DIA 02. CIUDAD DEL VATICANO Y ROMA. El Vaticano, Colina del Gianicolo y El Trastévere

3 de Diciembre de 2022.

¿Sabíais que en Roma llueve más que en Londres? Este dato anecdótico he podido volver a constatarlo en este segundo viaje a Roma, pues ya en la otra ocasión me llovió la mitad de los días que estuve, y esta vez lo haría, de manera muy intensa, la primera parte del día que comenzaba. Es por ello que me puse a investigar y pude encontrar que Roma, aunque no lo parezca, es una ciudad en la que el líquido elemento aparece bastante más de lo que pueda parecer a primera vista.

Y empiezo así este capítulo porque desde que salí por la puerta del hotel, la lluvia sería una constante durante al menos la mitad de la jornada y con una intensidad bastante fuerte, lo que me hizo vérmelas y deseármelas para tomar algunas fotos decentes. Afortunadamente, hoy iba a pasarme muchas horas en interiores y eso me salvaría de la desidia y hartazgo que puede suponer estar todo el día empapado.

Optaría por llegar caminando desde el hotel hasta la plaza de la República, lo que me supondría algo menos de cuarto de hora, donde cogería el metro hasta la estación de Ottaviano, la más cercana a la ciudad - estado del Vaticano, lugar por donde iba a comenzar mis andaduras en la ciudad Eterna y que, irónicamente, no pertenece a la misma ya que es un país completamente independiente enclavado en su interior.

CIUDAD DEL VATICANO

Porque, efectivamente, el actual Estado del Vaticano fue constituido  en los Pactos Lateranenses firmados en 1929 entre Mussolini y el papa Pio XI. En ellos se especifica que su extensión será de 0,44 km cuadrados, siendo por tanto el país soberano más pequeño del planeta. Dentro de dicho territorio, por tanto, el papa tiene plena soberanía. Además se concedieron también diversos privilegios de extraterritorialidad en algunos edificios romanos, como las tres basílicas patriarcales, las cuatro basílicas menores, Castel Gandolfo y el palacio de la Cancillería.

Por tanto, El Vaticano posee su propio cuerpo diplomático, ciudadanía, servicio de policía, servicio de correos, ejército y sistema judicial. También puede acuñar su propia moneda y emitir sellos y cuenta con diversos medios de comunicación que informan diariamente.

Como en muchos lugares en Roma es importante llevar una buena planificación para conseguir que te dé tiempo a verlo todo y El Vaticano no iba a ser menos, por lo que teniendo en cuenta algunas consideraciones se puede conseguir hacerlo todo en una jornada e incluso menos sin pasar apuros ni ir con agobios.

A mi modo de ver son cuatro los lugares esenciales que uno no se puede perder en El Vaticano: la basílica y la plaza de San Pedro, la subida a su cúpula, la necrópolis con la tumba de San Pedro y los Museos Vaticanos. A continuación se puede ir viendo el orden y como pude ir visitando cada uno de los sitios mencionados.

CÚPULA Y BASÍLICA DE SAN PEDRO

Lo primero y más importante y donde está la clave de todo es en madrugar, pues con ello ahorrarás un tiempo de oro a la hora de entrar en la basílica de San Pedro y en subir a su cúpula y disfrutar de las vistas.

Para ambos casos es necesario pasar el mismo control de seguridad, que una vez superado ya te permite entrar a la basílica o subir a la cúpula o las dos. Es dicho control el que provoca las interminables filas que se suceden desde primera hora de la mañana por lo que cuanto más se madrugue menos toca esperar y así acceder rápidamente a ambos lugares. En mi caso estaría allí a las 07:45, lo que me permitiría esperar sólo diez minutos hasta llegar a los controles. Esto creo que lo dice todo porque si a esas horas intempestivas y en diciembre ya me tocó esa ligera espera, imaginaros lo que debe ser avanzada la mañana y en fechas más significativas como verano o Semana Santa.

Tras la seguridad, toca elegir que hacer primero si entrar a la basílica o subir a la cúpula, a lo que yo recomiendo empezar por lo segundo, ya que también es necesario esperar fila para comprar la entrada y cuanto más tarde llegues más fila habrá. La entrada se encuentra a la derecha de la basílica, encontrándose perfectamente indicada, y cuesta diez euros si se opta por el ascensor que te ahorra el primer tramo y ocho euros si se opta por hacer la subida completa por la rampa y las escaleras. Como digo el ascensor sólo te quita un tramo y luego el resto también toca hacerlo caminando.

Yo, tal y como he recomendado, empezaría subiendo a la cúpula, optando por hacer todo el recorrido a pie y tampoco me pareció mucha la diferencia en cuanto al esfuerzo extra que hay que realizar. Su horario es de 07:30 a 17:00 de octubre a marzo y hasta las 18:00 el resto del año.

