RIAS BAIXAS - DIA 02. P. Nacional Islas Atlánticas:Isla de Ons - Bueu - Cabo Udra

2 de Septiembre de 2007.


Playas de arena blanca, naturaleza virgen, caminatas únicas, aguas transparentes. Son sólo algunos de los encantos del Parque Nacional de las Islas Atlánticas, que se disemina de norte a sur frente a las Rías Baixas. Afortunadamente, han logrado recuperar, poco a poco, su paradisiaca imagen, tras haber sufrido los embates del chapapote. Gracias a las islas, las rías de Pontevedra y Vigo se salvaron del desastre.

Aunque las Cíes son las más famosas de todas y a la que se dirigen el mayor número de turistas, las islas Ons son uno de los secretos mejor guardados del parque y en nada tienen que envidiar a su hermana mayor.

Estas islillas, que pertenecen al concejo de Bueu, son un gran rompeolas natural en la boca de la ría de Pontevedra, protegiéndola de los peores golpes del Atlántico. Por otra parte constituyen  el territorio insular atlántico, cercano a la Península, más extenso.

El diminuto archipiélago está compuesto por la isla de Ons (mide 5,5 km y tiene unos 800 metros de anchura) más la de Onza (1 km) y dos islotes.

Son especialmente famosas por sus colonias de gaviotas y cormoranes, además de un buen número de aves marinas visitantes o invernantes.

La Edad Media ha dejado un sarcófago antropomorfo y las ruinas de dos fortificaciones. Uno de los rasgos etnográficos más relevantes es la utilización por parte de algunos isleños de la dorna, embarcación de origen nórdico que llegó a Galicia allá por el siglo XV.

Para llegar hasta ellas nos desplazaríamos hasta Bueu desde Vigo, tardando unos cuarenta minutos en recorrer 35 kilómetros. También salen barcos desde Sanxenxo, Portonovo y Vigo. Antes de que digáis nada, efectivamente, no cogimos el barco desde Vigo porque salía muy tarde y no hubiéramos llegado a la isla hasta casi las 13:00, mientras que desde Bueu te permitía estar allí pronto. Las entradas las compraríamos  en una pequeña caseta al pie del embarcadero.

Puerto de Bueu

En el barco no iríamos más de quince personas, lo que nos sorprendería, aunque quisimos pensar que era porque a la gente no le apetecía demasiado madrugar. La travesía sería una gozada con el aire oliendo a mar, una agradable brisa, pequeñas gotas que salpicaban nuestros rostros y la compañía de las gaviotas y cormoranes en el cielo.

Dejamos tierra firme hacia la Isla de Ons

Acercándonos a la Isla de Ons

Una vez desembarcados debíamos elegir qué hacer y dado que mi madre venía con ganas de caminar optaríamos por realizar alguna de las rutas de senderismo que ofrece la isla. De las cuatro posibles optaríamos por la ruta sur de 6,2 kilómetros, circular, con apenas desnivel  y una duración aproximada de dos horas y media.

Nada más empezar, casi pegada al muelle donde te deja el barco, te encuentras con la primera playa de fina y blanca arena conocida como Area dos Cans, con la que ya tienes la tentación de quedarte en ella, aunque nuestra voluntad sería más fuerte y continuaríamos el camino. No tardaríamos mucho en llegar a una nueva y suave playa de nombre Canexol, con la que volveríamos a estar a punto de dejar la ruta, pero conseguiríamos, de nuevo, ser fuertes y seguir caminando.

Isla de Ons

Playa de Canexol. Isla de Ons

Ruta Sur. Isla de Ons

Una vez que llegamos al campamento de voluntarios giraríamos a la izquierda y poco después el camino nos conduciría hasta el mirador de Fedorentos en el que hallaríamos unas vistas estupendas de la isla de Onza a nuestros pies y al fondo las islas Cies y la costa del sur de Galicia.

Mirador de Fedorentos. Isla de Ons

Mirador de Fedorentos. Isla de Ons

Las idílicas playas han dejado paso a una zona de la isla mucho más salvaje compuesta por abruptos acantilados y escarpados precipicios que permiten afirmar que esta zona sea la más espectacular del recorrido.

