pararnos, un momento,
en un pequeño mercadillo en el que se vendían gran cantidad de recuerdos,
afrontaríamos un nuevo y agradable paseo por la calle Toth Árpád Sétany, que
corre a lo largo de la muralla oeste del castillo y que ofrece nuevas vistas de
las colinas de Buda, a un lado, y residencias elegantes y viviendas señoriales,
al otro.
Paseo Toth Árpad Sétany |
Colinas de Buda desde Paseo Toth Árpad Sétany |
Desembocaríamos en una amplia plaza donde lo primero que
destaca es la reconstruida torre barroca de la iglesia de María Magdalena. Es
este un lugar especial, pues sería aquí donde Francisco I sería coronado rey de
Hungría en 1792.
Ruinas Iglesia de la Magdalena |
También destaca en este espacio abierto el edificio del
Fashion Buda Hotel. Además nos encontraríamos con un grupo de preciosas
aspirantes húngaras a policía que, ataviadas con sus uniformes, se encontraban
descansando a la sombra de unos árboles. Aunque intenté lograr una fotografía
con todas ellas para presumir de bellezas, no podría ser. Una lástima.
Otra importante vía en este distrito histórico es la llamada
Úri Utca o calle de los Señores, llamada así por los aristócratas que la
habitaban antes de la llegada de los turcos, en 1526. Hoy está flanqueada por
hoteles barrocos que sustituyeron en el siglo XVIII a las casas medievales
incendiadas en 1686 a raíz de la reconquista cristiana.
Úri Utca |
Sería por ella por la que retrocederíamos hasta llegar a
unas escaleras que ya teníamos localizadas y que nos conducirían a los pies de
la muralla para poder visitar una las atracciones más interesantes de Budapest
y que supone algo diferente al resto de opciones que ofrece la ciudad. Hablo
del Hospital en la Roca, un hospital bunker de la II Guerra Mundial y de la
Guerra Fría usado por la Cruz Roja Internacional. La dirección exacta es Lovas
Utca, 4.
Museo Hospital en la Roca |
La entrada cuesta 4000 florines y dado el cambio brusco de
temperatura que se produce, unos 15 grados, es recomendable llevar algo de
abrigo o tomar prestado uno de los abrigos, valga la redundancia, que te
ofrecen antes de comenzar la visita. Las visitas son en inglés y en húngaro y
los grupos son bastante amplios. Las explicaciones serían de lo más
interesantes, enterándome de ellas con claridad gracias a la siempre buena traducción
de Raúl.
La visita te permite conocer a través de diferentes galerías
subterráneas, de unos dos kilómetros, la difícil y meritoria labor que llevaban
los médicos y enfermeros que aquí trabajaban. Se muestra el material médico,
los quirófanos donde se operaban de dos en dos a los heridos, los camastros
donde se recuperaban, las letrinas, etc.
Museo Hospital en la Roca |
Museo Hospital en la Roca |
Para mostrar la crudeza de la realidad que se vivía, se
utilizan maniquíes que a veces parecen reales y hacen que las escenas que se
representan estén llenas de realismo y sean escalofriantes.
Y si por si acaso todo eso no es suficiente para
impresionarte, en las últimas salas te muestran un helicóptero reconstruido
pieza a pieza, las máscaras de gas, los trajes anti radiación, contenedores de
gasolina, la sala de comunicaciones, etc.
Museo Hospital en la Roca |
Aunque es cierto que no se permite realizar fotografías,
podría tirar alguna que otra que aunque no son de buena calidad, muestran de
alguna manera lo interesante de la visita.
Tras una hora de recorrido, a las 14.00 volvíamos al calor
del exterior y como este era intenso y estábamos algo cansados, decidiríamos
hacer un parón para comer, volviendo a subir al barrio del castillo y eligiendo
para ello un restaurante llamado Jamie´s Italian, pegado a Úri Utca, donde
repondríamos fuerzas con una hamburguesa, pizza y spaguettis más la bebida.
(14830 florines los tres).
Al terminar la sobremesa, continuaríamos por Úri Utca para
ver si teníamos suerte y estaba abierta la atracción del laberinto del castillo
de Buda, situada en el número nueve. Había leído que se encontraba cerrada
desde hacía tiempo, pero también que eso no era cierto, en las páginas de algún
que otro bloguero y que no se perdía
nada por acercarse a comprobarlo.