Cúpula de San Pedro

Después de superar los 551 escalones para llegar a la cima podría admirar la gigantesca, soberbia y monumental construcción de Miguel Ángel, considerada la tercera obra de mampostería más grande que se ha conocido jamás, tomando como referencias para realizarla las del Panteón y el Duomo de Florencia, que serían las que por sus dimensiones estarían por delante. La cúpula, de aproximadamente 120 metros de altura, está sostenida por cuatro pilares en cuyas caras Bernini esculpió cuatro nichos que contienen las estatuas de Santa Elena, Santa Verónica, San Longino y San Andrés. Justo debajo se puede apreciar el famoso baldaquino de este último escultor. Es imposible no fijarse también en la inscripción en latín cuyas letras miden dos metros de alto. En definitiva una obra maestra que cambió radicalmente la arquitectura precedente, y desde la que uno no sabe con qué visión quedarse.

Cúpula de San Pedro

Tras rodear el anillo de la cúpula, procedería a afrontar un último tramo de escaleras que me llevaría hasta la parte exterior donde la mirada abarca toda la ciudad papal a vista de pájaro, desde la plaza de San Pedro hasta sus jardines, pasando por los museos vaticanos, regalando también una espléndida panorámica de Roma.

Plaza de San Pedro desde Cúpula de la Basílica

A pesar de la tromba de agua que estaba cayendo disfrutaría mucho de esta experiencia pues fue una de las espinas que se me quedaron clavadas la primera vez que visité El Vaticano y hoy por fin, después de 22 años, podía llevar a cabo la misma.

La propia escalera de bajada de la cúpula me llevaría directamente al interior de la basílica de San Pedro, por lo que como se ve, creo que esta es la mejor opción para no perder más tiempo del necesario.

Después del 313, cuando promulga el edicto que prohíbe la persecución de los cristianos, el emperador Constantino ordena que se levante la primera basílica. Pero pasarán más de mil años antes de que el papado, una vez salvado el paréntesis del exilio de Aviñón, abandone San Juan de Letrán para instalar allí su sede. Corría el año 1377.

Durante ese tiempo, la iglesia había atesorado multitud de obras de arte, joyas y poder, y el antiguo templo, muy deteriorado, ya no resultaba adecuado. Había que edificar una nueva basílica. Entonces empiezan las grandes construcciones de la época de esplendor y, con ella, la nueva acumulación de tesoros que las revestirán.

La basílica de San Pedro empezó a construirse en 1506, bajo la dirección de Bramante. Las obras duraron nada más y nada menos que casi siglo y medio, siendo Urbano VIII quien la abrió al culto el 18 de noviembre de 1626. Su fachada es magistral, con proporciones verdaderamente grandiosas, empleando el orden corintio gigante, con un imponente pórtico central y dos arcadas en los lados. Está coronada por un ático abalaustrado que sostiene trece enormes estatuas que representan a Cristo, a San Juan Bautista y a todos los Apóstoles, a excepción del Santo que le da el nombre.

Basílica de San Pedro

Al entrar en su interior uno queda eclipsado por sus enormes proporciones y el equilibrio que hay entre todos sus elementos con unas cifras que son más que elocuentes: una capacidad para 60.000 personas o más de 22.000 metros cuadrados la convierten en la mayor iglesia del mundo.

Basílica de San Pedro

En su decoración participaron los más grandes artistas del renacimiento y el barroco italiano, desde Miguel Ángel y Rafael hasta Bernini o Giacomo della Porta. Una serie ininterrumpida de obras maestras se suceden en el interior del grandioso templo, en cuya decoración se eliminaron los materiales menos resistentes, ya que una de las ideas que primaron en su ejecución era la eternidad de la obra.

El aspecto general que hoy presenta la basílica se debe en gran parte a Bernini, autor del impresionante baldaquino de San Pedro de columnas salomónicas que cubre el altar papal y que el genio lo fundió con el bronce traído del Panteón.

Baldaquino de Bernini. Basílica de San Pedro

Baldaquino de Bernini. Basílica de San Pedro

Las imágenes colocadas en la nave central corresponden a los fundadores de las órdenes religiosas más importantes y fueron realizadas por cada una de ellas. Fueron muy pocas las estatuas de la iglesia anterior que se consideraron dignas de permanecer en el nuevo templo. Sólo gozaron de ese honor la tumba de Inocencio VII y la Piedad de Miguel Ángel, situada detrás de una mampara de cristal para protegerla de los actos vandálicos, como el ocurrido en 1972. La obra, realizada en un único bloque de mármol, pertenece a la primera época del autor, cuando tenía 23 años, y es la única que tiene su firma.

La Piedad de Miguel Ángel. Basílica de San Pedro

Detrás de la puerta principal hay un disco de color rojo que indica el sitio en el cual Carlomagno y los emperadores que le sucedieron fueron coronados por los papas.

En el lado derecho del altar mayor, cerca del transepto, se halla la famosa estatua de bronce de San Pedro, del siglo XIII. El pie derecho, que es el que tocan los peregrinos para recibir el perdón, está muy desgastado. Durante las fiestas de San Pedro y San Pablo, la estatua es engalanada con su propio traje papal.

