MARRUECOS - DIA 6. Essaouira: antigua Mogador

23 de Marzo de 2016.


Essaouira, o Mogador, que es como la llamaban los marinos portugueses que la empezaron a fortificar en el siglo XVI para proteger de los piratas su ruta hacia las Indias, ha conseguido ser un destino turístico fundamental sin perder un ápice de su esencia pasada.

Declarada Patrimonio de la Humanidad por sus callejas encaladas en un blanco impoluto, por las anchas y atípicas calles de la peculiar medina, por sus pasajes y plazoletas, por su luz limpia y acogedora y por tantos otros motivos, hacen que bien pueda considerarse como una de las perlas de Marruecos.

Es por ello que me negaba a pasar tan sólo un día entre sus murallas y a quedarme con el sentimiento de querer más, sin poder hacer nada para remediarlo. Así que en esta ocasión prescindiría de mis planes iniciales, que no eran otros que dedicar un día a esta ciudad y otro a Agadir, y optaría, finalmente, por disfrutar los dos días en este maravilloso lugar.

Nunca me he alegrado tanto de tomar una decisión, pues el día amanecía, no ya desagradable, sino desapacible, odioso y cuantos más adjetivos se le quieran poner. Diluviaba y una cortina de agua castigaba sin descanso cualquier rincón que se encontrase a la intemperie. Ante este panorama no quedaba otra que asumirlo y tratar de pasar las horas que siguieran en esta situación lo mejor posible. Sí, no estaba malhumorado ni acordándome de todos los santos, pues contaba también con el día de mañana y eso me daba tranquilidad, por lo que no dudaría en subir a mi habitación, coger mi pequeño ordenador y bajarme al magnífico y acogedor vestíbulo a desayunar tranquilamente en él y entretenerme navegando por la red.

Palazzo Desdemona

Las enormes cristaleras que me resguardaban del temporal me permitían comprobar como aquellos insensatos que se atrevían a andar por las calles desiertas, se calaban en cuestión de segundos, sin que sus paraguas pudieran hacer nada para protegerlos.

Las horas seguirían pasando y, por fin, a las 13.00, la lluvia cesaba y las nubes daban paso a algunos rayos de sol que se mostraban tímidamente.

No perdería ni un minuto en salir a disfrutar de Essaouira, teniendo claro que, dado que sólo contaba ya con la tarde, hoy disfrutaría sólo de la medina y los secretos que esta esconde, dejando el puerto y la playa para mañana.

No es de extrañar que a la ciudad se la conozca también con el sobrenombre de “La bien dibujada” y es que cuando en 1765, el sultán Sidi Mohamed ben Abdallah, para castigar al puerto de Agadir, decidió potenciar la antigua Mogador, lo conseguiría con creces gracias al buen trabajo de estructuración y planificación que llevaría a cabo el arquitecto francés a quien se le encargaron los trabajos. Lo más destacable sería sin duda la distribución de las calles que se cruzan en ángulo de 90 grados, rectilíneas y tiradas a cordel.

Dada la cercanía de mi Riad, el paseo lo comenzaría con uno de los símbolos de Essaouira: la torre del reloj, un punto de referencia ideal para situarse en la medina. Su construcción se completó en 1928. En 1997, el reloj deja de funcionar debido a que su mecanismo requiere mucho mantenimiento, pero en 2012 sería completamente renovado y hoy marca perfectamente las horas.

Avenida Oqba y Torre del Reloj

Desde aquí llevaría a cabo un paseo por la arteria principal de la medina, que según se va avanzando por ella recibe diferentes nombres, de esta manera se va pasando de la avenida Oqba a I´Istiqlal y de esta a Mohammed Zerktouni, pero todas ellas son una sola y es, con diferencia, la parte más viva y animada del interior amurallado.

Avenida de I´Istiqlal.Medina

Avenida de I´Istiqlal.Medina

Avenida de I´Istiqlal.Medina

Acompañado por características paredes de adobe y sucesivas arcadas laterales, me iría encontrando, bajo estas últimas, todo tipo de puestos donde se vendían frutas, carne, especias, pan, dátiles, en cuanto a alimentación se refiere, y zapatillas, teléfonos móviles, ropa, etc, respecto a otros géneros.

Tiendas en la Medina

Carnicería en la Medina

Pero lo mejor sería asistir a las escenas cotidianas de la vida diaria de la gente, observando a los policías dedicados a sus asuntos, los mozos transportando carretillas repletas de equipaje de turistas, chavales portando té, a toda prisa, de un lado para otro…

Tampoco  se pueden obviar las grandes puertas de piedra que se van sucediendo a lo largo de la gran avenida y que le confieren, aún más si cabe, ese aire antiguo y decadente tan encantador.

Avenida de I´Istiqlal.Medina

Casi sin quererlo y motivado por el tumulto de gente que se arremolinaba en un punto concreto, no podría evitar dirigirme hacia allí para ver qué era lo que sucedía. Sería una buena decisión, pues ello me permitiría descubrir el mejor puesto de crepes que he probado en mi vida. Eran enormes, jugosos y estaban espectaculares. Optaría por uno salado, de atún y queso (20 dírhams), con el que me quedaría más que satisfecho.

