Essaouira, o Mogador, que es como
la llamaban los marinos portugueses que la empezaron a fortificar en el siglo
XVI para proteger de los piratas su ruta hacia las Indias, ha conseguido ser un
destino turístico fundamental sin perder un ápice de su esencia pasada.
Declarada Patrimonio de la
Humanidad por sus callejas encaladas en un blanco impoluto, por las anchas y
atípicas calles de la peculiar medina, por sus pasajes y plazoletas, por su luz
limpia y acogedora y por tantos otros motivos, hacen que bien pueda
considerarse como una de las perlas de Marruecos.
Es por ello que me negaba a pasar
tan sólo un día entre sus murallas y a quedarme con el sentimiento de querer
más, sin poder hacer nada para remediarlo. Así que en esta ocasión prescindiría
de mis planes iniciales, que no eran otros que dedicar un día a esta ciudad y
otro a Agadir, y optaría, finalmente, por disfrutar los dos días en este
maravilloso lugar.
Nunca me he alegrado tanto de
tomar una decisión, pues el día amanecía, no ya desagradable, sino desapacible,
odioso y cuantos más adjetivos se le quieran poner. Diluviaba y una cortina de
agua castigaba sin descanso cualquier rincón que se encontrase a la intemperie.
Ante este panorama no quedaba otra que asumirlo y tratar de pasar las horas que
siguieran en esta situación lo mejor posible. Sí, no estaba malhumorado ni
acordándome de todos los santos, pues contaba también con el día de mañana y
eso me daba tranquilidad, por lo que no dudaría en subir a mi habitación, coger
mi pequeño ordenador y bajarme al magnífico y acogedor vestíbulo a desayunar
tranquilamente en él y entretenerme navegando por la red.
Palazzo Desdemona |
Las enormes cristaleras que me
resguardaban del temporal me permitían comprobar como aquellos insensatos que
se atrevían a andar por las calles desiertas, se calaban en cuestión de
segundos, sin que sus paraguas pudieran hacer nada para protegerlos.
Las horas seguirían pasando y,
por fin, a las 13.00, la lluvia cesaba y las nubes daban paso a algunos rayos
de sol que se mostraban tímidamente.
No perdería ni un minuto en salir
a disfrutar de Essaouira, teniendo claro que, dado que sólo contaba ya con la
tarde, hoy disfrutaría sólo de la medina y los secretos que esta esconde,
dejando el puerto y la playa para mañana.
No es de extrañar que a la ciudad
se la conozca también con el sobrenombre de “La bien dibujada” y es que cuando
en 1765, el sultán Sidi Mohamed ben Abdallah, para castigar al puerto de
Agadir, decidió potenciar la antigua Mogador, lo conseguiría con creces gracias
al buen trabajo de estructuración y planificación que llevaría a cabo el
arquitecto francés a quien se le encargaron los trabajos. Lo más destacable
sería sin duda la distribución de las calles que se cruzan en ángulo de 90
grados, rectilíneas y tiradas a cordel.
Dada la cercanía de mi Riad, el
paseo lo comenzaría con uno de los símbolos de Essaouira: la torre del reloj,
un punto de referencia ideal para situarse en la medina. Su construcción se
completó en 1928. En 1997, el reloj deja de funcionar debido a que su mecanismo
requiere mucho mantenimiento, pero en 2012 sería completamente renovado y hoy
marca perfectamente las horas.
Avenida Oqba y Torre del Reloj |
Desde aquí llevaría a cabo un
paseo por la arteria principal de la medina, que según se va avanzando por ella
recibe diferentes nombres, de esta manera se va pasando de la avenida Oqba a
I´Istiqlal y de esta a Mohammed Zerktouni, pero todas ellas son una sola y es,
con diferencia, la parte más viva y animada del interior amurallado.
Avenida de I´Istiqlal.Medina |
Avenida de I´Istiqlal.Medina |
Avenida de I´Istiqlal.Medina |
Acompañado por características
paredes de adobe y sucesivas arcadas laterales, me iría encontrando, bajo estas
últimas, todo tipo de puestos donde se vendían frutas, carne, especias, pan,
dátiles, en cuanto a alimentación se refiere, y zapatillas, teléfonos móviles,
ropa, etc, respecto a otros géneros.
Tiendas en la Medina |
Carnicería en la Medina |
Pero lo mejor sería asistir a las
escenas cotidianas de la vida diaria de la gente, observando a los policías
dedicados a sus asuntos, los mozos transportando carretillas repletas de
equipaje de turistas, chavales portando té, a toda prisa, de un lado para otro…
Tampoco se pueden obviar las grandes puertas de
piedra que se van sucediendo a lo largo de la gran avenida y que le confieren,
aún más si cabe, ese aire antiguo y decadente tan encantador.
Avenida de I´Istiqlal.Medina |
Casi sin quererlo y motivado por
el tumulto de gente que se arremolinaba en un punto concreto, no podría evitar
dirigirme hacia allí para ver qué era lo que sucedía. Sería una buena decisión,
pues ello me permitiría descubrir el mejor puesto de crepes que he probado en
mi vida. Eran enormes, jugosos y estaban espectaculares. Optaría por uno
salado, de atún y queso (20 dírhams), con el que me quedaría más que
satisfecho.
