2 de Mayo de 2011.
De haber llevado a cabo el ambicioso plan pensado para hoy,
estoy casi seguro que nos hubiera dejado una sensación extraña de no haber
podido disfrutar casi nada y de visitar corriendo y de forma incompleta las dos
ciudades que nos apetecía conocer.
Pensé en que como nuestro vuelo no salía hasta las 21:00 lo
mismo era factible acercarnos a Milán, ver lo primordial de esta, volver a
Bérgamo, dar una vuelta por la parte alta y acto seguido dirigirnos al
aeropuerto. Una auténtica locura teniendo en cuenta el patrimonio y la belleza
de ambas urbes. Así que el consejo se reuniría y después de una difícil
deliberación decidiríamos decantarnos por Milán, una de las ciudades más
importantes del norte de Italia, dejando Bérgamo para mejor ocasión.
Milán, la capital de la región de Lombardía, es uno de los
destinos habituales de toda visita al país italiano y aunque no pueda competir
con Roma, Florencia o Venecia en cuanto a patrimonio monumental y artístico –
qué también lo tiene - , es una ciudad acogedora, moderna, cosmopolita y
tremendamente activa.
Si tu intención es llegar hasta ella en coche, como
nosotros, lo mejor es, sin duda, optar por no llegar con él hasta el mismo
centro histórico, pues es probable que o bien tengas que pagar una fortuna por
dejarlo en un parking o incluso te tengas que volver por dónde has venido. La
mejor opción, para no tener problemas, son los llamados aparcamientos
disuasorios que se encuentran en el extrarradio de la ciudad y al lado de una
boca de metro, pagando tan sólo tres o cuatro euros por dejarlo todo el día
allí. Así que como se ve es algo cómodo, sencillo, práctico y barato. Estos
italianos a veces hacen las cosas muy bien.
No disponíamos de demasiado tiempo para visitar la ciudad,
por lo que no nos andaríamos con rodeos y nos bajaríamos, tras seis paradas, en
la estación de metro que sale a la plaza del Duomo, dándonos de bruces con la
majestuosa catedral.
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Plaza del Duomo |
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Duomo |
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Duomo |
El imponente exterior asombra tanto por su tamaño como por
las 135 agujas, 96 gárgolas y más de 3000 estatuas que la adornan, y todo ello
conservando el estilo gótico en el que se inició.
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Duomo |
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Duomo |
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Duomo |
Es cuanto menos curioso saber que la edificación se comenzó
en el año 1386, pero que las labores de construcción se detuvieron varias
veces, por lo que tardó varios siglos en concluirse y que en una de esas paradas
sería el increíble Da Vinci el que intervendría en la comisión que impulsó, de
nuevo, la actividad.
El interior, distribuido en tres naves, contiene importantes
capillas, algunas notables obras de arte y un admirable suelo de mármol en tres
colores que multiplica ópticamente el espacio con motivos florales repetidos.
Cabe destacar también las impresionantes ventanas, un ejemplo claro de gótico
florido, así como los sarcófagos ornamentales de los benefactores de la
iglesia.
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Duomo |
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Duomo |
Sólo la catedral y la plaza en la que está situada, ya nos
mantendría ocupados, entre la propia visita, tantísimos detalles y las fotos,
casi las dos horas, por lo que era evidente que sólo íbamos a poder llegar a
los lugares más representativos de Milán.
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Plaza del Duomo |
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Plaza del Duomo |
Es por ello que no dudaríamos en dirigirnos, cuando volvimos
a estar otra vez en el exterior, hacia la galería de Víctor Manuel II, otro de
los sitios emblemáticos de la ciudad, ¡y con razón!, pues es un logro
arquitectónico y de diseño del que se sienten orgullosos los milaneses,
usándolo como un lugar de encuentro común en el centro histórico y dándole el
apodo de “Sala de estar de Milán”. Sin duda que nunca ha dejado de ser la
arteria principal de esta histórica ciudad ,
con una elegancia y clase que no se puede negar.
Accederíamos por el solemne arco triunfal y una vez en su
interior el primer lugar al que dirigiríamos la vista sería hacia el increíble
techo abovedado de vidrio y hierro a cuatro pisos de altura. Pero ello no sería
óbice para dejar de admirar los mosaicos del suelo que representan el escudo de
armas de Italia e Inglaterra, así como representaciones alegóricas de cuatro
ciudades italianas: un lobo para Roma, un lirio para Florencia, un toro para
Turín y la bandera blanca de Milán con una cruz roja estampada en ella. La
tradición local sostiene que trae buena suerte acercarse al toro de Turín (que
es un rival histórico de Milán) y girar sobres sus talones con los ojos
cerrados (no hace falta decir que esa parte del mosaico tuvo que ser restaurada
en múltiples ocasiones).
