DIA 15. ARGENTINA. Buenos Aires: Recoleta y Palermo

9 de Septiembre de 2016.

Tengo que reconocer que cuando preparaba este viaje en algún momento pensé que si no serían demasiados los días que íbamos a dedicar a la capital bonaerense y que me planteé incluso restar alguno de ella para intentar conocer algún que otro lugar de los muchos que ofrece el territorio argentino. Afortunadamente no lo hice, porque Buenos Aires da para mucho, es una ciudad en la que no hay tiempo para el aburrimiento y en la que siempre tienes alguna actividad que realizar.

La avenida Corrientes nos volvía a recibir con el ya familiar bullicio de gente y vehículos. Como todos los días, nos sumergiríamos en el ajetreo constante de la ciudad y nos dejaríamos llevar por otro de nuestros largos paseos, esta vez con la intención de llegar hasta la librería El Ateneo, lo que conseguiríamos, no sin dar alguna vuelta de más.

Librería El Ateneo

De primeras cualquiera puede pensar que tiene de interesante ir a parar a una librería, incluso aunque esté considerada como la más grande de América del Sur, lo que ya de por sí sería un aliciente para cualquier buen amante de los libros. Sin embargo si a ello se le añade que está situada en un marco extravagante como es el antiguo teatro de estilo italiano Grand Splendid, la cosa ya cambia bastante, pues la imagen imponente de la gran sala nada más entrar o el poder observarla desde cualquiera de sus palcos con el gran escenario, hoy convertido en una agradable cafetería, sin duda que sorprende.

Librería El Ateneo

Librería El Ateneo

A la salida, y tras callejear por unas cuantas manzanas, pronto daríamos con la avenida Alvear, una de las más elegantes de la capital, flanqueada por prestigiosos palacios y tiendas de lujo y en la que se haya el célebre Alvear Palace Hotel, el Ritz porteño. Aunque en principio teníamos la idea de entrar y tomar algo en su ático, al final lo desechamos, pues preferimos dedicar más tiempo para pasear por el archiconocido cementerio de La Recoleta, nuestro siguiente destino.

Creado en 1822, es el más antiguo de la ciudad y entre sus muros se pueden encontrar más de siete mil tumbas y mausoleos de las poderosas e influyentes familias porteñas. La entrada es gratuita y el plano cuesta 30 pesos, pero creo que puede ser de gran utilidad para situarse y encontrar muchos lugares de interés.

Cementerio de La Recoleta

Esta sería la última morada de las élites y aquí descansan los restos de presidentes, músicos, sabios, poetas, escritores, militares y soldados de la independencia, lo que supone una magnífica lección de la historia argentina. Pero es que además setenta de sus tumbas han sido declaradas monumentos nacionales, lo que permite deleitarse con preciosas esculturas en muchos mausoleos, que en un espacio de recogimiento como este, transmiten una sensación de paz, difícil de encontrar en otros lugares.

Cementerio de La Recoleta

Cementerio de La Recoleta

Cementerio de La Recoleta

Encontraríamos los lugares de descanso de personajes tan importantes y famosos como Raúl Alfonsín, Aramburu, Juan Facundo Quiroga, el General Bartolomé Mitre, la familia Leloir, etc

Cementerio de La Recoleta

Tumba de Aramburu. Cementerio de La Recoleta

Cementerio de La Recoleta

Tumba Raúl Alfonsín. Cementerio de La Recoleta

Pero está claro que la estrella indiscutible del cementerio es Eva Perón, que reposa cerca de los suyos, los Duarte, en la famosa tumba de mármol negro en la que se puede leer, entre otros mucho, el famoso epitafio: “No llores por mí, Argentina, mi alma está contigo”.

Cementerio de La Recoleta

Tumba Eva Perón. Cementerio de La Recoleta

De esta manera tan emotiva terminábamos nuestro paseo por el recinto, aunque adosado al mismo se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, que aprovecharíamos para visitar. Es una iglesia colonial inaugurada en 1732 y aunque su fachada es sobria, no lo son, sin embargo, las capillas barrocas ricamente decoradas de su interior.