Estatua de San Pedro. Basílica de San Pedro

Las numerosísimas capillas, que salpican el perímetro de la basílica, también son dignas de pararse a admirarlas, todas espléndidas por algún motivo en particular. Es el caso de la capilla de San Sebastián que alberga el monumento al papa Pio XII de Francesco Messina o la capilla Gregoriana de Giacomo Della Porta, decorada con mosaicos y valiosos mármoles. Sólo por citar alguna.

Otras obras famosas, por decirlo de alguna manera, también serían la tumba del Papa Alejandro VII de Bernini, la de Gregorio XIII (padre de nuestro actual calendario) o la de Clemente XIII de Antonio Canova.

Tumba del Papa Alejandro VII. Basílica de San Pedro

Monumento a Gregorio XIII. Basílica de San Pedro

Como se ha podido comprobar la basílica de San Pedro permite dedicarle tantas horas de contemplación como uno quiera, pero es evidente que es necesario ponerse unos límites para conocer otros lugares, por lo que tras deleitarme con todo lo anterior, procedería a bajar a las Grutas Vaticanas, algo que tampoco podría hacer en la anterior visita. Su entrada se encuentra detrás de una de las pilastras que sostienen la cúpula en el lado derecho.

Estas se encuentran situadas bajo la nave central de la Basílica de San Pedro y contienen las tumbas de los numerosos pontífices, además de sarcófagos paleocristianos, fragmentos arquitectónicos y algunos monumentos procedentes de la basílica. La primera parte de ellas  se llaman “Grutas Nuevas” porque han sido construidas más tarde; las demás se llaman “Grutas viejas”.

Además de encontrar los sepulcros de famosos papas como el de Juan XXIII conocido como el “Papa Bueno”, también es curioso admirar otras tumbas peculiares como la de la Reina Cristina de Suecia o la de la Reina Carlota de Saboya.

El único pero de esta parte de la visita es que no se puede realizar ni una sola fotografía, estando todo exageradamente controlado tanto por cámaras como por personal de seguridad, por lo que en esta ocasión desistí de intentarlo.

NECRÓPOLIS DE SAN PEDRO

Era el momento de llevar a cabo la visita más fascinante que se puede llevar a cabo dentro del estado vaticano, al menos en cuanto a importancia histórica y religiosa se refiere. Estoy hablando de la tumba del primer Papa de la iglesia católica, conocida como la Necrópolis del Vaticano. Un lugar desconocido por la mayoría de los que se acercan al pequeño estado y que sin embargo es probablemente el más importante.

Este se halla justo por debajo de las grutas vaticanas, por lo que no hay que confundirlo con estas. Es donde se localiza un antiguo cementerio pagano del siglo I y en el que se encuentra la supuesta ubicación de la tumba funeraria de San Pedro. Así es, uno de los Doce Apóstoles de Jesucristo y el primer líder conocido de la iglesia católica. Es decir, el lugar más sagrado del cristianismo.

A las 09:40 salía de la basílica de San Pedro y, bajo el continuo aguacero que seguía cayendo sin parar, me dirigí hacia la parte izquierda de la columnata de Bernini de la plaza de San Pedro, donde pronto divisé un control de seguridad, pasado el cual me encontraría, unos metros más adelante, con una enorme puerta vigilada por la Guardia Suiza a los que les enseñaría la reserva de la visita que iba a realizar a continuación. Estos lo comprobaron, me dieron el visto bueno y me permitieron pasar, indicándome que me dirigiera a una pequeña oficina que estaba unos metros más adelante.

En esta me volverían a pedir el justificante de la reserva que llevaría a cabo cuatro meses antes escribiendo a scavi@fsp.va donde tendría que indicar mi nombre y apellidos, número de visitantes, la fecha y el idioma en que quería realizar la visita, así como el día de la misma. Pocos días después me contestarían haciéndome una propuesta de un día y una hora concreta dentro de lo solicitado y en el caso de estar de acuerdo sólo tendría que pulsar un enlace que me llevaría al pago de la entrada (13 euros), hecho el cual recibiría un voucher que es el que tendría que llevar el día del evento.

Como veis hay que anticiparse con todo el tiempo que se pueda y es que sólo se permiten que unas 250 personas por día visiten la necrópolis, siendo la única forma de llegar hasta allí, siendo un recorrido guiado y limitado aproximadamente a 12 visitantes por turno de una hora y veinte minutos de duración.

A las 10:00 en punto, aparecería una simpática guía que nos invitaría a seguirla por unas escaleras que nos conducirían al subsuelo del Vaticano. Allí empezaría la apasionante visita.

Esta comienza visitando una calle flanqueada por mausoleos a ambos lados, siendo los más antiguos del siglo II y el resto del siglo III. Las tumbas se encuentran decoradas por dentro con pinturas y estuco y se pueden ver inscritos en las paredes exteriores los nombres de los difuntos. Algunas tienen incluso pisos de mosaicos en blanco y negro.

