SUECIA - DIA 03. Estocolmo: Isla de Djurgarden

25 de Agosto de 2019.

Algo que se convertiría casi en una tradición durante mi estancia en Estocolmo sería buscar, todos los días, una pastelería o cafetería donde poder desayunar los riquísimos bollos de canela o Kanelbullar, con los que tanto disfrutaría en lugares como el oeste americano, donde no me faltaban nunca para comenzar la jornada. Aquí sucedería lo mismo, acompañado siempre de un zumo o batido de chocolate según la apetencia en ese momento. Por cierto que este puede ser también un buen referente para ver lo cara que es la capital y es que sólo por lo que acabo de mencionar no conseguía bajar nunca de las 65 SEK.

Hoy me daría cierta tregua con la hora de despertarme y es que comenzaba el día cogiendo el barco de la línea 82 que parte de Slussen, en Gamla Stan, hacia el muelle de Allmänna Gränd en la isla de Djurgarden, no partiendo el primero hasta las 09:00, así que me planificaría para estar diez minutos antes de la salida del barco y no esperar demasiado. En sólo quince minutos desembarcaba en la mencionada isla.

Barco hacia Isla de Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

Djurgarden fue entre los siglos XVI y XVIII un terreno reservado para las cacerías de los reyes; hoy es sede de algunos de los museos más importantes y más visitados de la ciudad. La isla está dividida por dos zonas claramente delimitadas por la bahía de Djurgardsbrunnsviken, la cual se hiela en invierno y se convierte en una céntrica pista de patinaje.

No éramos muchos los que viajábamos en el barco pero todos teníamos claro hacia dónde dirigirnos nada más pisar tierra. Nos encaminábamos hacia, probablemente, el museo más famoso no ya de Suecia sino de toda Escandinavia: el museo Vasa, donde se exhibe el buque real de guerra más potente del mundo en su época.

Museo Vasa. Djurgarden

Su horario del 1 de junio al 31 de Agosto es de 08:30 a 18:00. El resto del año de 10:00 a 17:00, aunque los miércoles cierra a las 20:00. Su precio es de 150 SEK sin la Stockholm pass, con ella es gratuito.

Efectivamente, se suponía que el Vasa era la nave de guerra más poderosa del planeta, con sesenta y cuatro cañones dispuestos en dos cubiertas. Se construyó para el rey Gustavo Adolfo de Suecia entre los años 1626 y 1628, y costó 100.000 dalers, el 2 por ciento del producto nacional bruto sueco. Se construyó de acuerdo a las medidas especificadas por su majestad. El barco medía 69 m de largo y 52,5 m desde la quilla hasta lo alto del mástil, con diez velas y tres mástiles y capacidad para 145 marineros y 300 soldados. El Vasa zarpó en su viaje inaugural el 10 de agosto de 1628, pero sólo había navegado 120 m cuando se escoró a la derecha y el agua entró por las troneras. Ante la atónita mirada de los presentes, se hundió y treinta personas fallecieron.

Museo Vasa. Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

En aquella época no se aclaró el hundimiento del barco, pero el rey Gustavo Adolfo, encolerizado, ordenó que se castigase a los responsables. Nadie fue castigado porque el responsable de la planificación ya había fallecido, y, en realidad, había seguido las medidas decretadas por el propio monarca.

En 1956, el investigador de naufragios Anders – Franzén encontró el Vasa en el fondo de la zona de las corrientes, en pleno centro de Estocolmo. En los años siguientes, con ayuda de la Marina sueca, Franzén consiguió poner en marcha los trabajos y en abril de 1961 el buque emergió 333 años después de la catástrofe.

El museo consta de cinco plantas en las que a través de diferentes exposiciones se relata la historia del buque, los combates navales, las condiciones de navegación a vela, el salvamento, la construcción del Vasa, documentos sobre los interrogatorios a los supuestos responsables del fiasco, etc.

Museo Vasa. Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

Cada hora se exhibe una película en la gran sala de proyección. En la planta baja del museo hay una sección donde los visitantes pueden moverse dentro del buque con ayuda de ordenadores multimedia. También se puede intentar reconstruir el barco para mejorar, claro, su navegabilidad.

Museo Vasa. Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

Museo Vasa. Djurgarden

Como se ve es una visita obligada en la que se disfruta una barbaridad, donde te sientes transportado siglos atrás, envuelto por el aroma a brea y madera. Yo pasadas las dos horas me obligaría a marcharme pues todavía quería hacer muchas cosas hoy y si no corría el riesgo de perdérmelas, pero es un museo que puedes estar todo el tiempo que te apetezca sin cansarte.

Aunque tenía claro que no iba a entrar en su interior, no por falta de ganas sino por tiempo, sin embargo, no quería perderme los increíbles exteriores del edificio que muestra la historia cultural sueca desde la década de 1520 hasta nuestros días. Hablo del museo  Nórdico o Nordiska, el cual se caracteriza por su aspecto de castillo renacentista.