Después de llenar el estómago me dirigiría hacia otra importante zona de la medina que linda con la parte de las murallas que dan al mar. Hablo de la Rue de la Skala, los bastiones norte y oeste y el entramado de callejuelas que conectan con ese sector, los cuales son, junto con el bastión del puerto,  las partes más monumentales y mejor conservadas de Essaouira. Es en esta zona donde abundan los restaurantes más caros y de carácter más occidental, al igual que gran número de tiendas y comercios de souvenirs, donde no podría evitar comprarme el típico imán de recuerdo.

Rue de la Skala. Medina

Rue de la Skala. Medina

Rue de la Skala. Medina

Mi ruta continuaría por otra importante calle comercial: Sidi Mohamed Ben Abdallah, considerada como el zoco turístico por excelencia de la ciudad y donde pude ver vendedores ambulantes, tiendas de moda, galerías e incluso artesanos trabajando el arte de la madera, consiguiendo piezas sorprendentes pero también con unos precios astronómicos.

Medina

Medina

Estaba un poco cansado, así que no dudaría en tomarme una coca cola en uno de los muchos cafés con encanto que te pueden encontrar en cualquier esquina. Todos tienen un carácter acogedor y da igual, al final, cual elegir. La consumición me costaría 8 dírhams.

Tras este merecido y apreciado descanso me dirigiría, sin rumbo fijo y a través de un nuevo entramado de callejuelas, hasta la puerta Bab Doukkala de claro estilo marroquí por sus arcos semicirculares y su sencillez. Desde este mismo lugar iniciaría una ruta que me llevaría a bordear, por el exterior, gran parte del perímetro de la muralla, pudiendo encontrarme dos nuevas puertas del mismo estilo que la anterior: Bab Marrakech y Bab Sbaa, además del increíble bastión sur que impresiona por sus dimensiones.

Muralla de la Medina

Bastión Sur de la Medina

Puerta Bab Sbaa

Era el momento de tomar otra de las calles más famosas de Essaouira, la que comienza o termina, según se afronte, en Bab Marrakech y cuyo nombre era Rue Mohammed El Qorry. Nuevas tiendas y nuevos comercios, ofreciendo todo tipo de productos, tanto locales como extranjeros, me volverían a sacar hasta la avenida principal, por la que había comenzado el paseo casi al mediodía, y con la que había ido coincidiendo varias veces más a lo largo de la tarde.

Todavía tendría tiempo de encontrarme con la mezquita Ben youssef y su inconfundible minarete y con una pequeña plaza que a mí, particularmente, me encantaría llamada Chrib Atay, repleta de restaurantes y cafés de lo más agradables.

Plaza Chrib Atay. Medina

Un nuevo minarete, en este caso correspondiente a la mezquita Kasbah y unos cuantos pasadizos y callejones más, con sus inconfundibles edificios con puertas de madera vieja, bicicletas destartaladas y cables de la luz a la intemperie, me sacarían a la inmensa explanada Moulay Hassan, centro neurálgico de la ciudad y flanqueada por terrazas de cafés, donde no podría evitar sentarme en uno de ellos, para disfrutar de un té a la menta, pues la temperatura había bajado y no apetecía nada frío. Por cierto, como curiosidad, decir que en este lugar cada mes de Junio se llevan a cabo los conciertos del festival Gnaoua et Musiques du Monde, el momento álgido del calendario festivo de la ciudad.

Plaza Moulay Hassan

Al levantarme de mi merecido descanso me daría cuenta que un marroquí, saltaba un pequeño muro que estaba pegado al café donde me había tomado algo. No lo dudaría y haría lo mismo que él, lo cual sería una buena decisión, ya que esto me llevaría a tener ante mí las murallas de Essaouira que dan al mar. Era una zona compuesta por rocas y farallones, donde en algunos tramos el mar golpeaba con fuerza. Yo optaría por quedarme en la zona más alejada y donde el agua no llegaba todavía. Aquí vería atardecer, con el sol proyectando sus rayos sobre la ciudad amurallada y con una luz limpia y pura que te dejaba como hipnotizado. Acompañado además por las gaviotas y por el arrullo de las olas, no había mejor manera con la que esperar a que la noche se me echara encima.

Essaouira y su Muralla desde su Costa Escarpada

Essaouira y su Muralla desde su Costa Escarpada

Los efectos del crepe del mediodía habían remitido, por lo que no dudaría en buscar un restaurante que me hiciera recuperar las fuerzas perdidas. Optaría por el Café des Arts, después de dudar entre varios de la avenida Listiqlal, pero al final sería el que más me convencería. No quedaría defraudado pues la chica que me atendería era española y bien maja, así que la cosa empezaba muy bien. Tenía ganas de probar la sopa de harira, un plato tradicional marroquí, compuesto por tomate y legumbres varias, así que tras pedirle consejo a mi anfitriona, no lo dudaría y ese sería mi primero. Estaba buenísima.

De segundo optaría por una tortilla con queso que también me sorprendería gratamente. Si a ello le sumamos que mientras llenaba el estómago pude disfrutar de una actuación en directo de dos músicos marroquís tocando instrumentos y canciones tradicionales gnawa, pues ya no se podía pedir más a la velada. De beber tomaría una coca cola. El precio por todo sería de 75 dírhams.

Espectáculo Musical en Café des Arts

Y así, con los ritmos y cánticos espirituales africanos, todavía sonando en mi cabeza, daba por finalizado mi primer día en Essaouira.


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