Efectivamente estaba abierto, así que bajaríamos por unas
inclinadas escaleras que te llevan directas a un tenue pasadizo que te da la
bienvenida. Tras atravesar este, encontraríamos la entrada y pagaríamos los
2500 florines por persona que cuesta la broma.
Laberinto del Castillo de Buda |
Las aguas termales son las culpables de crear, a lo largo de
miles de años, las grutas que se visitan. Sus instalaciones se utilizarían como
cárcel, cámara de tesoros y cámara de torturas, a lo largo de su historia, por
lo que el halo de misterio está asegurado.
En sus diferentes estancias podríamos encontrarnos con
misteriosas figuras de cera ataviadas con vestidos para un baile de máscaras,
con las que cuesta mantener la mirada por el ambiente y la música tétrica que
te acompaña; asistiríamos a una pequeña exposición sobre las cuevas más
impresionantes del mundo; y nos pondríamos nerviosos al saber que aquí estuvo
preso, ni más ni menos, que el famoso Vlad Tepes, el príncipe rumano en el que
se inspiró Bram Stoker para crear el personaje de Drácula.
Laberinto del Castillo de Buda |
Laberinto del Castillo de Buda |
Pero lo mejor estaba por llegar, pues según nos íbamos
adentrando en los pasadizos más profundos una intensa niebla blanca se empezó a
apoderar de las salas casi diáfanas a la que íbamos llegando, la temperatura
cada vez bajaba más y leves susurros hacían que la piel se nos erizase. Aun
estando los tres juntos, el lugar daba miedo de verdad, por lo que tampoco
estuvimos más de lo necesario en este sector.
Laberinto del Castillo de Buda |
Para el final dejaríamos otra de las mejores secciones: un
circuito que se recorre en la más absoluta oscuridad ayudado únicamente de un
cable amarrado a la pared. Me tocaría abrir camino y tengo que reconocer que no
fueron ni uno ni dos, los escalofríos que recorrieron mi cuerpo.
Por supuesto, que ante tal ambiente, no faltaría algún que
otro susto para vivir con más realismo, si cabe, este peculiar lugar.
Tras las dos últimas e interesantes actividades era el
momento de retomar la cita con algunas de las edificaciones más emblemáticas,
no ya de Buda, sino de toda Budapest.
En apenas diez minutos nos plantábamos en la plaza de la
Santísima Trinidad, el centro neurálgico de Buda, donde se yergue la iglesia de
Nuestra Señora, popularmente conocida como iglesia de Matías.
Iglesia de Matías |
Iglesia de Matías |
El templo es símbolo inconfundible de la capital, un punto
de referencia comparable a Notre Dame de París o a la catedral de San Esteban
en Viena.
En las taquillas que se encuentran en frente del monumento
religioso, sacaríamos las entradas para poder visitar la ya nombrada iglesia
(1500 florines), poder subir a lo alto de su torre (1500 florines) y asomarnos
al, casi adosado, Bastión de los Pescadores (800 florines).
Comenzaríamos por la penumbra interior del templo que
impacta ante la gran cantidad de frescos y motivos multicolores que impregnan
casi cualquier rincón. Destacan especialmente dos vírgenes: una negra y otra
roja, y la tumba de Béla III.
A la salida y a la derecha llegábamos casi justos al último
turno de subida a la torre, las 17.00, ya que esta se hace acompañados de un
guía.
La torre vista desde abajo impresiona por sus 80 metros y su
elegancia y adornos góticos, pero lo que ofrece desde las alturas, te deja sin
habla y atónito. Y es que ver el discurrir del Danubio, partiendo la ciudad en
dos, es una imagen de lo más evocadora que no te cansas de mirar. Si además le
sumas la imagen del Parlamento, la iglesia de San Esteban y tantos otros
lugares que ya habíamos visitado, pues te quedas sin palabras.
Budapest desde Torre de la Iglesia de Matías |
Parlamento desde Torre de la Iglesia de Matías |
No sé a qué se debió, pero el caso que nuestro grupo le
había caído bien al guía, por lo que tras las explicaciones oportunas, nos planteó
a todos una pregunta: - “Dado que sois el último turno y mi jornada de trabajo
termina aquí, ¿os apetecería contemplar las vistas desde la última terraza, a
la que no se permite acceder en condiciones normales?” La respuesta no se hizo esperar y al unísono
todos gritamos un sí rotundo.