Museo Nórdico o Nordiska Museet. Djurgarden

Pronto lo dejaría atrás para dirigirme, sin prisa pero sin pausa, al otro museo estrella de la isla de Djurgarden llamado Skansen, donde pasaría todo lo que me quedaba de mañana y parte de la tarde y es que el día tan excepcional que hacía, con cielos despejados y una temperatura de unos 24 grados, invitaba a disfrutar al máximo de este lugar.

Skansen. Djurgarden

Skansen tiene el honor de ser el primer museo al aire libre del mundo, siendo fundado por el profesor Artur Hazelius en 1891, con el fin de enseñar cómo vivían y trabajaban los habitantes de las diversas regiones suecas, desde los lapones del norte hasta los granjeros del sur. Su idea era conservar en un único lugar esas tradiciones que temía se perdieran ante la creciente industrialización. Así mismo cuenta con un parque zoológico, siendo el complemento perfecto a todo lo demás. Por si fuera poco, además aquí se festejan las fiestas nacionales más importantes, la Navidad e incluso conciertos.

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Durante mi estancia en el recinto tendría oportunidad de contemplar buena parte de los más de 150 edificios históricos que se distribuyen a lo largo y ancho del mismo. Hay granjas, casas señoriales, iglesias, campanarios, molinos de viento, fincas rurales, etc.

Pero, sin duda, una de las cosas que más llaman la atención y que más impactan es la reconstrucción de un pueblo entero tal y como era en 1890, con su curtidor, su alfarero, un taller de sopladores de vidrio, panaderos, zapateros y muchas otras profesiones de entonces con demostraciones artesanales de cada disciplina. La mayoría de los edificios se encuentran abiertos al público, pudiéndose ver como los hombres y mujeres desarrollan sus trabajos ataviados con los trajes tradicionales de entonces, mientras barren, cocinan, tejen o afilan las guadañas.

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

A cada paso algo me llama la atención, cuando no son unos jóvenes cantando alegremente canciones típicas suecas, lo hace alguna nueva actividad que se lleva a cabo dentro de algún taller que todavía no he visitado, por no hablar de las curiosas construcciones que voy encontrando en mi camino como el pabellón de Swendenborg; la casita Hornborga, realizada en madera y con techumbre de paja, de Suecia occidental, que muestra cómo vivían los pobres en el siglo XIX; la granja Älvros, de 500 años, y cuya sala de estar pueden verse utensilios cotidianos, la iglesia Seglora con tejado de teja plana y delgada y un púlpito en su interior más antiguo que la propia iglesia; un almacén denominado Vastveit que se construyó en el siglo XIV y es el edificio más antiguo de Skansen; un sinfín de granjas de diferentes características y así muchísimos otros lugares de interés que no dejan de sorprenderte y te llevan constantemente al pasado.

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

El otro punto fuerte de Skansen es que todo lo anteriormente relatado se combina con un gran número de lugares donde puede verse la flora y fauna escandinava en su hábitat natural, con osos, alces, renos, lobos, etc. Y alguna que otra sorpresa como linces, que sólo había tenido la posibilidad de contemplarlos en el parque de Cabárceno en Cantabria y ahora podía verlos por segunda vez en mi vida y lo mejor que pude observar también a un cachorro.

Jabalíes en Skansen. Djurgarden

Lince en Skansen. Djurgarden

Oso en Skansen. Djurgarden

Soy consciente que me estoy alargando más de la cuenta con este lugar, pero fueron tantas las experiencias reseñables que uno no puede parar de narrarlas, como la primera vez que veía en vivo y en directo como esquilaban una oveja, algo que siendo tan tradicional en el campo a mí me dejaría fascinado; o como hacían la colada en el río varias mujeres y la forma de secar después la ropa; o los bonitos y animosos bailes regionales acompañados de un concierto de música nórdica, vamos una auténtica gozada.

Skansen. Djurgarden

Skansen. Djurgarden

Bailes Tradicionales. Skansen

Respecto al tema de las comidas, tampoco hay que preocuparse, pues aunque se puede optar por traer tú propio almuerzo y comerlo en uno de los tantos lugares habilitados a tal efecto, también hay un gran número de puestos donde sirven especialidades suecas y de buena calidad. Yo optaría por las tradicionales albóndigas con salsa de frambuesa y puré de patatas, con las que me chuparía los dedos. (100 SEK con bebida).

Albóndigas Suecas en Skansen

Skansen está abierto todo el año, pero conviene consultar los horarios, ya que varían bastante dependiendo de cada época del año. La entrada cuesta 140 SEK sin la Stockholm pass, con ella es gratuita.