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Galería Victor Manuel II |
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Galería Victor Manuel II |
Tampoco hay que dejar de fijarse en las tiendas de alta gama
que se alinean en ambos corredores de la galería, intercaladas con restaurantes
y cafés terriblemente caros y sobrevalorados.
Tras atravesar la elegante y majestuosa galería,
accederíamos a la plaza de la Escala, donde en un extremo de la misma domina la
ópera de fama mundial. Fue aquí donde Otello y Falstaff de Verdi, Turandot de
Puccini y Norma de Bellini fueron estrenadas, y donde María Callas cantaba con
mayor frecuencia que en ningún otro sitio. El teatro de La Scala sería
construido entre 1776 y 1778, sufriendo numerosas reformas a lo largo de los
años, destacando la que se realizó después de los bombardeos aliados durante la
Segunda Guerra Mundial y la más reciente de 2004, la cual le devolvió el
esplendor pasado con su acústica perfecta, sus palcos ascendentes y su
decoración en dorado terciopelo. ¿Verdad que sería increíble poder ver una
representación? Tal vez algún día.
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Plaza de La Scala |
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Plaza de La Scala |
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Teatro de La Scala |
Nuestra ruta continuaría por diferentes calles hasta
encontrarnos con otro de los magníficos monumentos de Milán: el castillo
Sforzesco. A pesar de sus altos muros de ladrillo que parecen aislarlo del
resto de la ciudad, este gran castillo está estrechamente ligado a la vida
cotidiana de los milaneses que lo atraviesan como si fuera una plaza más. Se
halla en el centro de un barrio muy animado y aunque está considerado como el
principal edificio renacentista de la ciudad, esta fortaleza cuyo origen se
remonta al s. XIV es una reconstrucción de comienzos del s. XX. La imponente
torre de Filarete marca la entrada a la plaza de Armas, desde donde se accede
al patio ducal y a la Rocchetta, la parte más antigua.
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Castello Sforzesco |
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Castello Sforzesco |
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Castello Sforzesco |
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Castello Sforzesco |
Nosotros no tendríamos tiempo, pero para aquellos que los
tengan, además de las ganas, en su interior se puede disfrutar de un gran museo
en el que se pueden contemplar los frescos pintados en sus techos por Leonardo
da Vinci, las pinturas de Filippo Lippi, una amplia colección de objetos
egipcios y prehistóricos, y la conmovedora y bella obra sin acabar de la Pietá
Rondanini del genial Miguel Ángel.
Sin embargo, sí que podríamos pasear por el Parque Sempione,
el cual se extiende a la espalda del castillo, siendo un lugar de esparcimiento
muy querido por los ciudadanos de Milán y los visitantes. Está repleto de
senderos jalonados de castaños, robles, cipreses y otras decenas de especies
vegetales, a lo que hay que añadir un estanque, el Acuario de la ciudad, la
Arena, la Torre Branca y espacios preparados para juegos diversos. Cerrando el
gran espacio está el Arco de la Paz, un imponente y hermoso monumento dedicado
a la paz alcanzada en 1815 en el histórico Congreso de Viena, y que recuerda al
Arco del Triunfo de París.
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Parque Sempione y Arco de la Paz |
Retrocederíamos sobre nuestros pasos y nos dirigimos hacia
Via Dante, la calle comercial más importante y famosa de la ciudad, repleta de
tiendas de moda, restaurantes y cafés. Aunque es cierto que es de lo más
turística y sentarse en una de sus terrazas a comer es caro, estábamos cansados
y queríamos darnos el capricho, por lo que elegiríamos uno de los más baratos y
allí nos quedamos saboreando unas pizzas, mientras veíamos a gente de lo más
curiosa y elegante pasar por delante de nosotros.
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Via Dante |
Lo que restaba de tarde transcurriría descubriendo
algún que otro lugar interesante como la piazza Mercanti, rodeada de hermosos
palacios, un pozo y la escultura de Sant Ambrogio, patrón de Milán. En ella se
respiran aires medievales, pues aquí se reunían mercaderes y comerciantes desde
la mitad del siglo XIII, además de impartir justicia el Consejo General
Ciudadano. Se encuentra bastante cerca del Duomo. Continuaríamos por calles más
modernas y la visita a alguna que otra iglesia que no me molestaría en mirar su
nombre y es que ya estábamos cansados y con la vista más puesta en el reloj,
pensando que teníamos que regresar y llegar a tiempo al aeropuerto de Bérgamo,
así que decidiríamos terminar, lo poco que nos quedaban ya en Milán, comprando
unos helados y saboreándolos delante del Duomo, poniendo así punto y final a
esta breve pero intensa escapada al norte de Italia.
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Piazza Mercanti |
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Piazza Mercanti |
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Duomo |
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