DIA 01. GUIMARAES. Cuna de Portugal

6 de Diciembre de 2019.

Nuestro vecino del oeste, Portugal, es ese sitio perfecto al que poder escapar saliendo de nuestras fronteras y, sin embargo,  estar cerca de casa a la vez, lo que permite poder recurrir a él cuando en el último momento te has quedado sin planes o los vuelos a otros lugares se han encarecido extraordinariamente. Es así como poco a poco he ido conociendo algunos de los lugares más bonitos de este país, siendo mi intención seguir con esa costumbre en situaciones como la que se me planteaba en el puente de la Constitución, donde me apetecía mucho realizar una escapada cultural y, sin embargo, me había dormido a la hora de planificar algo barato. La solución: nuestro querido vecino portugués.

Cuando hace unos años conocía Oporto y Braga, hubo un lugar cercano que me daría mucha rabia no poder incluirlo en los planes de entonces, tanto por su belleza como por su importancia histórica. Hablo de Guimarães, por lo que este iba a ser el objetivo primordial de este viaje, sumándole sobre la marcha otros destinos importantes, pero ya en base a como respondiese el tiempo climatológico que no pintaba demasiado bien.

Además la jugada era perfecta porque la ruta recomendada para llegar hasta la ciudad portuguesa en coche pasaba por Verín, al sur de Orense, donde mi tía tiene una casa que me iba a servir para pasar la primera noche en ella y quitarme así el jueves el grueso del trayecto al salir del trabajo, es decir un poco más de cuatro horas, además del consiguiente ahorro gracias a ello.

El viernes sólo tendría ya por delante 130 kilómetros que realizaría en una hora y veinte minutos por las autovías portuguesas, cuyo sistema de peaje casi que merece un capítulo aparte. Tras mirar en diferentes páginas como funcionan, a mí me sería muy útil el siguiente artículo: https://www.autocasion.com/actualidad/reportajes/como-pagar-los-peajes-en-portugal. Es muy claro y te dice perfectamente todas las opciones disponibles y como hay que hacer para ponerlas en práctica. Elegiría la segunda opción de la página, es decir, el permiso pre – pago y dentro de este el de tres días de validez con un precio fijo de 20,74 euros, para así despreocuparme completamente. Por tanto, lo pagaría en la página: http://www.tollcard.pt/fetcwcm/wcmservlet/es/comprar/outros-produtos.html, poniendo los días en los que circularía por el país y la matrícula de mi coche y con toda la tranquilidad del mundo pude llegar a mi destino sin preocuparme de las multas.

Te recomiendo que de una manera u otra dejes zanjado este tema antes de entrar en Portugal, porque sin darte cuenta, en más de una ocasión, vas a parar a autovías que no tienen la posibilidad de pagar con tarjeta o efectivo en las típicas garitas, sino que te ves directamente circulando por este tipo de vía y nada te libra ya de la multa si no has puesto remedio antes.

Independientemente de todo lo anterior, también me encontraría con los tradicionales peajes de tramo donde pagas como prefieras, suponiéndome estos 6,40 euros que pagaría en efectivo.

Y después de todo este rollo, por fin llegaría a las 10:00 a Guimarães, aunque no me había dado cuenta que esa era la hora española, siendo en Portugal una hora menos.

Aunque era consciente que era muy complicado que me dieran la habitación a las 09:00 de la mañana, decidiría probar suerte y dirigirme al hotel Ibis Guimarães, donde iba a dormir hoy, y contra todo pronóstico la amable señorita de recepción me dijo que no habría problema en que hiciese ya la entrada. Además en la misma puerta del hotel se puede dejar el coche estacionado si eres cliente y hay sitio, como era el caso, por lo que no podía pedir más. La habitación era limpia y confortable y me saldría por 42 euros, sin desayuno incluido. Un diez para este hotel por las facilidades que te ponen en todo, además de por las propias instalaciones.

Dice la tradición que fue en Guimarães donde nació Afonso Henriques, quien se convertiría, años más tarde, en el primer rey de Portugal, durante la primera mitad del siglo XII. También fue en esta ciudad donde tuvo lugar la famosa batalla de S. Mamede, la cual enfrentó a D. Afonso  Henriques y su madre D. Teresa, siendo esta uno de los hechos históricos que llevó a la independencia de Portugal. Sería dicho rey también quien la convertiría en capital.