Dado que poseía el ya mencionado Stockholm pass, no quise irme de Skansen sin dar una vuelta por su acuario y la verdad que mereció la pena, aunque reconozco que entré sin muchas expectativas de ver algo interesante, me equivocaba, pues para comenzar hay una zona donde puedes interactuar de tú a tú, sin ningún tipo de rejas ni seguridad de por medio, con monos lémures. Eso fue lo mejor, pero la observación de serpientes, lagartos, peces exóticos e insectos de lo más extraños y desagradables, tampoco te deja indiferente, por lo que creo que merece la pena dedicar un tiempo a este lugar. Sin el pase la entrada cuesta 120 SEK. Por cierto, al final del recorrido tienes la opción de tocar una tarántula y una serpiente de forma gratuita y con la supervisión de un responsable. Yo me atrevería con la serpiente, pues no era la primera vez que había tenido una conmigo, no me atreví con la tarántula, fue superior a mis fuerzas.

Lémur. Acuario. Skansen. Djurgarden

Iguana. Acuario. Skansen. Djurgarden

Saldría de Skansen a las 16:45, lo que puede parecer mucho, pero es que es todo un mundo de entretenimiento, aprendizaje, observación y diversión, casi como si fuera un parque temático, por lo que puedes dedicar todo el tiempo que quieras. Si tienes poco tiempo en la capital, o hace un día lluvioso, es evidente que puedes acortar la visita lo que sea necesario y adaptarla a tus necesidades, pero de verdad pienso que merece la pena tomárselo con calma y disfrutarlo al máximo. Ni que decir tiene que si encima vienes con niños la diversión se incrementa considerablemente.

Lo que me quedaba de tarde lo tenía reservado, pues el tiempo seguía siendo inmejorable, para realizar, caminando, una hermosa ruta que me llevaría por toda la costa de la isla de Djurgarden, a través de un pequeño sendero pegado al mar Báltico y en el que constantemente vas disfrutando de hermosas vistas.

Paseo por Djurgarden

Puerto de Djurgarden

El primer lugar destacable con el que me encontraría, después de pasar el pequeño puerto, sería el museo de arte Waldemarsudde, localizado en la antigua residencia del príncipe Eugenio, ya que este lo legó al Estado tras su muerte. No podría entrar a su interior ya que estaba cerrado, pero creo que merece bastante la pena y está considerado como de las mejores galerías de arte suecas con gran cantidad de cuadros paisajistas. No obstante sólo ya con sus exteriores uno queda satisfecho pues están plagados de bellos jardines, esculturas y fantásticas vistas del entorno en el que está situado.

Museo Prins Eugens Waldemarsudde. Djurgarden

Jardines Museo Prins Eugens Waldemarsudde

Continuaría por la orilla hasta otra pequeña loma, Biskopsudden, donde volvería a deleitarme con nuevas perspectivas del Báltico, hasta que un poco más adelante hallaría una grata sorpresa, pues me encontraría con un viejo molino construido en 1785 por un mayorista para extraer aceite de semillas de lino. Sólo quedan cinco de este tipo en el mundo, siendo, por lo tanto un importante bien de interés cultural.

Paseo por Djurgarden

Molino en Djurgarden

Ya no volvería a detenerme hasta llegar hasta el extremo este de la isla, donde un pequeño faro advierte a cruceros y barcos de la cercanía de tierra firme. Hay también una pequeña playa y una escultura en las cercanías.

Extremo de la Isla de Djurgarden

Paseo por Djurgarden

No perdería el camino y seguiría bordeando la isla hasta que el agua me cortaría el paso, pero no sería la del mar, sino la que corresponde al canal Djurgardsbrunnskanalen, la opción elegida para retornar al centro de la ciudad. Cruzaría un bonito puente de nombre Lilla Sjötullsbron, adornado con flores, y por la ribera de este canal llegaría hasta el barrio diplomático donde están algunas de las embajadas más importantes, para poco después llegar hasta el Nobelparken con una bonita escultura de la diosa Diana, y poco después hacer acto de presencia en la avenida Strandvägen, flanqueada de edificios señoriales y elegantes fachadas.

Puente Lilla Sjötullsbron. Djurgarden

Djurgardsbrunnskanalen desde Lilla Sjötullsbron

Escultura diosa Diana. Djurgarden

Eran las 20:00 cuando terminaba el paseo al que había dedicado tres horas. Se puede hacer perfectamente en la mitad o en dos horas, pero si te vas parando y te lo tomas con tranquilidad, recreándote con las vistas y haciendo fotos, pues al final, como siempre digo, te lleva lo que cada uno quiera.

Estaba fundido por lo que decidí coger el tranvía número siete, aunque fuese para dos paradas, así lo probaba, bajándome en T-Centralen, y desde esta el metro, una parada, hasta Gamla Stan. Tuve tentaciones de parar en algunos de los muchos restaurantes que se distribuyen por todo el centro histórico, pero al final el cansancio, el dinero  y saber que tenía que madrugar mañana, me llevaron a la opción más práctica y más barata, tirar otra vez de supermercado y cenar en el hostel.

Los gastos de hoy de museos hubieran sido los correspondientes al Vasa y Skansen, lo que me hubiera supuesto 290 SEK. En total de ayer y hoy llevaría ya 850 SEK, por lo que en principio, y todavía a falta de tres días, la inversión en la Stockholm pass de cinco días parecía haber sido buena, veríamos como quedaba la cosa al final.

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