Tras un sinfín de detalles y explicaciones llegaríamos hasta el punto clave de las excavaciones. Durante mucho tiempo se conjeturó acerca de dónde podían estar los restos de San Pedro, pero no había una base sólida para afirmar el lugar exacto de los mismos. Sería finalmente en 1939 cuando varios trabajadores descubrieron varias cámaras funerarias mientras excavaban una tumba para el Papa Pío XI. Durante los siguientes diez años, se realizó una excavación arqueológica en la necrópolis que se encontró a profundidades de entre cuatro y doce metros debajo de la basílica de San Pedro. Durante el trabajo, se encontró una pieza importante de escritura antigua que se traducía como “Pedro está aquí”. Durante las dos siguientes décadas, y después de mucha especulación y anticipación, en 1968, el Papa Pablo VI anunció al mundo que las reliquias de San Pedro habían sido “identificadas de una manera que podía considerarse convincente”.

Encontrarse en un lugar tan importante, aunque uno no sea especialmente religioso, es realmente emocionante, pues estamos hablando de más de dos mil años de historia y uno de los personajes clave en la historia de la humanidad.

Era el momento de terminar la visita, saliendo para ello a la zona de las grutas vaticanas, donde nos despediríamos de nuestra amable guía. Como se ve no hay ni una sola fotografía y es que está terminantemente prohibido hacerlas y hay demasiado control.

PLAZA DE SAN PEDRO

Como acabo de decir, la salida se efectúa por las grutas vaticanas, por lo que si por un casual la cita para la necrópolis es a primera hora y todavía no has podido visitar la basílica o la cúpula, también es perfecto porque luego ya puedes enlazar con ambas sin tener que esperar los terroríficos controles de seguridad.

En mi caso como ya había hecho las dos optaría por dirigirme al centro de la plaza de San Pedro y, dado que la lluvia había amainado, me recrearía un buen rato con la misma, pues es digna de ser admirada pausadamente.

Plaza de San Pedro

Y es que su conjunto está considerado una verdadera obra de arte. Fue realizada por el maestro Bernini con la idea de acoger a los cristianos llegados de todo el mundo. Se buscaba dar una amplitud mayor a la plaza, disimulando las construcciones irregulares que la rodeaban, pero teniendo en cuenta el obelisco, que debía estar situado en el centro. La plaza está delimitada por la doble columnata que representan los brazos maternos de la iglesia, que abrazan y protegen a todos los fieles del mundo tanto en esta vida como en la otra. Cada una está constituida por cuatro filas de columnas dóricas, coronadas en su parte superior por estatuas de santos y grandes escudos de Alejandro VII, realizadas en su mayoría por los discípulos de Bernini, siguiendo las indicaciones del maestro.

Columnata Plaza de San Pedro

Columnata Plaza de San Pedro

En el centro del conjunto se levanta el mencionado obelisco procedente de Heliópolis, en Egipto, traído a Roma en época de Calígula. Cerca del obelisco hay dos círculos dorados en el suelo, que señalan los centros geométricos de los arcos de la elipse. Situándonos sobre ellos, veremos las columnas perfectamente alineadas.

Obelisco Plaza de San Pedro

También son dignas de mencionar las dos fuentes, una de Carlo Maderno que construiría en 1613, por deseo de Paulo V, y más de cincuenta años después Carlo Fontana añadió la segunda fuente, simétrica a la anterior. Aunque no está claro completamente que la realizara este, ya que hay quienes la atribuyen directamente al propio Bernini.

Fuente Plaza de San Pedro

Tras una hora disfrutando de esta maravilla arquitectónica me encaminaría a mi siguiente destino, esperando encontrar en el camino algún sitio para comer algo rápido y calmar al estómago, que desde hacía ya un rato estaba quejándose.

MUSEOS VATICANOS

Después de abandonar la plaza de San Pedro y seguir la gran muralla del Estado Vaticano, en unos diez minutos me plantaba en la puerta de entrada de los Museos Vaticanos, una de las colecciones de arte más importantes del mundo, la cual se distribuye en varios palacios construidos por los papas renacentistas Julio II, Inocencio VIII y Sixto IV.

Museos Vaticanos

No obstante, antes de proceder a entrar, aprovecharía un puesto callejero justo enfrente de la puerta de salida, en el que podría comprar un perrito y una coca cola (9 euros) que me permitirían reponer fuerzas y continuar con el resto de planes de la jornada.

Mi entrada ya la traía comprada desde Madrid, lo que había hecho en la web del Vaticano: https://tickets.museivaticani.va/home, reservando el horario de las 13:00, pues había leído que es uno de los momentos en que hay menos cantidad de gente ya que es la hora del almuerzo y tengo que decir que acerté.

