ANDORRA - DIA 02. Canillo, valle de Incles y lagos de Juclar

22 de Agosto de 2020.

No había ninguna intención por parte de mis amigos de pegarse el madrugón el primer día y menos después de la paliza en coche de ayer y de acostarnos casi rozando la una de la madrugada, por lo que los primeros planes que tenía en mente debería realizarlos en solitario, así que dicho y hecho, me levanté sin hacer ruido, desayuné algo rápido y a las 08:00 me encontraba saliendo en mi coche hacia el primer lugar de interés de la ruta de hoy.

Es sabido, y si no lo doy a conocer ahora, que el Principado cuenta con un gran número de bellos ejemplos de arquitectura románica, esparcidos por todo el territorio del país. Así que comenzaría dirigiéndome hacia uno de las más importantes y de más renombre conocido como Sant Joan de Caselles, ubicada en las inmediaciones de Canillo. Es un bello y notable edificio de proporciones armónicas y equilibradas que se sitúa además en un entorno privilegiado rodeado de inmensas montañas. Destaca especialmente su acogedor pórtico, que protege la entrada, así como el rústico campanario de tres plantas adosado al mismo. Su interior desgraciadamente se encontraba cerrado en estos momentos por lo que me tuve que conformar con los exteriores.

Sant Joan de Caselles

Sant Joan de Caselles

Dada la cercanía, mi siguiente parada sería en Canillo, un pueblo situado a más de 1500 metros de altitud, que aún conserva un casco viejo con viviendas tradicionales de montaña, que va escalando, con sus puentes entrelazados, la falda del monte en la que se sitúa. Su calle Mayor (carrer Gran) nos muestra casas centenarias con muros de mampostería, techumbres de pizarra y balconadas de forja, que flanquean el arroyo que desciende rápido y veloz hacia la parte baja del pueblo. En lo más alto se sitúa la iglesia parroquial de Sant Serni con una esbelta torre románica de 17 metros y que es considerada la más alta del Principado. En el interior del templo hay una pila bautismal y otra de agua bendita de factura románica. También se puede apreciar el retablo dedicado al obispo de Tolosa y la talla gótica de un cristo del siglo XIV.

Iglesia de Sant Serni. Canillo

Canillo

Otro punto de interés del barrio antiguo lo constituye el Viejo Molino harinero (Moli Vell), que todavía conserva sus características originales.

Viejo Molino. Canillo

Ya en la parte baja su parte más importante sería la plaza Montaup, la cual es atravesada por el río del mismo nombre. En ella se halla la oficina de Turismo y aunque cuenta con una vistosa fuente, debido a la gran cantidad de edificios modernos, tampoco llama demasiado la atención. En las cercanías se puede ver la modesta capilla de Santa Creu, muy pequeña y adaptada a las escarpaduras del terreno.

Plaza Montaup. Canillo

Capilla de Santa Creu. Canillo

Tras este primer contacto cultural con Andorra, no tenía ya tiempo para más y debí volver a nuestra casa de El Tarter, donde mis amigos ya estaban listos para comenzar la jornada, la cual se iba a caracterizar, a partir de este momento, por tener la naturaleza como protagonista única y principal.

Después de haber hecho tantos kilómetros ayer, nos pareció buena idea no desplazarnos demasiado lejos de nuestra casa en El Tarter y comenzar descubriendo Andorra por una de las rutas de senderismo más bonitas que se pueden encontrar en el país, aunque a decir verdad es casi imposible calificar algún espacio natural del Principado de otra manera que no sea con adjetivos positivos.

El objetivo elegido era el conocido como valle de Incles, uno de los valles de alta montaña más bucólicos y bellos de Andorra, donde los verdes prados de gramíneas se suceden a lo largo del río Incles, sólo alterados por algún robusto ejemplar de abeto o alguna construcción de carácter agrario. Entre las especies vegetales se puede encontrar la genciana amarilla, cuyas raíces se utilizan para dar un toque amargo a algunas bebidas.

Sólo nos harían falta dos kilómetros desde el pueblo para llegar a una curva pronunciada de 180 grados en el kilómetro 18 de la carretera CG-2, donde justamente en su extremo comienza el citado valle y donde deberíamos dejar el vehículo, pues desde este punto no se permite el acceso con el mismo durante los meses de verano.

Valle de Incles

No obstante y para aquellos que no se animen a andar desde este primer tramo, existe un autobús eléctrico que recorre esta área y que se toma al lado de una pequeña caseta de madera que hace las veces de oficina de información turística del valle. En cualquier caso no se encontraba en nuestros planes servirnos de él, al menos en el recorrido de ida.

Tomando como referencia unas casas que se encuentran al lado del puente que atraviesa el río, pronto encontraríamos una senda que nos iba permitir evita la carretera e ir junto al curso de agua, haciendo la experiencia más agradable si cabe. El día era excepcional y estábamos eufóricos.