La ruta continuaría hacia el oeste hasta el Buraco do Inferno, una curiosa formación geológica formada por los embates del océano, donde se escucha rugir el mar en las entrañas de la tierra. Este lugar te pone los pelos de punta, no sólo por las vistas en cuestión que son espectaculares, sino porque según cuenta la leyenda esta es la entrada al mismo infierno en la que lo que se oye son realmente los quejidos de las almas perdidas.

Burato Do Inferno. Isla de Ons

Muy cerca de aquí podríamos observar también una cruz, carcomida por las inclemencias del tiempo, que avisa de algún que otro accidente ocurrido en el pasado. Aún así este es otro de esos lugares que invitan a la reflexión y a la paz y del que cuesta marcharse.

Cercanías O Burato Do Inferno. Isla de Ons

Continuando la senda, bordearíamos la costa occidental de la isla hasta alcanzar la ensenada de Caniveliñas. Esta zona es seguramente la más aburrida, después de admirar los puntos más impactantes, aunque esto no quiere decir que también merezca la pena paisajísticamente hablando.

Ruta Sur. Isla de Ons

Desde la fuente del mismo nombre que la ensenada, ya se puede ver al fondo el pueblo de O Curro, por lo que tomando el desvío a la derecha hubiéramos podido llegar hasta el mismo. Sin embargo, y dado que no estábamos especialmente cansados,  optaríamos por hacer una variación de la ruta sur y seguir caminando hasta el faro, a cuyas instalaciones no se puede entrar, aunque hay un sendero que las rodea y que te permite contemplar una buena panorámica.

Faro.Isla de Ons

En este punto sí que ya nos sobrevendría el cansancio, por lo que nos dirigiríamos de nuevo al muelle, donde todo empezaría por la mañana.

Estaba claro que después del esfuerzo nos merecíamos un descanso con un buen chapuzón en las gélidas aguas del Atlántico y para ello que mejor que dirigirnos a la que es la playa más paradisiaca de la isla de Ons: la playa de Melide, donde se practica el nudismo, aunque en este momento la tendríamos para nosotros solos. Esta se encuentra caminando en dirección norte desde el muelle.

Playa de Melide. Isla de Ons

Playa de Melide. Isla de Ons

Una hora sería el tiempo del que dispondríamos para relajarnos, antes de tener que volver hasta el puerto para tomar el último barco que partía hacia el continente, el de las siete de la tarde, después de una jornada única en un auténtico paraíso.

Cuando llegamos a Bueu, aprovecharíamos que estábamos en esta localidad para dar un paseo por la misma, acercándonos hasta su puerto que, probablemente, sea el que guarda con mayor celo la tradición marinera del Morrazo. Allí, donde la subasta del pulpo es uno de los tesoros abiertos al turista, la flota artesanal, los muelles, las pescaderas y los atardeceres forman un cuadro donde la tradición y el futuro se funden en una sola cosa.

Bueu a la llegada de la Isla de Ons

Además de sus paraísos naturales, Bueu cuenta con un rico entorno urbano. Destacan sus capillas y pazos, como los de Santa Cruz de Quitapesares, Castrelo, Ouril, y las casas do Placer y A Torre, todos ellos del siglo XVII, y do Casal, donde cuentan que descansó la poderosa reina Doña Urraca.

Ayuntamiento de Bueu

A sólo diez kilómetros se encontraba el cabo Udra, lo que nos parecería el lugar perfecto para cerrar el día viendo atardecer, así que hacia allí nos dirigimos.

En este entorno paisajístico se dan cita cuervos marinos y gaviotas, así como las más variadas especies de flora y fauna. Parece mentira que este antiguo basurero se haya reconvertido en la actualidad en uno de los enclaves naturales más importantes de las Rías Baixas, todo ello tras ser integrado dentro del plan Natura 2000 del Ministerio de Medio Ambiente.

Cabo Udra

Ni que decir tiene que las vistas desde este lugar de la isla de Ons es inmejorable y es que se encuentra justo enfrente y a muy poca distancia.

Una vez que el sol se hubo escondido en el horizonte, sólo restaba volver a Vigo, donde nos harían falta cuarenta minutos y 35 kilómetros para ello.

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