DIA 20. ARGENTINA. Ruta de los Siete Lagos

14 de Septiembre de 2016.

La ruta de los Siete Lagos es otra de las excursiones más tradicionales que se pueden contratar con cualquier agencia en el centro de Bariloche o en Villa La Angostura. Desde esta última villa sale la carretera que te va llevando por miradores desde donde se pueden observar lagos de todo tipo de formas, tamaños y colores y es por ello que es otra de esas rutas paisajísticas famosas en la zona y en el mundo entero.

Lago Lácar.Parque Nacional Lanin

Ya se sabe que en el momento que los Andes coinciden con la Patagonia se produce un cambio radical de la naturaleza. La abundancia de lluvias causa el deshielo en las cumbres creando bosques de especies vegetales, lagos de gran belleza y numerosos cauces fluviales, lo que convierte esta ruta en un festín para los cinco sentidos.

Mucha gente decide llevar a cabo la misma con agencia, pero como yo no soy muy amigo de las prisas y de los tiempos marcados, para evitarlo volvía a disponer de mi coche de alquiler con el que poder recorrer la distancia de 190 kilómetros desde San Carlos de Bariloche hasta San Martín de los Andes. Este tramo forma parte de la mítica Ruta 40, atravesando además dos Parque Nacionales, por lo que es un clásico en las carreteras paisajísticas del mundo, similar a otras grandes como la Ruta 66 en USA o la Icefields Parkway en Canadá.

Además para poder ir con tranquilidad y sin prisas decidiría dormir en San Martín de los Andes, la pequeña localidad de montaña, para así también evitar el tener que volver de noche y no acabar agotado de tanto coche, aunque sé que mucha gente para ahorrar tiempo decide hacerla en un día.

El día amanecía con una densa niebla que no permitía observar casi nada del lago Nahuel Huapi, por lo que lo primero que me vendría a la cabeza sería la suerte que tendría ayer con el tiempo para realizar el Circuito Chico, así que por ello afrontaba la jornada siendo positivo y esperando que las nubes acabaran levantando a lo largo de la mañana. Además muchas veces el tiempo que hace en una parte del lago no es el mismo que en otras debido a sus dimensiones.

Tras el desayuno ponía rumbo hacia mi primera parada: Villa La Angostura, la cual ya me era familiar tras haberla conocido días atrás. Allí aprovecharía para comprar víveres y descansar unos minutos antes de continuar con el recorrido.

Por cierto, que en el camino hasta aquí hay varios controles de policía ya que se pasa de la provincia de Río Negro a la de Neuquén. Había oído que había veces que los agentes al pararte trataban de sacarte algo de dinero alegando que habías cometido alguna infracción inexistente, pero afortunadamente en mi caso no sucedería nada de esto.

Aunque me harían estacionar en el arcén para pedirme los papeles del coche y el permiso de circulación, tras comprobar que era todo correcto, podría continuar mi camino sin ningún problema.

En Villa La Angostura, también aprovecharía para volver a la oficina de turismo y hacerme con varios planos de los Siete Lagos, pues aunque no tienen pérdida, nunca está de más ir bien documentado.

Sin más demoras, ahora sí, que pondría rumbo hacia la Avenida Siete Lagos, donde empezaba el verdadero camino.

Doce kilómetros después de salir de la Villa, la carretera empezaba a verse mejor y las nubes empezaban a subir unos metros. No tardaría mucho en apearme en los primeros miradores que me encontraba en el camino y que daban al lago Nahuel Huapi. Serían hasta tres, pero la niebla no me permitiría ver mucho más allá de la orilla desde ninguno de ellos, así que tras esperar un rato y ver que no levantaba lo acepté y continúe conduciendo.

Lago Nahuel Huapi envuelto por la Niebla

Un poco más adelante me encontraba con el desvío que te lleva hacia Chile a través del paso internacional Cardenal Samoré, el cual cogería con la intención de llegar hasta el mirador del lago Espejo, situado tan sólo a un kilómetro, nada más tomar esa bifurcación. Se encuentra a la derecha sobre un acantilado, pero el estacionamiento está unos metros antes a la izquierda.

Seguía sin verse nada, lo que me haría pensar que el día estaba perdido, pero aún así, decidiría esperar como veinte minutos, pues no tenía ninguna prisa, y como por arte de magia, las nubes empezaron a disiparse y las espectaculares vistas del lago Espejo, su playa y el Cerro Cuerno, al fondo, se mostrarían ante mí.

