26 de Agosto de 2015.
El sonido de los goterones de lluvia golpeando,
incesantemente, en los cristales de la habitación, harían que me despertase
media hora antes de lo que tenía previsto, por lo que a las 7.30 estaba ya
dando la plasta a mis pobres compañeros de cuarto, aunque cierto es que
intentando molestar lo menos posible, pues tengo que volver a recalcar que el
respeto y la educación entre las siete personas que nos tocó compartir alcoba
era difícilmente superable.
El día era tan horrible que ni siquiera a mí me apetecía
ponerme a patear calles y eso que en más de un país he acabado calado hasta los
huesos por conocer ciertos lugares, pero, en esta ocasión, hubiera sido una
locura, pues diluviaba, además de soplar un viento desagradable que hacía
cambiar, constantemente, la dirección de la lluvia.
Así que ante este panorama, no quedaba otra que cambiar los
planes y optaría por dirigirme al mercado de pescado de Tsukiji, uno de los
lugares que más impactan al visitante en la capital por el contraste con
respecto a otro tipo de actividades.
Llegaría hasta allí en metro bajándome en la estación
Tsukijishijo (280 yenes) y al salir al exterior y andar sólo unos metros me
encontré con que todas sus instalaciones estaban cerradas por ser día de
libranza. Mi cara fue un poema pues no creía que un miércoles fuese día de
cierre, pero parece ser que los días de asueto van cambiando según la semana,
por lo que conviene informarse bien de ello.
Estaba claro que los astros no iban a estar de mi lado, pero
no quise rendirme tan fácilmente y opté por tomar otra vez el suburbano, seis
estaciones, hasta Ryogoku, donde había leído que se encontraba uno de los
mejores museos de la capital y de los más recomendables y entretenidos: el
museo de Edo-Tokyo. Así que no lo dudé y nada más salir al exterior encaminé
mis pasos hacia el descomunal edificio blanco sostenido por cuatro inmensos
pilares y que representa un antiguo almacén. No había casi gente por lo que
compraría mí entrada, sin apenas esperar, (600 yenes) y me dirigiría hacia las
escaleras mecánicas que te conducen, por un túnel futurista, hacia la parte
alta del edificio, donde se comienza la visita. Sólo ya con esta manera de
acceder tuve la sensación de meterme en un túnel del tiempo que me trasladaba a
uno de los periodos más interesantes de la historia de Tokyo: el que transcurre
entre los siglos XV al XIX, cuando todavía se conocía a la ciudad con el nombre
de Edo.
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Museo Edo-Tokyo |
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Museo Edo-Tokyo |
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Museo Edo-Tokyo |
Antes de continuar creo que es interesante conocer un
pequeño resumen de la historia de Japón para situar en el contexto adecuado el
periodo al que está dedicado el museo.
Originalmente, Japón estaría poblado por inmigrantes del
Asia continental y controlado por una serie de clanes que introducirían en el
país características de la civilización
china como el alfabeto, el budismo y los métodos de administración. Al mismo
tiempo algunas ciudades como Nara y Kioto empezaban a tener importante
relevancia, controladas por la dinastía Tang.
No obstante, y ante la imposibilidad de crear un gobierno
centralizado, prevalecieron las bases asentadas por los clanes y los grupos de
señores feudales o shoguns.
Sería a partir de 1603 cuando el shogunato de los Tokugawa
destacaría frente a los demás e impondría un gobierno feudal semicentralizado.
Bajo esta familia, unos 250 grandes nombres dirigirían sus propias tierras bajo
la supervisión de inspectores y una red de espionaje.
Desde 1639, los Tokugawa, cerrarían las puertas a cal y
canto al exterior, prohibiendo a los japoneses viajar al extranjero y comerciar
con ningún punto distinto al asentamiento holandés de Nagasaki. Este cierre
concluiría en 1853, año en que el comodoro Perry, de la marina estadounidense,
ancló un escuadrón de buques de guerra frente al puerto de Yokohama y solicitó
que se abrieran las puertas al comercio con Occidente. El por entonces
debilitado shogunato cayó, se recuperó el dominio imperial bajo la Restauración
Meiji y, en menos de medio siglo, Japón se había convertido en una potencia
occidentalizada e industrial.
Es en ese periodo de la familia Tokugawa donde se crea el
código ético llamado Bushido, el camino del guerrero o samurái, que enaltecía
la lealtad, el honor y el valor.
La antigua aldea pesquera de Edo se convirtió en el centro
del poder del sogunato y en 1868 se establecería como capital y rebautizada con
el nombre de Tokyo.
Este museo muestra un recorrido por muchas de las
costumbres, modos de vida, tradiciones y hábitos de la sociedad de entonces en
la capital y tenía pinta de ser apasionante lo que podía encontrarme en él,
pero nunca pensé que tanto.