Sería este uno de los mejores momentos del día, pues además
de las soberbias panorámicas, que superaban aún más, como puede ser evidente, a
las del piso de abajo, el fantástico guía se dedicaría a contar anécdotas,
historias y a dejarnos que nos perdiéramos con la mirada en el horizonte y en
la ciudad, que parecía de juguete.
Budapest desde Torre de la Iglesia de Matías |
Una hora, sería la que estaríamos felizmente presos en esta
maravillosa atalaya, hasta que con una nueva pregunta nos hacía volver a la
realidad,- “¿Os parece bien si me voy a casa a cenar?”
Además el hombre tenía un excelente sentido del humor, por
lo que entre risas descenderíamos y nos plantaríamos otra vez en la plaza.
Como guinda a este intenso día, encaminaríamos nuestros
pasos hacia el cercano Bastión de los Pescadores, enclave de visita obligada en
Buda y uno de los miradores privilegiados de Europa. Desde él se abarca casi
toda la ribera de Pest en la otra orilla del Danubio.
Bastión de los Pescadores |
El Bastión fue construido en 1905 sobre un mercado medieval
de pescado, y de ahí su nombre, ajeno por completo a la referencia defensiva
que evoca. Todo en él parece de cuento, desde sus paseos bordeados por siete
torres de piedra caliza blanca hasta las impresionantes escaleras, pasando por
sus terrazas.
Bastión de los Pescadores |
Aquí decidiríamos sentarnos y dejaríamos transcurrir el
tiempo atisbando los alrededores, saboreando sin prisa la panorámica que ponía
la ciudad a nuestros pies. De esta manera no nos haría falta entender por qué la
Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad a tan mágico observatorio.
Bastión de los Pescadores |
Bastión de los Pescadores |
Nos costaría desprendernos de esta visión, pero queríamos
volver paseando hasta casa y nos quedaba todavía un buen trecho para ello, por
lo que con un buen helado (840 florines) emprenderíamos el camino de regreso.
Bastión de los Pescadores |
Bastión de los Pescadores |
La luz acogedora que desprendía la ciudad en estos últimos
momentos de la tarde realzaba aún más el perfil de monumentos como el puente de
las Cadenas o el Parlamento, por lo que creo que es buena idea admirarlos en
diferentes momentos del día.
Parlamento desde Buda |
Puente de las Cadenas desde Buda |
Llegaríamos al apartamento con el tiempo justo para
ducharnos y salir de nuevo a la calle con dirección hacia la plaza de la
Libertad, donde retransmitían en abierto y en varias pantallas gigantes el partido
de la Eurocopa Hungría – Bélgica. El ambientazo era tremendo y no dudamos en
mezclarnos, como pudimos, pues no cabía un alfiler, entre miles de húngaros
enfervorizados. Fue una pasada disfrutar con ellos de sus cánticos, alegrías y
decepciones y observar cómo el fútbol se
vive con la misma intensidad en casi cualquier ciudad europea.
Partido Eurocopa Hungría - Bélgica |
Para cenar optaríamos por el mismo pasaje del día anterior,
pero esta vez nos decantamos por el restaurante 4Bro Downtown donde tomaríamos
unos vips clubs y una ensalada César. (9530 florines).
Y aunque parezca mentira, después del día que llevábamos,
todavía nos quedarían fuerzas para ir a tomarnos unas cervezas a otro de los
reclamos de Budapest: los famosos bares ruina.
Estos se caracterizan por encontrarse dentro de edificios
ruinosos y que estuvieron a punto de ser derruidos. Su decoración consiste en
grafitis en las paredes, muebles antiguos y casi inservibles y todo tipo de
objetos de lo más rocambolescos.
Elegiríamos uno de los más cercanos a nuestro apartamento y,
mira por donde, el más famoso y uno de los mejores que recomienda la Lonely
Planet. Se llamaba Szimpla Kert (calle Kazinczy, 14) que significa Jardín
Simple y además de las características que acabo de mencionar era inmenso, con
dos plantas, varios patios centrales y un montón de barras para pedir las
consumiciones, que no nos parecieron caras ni mucho menos. (650 florines por
casi medio litro de cerveza).
Bar Ruina Szimpla Kert |
Bar Ruina Szimpla Kert |
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