Ante los hechos descritos no es de extrañar que Guimarães sea considerada como la cuna del país y que la UNESCO reconociera en 2001 su Centro Histórico como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Sin irme más por las ramas, había llegado el momento de empezar a conocer la ciudad, dirigiéndome para ello hacia su parte alta donde comenzaría la visita por uno de sus emblemas: su fabuloso castillo medieval, el cual guarda el origen de la nacionalidad portuguesa. La entrada individual cuesta dos euros, pero si la combinas con el pazo de los Duques de Braganza, como sería mi caso, cuesta seis euros. Hay una tercera combinación que incluiría también el museo Alberto Sampaio que costaría ocho euros, pero esta decidiría no cogerla porque tenía en mente otras actividades más apetecibles.

Castillo de Guimarães

Sería en el siglo X cuando la Condesa Mumadona Dias, después de enviudar, manda construir en su heredad de Vimaranes – hoy Guimarães – un monasterio. Los ataques de los moros y normandos, que en aquella época tienen lugar con asiduidad, crea la necesidad de construir una fortaleza para proteger y defender a los monjes y a la comunidad cristiana que vivían en su entorno. Surge, de esta manera, el primitivo Castillo. Entre los siglos XIII y XV varios reyes contribuirán con diferentes obras para mejorar la construcción. Pero a medida que los siglos pasaban, nuevas tácticas bélicas hicieron al castillo perder su función defensiva, entrando en un estado progresivo de abandono y degradación hasta que en el siglo XX la fortaleza es recuperada y declarada Monumento Nacional.

Castillo de Guimarães

Castillo de Guimarães

Su enorme torre del homenaje, rodeada por ocho torres almenadas, destaca en el horizonte, allándose en su interior una exposición. Aunque lo que más destacaría sería el paseo por sus murallas que ofrece una excelente panorámica de la región por sus cuatro puntos cardinales.

Castillo de Guimarães

A muy pocos metros, en el interior de la capilla de San Miguel del Castillo, se encuentra la pila románica en la que fue bautizado D. Afonso Henriques. El suelo del interior se encuentra cubierto por sepulturas que se atribuyen a nobles guerrilleros unidos a la fundación de la nacionalidad.

Capilla de San Miguel

Y también muy cerca de los anteriores se puede ver el convento de Santo Antonio dos Capuchos que en su construcción, los capuchinos, utilizaron piedras del castillo, las murallas y el palacio condal, lo que supuso la oposición de la población, aunque se mantendrían en dicho edificio hasta 1833 cuando se cerró el lugar.

Convento de Santo António dos Capuchos

Todo se encuentra cerca en Guimarães, por lo que sin darme cuenta estaba delante del Palacio de los Duques de Braganza, una maravilla de influencia normanda, construido en el siglos XV por Dom  Afonso, primer duque de Bragança, reflejando el gusto adquirido por este en sus viajes por Europa. El palacio quedaría deshabitado cuando la familia se trasladó a Vila Viçosa, hasta que bajo la dictadura de Salazar, en 1933, se reformó como residencia oficial del presidente.

Palacio de los Duques de Braganza

El patio interior se puede visitar de forma gratuita pero la visita a las diferentes habitaciones que se muestran son de pago. Yo ya había adquirido el pase conjunto con el castillo por lo que no tendría que pagar aquí. Recordad que fueron seis euros.

Palacio de los Duques de Braganza

Mi opinión es que el interior merece la pena, ofreciendo salas hermosamente decoradas, ricas estancias, mobiliario y elementos decorativos, destacando sobre las demás la sala de los Pasos Perdidos, los dormitorios o la sala de Banquetes con un techo de madera de castaño que imita el casco invertido de una carabela portuguesa.

Palacio de los Duques de Braganza

Palacio de los Duques de Braganza

A continuación del anterior, hallaría la plaza Martins Sarmento, un agradable espacio abierto que recibe el nombre de un importante arqueólogo y escritor portugués, en la que cabe destacar, en uno de sus laterales, la bonita iglesia barroca do Carmo, decorada en su exterior con hermosos azulejos azules y blancos y destacando en su interior el coro de madera y policromado de su parte alta desde donde se consigue una buena perspectiva de toda la nave. La subida a esta parte cuesta un euro. En esta misma plaza se puede apreciar también una las cinco pequeñas capillas que se conservan de los Pasos de la Pasión de Cristo.