El itinerario empieza atravesando un puente tradicional de
madera, réplica de Nihonbashi, el primer puente de Tokyo y el que marcaba el
comienzo de las cinco carreteras principales del periodo Edo. Desde el centro
de este se pueden apreciar las reconstrucciones de dos importantes edificios
para la época: el teatro Nakamura-za Kabuki y el de la oficina de un periódico.
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Teatro Nakamura-za Kabuki |
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Oficina Choya Shinbun-sha |
Atravesada la plataforma empiezas a encontrarte con inmensas
maquetas donde se explica la reconstrucción de la ciudad después del terrible
incendio de 1657 que la arrasaría casi por completo. En el nuevo proyecto se
empezaría a prestar más importancia a la funcionalidad y al incremento de la
población en declive de la antigua ciudad donde se daba más importancia a las
acciones militares.
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Maqueta.Museo Edo-Tokyo |
Tras hacerme una idea de cómo era la ciudad y como estaba
distribuida empecé a encontrarme con infinidad de objetos, enseres y piezas que
me permitieron comprender mejor la manera de vivir de sus habitantes.
Pero todo ello era sólo el principio, pues pronto podría
experimentar la sensación de cómo viajaban los señores feudales en los
tradicionales palanquines sostenidos por dos o más hombres. Un habitáculo
bastante pequeño e incómodo en el que no puedo imaginarme cómo podían realizar
en ellos viajes tan largos; Soportaría sobre mi hombro el peso real de una “botefuri”
o dicho de otro modo la caña de bambú con una cesta a cada extremo con réplicas
de pescados, dándome cuenta de la dureza que suponía para los porteadores este
medio de transportar la carga; me encontraría con viviendas de la etapa más
tradicional, donde a través de estatuillas de tamaño natural se recrean
momentos de la vida cotidiana tales como una clase en una escuela o una madre
lavando a su hijo, etc.
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Museo Edo-Tokyo |
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Museo Edo-Tokyo |
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Museo Edo-Tokyo |
Pero si todo lo anterior no cubre todavía nuestras
expectativas, cosa rara, no hay problema, pues en el recorrido todavía puedes
encontrarte con un escenario donde se encuentran representados, en figuras de
tamaño real, los miembros de la familia real de entonces; colecciones únicas de
instrumentos de guerra de la época; nuevas maquetas con el río Sumida como
protagonista y cientos de barcos realizando actividades comerciales para poder
así apreciar la importancia de este medio de transporte en la vida de la
sociedad, etc.
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Familia Imperial.Museo Edo-Tokyo |
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Maqueta Area al Oeste del Puente de Ryogoku |
Como guinda a la visita podría seguir viviendo nuevas
experiencias como montar en varios transportes, anclados al suelo, de lo más
peculiares, tales como el rickshaw, la bicicleta con la rueda delantera enorme
y la trasera pequeña, un triciclo, etc.; observar la maqueta del que fuera el
primer rascacielos de Tokyo y de los restos reales de este una vez destruido
por un terremoto; ver el primer automóvil
ligero japonés, etc.
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Torre de Ryounkaku |
Pero si hay algo que me haría especial ilusión en estos momentos
del viaje, donde todavía no había tenido oportunidad de vivir muchas
experiencias, sería el entrar en una réplica de una casa tradicional del
periodo Showa, periodo en el que todavía las aplicaciones eléctricas no habían
llegado a muchas de las viviendas de la época. Por supuesto, que tendría que
cumplir con la tradición de quitarme los zapatos, como no podía ser de otra
manera, algo que ahora me parecería de lo más divertido y que con el transcurso
de los días me llegaría a resultar un proceso de lo más cansino.
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Casa Tradicional del Periodo Showa |
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Casa Tradicional del Periodo Showa |
Como se puede comprobar las posibilidades que ofrece este
museo son infinitas y las casi tres horas que me pasé en su interior me
resultaron apasionantes. Fue, sin duda, una experiencia fantástica, que
recomiendo a todo aquel que visite Tokyo y que reconozco no hubiese vivido sino
hubiera sido gracias a la intensa lluvia que todavía seguía cayendo en el
exterior.
Ante este panorama, no tuve que pensar mucho qué hacer, sólo
me desplazaría unos metros, en línea recta, desde el museo, para llegar hasta
el Estadio Nacional de Sumo, donde en enero, mayo y septiembre se llevan a cabo
grandes torneos de este deporte. Lástima que empezaran tan sólo diez días
después de mi marcha de Tokyo, porque me hubiera encantado presenciar alguno.