Tras pasar los controles de seguridad, sólo tendría que subir al primer piso, canjear la entrada y con el ticket que me facilitaron pasar el correspondiente torno y ya estaba dentro de uno de los mayores museos del planeta, dispuesto a disfrutar de sus extraordinarias colecciones que han pertenecido a los diferentes papas.

En la actualidad se pueden visitar unos 14 museos con sus respectivas salas, pudiendo contemplar a través del recorrido la evolución de la historia del arte, desde los primeros restos de la época clásica o la civilización egipcia hasta finales del siglo XIX. Al ser imposible visitar los museos en un solo día, menos todavía en unas horas, lo mejor es ir parando en lo que más nos interese o en las obras de “visita obligada”, llevándose una idea general de la evolución del arte italiano promovido por los papas.

El primer lugar por el que me dejé caer, casi por instinto, sería por el patio de la Piña, donde puede verse en el medio la “Esfera con Esfera” de Arnaldo Pomodoro. El nombre del gran espacio se debe a la piña de bronce que está colocada en el rellano de la escalera de doble rampa, delante del nicho de Bramante. De hecho sería este quién ideó este enorme espacio para enlazar el palacete de Inocencio VIII con el Palacio Vaticano.

Esfera con Esfera. Patio de la Piña. Museos Vaticanos

Patio de la Piña. Museos Vaticanos

Acto seguido, la primera colección que se cruzaría en mi camino sería la de arte egipcio, donde las piezas están ordenadas por dinastías, ilustradas mediante inscripciones entre 2600 a.C. y el siglo VI. Entre sus piezas más destacables estarían dos estatuas colosales de la diosa Sekhmet, otra de la reina Tiye, la cabeza del faraón Mentuhotep, tres grandes estatuas de Ptolomeo II, además de momias de diferentes épocas, vasijas fúnebres, sarcófagos antropoides, estatuillas en basalto, etc.

Arte Egipcio. Museos Vaticanos

Después pasaría a la galería Chiaramonti, en el que se encuentran varios ejemplos de estatuaria romana de inspiración griega: divinidades del Olimpo, como la estatua de Palas Atenea, alternan con representaciones de míticos héroes, como Hércules con su hijo Télefo, y con retratos de personajes romanos, como el de un sacerdote de Isis conocido también como Escipión el Africano. Así como el Brazo Nuovo, construido para dar cabida a aquellas obras que no cabían en la anterior y que son consideradas igualmente maestras tales como la estatua de Augusto, llamado de Prima Porta, que representa al emperador en el acto de dirigir un discurso a sus legiones; la estatua del Nilo, que adornaba, junto la del Tíber (hoy en el Louvre), el templo de Isis y Serapis; y  el famoso Doríforo, copia del original en bronce de Policleto, perfecta en sus armoniosas proporciones.

Brazo Nuovo. Galería Chiaramonti. Museos Vaticanos

Dios Río Nilo. Brazo Nuovo. Galería Chiaramonti. Museos Vaticanos

Vendría después el Museo Pío Clementino, donde sin olvidarnos del célebre Apoxyomenos, hay que reparar en el patio Octogonal, diseñado por Bramante, en el que en las salas de los cuatro ángulos del pórtico se hallan una excepcional colección de Estatuas. De esta manera se van sucediendo  el Apolo del Belvedere, copia de época imperial de un original griego del siglo IV, descubierto a finales del siglos XV en las inmediaciones de San Pietro in Vincoli y considerado paradigma de la perfección física por los artistas del Renacimiento; el célebre grupo del Laocoonte, en el que puede verse al sacerdote troyano violentamente contorsionado y a sus dos hijos luchando por escapar de los anillos de una serpiente marina, encontrado en la Domus Aurea en 1506, ejerciendo una gran influencia en Miguel Ángel; el Hermes, antes considerado Antinoo; y finalmente el Perseo de Antonio Canova.

Laocoonte. Museo Pio Clementino. Museos Vaticanos

También se exhiben el musculoso Torso del Belvedere, cuya influencia es innegable en los desnudos masculinos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina. Y una colección de esculturas y mosaicos de temática faunística que se recoge en la sala de los Animales, entre otras muchas obras.

Torso del Belvedere. Museo Pio Clementino. Museos Vaticanos

A continuación, decidiría prescindir del museo Etrusco y la galería de los Candelabros, principalmente para poder dedicar más tiempo a otros lugares, y haría acto de presencia en la galería de los Tapices, en los que destacan especialmente los de la llamada “Escuela Nueva”, realizados sobre cartones de los alumnos de Rafael en la Manufactura de Pieter Van Aelst, en Bruselas. Estas diez obras maestras fueron expuestas por primera vez en la capilla Sixtina en 1531.

Inmediatamente después se sucedería la galería de los Mapas, una sala del siglo XVI de 120 metros de longitud, en la que se exponen cuarenta mapas que reproducen las regiones italianas y los territorios pertenecientes a la iglesia. Antonio Danti los pintó entre 1580 y 1583 por encargo de Gregorio XIII, según los bocetos de su hermano, famoso cosmógrafo y arquitecto.