Basílica Ntra Sra del Pilar

Bajando por una pequeña y verde colina, nos daríamos casi de bruces con la Plaza Francia, en cuyo centro se encuentra el monumento regalo de la comunidad francesa para el centenario de la independencia, en 1910. Está rodeada de las estatuas de los grandes hombres franceses: Zola, Braille, pero también un tal Porteau, caído por la independencia argentina.

Plaza Francia

Y unos pocos metros más allá, una nueva plaza se abría ante nosotros. En esta ocasión su nombre era Mitre y desde una colina se asoma a la avenida del Libertador. Está dedicada al presidente argentino del siglo XIX. Detrás de su estatua ecuestre se abre el barrio de la Isla: un conjunto de callejuelas tranquilas bordeadas de edificios neoclásicos o contemporáneos. Al pie de la misma podríamos ver la monumental Biblioteca Nacional y el monumento dedicado a Eva Perón.

Plaza Mitre

Monumento a Eva Perón

Cruzando la enorme avenida del Libertador llegaríamos hasta la Plaza de las Naciones Unidas cuyo nombre hace referencia al organismo internacional y del que Argentina es miembro fundador. En ella se encuentra otro de los símbolos de Buenos Aires: la emblemática Floralis Genérica, conocida comúnmente como La Flor. Sería donada por el arquitecto Eduardo Catalano en el año 2000 y fue emplazada en esta plaza, dos años después.

Floralis Genérica. Plaza Naciones Unidas

La flor abre sus pétalos en la mañana, revelando sus cuatro pistones, y se cierra al ocaso, copiando los movimientos de una flor real. Tiene seis pétalos hechos en aluminio y acero, que miden casi 20 metros de altura y pesan aproximadamente 18 toneladas. Cuando está abierta la flor tiene un diámetro de 32 metros, el doble que al permanecer cerrada.

Floralis Genérica. Plaza Naciones Unidas

Se notaba que la primavera empezaba a hacer acto de presencia y es que además del increíble cielo azul, es cierto que el abrigo y hasta la sudadera empezaban a sobrar. Ante este tiempo y ante la enorme tentación que ofrece este parque de enormes tumbonas de madera, no podríamos evitar sucumbir ante estas y quedarnos tirados al sol durante casi una hora.

El descanso nos vendría muy bien para coger fuerzas y seguir nuestro camino por la gran avenida del Libertador hasta enlazar con la zona más moderna del barrio de Palermo, un lugar cultural dotado de apasionantes museos y que también supone el auténtico pulmón de la ciudad al estar repleto de parques y espacios verdes.

Es en esta zona donde se concentran un gran número de embajadas y sin quererlo nos encontraríamos con la nuestra. También pasaríamos por la puerta del museo MALBA del que dicen los entendidos que es uno de los mejores de arte contemporáneo en América.

Embajada de España

Museo MALBA

Desde aquí no tardaríamos mucho en llegar hasta la entrada del Jardín Japonés (70 pesos la entrada), donde tras descubrir que, un poco más adelante de la entrada, había un valla baja desde donde se veía una buena perspectiva, decidimos no entrar, pues a Raúl le daba igual y yo ya había visto suficientes jardines japoneses el año pasado en el país del sol naciente.

Jardín Japonés

Jardín Japonés

Así que tras hacer unas fotos desde aquel rincón y rodear el resto del vallado que protege el recinto de miradas curiosas, llegaríamos al parque 3 de Febrero, al que también se conoce como los “bosques de Palermo”, repleto de prados donde hacer un picnic en la hierba o practicar deportes de todo tipo, además de contar con bonitos lagos donde alquilar una barca o, simplemente, descansar tumbado al lado del agua.

Parque Tres de Febrero

Parque Tres de Febrero

Parque Tres de Febrero

Otro momento de recreo por aquí, sería suficiente para engañar a nuestros ya doloridos pies y encaminarnos hacia Palermo Viejo. Para ello tan sólo tendríamos que cruzar la avenida Libertador y encarar la calle India, donde tras avanzar por ella unas cuantas cuadras, veríamos el lugar perfecto para sentarnos a comer y reponer fuerzas. El restaurante se llamaba Lateral y pediríamos una hamburguesa y cerdo agridulce con unas buenas cervezas. Todo por 300 pesos.

