DIA 17. ALABAMA. Encerrados por culpa del viento

11 de Septiembre de 2017.

Hoy sería otro día de encierro forzoso y es que continuábamos sufriendo los resquicios del huracán con un viento fuerte y desagradable que no permitía hacer gran cosa. No llegaba a ser peligroso pero sí que nos obligaría a permanecer en el apartamento durante buena parte del día, lo que haría que estuviéramos con cierta desidia y aburrimiento, pues al final por muchas buenas películas que echaban y por muchas cartas que tuviéramos, era ya un poco desesperante. De verdad que no puedo llegar a comprender como se pueden llegar a pasar tres meses dentro de una casa en programas como Gran Hermano, pues yo me pegaría un tiro a la semana.

Orange Beach desde Apartamento Phoenix VI

Orange Beach desde Apartamento Phoenix VI

Teníamos ganas de volver y salir ya de allí, pues las vacaciones forzosas no son de lo más agradables, pero ni siquiera eso lo teníamos garantizado, pues no teníamos confirmación del vuelo de regreso, ya que a estas alturas el aeropuerto de Miami continuaba cerrado y las carreteras de Florida sufrían cortes por inundaciones, caída de árboles y retenciones en muchos puntos, así que seguíamos a la expectativa de ver como se desarrollaban los acontecimientos durante las próximas horas.

Sobre las 18:00 ya no aguantaría más y decidiría irme a dar una vuelta por el cercano puerto de Orange Beach, pues parecía que el viento estaba remitiendo y aunque hacía aire se podía pasear relativamente bien. Sólo tardaría en llegar hasta él diez minutos y la soledad era total en el lugar, sorprendiéndome gratamente, pues era una zona con encanto gracias a sus muelles de madera, las embarcaciones, los pelícanos volando de un lado a otro y una maravillosa puesta de sol que no esperaba encontrar.

Puesta de sol en los muelles de Orange Beach

Puesta de sol en los muelles de Orange Beach

Puerto de Orange Beach

Puerto de Orange Beach

También se podían ver a lo lejos las tradicionales casas americanas con su parcela privada y su pequeño muelle, donde seguramente pasen estupendas temporadas vacacionales sus propietarios.

Mientras paseaba entre embarcaciones, me daría tiempo a fijarme en un cartel colgado en una caseta en el que se ofertaban paseos en barca por la zona, lo cual tenía bastante buena pinta. Lástima que con el tiempo que estaba haciendo estos días, todo estaba cerrado a cal y canto.

Decidiría sentarme al lado de unos pelícanos, que ni siquiera se inmutaron con mi presencia, para presenciar como el sol seguía descendiendo y, poco a poco, se iban ocultando en el horizonte. Fue un momento revitalizante y que me haría olvidarme del encierro obligado al que habíamos estado sometidos y que me haría coger fuerzas para lo que quedaba de jornada y para el día siguiente.

Pelícanos en el Puerto de Orange Beach

Con la oscuridad como acompañante, volvería al apartamento, donde me esperaban mis amigos con una rica lasaña preparada que estaba para chuparse los dedos, por lo que fue el complemento perfecto para recuperar los ánimos que, de alguna manera, habíamos perdido.
Estaba claro que esta semana también nos iba a servir para llevarnos uno cuantos kilos de más, pero que mejor vía de escape y consuelo que la comida.

Mañana parecía que los vientos empezaban a remitir a partir del mediodía, lo que haría que empezáramos a animarnos un poco más, pues ya teníamos en la cabeza un pequeño plan que nos iba a servir de revulsivo para afrontar mejor el tiempo que nos quedaban en Perdido Beach, pero eso ya corresponde al siguiente capítulo.

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