Galería de los Mapas. Museos Vaticanos

Tras deleitarme con las anteriores salas pasaría a las habitaciones de Pío V con maravillosos frescos en la bóveda y sobre el altar.

Sería la antesala de uno de los lugares más especiales en los Museos Vaticanos y que es imposible olvidar después. De hecho, siempre las tienes en mente, para volver a admirarlas, si hay posibilidad de volver a posteriori como era el caso. Me refiero a las estancias de Rafael: cuatro salas decoradas con frescos del artista desde 1509 hasta su muerte en 1520, considerados una de las obras maestras de la pintura de todos los tiempos. Ellas serían las siguientes:

Estancia de Constantino: Los frescos de esta sala, comenzados en 1517, son obra principalmente de los discípulos de Rafael e ilustran el triunfo de la fe cristiana sobre el paganismo a partir de momentos clave en la vida del emperador Constantino.

Estancias de Rafael. Museos Vaticanos

Estancia de Heliodoro: El tema aquí es la intervención divina e incluye la Expulsión de Heliodoro del templo y la deslumbrante Liberación de san Pedro, en la que un ángel saca de prisión a un San Pedro cuyo rostro es un retrato de Julio II.

Estancia del Sello: Estas pinturas celebran el ideal renacentista: la capacidad del intelecto de descubrir la verdad. La imagen principal es La escuela de Atenas, en la que Rafael pintó a los más destacados filósofos griegos.

Estancias de Rafael. Museos Vaticanos

Estancia del incendio del Borgo: La decoración evoca un supuesto milagro ocurrido en 847, año en el que se dice que el Papa León IV, haciendo la señal de la cruz, extinguió un incendio en un barrio cercano al Vaticano.

Estancias de Rafael. Museos Vaticanos

Después de admirar semejantes maravillas, pasaría a las salas del Apartamento Borgia, ocupado por los pontífices hasta 1507. Fueron destinadas en los primeros años del siglo XIX a sede de la Pinacoteca Vaticana, y luego a una sección de la Pinacoteca Apostólica. En 1973, Paulo VI las utilizó, junto con otros recintos, para reunir las numerosas obras de arte moderno y contemporáneo que donaban al Vaticano artistas y coleccionistas de todos los puntos del globo, todas de asuntos religiosos  o dedicadas a la ilustración de episodios bíblicos y evangélicos. La colección comprende creaciones magistrales  de maestros italianos y extranjeros, como Matisse, Rodín, Dalí, Chagall o Picasso, entre otros.

Y había llegado el momento cumbre de la visita a los museos Vaticanos. Ese por el que mucha gente espera muchos años para que se produzca. Ni más ni menos que la llegada a la incomparable Capilla Sixtina.

Como no podía ser de otra manera es uno de los lugares donde más gente se concentra por metro cuadrado, resultando incluso agobiante por momentos. Pero el truco es esperar un rato hasta que alguien se levante de los asientos con los que cuenta, ocupar el mismo y empezar a disfrutar analizando poco a poco cada sector y cada detalle de techos y paredes. Como se ve ya no sucede como hace veinte años donde el número de personas estaba limitado y sólo te dejaban pasar cuando disminuía el número de gente en la sala.

En la actualidad es la capilla pontificia privada, así como el lugar de reunión del Colegio Cardenalicio para elegir un nuevo pontífice. Sin embargo, lo que más llama la atención, como todos ya sabemos, son los frescos pintados por Miguel Ángel.

La bóveda de cañón de la capilla es uno de los mayores logros de este gran genio del Renacimiento, con las nueve pinturas (1508 – 1512) que representan la creación del mundo por Dios, la relación de Dios con la Humanidad y la pérdida de la Gracia divina por parte de dicha Humanidad, y que abarcan 800 metros cuadrados.

Capilla Sixtina. Museos Vaticanos

El Papa Julio II fue quien encargó a Miguel Ángel que pintase el fresco. Prácticamente tuvo que realizar esa tarea sólo, ya que los artistas florentinos que debían ayudarle no cumplían con sus exigencias, por lo que supone una muestra de su enorme resistencia y tenacidad, ya que tuvo que trabajar con bastante rapidez y subido a un andamio. El resultado es una obra artística única que reinventó la representación del cuerpo humano con el estilo dinámico de sus más de trescientas figuras. La obra fue tan ardua que Miguel Ángel dejó de pintar durante 23 años hasta que regresó a la capilla para realizar el Juicio Final (1535 – 1541) en la pared que se encuentra detrás del altar, por encargo del Papa Clemente VII, aunque se terminó bajo el mandato de su sucesor, Pablo III. La obra fue polémica porque en ella aparecían hombres desnudos mostrando sus genitales, obligando a cubrir algunas figuras a Daniele de Volterra, conocido a partir de entonces como “el braghettone”. La restauración de los frescos realizada  entre 1980 y 1994, además de retirar muchos de los paños pintados por Volterra y otras actuaciones posteriores, ha devuelto a las pinturas sus colores originales.

