Cádiz no son sólo sus costas y sus playas, pues más allá de
aquellas, mirando hacia el interior, se encuentran un sinfín de sorpresas que
por lo general la gente pasa por alto como consecuencia del calor y de querer
disfrutar más del mar y del descanso estival.
Durante esta semana habíamos sido testigos, en algún
momento, de buenos ejemplos de lo mencionado en el párrafo anterior, como la
jornada que pasamos en Jerez de la Frontera o las horas que nos permitieron
descubrir la esencia de la histórica Medina Sidonia. Pero el plato fuerte nos
esperaba a partir de este momento en que durante los próximos dos días y medio
íbamos a poder realizar la Ruta de los
Pueblos Blancos, una de las más recomendables de toda España, a causa de la
belleza del paisaje, pero, sobre todo, de la hermosura de un buen número de
pueblecitos que se desparraman en esta sierra al este de Jerez de la Frontera,
en un itinerario de unos 200 kilómetros.
La carretera discurre por la sierra norte de Cádiz a través
de un conjunto de pueblos pequeños, blancos de pura cal y casi todos
encaramados en las faldas de alguna peña o al abrigo de un castillo.
Por cierto, cuidado con las carreteras, tienen muchas curvas
y a veces no están en muy buen estado.
El recorrido lo empezaríamos en Zahara de la Sierra, donde llegaríamos sobre las diez de la mañana,
tras recorrer unos 120 kilómetros en unas dos horas, habiendo partido de Vejer
de la Frontera.
Lo más llamativo de Zahara es su constante presencia en el
paisaje, ya que se divisa desde casi todos los puntos de las carreteras de la
zona. Es como si quisiera vigilar el paso del viajero.
Todo el centro urbano está declarado Monumento Histórico –
Artístico.
Caminando por sus calles, que en zigzag dan acceso al centro
de la población, encontraríamos la Torre
del Reloj, campanario del siglo XVI de una antigua iglesia desaparecida y
cuyo nombre proviene de la instalación a principios del siglo XX de un reloj de
péndulo en su planta superior. Actualmente se encuentra adosada a la capilla San Juan de Letrán, de reciente
construcción.
Capilla de S.Juan Letrán. Zahara de la Sierra |
Una calle central parte desde esta capilla y termina en la
plaza donde se ubica el Ayuntamiento
de la villa y el templo principal: la iglesia
de Santa María de la Mesa. Esta construcción terminada en 1755 y con
portada barroca, ofrece una bella estampa con su interesante arquitectura, su
campanario y los riscos que la enmarcan.
Santa María de la Mesa. Zahara de la Sierra |
Por cierto que en la plaza de la iglesia se encuentra un punto de información del Parque Natural,
además de poder ver en sus dependencias una exposición sobre la vegetación de la Sierra de Grazalema, en general, y del
pinsapo, en particular.
Si continuamos por la calle que queda a la izquierda de la
iglesia antes citada nos salimos del pueblo para adentrarnos, al pasar junto a
los restos de la Puerta de la Villa,
en lo que era Zahara en la Edad Media.
Otra obligada visita sería la de su fortaleza a la que llegaríamos por sus empinadas calles. La Torre
del Homenaje es el resto mejor conservado del antiguo castillo, cuya
construcción se inicia en el siglo XII. Desde sus más de 600 metros de altitud
seríamos testigos de unas vistas muy hermosas de la zona y del embalse cercano
a la localidad. Es interesante saber también que aquí sucedió el encuentro
entre Alfonso X El Sabio y Aben Yusef, cuando el rey cristiano pidió ayuda al
magrebí para luchar contra su hijo Sancho IV.
