LUXEMBURGO - DIA 05. Descubriendo la capital luxemburguesa

7 de Septiembre de 2018.

Después de cuatro días recorriendo el pequeño país centroeuropeo, había llegado el momento de dirigirme a su capital: la ciudad de Luxemburgo, para tratar de descubrirla lo mejor posible durante las dos próximas jornadas, pero todavía me quedaba una última parada por hacer antes de dejar definitivamente el vehículo de alquiler y encaminarme a la principal y más importante ciudad del Gran Ducado.

Dado que eran muchas las cosas que tenía pendientes antes de desprenderme del coche, hoy me pondría en pie un poco antes para poder ir sin agobios.

Nada más desayunar, llenaría el depósito del vehículo lo que me supondría 31 euros por casi 500 kilómetros, lo que pienso no está nada mal.

Tras ello, pondría rumbo a esa última parada que comentaba en el primer párrafo y que tenía especial interés por conocer, un lugar donde se respira mucha paz y tranquilidad al que se le conoce como “Memorial y Cementerio Americano de Luxemburgo”, ubicado a menos de diez kilómetros de la capital.

No podemos olvidar que la Quinta División Acorazada estadounidense liberaría a este país de las tropas nazis el día 10 de septiembre de 1944. Es por ello que el 29 de diciembre de ese mismo año, se estableció, de forma temporal, un cementerio militar. Posteriormente el gobierno del Gran Ducado otorgó, a perpetuidad, su uso libre y permanente como cementerio, sin cobrar tasas ni impuestos.

Un sendero me conduciría desde la puerta de entrada, adornada con coronas de laurel y águilas doradas, hasta el edificio para visitantes y, desde aquí, hasta el monumento conmemorativo en el que se encuentra ubicada la capilla, donde destaca el techo con un colorido mosaico que representa al Espíritu Santo en forma de paloma sobre una nube sujetada por cuatro ángeles.

Cementerio Americano de Luxemburgo

Cementerio Americano de Luxemburgo

Cementerio Americano de Luxemburgo

Justo enfrente, una terraza adoquinada con piedras me mostraría las vistas hacia la zona de las tumbas, que acoge los restos de 5076 militares estadounidenses fallecidos, entre los cuales descansa el de una enfermera militar. Todos ellos perdieron sus vidas al servicio de su país.

Cementerio Americano de Luxemburgo

Cementerio Americano de Luxemburgo

Pero existe una tumba especialmente conocida, que no es otra que la del General Patton, Comandante del Tercer Ejército estadounidense, y que está situada entre dos mástiles enfrente del Monumento Conmemorativo.

Tumba del General Patton

Tampoco hay que olvidarse de contemplar los dos pilones conmemorativos que muestran los nombres de los 371 Desaparecidos en Combate y cuyos restos jamás se recuperaron, o bien descansan en tumbas no identificadas. Así como los mapas que muestran las campañas de Las Ardenas y de Renania.

Cementerio Americano de Luxemburgo

Cementerio Americano de Luxemburgo

Por cierto que no hay ningún problema en pasear por el amplio espacio de las tumbas, increíblemente cuidado y con bonitas fuentes decoradas con delfines y tortugas de bronce que simbolizan, respectivamente, la Resurrección y la Vida Eterna.

Cementerio Americano de Luxemburgo

Cementerio Americano de Luxemburgo

Cementerio Americano de Luxemburgo

Después de la emotiva visita anterior, me dirigiría hacia el aeropuerto donde, ahora sí, había llegado el momento de entregar el coche de alquiler, pues no tenía ya sentido seguir con él. Ello por dos motivos evidentes: uno porque la capital se puede recorrer a pie sin ningún problema ya que las distancias no son significativas y otro porque apenas hay sitios céntricos para poder dejar los vehículos sin tener que pagar, lo que supone un desembolso importante.

Desde el aeropuerto lo más sencillo y económico para llegar hasta el centro es tomar el autobús número 16 que cuesta dos euros y cuyos tickets se sacan en unas máquinas expendedoras que están al lado de la parada. Existe otro de cuatro euros que tiene validez para montar en todos los autobuses que quieras durante todo el día por lo que te puede salir a cuenta si no te gusta demasiado andar. En mi caso como me encanta caminar optaría sólo por el sencillo.

Me bajaría en la parada “Hamilius” en pleno centro de la capital y donde no tardaría en llegar más de media hora. Desde aquí sólo tendría que andar quince minutos más para plantarme en la puerta de entrada del que iba a ser mi alojamiento durante los próximos dos días: Luxembourg City Hostel. No obstante si también has elegido esta opción y no quieres andar puedes llegar hasta él con los autobuses 9, 14, 167 o 195.

