Playas de arena blanca, naturaleza virgen, caminatas únicas,
aguas transparentes. Son sólo algunos de los encantos del Parque Nacional de
las Islas Atlánticas, que se disemina de norte a sur frente a las Rías Baixas.
Afortunadamente, han logrado recuperar, poco a poco, su paradisiaca imagen,
tras haber sufrido los embates del chapapote. Gracias a las islas, las rías de
Pontevedra y Vigo se salvaron del desastre.
Aunque las Cíes son las más famosas de todas y a la que se
dirigen el mayor número de turistas, las islas Ons son uno de los secretos
mejor guardados del parque y en nada tienen que envidiar a su hermana mayor.
Estas islillas, que pertenecen al concejo de Bueu, son un
gran rompeolas natural en la boca de la ría de Pontevedra, protegiéndola de los
peores golpes del Atlántico. Por otra parte constituyen el territorio insular atlántico, cercano a la
Península, más extenso.
El diminuto archipiélago está compuesto por la isla de Ons
(mide 5,5 km y tiene unos 800 metros de anchura) más la de Onza (1 km) y dos
islotes.
Son especialmente famosas por sus colonias de gaviotas y
cormoranes, además de un buen número de aves marinas visitantes o invernantes.
La Edad Media ha dejado un sarcófago antropomorfo y las
ruinas de dos fortificaciones. Uno de los rasgos etnográficos más relevantes es
la utilización por parte de algunos isleños de la dorna, embarcación de origen
nórdico que llegó a Galicia allá por el siglo XV.
Para llegar hasta ellas nos desplazaríamos hasta Bueu desde
Vigo, tardando unos cuarenta minutos en recorrer 35 kilómetros. También salen
barcos desde Sanxenxo, Portonovo y Vigo. Antes de que digáis nada,
efectivamente, no cogimos el barco desde Vigo porque salía muy tarde y no
hubiéramos llegado a la isla hasta casi las 13:00, mientras que desde Bueu te
permitía estar allí pronto. Las entradas las compraríamos en una pequeña caseta al pie del embarcadero.
Puerto de Bueu |
En el barco no iríamos más de quince personas, lo que nos sorprendería, aunque quisimos pensar que era porque a la gente no le apetecía demasiado madrugar. La travesía sería una gozada con el aire oliendo a mar, una agradable brisa, pequeñas gotas que salpicaban nuestros rostros y la compañía de las gaviotas y cormoranes en el cielo.
Dejamos tierra firme hacia la Isla de Ons |
Acercándonos a la Isla de Ons |
Una vez desembarcados debíamos elegir qué hacer y dado que
mi madre venía con ganas de caminar optaríamos por realizar alguna de las rutas
de senderismo que ofrece la isla. De las cuatro posibles optaríamos por la ruta sur de 6,2 kilómetros, circular,
con apenas desnivel y una duración
aproximada de dos horas y media.
Nada más empezar, casi pegada al muelle donde te deja el
barco, te encuentras con la primera playa de fina y blanca arena conocida como Area dos Cans, con la que ya tienes la
tentación de quedarte en ella, aunque nuestra voluntad sería más fuerte y
continuaríamos el camino. No tardaríamos mucho en llegar a una nueva y suave
playa de nombre Canexol, con la que
volveríamos a estar a punto de dejar la ruta, pero conseguiríamos, de nuevo,
ser fuertes y seguir caminando.
Isla de Ons |
Playa de Canexol. Isla de Ons |
Ruta Sur. Isla de Ons |
Una vez que llegamos al campamento de voluntarios giraríamos
a la izquierda y poco después el camino nos conduciría hasta el mirador de Fedorentos en el que
hallaríamos unas vistas estupendas de la isla de Onza a nuestros pies y al
fondo las islas Cies y la costa del sur de Galicia.
Mirador de Fedorentos. Isla de Ons |
Mirador de Fedorentos. Isla de Ons |
Las idílicas playas han dejado paso a una zona de la isla
mucho más salvaje compuesta por abruptos acantilados y escarpados precipicios
que permiten afirmar que esta zona sea la más espectacular del recorrido.
