15 de Septiembre de 2016.
Me despertaba más cansado de lo normal y cuando me enteraba
de la distancia a la que estaba el lugar que, en principio, tenía previsto para
visitar hoy, directamente, que lo suprimía pues no había mirado cuantos
kilómetros había hasta allí previamente. Mi intención no era otra que acercarme
hasta las faldas del volcán Lanín, pero este se encuentra a 100 kilómetros de
San Martín de los Andes, por lo que si tenía en cuenta que la ida y la vuelta
suponían el doble y a ello había que añadirle el regreso hasta Bariloche que
suponían otros 200 kilómetros más, pues como que se me quitaron las ganas en
cuestión de segundos.
Así que no dudaría en quedarme a pasar la mañana en esta
encantadora localidad, ubicada en un entorno privilegiado que permite un
contacto pleno con la naturaleza.
Aunque había desayunado fuerte en el hotel, pues el desayuno
se encontraba incluido, no podría evitar darme el gusto de probar alguna que
otra delicia de chocolate de alguna de las muchas chocolaterías que te vas
encontrando cada dos pasos. Al igual que ayer, la historia se volvía a repetir
y no quiero ni pensar las consecuencias que tendría el quedarme por aquí a
vivir una temporada.
Continuaría paseando por el pequeño centro de la localidad,
el cual lo conforman tres avenidas principales (San Martín, Roca y Villegas),
atravesadas perpendicularmente por otras calles más cortas. Muchas de ellas
estaban flanqueadas por hileras de árboles en flor lo que daba una imagen de
ciudad engalanada dispuesta a recibir, en menos de una semana, la ansiada
primavera.
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San Martín de los Andes |
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San Martín de los Andes |
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San Martín de los Andes |
No hay duda que el lugar más destacado de la villa es la
Plaza de San Martín, un amplio espacio presidido por la escultura del General
San Martín a caballo. Seguro que la tranquilidad que ahora se respiraba en ella
será muy distinta del ambiente que se debe producir aquí cuando se celebran
diferentes fiestas y actos culturales en verano.
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Plaza de San Martín. San Martín de los Andes |
Alrededor de la plaza y a muy pocos metros me encontraría
con los dos edificios públicos más importantes: el Centro Cívico o Ayuntamiento
en el que destaca su inconfundible torre y la iglesia de un blanco inmaculado.
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Centro Cívico.San Martín de los Andes |
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Exteriores Centro Cívico.San Martín de los Andes |
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Iglesia.San Martín de los Andes |
Muy cerca también podría localizar la oficina de turismo a
la que no dudaría entrar para obtener información acerca de cómo se encontraba
el estado de la ruta de la tarde, consiguiendo además algunos datos
interesantes extras sobre las actividades que se pueden hacer en las cercanías
del centro urbano.
Una de dichas actividades era el senderismo, como no podía
ser de otra manera. La señora que me atendería me recomendaría realizar la ruta
hasta el mirador Bandurrias, situado tan sólo a dos kilómetros de la ciudad,
así que la haría caso y a ello que me pondría, pero justo antes de la misma no
podría evitar acercarme hasta la costanera del lago Lácar y pasear un rato por
su playa de arena hasta llegar al pequeño muelle de madera desde donde parten
excursiones lacustres.
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Ribera del Lago Lacar.San Martín de los Andes |
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Ribera del Lago Lacar.San Martín de los Andes |
Y ahora sí, y tras volver a desandar lo andado, me desviaría
por la calle J. del Valle y tomaría el sendero que me llevaría directo al
mirador Bandurrias. Importante no tomar la misma avenida costanera porque
llegará un momento que el camino está cortado y no se puede seguir.
La ruta no es difícil pero es cierto que es en continuo
ascenso, a través de un camino boscoso, por lo que se acaba sudando la
camiseta, pero una vez más, el esfuerzo merecería la pena ya que la recompensa
serían unas impresionantes vistas de la inmensidad del lago Lácar y el Cordón
Chapelco por un lado, y la localidad de San Martín, por el otro. Resulta
evidente que estaba ante una de las panorámicas más bellas de la región, así
que me sentaría a disfrutar de ella y del maravilloso día que hacía.
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Lago Lacar desde Senda al Mirador Bandurrias |
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Lago Lacar desde Mirador Bandurrias |
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San Martín de los Andes desde Mirador Bandurrias |
Por cierto que cuando se pasa por un puesto de información, en los últimos
metros antes de llegar al mirador, te cobran una simbólica cantidad para
beneficio de la comunidad mapuche, pero en mi caso no encontraría a nadie por
aquí, así que no tendría que abonar nada. Esto lo comento porque es
recomendable llevar dinero suelto para ello.