El albergue cumple con las expectativas más que de sobra. Su ubicación es muy buena, pues no se tarda más de quince minutos en llegar a cualquier lugar importante, teniendo algunos puntos imprescindibles como las Casamatas del Bock justo al lado. Las habitaciones están limpias y son amplias, aunque el baño y las duchas están en el exterior, pero también están cuidados. Las duchas sin embargo funcionan con pulsador lo que resulta algo incómodo. Otra cosa a tener en cuenta es que no hay cortinas en la habitación. Esta además cuenta con amplias taquillas para dejar la maleta por lo que es bueno llevar candado aunque lo puedes solicitar en recepción donde te dejan uno con fianza de diez euros que te devuelven al entregarlo. El alquiler de toalla supone tres euros aunque te cobran diez como fianza y luego al entregarla te devuelven siete. El desayuno es bastante justo consistiendo en cereales, tostadas de pan (no hay tostador, por cierto) y leche y zumos. El precio por las dos noches sería de 50,30 euros.

Cuando llegué no pude realizar todavía el check – in por ser demasiado pronto, así que dejaría la maleta en una de las taquillas de la zona común y me marcharía a empezar a conocer la ciudad.

La ciudad de Luxemburgo es una de las principales capitales financieras de Europa y residencia oficial del Gran Duque. Su belleza reside fundamentalmente en el contraste entre sus cuidados edificios, los restos de sus antiguas murallas y sus paisajes llenos de contrastes. Pese a su dilatada historia, no fue hasta hace poco y gracias, en buena parte, a su frenética actividad financiera y política cuando los europeos han descubierto ese Luxemburgo agazapado entre Francia, Alemania o Bélgica y su, a la vez, bulliciosa y apacible capital.

Mis primeros pasos me llevarían al que se conoce como barrio de Pffafenthal, localizado en el fondo de una inmensa quebrada que separa y protege el centro de los demás barrios. Es la zona proletariada y obrera de la ciudad con casas y viviendas humildes para lo que es Luxemburgo, aunque a ojos de cualquiera de los mortales ya nos gustaría a muchos poseer una de ellas. En la puerta de varias casas discretas se puede ver algún BMW y Mercedes – Benz lo que delata el poder adquisitivo de incluso los que menos tienen. Por aquí también discurre el río Alzette en el que se reflejan algunas viviendas y es salvado por pequeños puentecillos que le dan un encanto especial a esta zona.

Barrio de Pffafenthal

Barrio de Pffafenthal

Es en este distrito donde se encuentra una obra que en su momento crearía cierta controversia pero que a día de hoy se ha integrado ya perfectamente en el barrio y que además es de enorme utilidad. Me estoy refiriendo al ascensor Pffafenthal, un elevador que permite salvar el enorme desnivel existente entre el histórico distrito y la ciudad alta. La instalación es utilizada por todo el mundo desde 2016, tanto por residentes como por turistas y además de ser funcional también permite obtener unas perspectivas espectaculares desde la salida superior del elevador, al estar una pequeña parte suspendida sobre el valle, obteniendo así una panorámica del propio barrio de Pffafenthal, el Puente Rojo, el valle de Alzette o el distrito de Kirchberg. Si a ello le añades, además, el tramo de cristal de una parte del suelo que permite situarte encima  del abismo, transmitiéndote una sensación vertiginosa, pues es algo que no se puede obviar en la visita a la capital.

Suelo del elevador del Barrio de Pffafenthal

Barrio de Pffafenthal desde su Elevador

Barrio de Pffafenthal desde su Elevador

Suelo del elevador del Barrio de Pffafenthal

Con el ascensor se accede directamente al parque Pescatore donde se encuentra la fundación del mismo nombre, ubicada en un bonito edificio de ladrillo. Contiguo a esta se encuentra el boulevard Robert Schuman que en pocos metros se convierte en la avenida John F. Kennedy. El nexo de unión de ambas es el puente Grande – Duchesse Charlotte o más conocido como el puente Rojo, desde el que se consiguen unas fantásticas vistas de buena parte del centro histórico.

Puente Grand Duchess Charlotte

Luxemburgo desde Puente Grand Duchess Charlotte

Aunque pueda parecer mucha distancia en una media hora ya me encontraba plantado en mi siguiente objetivo: la plaza de Europa, centro neurálgico de la Plateau de Kirchberg, una amplia explanada, que era un espacio rural, y fue elegida en 1952 para albergar los primeros edificios administrativos de la CECA y posteriormente todos los edificios de las instituciones europeas con sede en Luxemburgo. Es aquí donde se encuentran la Secretaría General del Parlamento Europeo y sus edificios administrativos, la Corte de Justicia o el Banco Europeo de Inversiones, entre otros organismos. Pasearía un rato por sus exteriores, dado que no me informé si se puede o no visitar el interior de alguno de ellos, mientras veía a un número ingente de funcionarios de múltiples nacionalidades dirigirse de un lado a otro a toda prisa. De todas maneras me impresionaría mucho más la sede de Bruselas, mucho más elegante e imponente. Ya sólo me queda por conocer la que se encuentra en Estrasburgo con la que cerraría el triplete, a la que espero no tardar demasiado en poder ir.