Iglesia de Nossa Senhora do Carmo

Acto seguido tomaría la Rua de Santa María, donde tendría la sensación de retroceder a la Edad Media. Fue, durante siglos, habitada por clérigos, nobles y personas de prestigio, convirtiéndose en una calle de élite. Todo en ella evoca algo mágico y esotérico: las casas de balaustradas de madera, su sombría estrechez, la atmósfera oscura que resbala calla abajo. Con esa percepción desembocaba en la plaza donde se enfrentan la Biblioteca Municipal y el convento de Santa Clara, este último hoy Ayuntamiento de Guimarães. El convento sería uno de los más ricos de la urbe y en él destaca su fachada barroca con la escultura de Santa Clara. Parece que su interior posee un hermoso claustro de dos pisos de estilo clásico. Lástima que estuviese cerrado.

Rua de Santa María

Convento de Santa Clara

En las inmediaciones me quedaría sorprendido con la hermosísima plaza de Santiago (Säo Tiago), con sus característicos arcos de piedra y floreadas casas de tejas rojas, siendo el verdadero corazón de la ciudad. Según la leyenda el apóstol Santiago trajo una imagen de la virgen María a Guimarães colocándola en un templo pagano en una plaza que con el tiempo le honraría con su nombre. A lo largo de la historia es nombrada en varios documentos y conserva todavía las características medievales. Fue en sus alrededores en donde se instalaron los francos que vinieron a Portugal en compañía del Conde D. Henrique.

Plaza de Santiago

Plaza de Santiago

Contigua a la anterior se accede al Largo do Oliveira, en la que la belleza me nublaría la vista. La plaza está presidida por la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira, del siglo X. Este antiguo monasterio fue fundado por Afonso Henriques y restaurado por Joao I en agradecimiento a Nuestra Señora del Olivo por su victoria en Aljubarrota. Es, sin lugar a dudas, uno de los monumentos de mayor peso histórico de Guimarães. Enfrente se halla el Padrao do Salado, un templete gótico del siglo XIV que alberga una cruz. Cuenta la leyenda que un olivo fue trasplantado a este lugar para alimentar la lámpara del altar con su aceite, pero se marchitó. En 1342, el comerciante Pedro Esteves puso la cruz sobre él y el árbol reverdeció. El olivo que puede verse actualmente se plantó en 1985. La obra fue erguida para conmemorar la batalla del Salado, ocurrida en 1340 contra los moros, en el sur de España.

Largo da Oliveira

Iglesia de Nossa Sra da Oliveira y Monumento del Salado

Iglesia de Nossa Sra da Oliveira y Monumento del Salado

Sin quererlo me había plantado en las 13:00, por lo que me pareció buena idea hacer un alto en el camino para comer y así no tener más tarde problemas con la saturación de restaurantes. Optaría por un restaurante llamado Solar do Arco donde pediría bacalao al Solar con patatas a lo pobre. Estaba bueno. De beber tomaría cerveza y en el cubierto estaba incluido el pan y un aperitivo compuesto por aceitunas y mantequilla. Todo por 15,50 euros. El local por su parte era acogedor y limpio y todo el personal amable y siempre sonriendo. Si vuelvo repetiré.

Bacalao a la Portuguesa. Restaurante Solar do Arco

No había tomado postre y a la salida y en una pequeña tienda que estaba al lado, me fijé que en el escaparate había unos deliciosos dulces artesanales, típicos de la región, por lo que no puede evitar entrar y comprar dos diferentes. No costaban más de dos euros cada uno y estaban deliciosos.

Dejando atrás el museo Alberto Sampaio, desde cuyo exterior podría apreciar, en parte, su hermoso claustro románico, llegaría hasta el espectacular Largo República do Brasil, una avenida amplia, abierta y simétrica con preciosos y cuidados jardines y una fantástica vista de las montañas de los alrededores, así como de la iglesia de Nuestra Señora da Consolaçao e Santos Passos, al final de la misma. También se la conoce, popularmente, como iglesia de San Gualter ya que en ella se celebran las fiestas Gualterianas, las más importantes de la localidad realizadas en honor a su patrono durante la primera semana de agosto.

N.Sra da Consolaçao e Sts. Passos y Largo do Brasil

En sólo diez minutos más me había plantado en la estación del teleférico de Guimarães, único en la región norte y con el que pretendía subir hasta el monte da Penha. (7,5 euros ida y vuelta y 4 euros sólo ida). El recorrido que realiza es de 1700 metros, consiguiendo subir, aproximadamente en diez minutos, los 400 metros de altitud que separan la ciudad de la montaña.