Después de estar casi una hora embelesado con el paisaje,
decidiría emprender la bajada y ya en el centro del pueblo cogería otra vez el
coche para llenar el depósito de gasolina (200 pesos) e ir a comprar bebida y
comida para regresar a Bariloche, pues apenas tenía ya tiempo para casi nada
más, salvo para dirigirme con el vehículo a otro interesante mirador situado en
frente del que acababa de estar y que se llamaba Arrayán.
Desde él podría contemplar hermosas vistas del lago Lácar,
la cordillera de los Andes y de las cuadrículas que conforman el casco urbano
de San Martín de los Andes.
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Lago Lacar desde Mirador Arrayán |
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San Martín de los Andes desde Mirador Arrayán |
Para acceder a él hay que partir de la Costanera y justo
antes de tomar la Ruta 40 de los Siete Lagos, hay que desviarse a la izquierda
por un camino en ascenso que en unos tres kilómetros te lleva hasta el mirador.
Hay una indicación casi al llegar que se refiere a él como “Ruta de los
Arrayanes”, pero no pone mirador. Eso es importante porque puede llevar a
confusión y pasártelo como me pasaría a mí en el primer intento.
El reloj marcaba las 13:20, cuando tomaba, de nuevo, la Ruta
40, por lo que iba con veinte minutos de retraso con respecto a la hora que me
había recomendado la amable señora de la oficina de turismo para salir como
tope de San Martín. Y como es razonable, muchos se preguntaran porqué estaba
sujeto a un límite de tiempo concreto para emprender el regreso hacia Bariloche
si la carretera estaba en buen estado y bien acondicionada. El motivo no era
otro que había decidido volver por un lugar diferente para hacer algo distinto
y poder observar otro tipo de paisaje que nada tenía que ver con el de los
lagos del día anterior. El camino que había elegido era el de la Ruta 63, que
lleva consigo cierto aire de aventura, pues se trata de un camino de ripio
donde no se pueden superar los 60 km/h si no quieres fastidiar el vehículo, más
de un tramo del mismo no cuenta con cobertura para móviles y en estas fechas
era probable que no me cruzara con nadie en toda la ruta debido al escaso
turismo existente y a que los lugareños, como es evidente, opten por la mucho
más cómoda Ruta 40.
Tras deshacer los primeros 27 kilómetros, nada más salir de
San Martín, un desvío a la izquierda me indicaba claramente el camino hacia la
Ruta 63 y hacia el Paso Córdoba, así que ese que tomaría. El cómodo asfalto se
tornaba en ripio y desde el minuto uno las chinas no dejaron de golpear los
bajos del coche. Tengo que reconocer que iba algo nervioso, pensando en si no
me arrepentiría de haber tomado esta decisión, pero también es cierto que
cierta adrenalina recorría mi cuerpo y eso me gustaba. Además, tras unos diez minutos, y una vez que
me acostumbré a la nueva superficie por la que circulaba, pasaría tan sólo a
disfrutar del momento.
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Por la Ruta 63 hacia Bariloche |
Mi primera parada sería en la solitaria y aislada Villa
Meliquina y en el lago del mismo nombre, un pintoresco paraje que,
supuestamente, está habitado por unas pocas familias que eligieron emigrar de
las grandes ciudades para radicarse en este lugar mágico de la Patagonia.
Aunque en estos momentos la soledad era completa y no había indicios de poder
encontrar a nadie en varios kilómetros a la redonda.
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Lago Meliquina |
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Lago Meliquina |
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Villa Meliquina |
Pasearía durante unos minutos por la orilla del lago, pero el
clima estaba yendo a peor y el excepcional día con el que me había levantado se
estaba tornando en otro muy diferente, con nubarrones que amenazaban lluvia y
un frío y aire gélido que no invitaban a estar mucho tiempo al aire libre.
El paisaje que me estaba acompañando era mucho más árido que
el que había podido contemplar la jornada anterior y el contraste, sin duda,
que estaba mereciendo la pena.
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Por la Ruta 63 hacia Bariloche |
Los kilómetros se iban sucediendo aunque muy despacio y con
algún que otro susto como consecuencia de que alguna piedra más grande de lo
normal golpeara contra los laterales y los bajos del coche, lo que me obligaba
a parar y comprobar que todo estaba en orden y sólo se había tratado de un
susto.
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Por la Ruta 63 hacia Bariloche |
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Por la Ruta 63 hacia Bariloche |
De esta manera, llegaba a un nuevo sector del camino donde
las formaciones rocosas con múltiples formas y tamaños eran las protagonistas,
animándome a parar de vez en cuando para fotografiarlas.