Secretaría General del Parlamento Europeo

Secretaría General del Parlamento Europeo

Secretaría General del Parlamento Europeo

Al otro lado de la Plaza de Europa se puede admirar el que es, sin duda, el edificio más destacable y hermoso de toda esta área. Hablo de la Filarmónica, una maravillosa construcción en forma de concha sustentada por una delgadísima columnata de reluciente columnas blancas.

Filarmónica de Luxemburgo

Filarmónica de Luxemburgo

A pocos pasos se hallan también el centro de convenciones y el MUDAM (Museo de Arte Moderno), el primer museo de este género del país.

MUDAM (Museo de Arte Moderno)

No lejos de este último me encontraría con los restos de las que fueron dos importantes construcciones defensivas. Por un lado, Fort Thüngen o fortaleza de las Tres Bellotas, que sería utilizada, a lo largo de los siglos, por austriacos y prusianos para hacerse fuertes en el terreno. Admirar su arquitectura con sus tres torres principales es fascinante. El nombre es consecuencia de la presencia de las bellotas en la punta de los torreones. Su interior contiene un museo al que decidiría no entrar. Por otro lado, hay que decir que el área que rodea Fort Thüngen sería en el pasado un profundo foso que se encontraba conectado a Fort Obergrünewald, la segunda de las fortalezas mencionadas, a través de un túnel subterráneo excavado en la roca. Es por ello que toda esta zona está repleta de pasadizos, rincones y recovecos por lo que es muy interesante perderse, además de obtener nuevas panorámicas de la ciudad que bien merecen la pena observar.

Fort Thüngen o Fortaleza de las Tres Bellotas

Fuerte Obergrünewald

Fuerte Obergrünewald

Luxemburgo desde Fuerte Obergrünewald

Desde aquí y tras perderme por los anteriores entresijos, me aventuraría a seguir bajando la colina por un pequeño sendero que en zigzag se adentraba en la espesura del parque, para metros después devolverme al sereno barrio de Pffafenthal, por donde había iniciado mi paseo por la capital. Saldría de hecho a un sector que no había conocido en mi anterior incursión lo que me haría darme de bruces con las torres simétricas Vauban, así como nuevas e idílicas imágenes con la ribera del río Alzette como protagonista.

Torres Vauban. Barrio de Pffafenthal

Barrio de Pffafenthal

Barrio de Pffafenthal

Dado que estaba muy cerca del hostal decidiría hacer un pequeño parón en este justo momento y pasarme por allí a comer un panini de jamón y queso y una coca cola (seis euros) y ya de paso hacer el check in y dejar todo organizado para cuando llegara por la noche.

Después de este merecido descanso no tendría que desplazarme ni 200 metros pues mi siguiente objetivo iba a ser uno de los símbolos de la ciudad de Luxemburgo, un lugar que nadie debería perderse en la visita a la capital dado que es uno de los elementos históricos más importantes que tiene y a la que debe, en parte, que sea reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Me estoy refiriendo a las Casamatas del Bock, que para aquellos que leen por primera vez este término no es otra cosa que una sala abovedada “a prueba de bombas” que hace las funciones de fortín y es destinada al alojamiento de tropas y material, además de comunicar varios sectores de la misma por medio de túneles.

Casamatas del Bock

Este enorme sistema subterráneo de defensa militar de las casamatas es muy posterior a la fundación de la primera fortaleza, erigida en el siglo X, pero en el curso de su existencia ha cambiado muchas veces de dueño siendo españoles, italianos, franceses, austriacos, belgas y prusianos los que han participado en la ampliación progresiva de las fortificaciones de esta plaza fuerte.

Debido a estos impresionantes bastiones, la ciudad de Luxemburgo fue nombrada, con toda razón, el “Gibraltar del Norte”. En 1867, sería evacuada y tuvo que ser desmantelada como consecuencia de la neutralización de Luxemburgo. El desmantelamiento duró 16 años y las casamatas fueron reducidas a 17 kilómetros.