Zahara de la Sierra desde su Castillo |
Embalse de Zahara de la Sierra desde su Castillo |
Unos cuarenta minutos serían los que tardaríamos en recorrer
los apenas 17 kilómetros que nos separaban del famoso pueblo de Grazalema que
da nombre a la sierra. Y es que para llegar hasta él elegiríamos una ruta que
cuanto menos impresiona, pues suponía atravesar el puerto de las Palomas, de constantes y pronunciadas curvas que
parecen que no van a terminar nunca. Ello no está reñido con que esta carretera
sea una de las más bellas de Andalucía, además de un extraordinario mirador
desde el que se divisan las quietas aguas del pantano de El Gastor, el pinsapar
y las profundidades de la Garganta Verde.
Puerto de las Palomas |
Vistas desde Puerto de las Palomas |
Puerto de las Palomas |
Respecto a Grazalema
es un hermoso pueblo de unos 2400 habitantes que ostenta la particularidad de
ser, en plena Andalucía, la localidad donde más llueve en cantidad, no en días
anualmente en toda España, debido al microclima del que disfruta.
Grazalema |
Acurrucado en medio de un valle, toda la población merece
recorrerse sin prisas, detenerse a contemplar el maravilloso entorno que la
rodea e incluso probar sus especialidades culinarias como los quesos, los
embutidos y la repostería. Sin olvidarnos de visitar su iglesia parroquial y la de Nuestra Señora de la Aurora, sufriendo
ambas graves daños durante las guerras de la Independencia y Civil. Cabe citar
otras dos iglesias más pequeñas y ya menos interesantes, la de San Juan, posiblemente levantada sobre
una mezquita, y la de San José, con
algunos cuadros de la escuela de Murillo.
Iglesia de la Encarnación. Grazalema |
Por último merecen la pena las vistas desde la plaza de la iglesia y la fuente de
origen romano que hay en la plaza de
España, centro de la vida cotidiana.
Calle Típica. Grazalema |
Aunque de buena gana nos hubiéramos quedado más tiempo aquí
o realizado algunas de las múltiples rutas de senderismo que se pueden realizar
por sus alrededores, decidiríamos seguir con los planes previstos inicialmente.
Y ellos nos llevarían a trece kilómetros, a un pueblo
llamado Villaluenga del Rosario que aunque
no está entre los más importantes de la ruta, su nombre nos despertó
curiosidad.
La sierra que rodea la población es de una imponente
belleza, con sus riscos de grisácea roca caliza. Las casas que lo conforman se
sitúan en la estrecha franja entre la sierra y el valle.
Villaluenga del Rosario |
Sólo tiene medio millar de vecinos, siendo el municipio con
menos población de Cádiz.
Una vez entramos en el pueblo nos encontramos inmediatamente
a la derecha con la fuente principal, conocida como Los Caños, para después adentrarnos en las calles de la población,
cuyo intrincado entramado y las bellas casas encaladas que las conforman, hacen
del paseo por ellas un placer para los sentidos y en las que se puede disfrutar
de algunos edificios singulares como la plaza
de toros, peculiar por no ser circular sino cuadrangular, estar tallada en
gran medida en la roca caliza del suelo y ser la más antigua de la provincia de
Cádiz, pues se tiene constancia de su existencia desde finales del siglo XVIII.
En el centro del pueblo encontraremos la Alameda, con altos árboles y bancos de hierro forjado. Es una
encantadora plaza, idónea para reposar unos instantes en nuestro paseo y tomar
los sándwiches que traíamos con nosotros.
Compartiendo las alturas de la arboleda de esta plaza
encontraremos la iglesia parroquial de
San Miguel, destacando, con su tamaño, del resto del caserío de la villa.
San Miguel. Villaluenga del Rosario |
Desde la Alameda llegaríamos a la Calle Real donde se encuentra el Ayuntamiento, bella edificación con una típica portada barroca
gaditana muestra de la arquitectura civil de la época.
No era plan de recrearnos en exceso en Villaluenga por lo
que decidiríamos continuar nuestro camino en dirección hacia Benaocaz, a sólo siete kilómetros del
anterior.