La ruta continuaría hacia el oeste hasta el Buraco do Inferno, una curiosa
formación geológica formada por los embates del océano, donde se escucha rugir
el mar en las entrañas de la tierra. Este lugar te pone los pelos de punta, no
sólo por las vistas en cuestión que son espectaculares, sino porque según
cuenta la leyenda esta es la entrada al mismo infierno en la que lo que se oye
son realmente los quejidos de las almas perdidas.
Burato Do Inferno. Isla de Ons |
Muy cerca de aquí podríamos observar también una cruz,
carcomida por las inclemencias del tiempo, que avisa de algún que otro
accidente ocurrido en el pasado. Aún así este es otro de esos lugares que
invitan a la reflexión y a la paz y del que cuesta marcharse.
Cercanías O Burato Do Inferno. Isla de Ons |
Continuando la senda, bordearíamos la costa occidental de la
isla hasta alcanzar la ensenada de
Caniveliñas. Esta zona es seguramente la más aburrida, después de admirar
los puntos más impactantes, aunque esto no quiere decir que también merezca la
pena paisajísticamente hablando.
Ruta Sur. Isla de Ons |
Desde la fuente del mismo nombre que la ensenada, ya se
puede ver al fondo el pueblo de O Curro, por lo que tomando el desvío a la
derecha hubiéramos podido llegar hasta el mismo. Sin embargo, y dado que no
estábamos especialmente cansados,
optaríamos por hacer una variación de la ruta sur y seguir caminando
hasta el faro, a cuyas instalaciones
no se puede entrar, aunque hay un sendero que las rodea y que te permite
contemplar una buena panorámica.
Faro.Isla de Ons |
En este punto sí que ya nos sobrevendría el cansancio, por
lo que nos dirigiríamos de nuevo al muelle, donde todo empezaría por la mañana.
Estaba claro que después del esfuerzo nos merecíamos un
descanso con un buen chapuzón en las gélidas aguas del Atlántico y para ello que
mejor que dirigirnos a la que es la playa más paradisiaca de la isla de Ons: la
playa de Melide, donde se practica
el nudismo, aunque en este momento la tendríamos para nosotros solos. Esta se
encuentra caminando en dirección norte desde el muelle.
Playa de Melide. Isla de Ons |
Playa de Melide. Isla de Ons |
Una hora sería el tiempo del que dispondríamos para
relajarnos, antes de tener que volver hasta el puerto para tomar el último
barco que partía hacia el continente, el de las siete de la tarde, después de
una jornada única en un auténtico paraíso.
Cuando llegamos a Bueu,
aprovecharíamos que estábamos en esta localidad para dar un paseo por la misma,
acercándonos hasta su puerto que,
probablemente, sea el que guarda con mayor celo la tradición marinera del
Morrazo. Allí, donde la subasta del pulpo es uno de los tesoros abiertos al
turista, la flota artesanal, los muelles, las pescaderas y los atardeceres
forman un cuadro donde la tradición y el futuro se funden en una sola cosa.
Bueu a la llegada de la Isla de Ons |
Además de sus paraísos naturales, Bueu cuenta con un rico
entorno urbano. Destacan sus capillas y
pazos, como los de Santa Cruz de
Quitapesares, Castrelo, Ouril, y las casas do Placer y A Torre, todos ellos del siglo XVII, y do Casal, donde cuentan que descansó la
poderosa reina Doña Urraca.
Ayuntamiento de Bueu |
A sólo diez kilómetros se encontraba el cabo Udra, lo que nos parecería el lugar perfecto para cerrar el
día viendo atardecer, así que hacia allí nos dirigimos.
En este entorno paisajístico se dan cita cuervos marinos y
gaviotas, así como las más variadas especies de flora y fauna. Parece mentira
que este antiguo basurero se haya reconvertido en la actualidad en uno de los
enclaves naturales más importantes de las Rías Baixas, todo ello tras ser
integrado dentro del plan Natura 2000 del Ministerio de Medio Ambiente.
Cabo Udra |
Ni que decir tiene que las vistas desde este lugar de la
isla de Ons es inmejorable y es que se encuentra justo enfrente y a muy poca
distancia.
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