Poco a poco iríamos avanzando por este impresionante valle de prados infinitos, disfrutando de los meandros que va formando el río Incles y encontrándonos con vacas y caballos que pastaban a sus anchas sin el menor atisbo de estrés. Por otro lado, su curioso aspecto en forma de U hace que quede en evidencia su origen glacial.

Valle de Incles

Serían tres kilómetros de relajado paseo donde disfrutaríamos una barbaridad y es que no podía empezar mejor nuestra estancia en este pequeño país.

Superado este primer tramo nos habíamos plantado en una zona de recreo donde se halla el parking de la Baladosa al que en otras fechas se puede llegar en vehículo particular. Era el momento de tomar, cada uno, la decisión más importante de la ruta, que no era otra que decidir si se quedaba en este punto a relajarse y disfrutar del entorno o por el contrario continuaba durante casi cinco kilómetros más, con un desnivel importante, hasta el lago de Juclar, el más grande de Andorra y situado en un entorno incomparable.

Valle de Incles

Al final todos, sin excepción, decidiríamos continuar la ruta, para lo que únicamente deberíamos seguir las marcas que señalizan el camino. Después de un nuevo tramo sin apenas desnivel empezaría el sector más duro de la senda donde es necesario superar un desnivel de unos 300 metros en muy corta distancia, por lo que la subida es dura y exigente, encontrándonos pasos estrechos, pedregosos e incluso algún pequeño desfiladero, lo que no nos impediría terminar con éxito la ascensión, obteniendo como recompensa el situarnos ante una inmensa pradera flanqueada por hermosos picos de casi tres mil metros de altura y atravesada por las cristalinas aguas del río. Una estampa difícil de olvidar.

Valle de Incles

Valle de Incles

Valle de Incles

Unos metros después sólo nos quedaría ya volver a afrontar una nueva subida, mucho menos importante que la anterior para situarnos ante el espectacular lago de Juclar situado a 2299 metros de altitud, con aguas puras y transparentes que incitan a querer sumergirte en ellas si no fuera porque son tan bellas como frías. También aquí se encuentra el refugio del mismo nombre que el lago donde se puede optar por comer o beber algo, además de pernoctar si se quiere realizar una ruta algo más exigente o simplemente disfrutar del atardecer o el amanecer sin agobio de tiempos.

Lagos de Juclar

En nuestro caso ya traíamos bocadillos y bebida desde casa, por lo que elegimos un lugar que nos permitiera tener buenas perspectivas del entorno y allí disfrutar de un merecido picnic.

Es interesante, como así haría yo y siempre que te queden fuerzas, alejarte un poco más del refugio y trepar por los alrededores para obtener mejores panorámicas del lago en su conjunto, pues las perspectivas cambian de forma increíble en el momento que te desplazas un poco.

Lagos de Juclar

Lagos de Juclar

También es importante saber que una vez que das con la gran masa de agua tras el largo ascenso esta corresponde al primer lago de Juclar, pudiendo continuar, desde el refugio, hasta otro más pequeño, separado del anterior por una pequeña franja de tierra y desde donde se consiguen unas perspectivas más espectaculares si cabe que las que se hayan podido obtener hasta este momento.

Lagos de Juclar

Lagos de Juclar

Desde aquí se pueden hacer rutas circulares que te acaban llevando hasta el punto de regreso, pero el hecho de no conocer el terreno y no llevar GPS nos haría optar por regresar por el mismo camino, con alguna que otra parada para refrescar los pies en las gélidas aguas de los arroyos que nos íbamos encontrando en el camino. De nuevo en La Baladosa, sólo quedaría ya retroceder sobre nuestros pasos por el maravilloso valle de Incles hasta volver, de nuevo, al coche. Efectivamente optamos por no coger tampoco el autobús eléctrico para regresar.

Al final habíamos afrontado 16 kilómetros y unos 700 metros de desnivel. Y aunque es cierto que es una ruta que puede realizarla la mayoría de personas, conviene tener algo de condición física, pues en nuestro grupo tanto Cristina como Belén acabarían algo exhaustas y con molestias en las rodillas como consecuencia de la misma.

Y qué mejor que celebrar nuestra primera gran ruta por el Principado, que sentándonos en las mesas esparcidas por la pradera cercana al final del valle y tomarnos allí unas buenas cervezas frías con unos helados.

Respecto a si encontramos mucha gente, es cierto que en la primera parte de la ruta, hasta que se comienza el ascenso a los lagos, estaba algo saturada por grupos de familias y jóvenes lo que nos obligó al uso de la mascarilla en más de un momento. A partir de entonces, el gentío se redujo considerablemente pudiendo ya ir sin protección, tal y como nos indicaron las autoridades de Andorra, pues en entornos de montaña y pudiendo mantener los cuatro metros de distancia no sería necesaria la mascarilla.

La cena sería ya en casa, cogiendo fuerzas, con buenas cantidades de pasta, además de retirarnos pronto a descansar, pues mañana tocaba una nueva ruta que iba a ser algo más exigente que la que habíamos afrontado en esta jornada.


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