Las paredes de la Capilla Sixtina también incluyen otras obras significativas, como por ejemplo La Tentación de Cristo de Sandro Botticelli; y Jesús llama a Pedro y Andrés para que inicien el apostolado de Domenico Ghirlandaio. En ocasiones especiales, la capilla también se decora con tapices creados por Rafael.

Como ya os imaginaréis las medidas de seguridad son importantes y están prohibidas las fotografías, pero a pesar de ello si os dais prisa en tirarlas, como mucho os llevaréis una advertencia y poco más, quedándoos así con la respetiva toma.

Me imagino que no habré sido el único que tras esta impresionante estancia, sumada a todo lo contemplado anteriormente, ha salido de la misma más que saciado de arte y sin fuerzas para mucho más, por lo que el resto de habitaciones vaticanas tengo que reconocer que se fueron sucediendo sin pena ni gloria. Y con esto no quiero decir que no merezcan la pena, todo lo contrario, son poseedoras también de sensacionales obras de arte. Es el caso de la Biblioteca Apostólica, con salas espléndidamente decoradas; la Pinacoteca, una de las más prestigiosas del mundo con obras maestras de indiscutible belleza; o los museos Gregoriano Profano y Pío Cristiano. Pero es que hay tanto que ver que es completamente imposible en unas pocas horas.

Abandonaría los Museos Vaticanos por la célebre escalera helicoidal de Giuseppe Momo, la cual crea un efecto óptico de infinito, siendo la manera perfecta de finalizar la visita.

Escalera Helicoidal. Museos Vaticanos

Escalera Helicoidal. Museos Vaticanos

Por tanto, después de tres horas, salía al exterior otra vez, con la necesidad de un poco de aire fresco y disfrutar de espacios abiertos. Afortunadamente, la lluvia había parado y las nubes empezaban a dejar paso a un tímido cielo azul.

GIANICOLO

Con sólo una hora de luz por delante había que elegir, por lo que optaría, después de observar la hermosa perspectiva que ofrece en la distancia la Via della Conciliazione del Vaticano, por dirigirme hacia el Gianicolo, la verde y estrecha colina que se extiende entre San Pedro y el barrio del Trastévere y que debe su nombre al culto del dios Jano, a quien toda la zona estaba dedicada en la antigüedad. Es cierto que no se encuentra entre las siete tradicionales, pero sin embargo cuenta con gratificantes sorpresas.

El Vaticano desde Via della Conciliazione

La mejor de ellas y el motivo principal que me trajo hasta aquí era el largo y hermoso paseo que sigue su perfil y que es famoso por las espléndidas vistas de Roma, uno de los secretos mejor guardados del mismo y que mucha gente pasa por alto.

Roma desde colina del Gianicolo

Cuenta además con interesantes monumentos, cruzándose en mi camino, en primer lugar, una gran explanada con el Faro de la Victoria, erigido en 1911 por deseo de los italianos residentes en Argentina, con ocasión de la Exposición Romana. De noche el faro arroja rayos de luz tricolor, iluminando el panorama que se abre a sus pies.

Faro de la Victoria. Colina del Gianicolo

Poco después me encontraría con la plaza de Anita Garibaldi, la cual alberga un monumento ecuestre dedicado a la heroína tanto de Brasil como de Italia y cuya historia es de lo más interesante para leer. En la base del mismo están inhumados sus restos.

Monumento a Anita Garibaldi. Colina del Gianicolo

A continuación, se sucedería la plaza Garibaldi, otro excelente punto de observación de la ciudad, en la que destaca el imponente monumento al patriota italiano erigido en 1895.

Monumento a Garibaldi. Colina del Gianicolo

Roma desde plaza Garibaldi

Sería en este punto donde la noche casi se me echaría encima, debiendo continuar las visitas previstas bajo la luz de las estrellas y la iluminación artificial de los monumentos.

Poco a poco iría abandonando la colina, pero en el descenso todavía me toparía con alguna que otra sorpresa como es el caso de la monumental fuente dell´ Acqua Paola, también llamada Il Fontanone, realizada entre 1610 y 1612 por deseo de Paulo V. Una amplia taza semicircular precede al monumental arco triunfal de la fachada, con hermosas columnas de granito. Detrás de ella se abre un ameno jardín.

Fuente dell Acqua Paola. Colina del Gianicolo

A pocos metros me toparía también con la iglesia de San Pedro “in Montorio”, un espléndido complejo religioso que se remonta al siglo IX, y fue dedicado a San Pedro porque se creía, de manera errónea, que este fue el sitio en que había sido crucificado el apóstol. Debería conformarme con observar las muestras sobrias y elegantes líneas renacentistas de su exterior, así como su gran rosetón gótico, ya que las puertas estaban cerradas a cal y canto.