Después de llenar el estómago me
dirigiría hacia otra importante zona de la medina que linda con la parte de las
murallas que dan al mar. Hablo de la Rue de la Skala, los bastiones norte y
oeste y el entramado de callejuelas que conectan con ese sector, los cuales son,
junto con el bastión del puerto, las
partes más monumentales y mejor conservadas de Essaouira. Es en esta zona donde
abundan los restaurantes más caros y de carácter más occidental, al igual que
gran número de tiendas y comercios de souvenirs, donde no podría evitar
comprarme el típico imán de recuerdo.
Rue de la Skala. Medina |
Rue de la Skala. Medina |
Rue de la Skala. Medina |
Mi ruta continuaría por otra
importante calle comercial: Sidi Mohamed Ben Abdallah, considerada como el zoco
turístico por excelencia de la ciudad y donde pude ver vendedores ambulantes,
tiendas de moda, galerías e incluso artesanos trabajando el arte de la madera,
consiguiendo piezas sorprendentes pero también con unos precios astronómicos.
Medina |
Medina |
Estaba un poco cansado, así que
no dudaría en tomarme una coca cola en uno de los muchos cafés con encanto que
te pueden encontrar en cualquier esquina. Todos tienen un carácter acogedor y
da igual, al final, cual elegir. La consumición me costaría 8 dírhams.
Tras este merecido y apreciado
descanso me dirigiría, sin rumbo fijo y a través de un nuevo entramado de
callejuelas, hasta la puerta Bab Doukkala de claro estilo marroquí por sus
arcos semicirculares y su sencillez. Desde este mismo lugar iniciaría una ruta
que me llevaría a bordear, por el exterior, gran parte del perímetro de la
muralla, pudiendo encontrarme dos nuevas puertas del mismo estilo que la
anterior: Bab Marrakech y Bab Sbaa, además del increíble bastión sur que
impresiona por sus dimensiones.
Muralla de la Medina |
Bastión Sur de la Medina |
Puerta Bab Sbaa |
Era el momento de tomar otra de
las calles más famosas de Essaouira, la que comienza o termina, según se
afronte, en Bab Marrakech y cuyo nombre era Rue Mohammed El Qorry. Nuevas tiendas
y nuevos comercios, ofreciendo todo tipo de productos, tanto locales como
extranjeros, me volverían a sacar hasta la avenida principal, por la que había
comenzado el paseo casi al mediodía, y con la que había ido coincidiendo varias
veces más a lo largo de la tarde.
Todavía tendría tiempo de
encontrarme con la mezquita Ben youssef y su inconfundible minarete y con una
pequeña plaza que a mí, particularmente, me encantaría llamada Chrib Atay,
repleta de restaurantes y cafés de lo más agradables.
Plaza Chrib Atay. Medina |
Un nuevo minarete, en este caso
correspondiente a la mezquita Kasbah y unos cuantos pasadizos y callejones más,
con sus inconfundibles edificios con puertas de madera vieja, bicicletas
destartaladas y cables de la luz a la intemperie, me sacarían a la inmensa
explanada Moulay Hassan, centro neurálgico de la ciudad y flanqueada por
terrazas de cafés, donde no podría evitar sentarme en uno de ellos, para
disfrutar de un té a la menta, pues la temperatura había bajado y no apetecía
nada frío. Por cierto, como curiosidad, decir que en este lugar cada mes de
Junio se llevan a cabo los conciertos del festival Gnaoua et Musiques du Monde,
el momento álgido del calendario festivo de la ciudad.
Plaza Moulay Hassan |
Al levantarme de mi merecido
descanso me daría cuenta que un marroquí, saltaba un pequeño muro que estaba
pegado al café donde me había tomado algo. No lo dudaría y haría lo mismo que
él, lo cual sería una buena decisión, ya que esto me llevaría a tener ante mí
las murallas de Essaouira que dan al mar. Era una zona compuesta por rocas y
farallones, donde en algunos tramos el mar golpeaba con fuerza. Yo optaría por
quedarme en la zona más alejada y donde el agua no llegaba todavía. Aquí vería
atardecer, con el sol proyectando sus rayos sobre la ciudad amurallada y con
una luz limpia y pura que te dejaba como hipnotizado. Acompañado además por las
gaviotas y por el arrullo de las olas, no había mejor manera con la que esperar
a que la noche se me echara encima.
Essaouira y su Muralla desde su Costa Escarpada |
Essaouira y su Muralla desde su Costa Escarpada |
Los efectos del crepe del
mediodía habían remitido, por lo que no dudaría en buscar un restaurante que me
hiciera recuperar las fuerzas perdidas. Optaría por el Café des Arts, después
de dudar entre varios de la avenida Listiqlal, pero al final sería el que más
me convencería. No quedaría defraudado pues la chica que me atendería era
española y bien maja, así que la cosa empezaba muy bien. Tenía ganas de probar
la sopa de harira, un plato tradicional marroquí, compuesto por tomate y
legumbres varias, así que tras pedirle consejo a mi anfitriona, no lo dudaría y
ese sería mi primero. Estaba buenísima.
De segundo optaría por una
tortilla con queso que también me sorprendería gratamente. Si a ello le sumamos
que mientras llenaba el estómago pude disfrutar de una actuación en directo de
dos músicos marroquís tocando instrumentos y canciones tradicionales gnawa,
pues ya no se podía pedir más a la velada. De beber tomaría una coca cola. El
precio por todo sería de 75 dírhams.
Espectáculo Musical en Café des Arts |
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