COLONIA - DIA 02. Últimas visitas en la ciudad alemana

16 de Febrero de 2020.

Hoy me encontraba con la antítesis de ayer, es decir un día gris, ventoso y que amenazaba lluvia y, por tanto, idóneo para visitar alguno de los muchos museos con los que cuenta Colonia, pero a decir verdad, no me apetecía llevar a cabo dicha actividad, por lo que decidí jugármela y dedicarme a seguir paseando, conociendo algunos de los lugares que me habían quedados pendientes la jornada anterior. Si empezaba a llover siempre tendría tiempo de cambiar de planes sobre la marcha.

Comenzaría dirigiéndome a una nueva iglesia románica, en esta ocasión Santa Cecilia (St. Cäcilien), que se fundó expresamente para una orden femenina. En este sencillo edificio del siglo XII, se conservan todavía restos de pintura mural con escenas de la leyenda de Santa Cecilia y del Nuevo Testamento. Actualmente alberga un museo de arte sacro, por lo que obviaría la visita y continuaría mi camino.

St. Cäcilien

Aprovechando que en mi ruta se cruzaría una de las cadenas alemanas de bollería y pastelería, pararía unos instantes para comer unas napolitanas y un zumo, siguiendo después hacia la Sinagoga. Como no podía ser de otra manera se encuentra reconstruida, ya que todas las sinagogas y casas de oración de la ciudad fueron destruidas y saqueadas en 1938. Un año histórico para este edificio sería el 2005, cuando el Papa Benedicto XVI, lo visitó en la jornada Mundial de la Juventud.

Sinagoga

Para cambiar un poco de aires decidiría perderme por el cercano y tranquilo Hiroshima Nagasaki Park, desierto a estas horas. Como es evidente el parque conmemora los dos bombardeos nucleares sobre Japón, pero lo más curioso y conmovedor es cuando uno es consciente que las colinas que forman dicho espacio están hechas a partir de los escombros de los edificios devastados por los bombardeos aliados sobre Colonia. Justo en el centro del parque hay un lago artificial con forma de cuadrado que es de las imágenes más idílicas del espacio verde.

Parque Hiroshima Nagasaki

Unas manzanas después llegaría hasta Brüsseler Platz, una plaza arbolada en cuyo centro se halla la iglesia de San Miguel, en pleno corazón del barrio belga, con mucha vida y estilo y donde la gente va a jugar el ajedrez, pasar el rato o tomar unas cervezas. Es ideal para hacer un pícnic con comida de los puestos que hay en las calles de alrededor.

Iglesia de San Miguel.Brüseler Platz

Y un poco más adelante me daría de bruces con Hahnentorburg, una de las puertas más espectaculares de las que todavía quedan en pie, levantada a mediados del siglo XIII, de hecho llegó a ser la más importante de las doce que tenía la muralla. Es por ella por donde entraban los monarcas alemanes para admirar el cofre de los Reyes Magos en la Catedral. También haría las veces de prisión o sala de exposiciones. Sobre la entrada puede verse el emblema de la ciudad.

Hahnentor

Tras pasar enfrente de una torre romana que estaba en restauración y con sus respectivos andamios, me encontraría con la basílica de St. Gereon, uno de los edificios más importantes de finales de la Edad Antigua. Fue construido en el siglo IV en el emplazamiento de una necrópolis que se encontraba fuera de las murallas de la antigua ciudad romana. Está decorada con mosaicos sobre fondo dorado. El nombre de la iglesia recuerda a San Gereon y sus discípulos, mártires de la última gran persecución de cristianos. En la Edad Media la entrada estaba reservada a los nobles. Su arquitectura es un ejemplo único en el medievo, por lo que es una de las iglesias románicas más importantes que visitar.

St. Gereon

En el parque que se encuentra en uno de sus lados se puede observar una enorme cabeza del santo.

Cabeza St. Gereon

Si ayer había podido ver en la zona sur uno de los pequeños tramos de muralla que rodeaban la ciudad, hoy en la zona norte pasaría por otro, antes de llegar hasta la iglesia de Santa Úrsula, una princesa inglesa asesinada por los hunos junto con diez de sus compañeras y que la leyenda ha transformado esta cifra en 11.000. Su interior es muy luminoso, gracias a las vidrieras modernas y a algunas del siglo XV.

Antigua Muralla

Santa Ursula

Otra nueva puerta se volvería a cruzar en mi camino, esta vez Eigelsteintorburg, por donde cruzarían, nada más y nada menos, que el Emperador Napoleón y su esposa Josefina, bajo el sonido de las campanas y el disparo de cañones.

Eigelsteintorburg

Tras cruzarla y seguir avanzando llegaría a la iglesia de St. Agnes, una de las más grandes de Colonia y una de las más bellas y una buena manera de cambiar de estilo arquitectónico frente a la mayor parte de las iglesias románicas de la ciudad. El barrio que la rodea es también uno de los más agradables, lleno de tiendas de moda, restaurantes y hermosas calles arboladas.

St. Agnes

Era el momento de volver otra vez a las orillas del Rin, para disfrutar una vez más de sus preciosas vistas, y ya de paso de una nueva iglesia románica conocida como San Cuniberto (St. Kunibert), consagrada ya en 1247, un año antes de empezar la construcción de la catedral. Fue una de las últimas obras románicas levantadas en Colonia que sufriría graves daños durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, siendo restauradas la torre y la parte oeste del edificio. Lo único que se pudo conservar son las valiosas vidrieras, así como las pinturas murales de la capilla bautismal.

St. Kunibert

Puente Hohenzollern y Río Rin

Sólo me quedaba ya una de las doce iglesias románicas de Colonia por visitar, por lo que me dirigí hacia ella pasando, de nuevo, por los alrededores de la Catedral, a rebosar de gente, para desde su portada principal tomar la misma calle que sale de frente desde ella y en pocos minutos encontrarme con St. Andreas, parroquia y monasterio de los dominicos. Merece la pena la capilla de María por su conjunto de pinturas murales góticas. En la cripta se encuentra la sepultura de Alberto Magnus, el gran santo de la orden de los dominicos en Colonia.

St. Andreas

Mi visita a la ciudad estaba llegando a su fin, aprovechando mis últimos pasos para pasar por delante de algún que otro edificio interesante como el Museo Municipal y por otros como la Ópera, que no te dicen absolutamente nada.

Sólo tenía ya tiempo de comer algo rápido, en este caso recurrí al tradicional Mc Donald situado en uno de los extremos de la Catedral, y volver a tomar el tren que me llevara al aeropuerto (3 euros), llegando a la terminal a las 15:30. Esta vez iría con tiempo y menos mal que lo hice porque los controles de seguridad son terroríficos y estaría esperando mi turno casi media hora, por lo que, con el retraso incluido de Ryanair, sólo me tocaría esperar una hora más hasta la salida del vuelo a las 17:30, llegando a Madrid dos hora y media después, tras esta breve pero intensa escapada a la ciudad alemana de Colonia.

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