Benaocaz |
Benaocaz |
En esta localidad, declarada Conjunto Histórico Artístico,
nos dirigiríamos a la parte alta del pueblo para recorrer las ruinas del barrio nazarí, muestra, junto al
inconfundible nombre, de su pasado musulmán. Este antiguo barrio, origen de la
población, mantiene su original trazado de calles empedradas y otros elementos
arquitectónicos propios de emplazamientos defensivos de la época en la que esta
zona era frontera entre las tierras cristianas y el reino de Granada.
Plaza Típica. Benaocaz |
Entre su maraña de calles, estrechas y empinadas,
encontraríamos monumentos tan interesantes como la iglesia de San Pedro, levantada sobre los restos de una primitiva
mezquita o el Ayuntamiento de la
villa, el cual se alza en la llamada plaza
de las Libertades, siendo un bello edificio de estilo barroco de dos pisos,
con soportales y escudo real borbónico, construido en la época del rey Carlos
III.
Otros lugares de interés podrían ser las ermitas de San Blas y El Calvario, así
como el conjunto de fuente y abrevadero
que está en una de las entradas del pueblo.
Nuestra ruta continuaría hacia Ubrique, a siete kilómetros de distancia, empezando a descubrirlo
por la plaza Colón, a partir de la
cual se extiende el casco antiguo (declarado Conjunto Histórico), de obligado
recorrido.
Ubrique |
Ubrique |
En la plaza de San
Juan encontraríamos, con su singular fachada, la ermita de San Juan de Letrán. Recientemente el Ayuntamiento ha
restaurado el edificio y lo ha convertido en el Centro de Interpretación de la
Historia de Ubrique.
En la calle Torre se alza la iglesia de San Antonio, la más antigua de la localidad y poseedora
de una hermosa espadaña que es además uno de sus emblemas.
Continuando con nuestro paseo, en el centro del casco
antiguo, se abre La Plaza. En ella
podríamos encontrar la parroquia de
Nuestra Señora de la O y el Ayuntamiento,
con una escalinata semicircular. Justo a la izquierda de este se encuentra una fuente, ideal para refrescarse en
verano. No olvidéis levantar la vista desde este gran espacio para disfrutar de
otra perspectiva de la bella espadaña de la iglesia de San Antonio, presente,
como la sierra, en gran parte de la ciudad. Si nos fijamos en las cumbres que
rodean la ciudad podremos observar en la más alta, la del Tajo, una cruz de hierro instalada para procurar
la divina protección de la población de los desprendimientos rocosos.
Ayuntamieno. Ubrique |
Ntra Sra de la O. Ubrique |
Iglesia de San Antonio. Ubrique |
Al sur de La Plaza, subiríamos por la calle Fuentezuela
hasta la calle General Sanjurjo donde
nos sorprenderíamos con el Peñón de la
Becerra.
Calle Típica. Ubrique |
Peñón de la Becerra. Ubrique |
Nos quedaba muy poco tiempo de luz, por lo que, sin tiempo
que perder, nos pusimos camino hacia El
Bosque al que llegamos en un cuarto de hora y catorce kilómetros.
En esta población nos daría tiempo a conocer la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, su Ayuntamiento y a dar un breve paseo por
sus calles desiertas, antes de que la oscuridad lo cubriese todo y pusiéramos
rumbo hacia nuestra casa rural en Zahara de la Sierra, a una distancia de 24
kilómetros de donde nos encontrábamos.
Lo ideal hubiera sido que a la llegada a Zahara, nuestro
alojamiento hubiese sido confortable, limpio y calentito, en una noche fría
como la que hacía. Pero, desgraciadamente, encontraríamos todo lo contrario,
probablemente la peor casa rural en la que me había alojado nunca. Lástima que
no anotara su nombre para poder mencionarla aquí. En el interior de la vivienda
no deberíamos pasar de los doce grados, contando sólo con una mesa camilla y un
triste brasero, las habitaciones eran tétricas con las paredes desconchadas y
en el cuarto de baño no había ni papel por lo que tendríamos que utilizar
servilletas de cocina. Verlo para creerlo.
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