PERÚ - DIA 14. El eterno camino a Chachapoyas

1 de Septiembre de 2011.

Y es que el taxi que me tenía que llevar hasta las cocheras de la empresa MOVIL (4 soles), estaba a por mí a las 05.10, por lo que a las 04.30 estaba levantándome.

El autobús en el que viajaría no era el súmmum de la comodidad ni de la seguridad. Era viejo y antiguo y con los asientos carcomidos por el paso del tiempo, pero era lo que había.

A las seis en punto de la mañana, partíamos hacia Chachapoyas. Por delante doce horas de camino. Nada más hacer los primeros kilómetros, me quedaba frito, por lo que las primeras horas se me pasaron volando. Luego en una hora más, pararíamos a desayunar en Celendín, pueblo que no tiene nada, donde me tomaría un zumo de naranja y algo parecido a unos huesitos que me había comprado la noche anterior.

Vistas de Celendín camino a Chachapoyas


Celendín

Celendín

Hasta este instante había tenido suerte y no me había tocado nadie en el asiento de al lado, por lo que pude ir bastante cómodo, con las piernas y el cuerpo aprovechando los dos espacios, pero la fortuna terminaría aquí, porque gran parte de lo que me quedaba de viaje, me tocaría un señor mayor, de lo más serio, que no cruzó palabra conmigo en ningún momento.

Paisaje camino hacia Chachapoyas

Reanudaríamos la marcha y, ahora sí, que empezaría lo bueno, ya que después de las tres primeras horas, las cuales fueron más o menos tranquilas, el resto de la práctica totalidad del camino se hace por una pista de tierra sin asfaltar disfrutando de un abismo constante.

Paisaje camino hacia Chachapoyas

Paisaje camino hacia Chachapoyas

La distancia entre el vacío y las ruedas del autobús, muchas veces no llegaba a un palmo de la mano, por lo que hasta que te acostumbras, si es que lo consigues, se te ponen de corbata. Lo mejor es tratar de pasar un poco y disfrutar del paisaje, porque este, realmente, es espectacular. No tiene desperdicio el ir viendo los contrastes que te brinda la Sierra Norte de Perú con los picos escarpados de la cordillera Andina, acompañándote en todo momento.

Paisaje camino hacia Chachapoyas

Paisaje camino hacia Chachapoyas

A la una pararíamos a comer en una chocita que había en un lateral de la carretera, de las pocas que te encuentras, donde por seis soles, me pusieron un plato hasta arriba de arroz, lentejas y carne. Estaba delicioso y fue de los mejores guisos que probé a lo largo de todo el viaje.

Continuaríamos el camino para durante buena parte de las dos horas siguientes, ir acompañados por una densa niebla que no permitía ver más allá de dos palmos y que en algún momento me hizo pensar si saldría de ésta, entre las condiciones de la carretera, los coches que podían venir de frente, el abismo, la niebla, etc. Era consciente de que esta ruta la hacen siempre conductores muy profesionales y casi a diario, pero aún así no podría evitar pensar por dónde íbamos y que cualquier descuido haría que nos precipitásemos al vacío.

Paisaje camino hacia Chachapoyas

Paisaje camino hacia Chachapoyas

Paisaje camino hacia Chachapoyas

Sobre las cuatro, la cordillera andina dejaba paso al curso del río Utcubamba. Ya por lo menos si nos caíamos, sólo nos arrastrarían las bravas aguas del mismo. Algo es algo. Eso te daba un respiro.

Río Utcubamba camino hacia Chachapoyas

En poco tiempo, pasaríamos por la bonita plaza del pueblo de Leimebamba, donde tras recoger a nuevos viajeros, continuaríamos el viaje. Aquí está el museo de las momias que todo el mundo dice que es una auténtica pasada, una pena el no poder verlo.

Leymebamba

La última parte del recorrido podría volver a la comodidad de no tener a nadie en el asiento de al lado, por lo que pude estirar las piernas de nuevo.

Por fin, a las 18.00, llegaríamos a Chachapoyas, sanos y salvos. En la mini estación de buses, me cogería un taxi (2 soles) que me dejaría en el hotel Las Orquídeas, a unas tres cuadras de la plaza de Armas. Estaba bastante chulo (60 soles la habitación simple). Pero una vez más, como no había, me pusieron en una triple. Así que encantado, más espacio.

Ultimo tramo hasta llegar a Chachapoyas

En cinco minutos, estaba otra vez en la calle, por un lado porque no aguantaba ni un minuto más sentado y necesitaba andar y moverme, pues doce horas casi como un mueble te dejan baldado y, por otro, para irme a mirar las opciones que ofrecían la gran cantidad de agencias turísticas de la plaza de Armas, pues los siguientes días estaba interesado en realizar dos visitas que para mí eran ineludibles: las ruinas de Kuélap y la catarata Gocta.

Hoy me interesaría sólo por Kuélap. Los precios en casi todas eran casi idénticos, 40 soles, con grupo y unos 150 soles, en privado. Por supuesto que elegiría la primera opción. Así que me decanté por los que más serios me parecieron y menos me insistieron en contratarlo con ellos. “Perú Nativo” (40 soles). Creo que existe la posibilidad de tomar unas combis o colectivos que salen de madrugada y te dejan cerca, pero es un poco jaleo y no tenía muchas ganas de calentarme la cabeza.

Después de tener la excursión contratada, volvería a la empresa MOVIL, para sacar el billete nocturno que me llevaría en dos días a Chiclayo (65 soles). Con los deberes hechos y tras seguir el consejo de un poli, cenaría en un restaurante que se llamaba “Mata la Che”, donde me pondría como el Kiko a base de arroz, patatas fritas y un filete de ternera, casi más grande que yo. (7 soles).

Casi no podía dar ya un paso más, así que no lo dudaría y me iría directo a descansar pues entre unas cosas y otras al final me habían dado casi las 22.00.


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