Afortunadamente, también podría disfrutar, de la pequeña obra maestra de Bramante que surge a la derecha de la homónima iglesia y que tenía especial ilusión en conocer: se trata del Templete de San Pedro “in Montorio”. Posee planta circular, con una sala central rodeada de 16 columnas dóricas que forman un estrecho pasillo denominado ambulacro. Esta arquitectura es una de las más significativas del Renacimiento, y marca el momento de transición de las formas cuatrocentistas a las nuevas ideas del siglo sucesivo. Eso sí tendría que admirarlo desde la verja de una pequeña puerta, por lo que no podría acceder a su interior para ver el altar y la capilla subterránea  que posee y que se encuentra completamente decorada.

Templete de San Pedro in Montorio

TRASTÉVERE

Tras disfrutar de esta última maravilla me encaminaría hacia unas escaleras situadas a la izquierda del Templete, dándole la espalda a este, que me llevarían de forma directa hacia otra de las zonas más autenticas de Roma: el barrio del Trastévere.

Su nombre significa “más allá del Tiber” y constituye uno de los barrios con más personalidad de la ciudad, donde aún es posible presenciar escenas de la vida cotidiana que parecen pertenecer a siglos pasados pese a la proliferación en la zona  de tiendas de moda, cafés y restaurantes.

La presencia del Cristianismo trajo consigo la fundación de tres iglesias, alrededor de las cuales se fue situando la población. Sería por ellas por donde comenzaría mi visita al Trastévere.

Me acercaría en primer lugar a la más famosa de todas ellas: la basílica de Santa María in Trastévere, situada en la plaza del mismo nombre y corazón del barrio. Es, probablemente, el primer lugar de culto cristiano oficial de oración que se construyó en Roma. Según la leyenda, fue el papa Calixto I quién fundó la iglesia cuando el cristianismo era todavía un culto minoritario, en el lugar donde brotó una fuente de aceite el día que nació Jesucristo.

Plaza y Basílica de Sta María in Trastévere

La iglesia actual data casi en su totalidad del siglo XII y es famosa por sus mosaicos, especialmente los del ábside de la Coronación de la Virgen y los seis que muestran la vida de esta con un toque de realismo. Las 22 columnas de granito de la nave proceden de las ruinas de edificios de la Antigua Roma. A pesar de algunos añadidos barrocos del siglo XVIII, Santa María ha conservado su carácter medieval.

Basílica de Sta María in Trastévere

En segundo lugar llegaría hasta San Francesco a Ripa, la cual tenía especial interés en conocer porque en su interior se encuentra una escultura un tanto desconocida pero no por ello digna de reseñar. Me refiero al Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni, realizado por Bernini y caracterizada por su realismo y belleza, además de que dicen fue su última escultura. Además en este lugar viviría San Francisco de Asís cuando visitó Roma en 1219.

Éxtasis de Bernini. Iglesia de San Francesco a Ripa

En tercer y último lugar me acercaría hasta Santa Cecilia in Trastévere, precedida por un amplio patio. La iglesia se remonta al siglo V y fue levantada sobre los restos del emplazamiento de la casa de la santa, la cual fue martirizada, primero con un intento infructuoso por escaldarla en agua hirviendo y después decapitándola. Su cuerpo apareció en las catacumbas  de San Calixto. El fresco de El Juicio Final merece mucho la pena, al igual que la escultura de mármol  de Santa Cecilia realizada por Maderno, quien empleó como modelo los restos conservados de la santa, cuando fue desenterrada en 1599.

Iglesia de Santa Cecilia in Trastévere

Iglesia de Santa Cecilia in Trastévere

El conocer estas tres iglesias me había permitido además pasear por muchas de las calles más auténticas del Trastévere, por lo que dado que eran ya las 19:30 optaría por dirigirme a cenar a uno de los restaurante más famosos y con mejores referencias de esta zona de Roma. Me refiero a Tonnarello, donde optaría por probar los espaguetis cacio e pepe. Y tengo que decir que me quedo sin palabras para expresar lo espectaculares que estaban. De beber me pediría una coca cola y agua, que por cierto te la cobran (dos euros). Aún así tanto por la comida por la calidad del servicio, pues son muy amables, merece mucho la pena pasar por aquí. Yo no tendría que esperar fila, pero a veces he leído que esta es larga pero va rápido al haber muchas mesas. La cena me saldría por 15 euros.

Barrio del Trastévere

Tomando espaguetis Cacio e Pepe en Tonnarello

Decidiría no tomar postre en Tonnarello y optar por dirigirme a una heladería llamada Fior de Luna, donde pediría una tarrina de tres sabores (3,50 euros) que estaban espectaculares, especialmente el de sabor nocciola.

Aunque estaba cansado, eso no sería óbice para irme caminando hasta el hotel, pues siempre es un disfrute para los sentidos pasear por Roma. Además sólo tardaría media hora en llegar. El día había sido realmente intenso por lo que no tardaría apenas nada en quedarme profundamente dormido.


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