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Formaciones rocosa en Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
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Formaciones rocosas en Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
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Formación rocosa en Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
Sería por aquí donde las grandes rectas, empezaban a dejar
paso a continuas y cerradas curvas que empezaban a indicar que estaba
afrontando la subida hacia el famoso paso Córdoba. No dudaría en extremar la
precaución y en no sobrepasar los 20 km/h, en muchos momentos, pues el miedo a
los derrapes haría que fuese con los cinco sentidos puestos en la conducción.
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Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
Y tras el ascenso encontraría un privilegiado mirador que me
permitía ver en la lejanía las escarpadas montañas, más formas caprichosas de
las rocas del entorno y el retorcido camino por el que había transitado. Sería
este el lugar elegido para parar a comer algo y relajarme un rato después de
los kilómetros que ya llevaba a mis espaldas.
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Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
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Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
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Paso del Córdoba en la Ruta 63 |
Una vez atravesado el inigualable paisaje del Paso Córdoba y
tras descender por nuevas e imposibles curvas, llegaría hasta el cruce de
Confluencia, en el que se unen los ríos Traful y Limay y en el que se termina
el tortuoso camino de la Ruta 63 para ir a parar a la carretera 237.
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Por la Ruta 63 hacia Bariloche |
El contacto con el asfalto no llegaría ni a un kilómetro, ya
que pocos metros más adelante, a la derecha, volvía a tomar otro camino de
ripio, esta vez la ruta provincial 65, pues no quería volver sin llegar hasta
otro lugar con mucho renombre por esta zona: VillaTraful.
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Por la Ruta 63 hacia Bariloche |
Hasta ella tenía otros 35 kilómetros y eran ya las 16:30 por
lo que tampoco podía recrearme demasiado si no quería que se me hiciese de
noche en el camino. Unos kilómetros antes de llegar a ella encontraría el
mirador del lago Traful, el segundo en tamaño en el Parque Nacional Nahuel
Huapi, y también de gran belleza.
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Lago Traful |
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Lago Traful |
Apenas cinco kilómetros después de la anterior parada
llegaba a la mencionada Villa Traful, una pintoresca villa de montaña enclavada
en el corazón del Parque Nacional Nahuel Huapi con una población estable de
unas 1000 personas. A decir verdad, el lugar me decepcionaría pues esperaba
encontrar algo similar al Poblado Suizo y apenas hallaría unas cuantas casas y
cabañas de madera desperdigadas que no aportaban nada nuevo al increíble
entorno natural en el que se encuentran localizadas.
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Villa Traful |
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Villa Traful |
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LagoTraful |
Así que no duraría mucho por aquí y me volvería por donde
había venido, volviendo a recorrer los 35 kilómetros que me sacarían, de nuevo,
al cruce de Confluencia.
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Paisaje al regreso de Villa Traful |
El último tramo que tenía por delante era el conocido como
Valle Encantado, ya sobre el asfalto que corresponde a la Ruta 237. Este sector
también se caracteriza por ser de una enorme belleza, pues corre paralelo al
río Limay y en sus estribaciones se pueden observar nuevos cerros de origen
volcánico que a los ojos del visitante parecen cobrar vida, mostrando castillos,
torreones e incluso animales como el león, convirtiendo esta última parte del
recorrido en algo místico y misterioso que tampoco te deja indiferente.
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Río Limay y Valle Encantado |
El colofón final a esta increíble ruta lo protagonizarían
las increíbles rectas patagónicas, las cuales parecen infinitas en un entorno
de completa y absoluta soledad. La de veces
que había soñado poder conducir por ellas y aquí estaba haciéndolo
realidad, mientras la noche caía sobre mí.
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Recta Patagónica regresando a Bariloche |
Hasta las 20:00 no llegaba a Bariloche, donde tras pasar un
rato por la casa rural y contarle a Luciana y Paola mis aventuras, saldría al
centro a tomarme un chocolate caliente con unos bombones en la cafetería de la
chocolatería Rapa Nui. Luego decidiría cenar en el Mac Donald, ya que tenía
antojo de comida basura. Me sorprendería el precio del menú pues serían casi
200 pesos, es decir unos 11 euros, lo que permite comprobar lo caro que, en
todos los aspectos, es esta zona de Argentina.
Por último y antes de dar por finalizado el día, me
iría a cambiar dinero, compraría la comida de mañana para ahorrarme bastantes
pesos al hacerlo aquí y, volvería a comprarme unos bombones que degustaría
feliz en la habitación antes de dar por finalizado el día.
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