Restaurante Lateral. Barrio de Palermo

Después continuaríamos por la plaza Italia y nos adentraríamos de lleno en la parte vieja de Palermo a la que, a principios del siglo XX, llegarían gran cantidad de inmigrantes italianos, españoles o armenios. Hoy esta zona nada tiene que ver con aquel entonces y en sus viejas calles existen numerosos restaurantes, bares y tiendas de moda.

Tras avanzar unas cuantas cuadras, llegaríamos a la puerta de la casa de Jorge Luis Borges. En ella transcurrió parte de la infancia del escritor. Cuando su familia se instaló aquí en 1901, el barrio aún suponía el límite entre la ciudad y el páramo, situado más al oeste. La casa no se puede visitar y tan sólo hay una placa que hace referencia al que fue el hogar del literato.

Casa de Jorge Luis Borges

Placa conmemorativa. Casa de Jorge Luis Borges

Unos pasos más adelante nos encontraríamos con el Pasaje Russel, uno de esos callejones pavimentados y nostálgicos que abundan en Palermo Viejo. Alberga varias casas de 1920, identificables gracias a su estrecho balcón y su ornamentación grandilocuente, que era la manera en que los inmigrantes modestos rápidamente enriquecidos demostraban su éxito.

Pasaje Russel. Barrio de Palermo Viejo

Pasaje Russel. Barrio de Palermo Viejo

Pasaje Russel. Barrio de Palermo Viejo

Pasaje Russel. Barrio de Palermo Viejo

Nuestro recorrido seguiría hasta la plaza Cortázar, el centro neurálgico del barrio, aunque también se la conoce como plaza Serrano. En ella podríamos ver fachadas centenarias a menudo decoradas de frescos multicolores, bares de lo más bohemios y un gran número de puestos callejeros que vendían un sinfín de colgantes, pulseras y objetos artesanales.

Plaza Cortázar. Barrio de Palermo Viejo

Plaza Cortázar. Barrio de Palermo Viejo

Plaza Cortázar. Barrio de Palermo Viejo

Estábamos cansados del palizón que nos habíamos pegado de caminar, por lo que no dudamos en buscar un lugar para descansar. Elegiríamos un lugar llamado Boutique del Libre, una de las librerías – café más seductoras de la zona y que están muy de moda en Buenos Aires. En su estupendo patio interior y cubierto podríamos disfrutar del ambiente universitario, viendo como los jóvenes estudiaban y preparaban sus exámenes, a la par que observábamos como los clientes curioseaban y releían por encima las obras expuestas en la zona de la librería. Todo esto acompañados por una tarta de zanahoria algo reseca y unas limonadas. (300 pesos).

Librería Café Libros del Pasaje. Palermo Viejo

Librería Café Libros del Pasaje. Palermo Viejo

Librería Café Libros del Pasaje. Palermo Viejo

Aunque nuestra idea en un principio era permanecer en esta zona hasta la noche y cenar y salir por aquí, al final el agotamiento pudo más y decidimos regresar a la zona de nuestro hotel. Para ello volveríamos hasta la plaza Italia y en ella tomaríamos la línea verde de metro hasta la estación Catedral y desde esta pasearíamos hasta el café Tortoni, que tanto nos había gustado ayer y estábamos encantados de repetir.

Café Tortoni

Café Tortoni

Esta vez en nuestra mesa no faltarían unos trozos de tarta de alfajor de chocolate y unos zumos. De esta manera dejaríamos que trascurriese lo que quedaba de tarde y a las 20:30 nos marchábamos para el hotel.

Todavía teníamos que hacer la maleta y dejar todo listo para mañana, pues abandonábamos la capital porteña, así que tampoco nos iba a sobrar el tiempo antes de irnos a dormir.



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