Casamatas del Bock

Casamatas del Bock

Durante la visita podría disfrutar de una parte de la extraordinaria red de galerías subterráneas que la conforman, zambulléndome en la historia fulgurante de las casamatas a través de sus cámaras de cañón y troneras, perdiéndome a lo largo de sus pasillos de roca, atravesando antiguos y lúgubres recovecos poseedores de leyendas o admirando las soberbias vistas de la ciudad baja y la ciudad alta, el barrio de Grund, la Abadía de Neumünster, la meseta del Rham o la meseta de Kirchberg.

Casamatas del Bock

Iglesia de San Juan (Neumünster) desde Casamatas del Bock

Casamatas del Bock

El perderse por los misterios de sus galerías es algo fascinante pues en muchos momentos estás en completa soledad, haciendo acto de presencia la sugestión y los escalofríos así como viejas leyendas como la de la bella Melusina. Esta era la esposa de Sigefroi, el primer conde de Luxemburgo, que habitaba en su castillo en el promontorio rocoso del Bock. Al casarse, Melusina pidió a su marido que no la viese nunca durante un día y una noche determinada de la semana. No pudiendo resistir su curiosidad, un buen día, Sigefroi descubrió, al mirar por el agujero de la cerradura de la puerta de la habitación de su esposa, que tomaba un baño y que tenía una cola de pez que sobresalía de la bañera. Melusina, que se dio cuenta de que su marido la observaba, desapareció para siempre en las olas del río Alzette.

Después de más de una hora de exploración, volvía a salir al exterior y en unos pocos metros encontraría el “Chemin de la Corniche”, un mirador único que brinda unas vistas espectaculares sobre el valle de Alzette y el barrio de Grund y la meseta de Rham enfrente, y al que se considera “El balcón más bello de Europa”. No sé si será el más bonito pero sin duda que ha de estar en los primeros puestos. El mismo permite seguir las murallas del siglo XVII y obtener diferentes perspectivas hasta el muro de Wenceslao, al otro lado del río.

Luxemburgo desde Chemin de la Corniche

Luxemburgo desde Chemin de la Corniche

Luxemburgo desde Chemin de la Corniche

Desde el punto anterior continuaría con la que se conoce como Ruta Wenzel que a lo largo de dos kilómetros y medio recorre la parte alta y baja de la ciudad, atravesando fortificaciones y senderos. Su nombre rinde homenaje a Wenceslao II, duque de Luxemburgo entre 1383 y 1419, periodo de gobierno en el que se erigió una parte del tercer anillo de la urbe, el llamado muro de Wencel. El paseo cultural e histórico permite, por tanto, conocer los barrios más antiguos de la ciudad, a medida que se va pasando por una gran cantidad de edificios que destacan tanto por su arquitectura como por su historia, consecuencia de las diferentes dominaciones extranjeras que sufriría el país a lo largo de los últimos cinco siglos.

El circuito se encuentra perfectamente señalizado con una gran variedad de paneles informativos que brindan detalles e información de cada lugar que se va descubriendo, por lo que es de lo más completo.

De esta manera y a medida que continuaba el recorrido se irían sucediendo lugares tan reseñables como la puerta de Grund, construida por los españoles; el puente del castillo con su color de arenisca roja tan característico; la muralla Wenzel con una de las ubicaciones más alta en el anillo de defensa de la ciudad y originariamente con casi 900 metros de largo y 40 torres y 15 puertas; un foso; la abadía de Neumünster; la puerta de Jacobo de siglo XV que llegó a tener un puente levadizo y una casamata de cañones en el piso superior; las instalaciones defensivas de la meseta de Rham de diferentes épocas tales como la medieval, la ocupación francesa y la era prusiana, etc.

Puente del Castillo desde Ruta Wenzel

Muro de Wenceslao desde Ruta Wenzel

Torre de Jacobo desde Ruta Wenzel

Torres Medievales desde Ruta Wenzel

Si todo lo anterior es acompañado por continuos miradores y panorámicas a cada cual más bonita, pues es otra de esas rutas que es casi obligatorio realizar.

Vistas desde Ruta Wencel

El paseo anterior lo concluiría ya casi de noche en el barrio de Grund, otro encantador rincón de la capital, repleto de cafés y restaurantes al lado del río, de lo más bohemio.

Barrio de Grund

Era este un buen momento para concluir la intensa jornada cultural por lo que regresaría a mi hostel por el camino más corto y allí no dudaría en pedir el menú nocturno de 9,90 euros compuesto por lentejas de primero, ensalada y un plato de cuscús con salchichas, albóndigas, pollo y verdura de segundo y crema catalana de postre. Realmente increíble que por ese precio se pueda cenar así en Luxemburgo.

Tras bajar un poco la comida, no tardaría mucho en meterme en la cama pues mañana todavía me quedaban muchos lugares interesantes por conocer de la capital de este pequeño pero gran país.

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