Lago Espejo

Lago Espejo

No me lo podía creer, pero una vez más la suerte estaba de mi lado, así que con una sonrisa de oreja a oreja me dispuse a seguir conociendo todo lo que me quedaba por delante. La próxima parada sería en la amplia playa de arena del lago Espejo, que ya había contemplado desde las alturas. Aquí me llevaría un pequeño susto  mientras me relajaba admirando la inmovilidad de sus aguas y es que un perro se empezaría a aproximar desde la lejanía. No dudaría en hacerme con una rama de importante tamaño y cuando empezaba a estar cerca le amenazaría con ella, dándose la vuelta y volviendo por donde había venido. Afortunadamente esta vez aprendería de la desagradable experiencia de Chile y la cosa no pasó a mayores.

Lago Espejo

Lago Espejo

Los siguientes lagos que encontraba en el camino serían los llamados Bailey Willis y Espejo Chico. El nombre del primero sería en honor al ingeniero norteamericano que llevó a cabo el proyecto de ferrocarriles a principios del siglo XX en la Patagonia contratado por el gobierno argentino. Ambos son lagos pequeños pero con un entorno privilegiado.

Lago Bailey Willys

Lago Espejo Chico

Creía que me quedaría sin ver el lago Correntoso, ya que no encontraba ningún mirador o acceso que me permitiera poder observarlo, pero una indicación hacia una Hacienda a la que se accedía por una senda de tierra, haría que llegase hasta una de sus orilllas. Dejaría el coche muy cerca de la misma y tampoco me alejaría demasiado de él, pues a lo lejos se podía apreciar la casa y se podían oír los ladridos de algunos perros, por lo que para evitar sustos no tentaría a la suerte.

Con el Chevrolet en el Lago Correntoso

Lago Correntoso

Este lago es uno de los más grandes que se pueden apreciar en el circuito, con un precioso color verde – azulado y ubicado entre montañas de una increíble belleza. También cuenta con un gran número de bahías y playas.

Desde allí volvería a la carretera principal y en varios kilómetros más, y tras descansar un rato en la orilla del río Pichi Traful, me encontraría el antiguo mirador que daba hacia el lago Escondido, el cual hace honor a su nombre ya que era complicado apreciarlo al encontrarse oculto entre la vegetación. El susodicho mirador se encontraba precintado debido a las ramas que podían caer de los árboles, por lo que dejaría el coche un poco más adelante del mismo y me acercaría para observarlo a través de las pequeños espacios que dejaba el bosque entre unos troncos y otros.

Río Pichi Traful

Lago Escondido

En el trayecto que estaba realizando no me había cruzado con más de tres vehículos, por lo que iba haciendo y deshaciendo a mi antojo, pudiendo parar cuando me apetecía en el arcén y recrearme con las vistas que el paisaje me iba ofreciendo.

Tras dejar atrás el lago Escondido y muy poco tiempo después podía apreciar unas excelentes vistas del lago Villarino, donde aprovecharía para comerme los sándwiches y los snacks que había comprado por la mañana en Villa La Angostura.

Lago Villariano

En estos momentos me encontraba en un punto panorámico situado como a unos mil metros de altitud, lo que me estaba dando unas perspectivas realmente hermosas de esta masa de agua, rodeada por picos nevados.

Lago Villariano

Poco después la carretera descendería, cruzando el río de igual nombre que el lago, y llegando a la orilla y parte llana del mismo, donde se halla también el lago Falkner, situado al este y que se encuentra unido al Villarino por un pequeño curso de agua de no más de 300 metros, por lo que este lugar sería uno de los que más me gustarían. Además hay que unirle la vista del cerro Falkner, situado al sur, y del cerro Buque, al norte y con una peculiar cumbre que hace honor a su nombre.

Lago Falkner y Cerro Buque

El camino me llevaría ahora por un amplio valle que me permitiría apreciar, a la izquierda y a lo lejos, la soberbia cascada Vullinanco, enclavada en un entorno privilegiado entre espesos bosques. Es una parada recomendable, pues cuenta con un amplio mirador donde se puede dejar perfectamente el coche.

Cascada de Vullinanco

Cascada de Vullinanco

Seguía avanzando por la fantástica Ruta 40 que no me estaba decepcionando en absoluto. Si hasta ahora los kilómetros recorridos habían sido por el interior del Parque Nacional Nahuel Huapi, era el momento de pasar al Parque Nacional Lanin que me recibía con un inmenso cartel de Bienvenida y donde, como no podía ser de otra manera, inmortalizaría el momento con unas cuantas fotografías.

Acceso al Parque Nacional Lanin

La carretera seguía desierta y no podría evitar hacer alguna chorrada sobre el solitario asfalto, pues aquellas inmensas rectas que se perdían en el horizonte, invitaban a ello.

Ruta 40 en el Parque Nacional Lanin

Ruta 40 en el Parque Nacional Lanin

No tardaría mucho en llegar hasta el desvío que indicaba el acceso al lago Hermoso y la laguna Pudu Pudu. Esta última hace referencia al ciervo nativo de esta zona considerado como el más pequeño del mundo y del primero dicen es el más bello de toda la ruta. Para llegar hasta ellos tendría que conducir por un camino de ripio en un regular estado y con algunos charcos, pero que no me impidió conseguir llegar hasta el área de estacionamiento tras unos dos kilómetros.