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Kokugikan o Estadio de Sumo |
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Kokugikan o Estadio de Sumo |
En el interior de las instalaciones se encuentra un pequeño
museo donde se muestran las fotografías de los campeones de los últimos 200
años y los inmensos cinturones que visten. Es gratuito, no se tarda mucho en
visitar, pues sólo consta de una sala, y es curioso. No se permite hacer
fotografías dentro.
A la salida la lluvia caía más débil, por lo que aproveché
para hacer una fotos del estadio y mira por donde, cuál sería mi sorpresa, que
comenzaron a salir del recinto varios luchadores de sumo ataviados con sus
kimonos tradicionales. Me quedé flipado de las dimensiones que tenían. La
altura y la anchura de estos era brutal y aunque en principio no pensaba
pedirles ninguna foto, porque no tenían cara de buenos amigos, al ver como una
familia se lo pedía y ellos accedían con amabilidad pero sin dejar de un lado
su seriedad, aprovecharía para yo también llevarme un recuerdo al lado de uno
de ellos. Me sentí realmente pequeñito, como si me encontrara por unos
instantes en el país de los gigantes.
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Luchador de Sumo en Kokugikan |
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Luchador de Sumo en Kokugikan |
Tras darle las gracias con unas cuantas reverencias y todo
feliz, me dirigiría paseando a mi siguiente visita. Al final incluso tenía que
estar agradecido al mal tiempo, pues sin él no hubiera cambiado los planes y
por tanto nada de esto me hubiera pasado.
Para ser sinceros no tenía ni idea de la existencia del
parque al que me dirigía, pero como estábamos en un día de improvisación, pues
como que ya le había cogido el gustillo a ello y dado que en el estadio de sumo
me encontré con un mapa de la zona y en él se hablaba del jardín “Old Yasuda” y
se encontraba cerca, pues no dudé en ir a conocerlo.
Este es un remanso de paz y tranquilidad y está catalogado
como el jardín típico de la era Meiji. Sus plantas, árboles y flores giran en
torno al gran estanque que hay en el centro, el cual recoge sus aguas del Río
Sumida a través de un conducto. Como no llovía demasiado en estos momentos,
aproveché para recorrer el pequeño sendero que circunda el lago y desconectar
un poco de todo lo que había aprendido durante la mañana. No había nadie en
todo el recinto lo que hacía que la tranquilidad fuera aún mayor y pudiera
disfrutar aún mas de los diferentes detalles que te ofrece, incluida una
lámpara de piedra o un bonito puente de color rojo que conecta ambos lados del
estanque.
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Old Yasuda Garden |
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Old Yasuda Garden |
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Old Yasuda Garden |
Según el plano que había encontrado, muy cerca de aquí
estaba el parque Yokoamicho en cuyo interior pude ver un Memorial dedicado a
las víctimas del gran terremoto de Kanto y a los que murieron en los bombardeos
de Tokyo durante la segunda guerra mundial, además de un enorme semicírculo de
piedra, repleto de flores, con una pequeña habitación en el centro, donde están
escritos los nombres de 100.000 víctimas.
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Memorial en el Parque Yokoami-cho |
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Memorial en el Parque Yokoami-cho |
Eran las 15.00 de la tarde y, de nuevo, empezaría a llover
con fuerza, por lo que no lo dude y me marcharía, a paso ligero, hacia el metro
más cercano para dirigirme hacia la zona de mi alojamiento (180 yenes).
Era el momento de probar el Ramen, uno de los platos más
famosos de Japón y consistente en una sopa con fideos de trigo y salsa de soja,
aderezada por diferentes ingredientes. Yo los elegiría con cerdo hervido. Lo
mejor es como los japos tienen todo pensado para que todo sea sencillo y no te
compliques la vida. Y es que en una maquinita de la entrada, parecida a la de
venta de cigarros en España, se encuentran los dibujos de todos los platos que
ofrece el restaurante, por lo que tan sólo tuve que elegir el que acabo de
describir, introducir las monedas correspondientes y coger mi ticket que
entregaría al cocinero. Como se ve sin articular palabra alguna. Este método es
de lo más habitual en muchos establecimientos, por lo que es perfecto para no
tirarte una hora intentando que te entiendan y volviéndote loco. Ya llevaba
cuatro días en Japón y: ¿he dicho que me estaba entusiasmando?
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Restaurante de Ramen en Barrio Asakusa |
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Comiendo Ramen |
Cuando terminé seguía diluviando y en algo más de una hora
se haría de noche, por lo que ya no tenía sentido seguir haciendo planes, así
que me fui al hostel a descansar y reponer fuerzas, pues todavía me quedaban
muchos días por delante y de esta manera recargaba las pilas.
La cena también la haría aquí, tras comprar una
bandeja de sushi y algún bollito de arroz en el Seven Eleven cercano (680
yenes).
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