Sierra da Penha

El día era fantástico y eso me permitiría disfrutar de unas vistas excepcionales de toda la comarca, además de ver el Santuario de Nossa Senhora do Carmo da Penha e incluso dar un pequeño paseo hasta la estatua de Pio IX, más elevada todavía y con panorámicas aún más espectaculares que las obtenidas anteriormente, ya que engloban a las mismas. Además a todo ello hay que añadirle las enormes rocas que pueblan toda esta área que la hacen aún más llamativa.

Guimarães desde Santuario da Penha

Santuario da Penha.

Monumento a Pio IX. Sierra da Penha

Después de pasar parte de la tarde admirando el entorno privilegiado que me rodeaba, volvería al centro de Guimarães y tomaría la calle Egas Moniz en la que buscaría la llamada Casa de la Rua Nova, en el número 115. Mi interés no era otro que apreciar una de las viviendas más antiguas del centro histórico en la que se utilizaron técnicas especiales de restauración para rehabilitarla que le valieron varios premios internacionales y que a posteriori y utilizando esos mismos métodos para el resto del casco antiguo, se conseguiría que el centro histórico de Guimarães fuese declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Unos metros después aparecería en el Largo Condesa de Juncal, una llamativa plazoleta adornada con árboles de ramas retorcidas y pavimento con adoquines dispuestos de forma concéntrica que la hacen bastante vistosa, para desde ella ir a parar hasta la plaza y la iglesia de la Misericordia de estilo renacentista. El edificio religioso posee un monumental retablo de gran vigor escultórico, con pintura que finge ser mármol. La plaza se encuentra flanqueada por edificios con fachadas de azulejos y grandes galerías, además de contar con una fuente ornamental frente a la que se halla el monumento a Afonso Henriques y una pequeña capilla - oratorio con una de las tallas que representan las estaciones del Vía Crucis.

Largo Condessa do Juncal

Largo da Misericordia

Casi al lado se puede ver también la casa de los Lobos Machado de estilo rococó, profusamente decorada y con una fachada de paredes de cal de un blanco impoluto.

El broche casi final de mi visita a Guimarães sería con el famoso Largo do Toural, posiblemente la plaza más emblemática  y grandiosa de la ciudad y, de hecho, considerada el corazón de la misma. En el siglo XVII se encontraba extramuros junto a la puerta  principal del pueblo, en donde se realizaba la feria del ganado bovino y otros productos y que es de dónde le viene el nombre. Su elemento más destacable probablemente sea su fuente renacentista que recuperó su lugar original en el año 2011 tras una gran remodelación del espacio, ya que antes se encontraba en la plaza Martins Sarmento. Se encuentra flanqueada de bellos edificios, entre los que se encuentra la iglesia de San Pedro, que acoge la imagen del patrono de la ciudad y fue la primera en recibir el título de basílica de la Archidiócesis de Braga.  Además en estos momentos y en pleno centro destacaba un inmenso árbol de navidad, que indicaba que estábamos a punto de comenzar las señaladas fiestas.

Largo do Toural

Largo do Toural

Navidad en Largo do Toural

Continuando por la Rua Galvao y casi en la esquina con Joao I, podría ver, por último, la bella fachada iluminada de la iglesia de Santo Domingo que formaba parte del antiguo convento de la orden de religiosos que desapareció en el siglo XIX, conservándose únicamente el claustro que actualmente forma parte del Museo Arqueológico.

Iglesia de S.Domingos

Era ya noche cerrada por lo que aprovecharía para volver a perderme por el centro histórico, sin rumbo fijo, e ir disfrutando de la iluminación navideña, además de volver a cruzarme con muchos de los lugares que había podido ir viendo durante el día, consiguiendo otra perspectiva completamente diferente y ya sin prácticamente gente por sus alrededores como fue el caso del castillo o del palacio de los Duques de Braganza.

Castillo de Guimarães

Palacio de los Duques de Braganza

Así terminaba la visita a esa urbe añeja, embrión de una cultura, cuna de un país, que a lo largo de la jornada me había ido susurrando algunos de los secretos escondidos tras sus piedras y tejas, mostrándose tal y como siempre fue.

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