Ante mí se abría un lago pequeño de aguas azules con sus riberas cubiertas de bosques autóctonos con abundancia de Coihues, Ñires y otras especies y un pequeño muelle de madera el cual indicaba que era probable que en verano se pudieran dar agradables paseos por el mismo. Justo allí había dos chicas que contemplaban silenciosas el espectáculo, sin mediar palabra entre ellas, así que tampoco quise molestarlas e imitaría su actitud durante un buen rato, para después dirigirme, con otro breve paseo, a realizar la misma actividad con la ya mencionada laguna Pudu Pudu.

Lago Hermoso

Laguna Pudu Pudu

Eran ya casi las 17:00, por lo que decidí deshacer el tortuoso camino que me había traído hasta aquí y seguir con las pocas visitas que ya me quedaban antes de llegar a mi destino final.

La siguiente parada sería para admirar el lago Machónico, cuyo significado es cuanto menos curioso, pues significa “lago de camarones” y es que la palabra deriva de la lengua mapuche, pues estos le pusieron este nombre debido a los pequeños cangrejos que se pueden encontrar bajo las piedras de sus orillas. En esta zona el paisaje había cambiado y se había vuelto más árido, lo que creaba un contraste diferente con respecto a lugares por los que acababa de pasar.

Lago Machónico

Lago Machónico

Dejando a mi derecha el desvío hacia el Paso Córdoba, una ruta interesante y a tener en cuenta para la vuelta, ya veríamos si me animaba a realizarla, afrontaba, ahora sí, el tramo final antes de llegar a San Martín de los Andes.

A través de un estrecho valle y tras atravesar el paso Pil Pil de casi 1300 metros de altura, encontraría un puente bajo el cual se podía apreciar un pequeño arroyo que se bifurcaba en dos ramales, uno hacia el norte y otro hacia el sur, descargando cada brazo sus aguas en un océano diferente: Atlántico y Pacífico, al ubicarse sobre la divisoria de aguas continental. Una vez más podía apreciar este curioso fenómeno que ya había tenido oportunidad de observar tanto en EE.UU como en Canadá.

Arroyo Partido

Más adelante el camino comenzaba a descender por un amplio valle y en pocos kilómetros más podía apreciar, a mi izquierda, el lago Lácar que haría de compañero de viaje durante todo el recorrido final, pudiendo parar para contemplarlo y tomarle fotografías casi siempre que me apetecía, al contar con un amplio arcén en buena parte de su perímetro. Tanto es así que se podía ver a gente corriendo y montando en bicicleta o, simplemente, paseando y es que se notaba que estaba ya casi al lado de un importante centro urbano.

Lago Lacar

Lago Lacar

Lago Lacar y San Martín de los Andes en la lejanía

Accediendo por la Avenida Costanera, hacía la entrada triunfal en San Martín de los Andes, tras un día repleto de espectaculares panorámicas y continuo contacto con la naturaleza.

No me costaría casi nada encontrar la avenida San Martín, al ser uno de los ejes principales de la localidad. En esta se encontraba el hotel donde pasaría la noche: La Rosa de los Viajes. Lo mejor es sin duda su ubicación, pues está en el corazón de la ciudad. Además sus instalaciones son amplias y confortables. Los dueños son muy agradables y las habitaciones son cómodas y limpias, por lo que no podía pedir más. El precio sería de 60 euros, pero un capricho de vez en cuando nunca viene mal.

Tras descansar un rato, aprovecharía la última claridad del día para dar un breve paseo por San Martín y así tener el primer contacto con sus acogedoras casas de madera y sus incontables tiendas de chocolate, y es que este lugar no le va a la zaga en dulces a Bariloche. Es por ello que no podría evitar entrar en una chocolatería y tomarme un buen chocolate caliente acompañado por una tartaleta de frambuesa y chocolate, valga la redundancia. Como era de esperar me chuparía los dedos. (85 pesos).

San Martín de los Andes

San Martín de los Andes

San Martín de los Andes

Merendando en San Martín de los Andes

Cuando salí de allí y mientras volvía hacia el hotel, no tardaría mucho en volver a caer en la tentación y es que en el escaparate de otra pastelería, pude ver torres enteras de diferentes tabletas de chocolate, de todos los sabores y gustos posibles, por lo que entraría dentro y me tomaría una onza de chocolate con maníes y otra de chocolate blanco con dulce de leche, que casi me hacen llorar. (36 pesos).

Como es evidente, con todo lo que llevaba ya en el cuerpo, no tendría ganas de cenar, por lo que más endulzado que nunca me iría directo a descansar.

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