MARRUECOS - DIA 1. Primer contacto con Marruecos. Llegada y alojamiento en Marrakech

18 de Marzo de 2016.

Y sin darme cuenta había llegado otra vez la Semana Santa, esos días festivos tan importantes para casi todo el mundo. Sí, creo que es así para la gran mayoría, pues si no lo son por el fervor religioso, a quien no se le pone una sonrisa en la cara cuando se juntan unas cuantas jornadas de descanso para olvidarte de las obligaciones laborales y hacer lo que te venga en gana, cambiando de aires y descansando de una manera o de otra.

En esta ocasión me salía del guión que había estado siguiendo varios años atrás. Por un lado me cogía toda la semana de vacaciones y no me ceñía sólo a los cuatro días festivos de siempre y por otro dejaba descansar a la vieja Europa, al menos de momento, marchándome a conocer otro mundo completamente distinto.

Es cierto que me apetecía hacer algo diferente, algo que se saliera de conocer ciudades monumentales con grandes catedrales, monasterios e importantes edificios públicos o bonitos pueblos sacados del mejor de los cuentos. Quería dejar a un lado la refinada educación europea y sus costumbres para volver a sentir una nueva cultura, como ya lo había hecho, unos meses atrás, en el lejano oriente.

Si a todo lo anterior le sumamos que este año la Semana Santa caía demasiado temprano y era bastante probable que no hiciera el mejor tiempo en la gran mayoría de otros destinos apetecibles y que me apetecía mucho probarme viajando en solitario al único continente que me faltaba por hacerlo de esta manera, pues casi que, por descarte, Marruecos era el país perfecto para cumplir todas los requisitos anteriores.

Bandera de Marruecos

Y es que la primera vez que ponía un pie en el continente africano lo haría, en el año 2008, en Egipto con un viaje en grupo y organizado por una agencia, y aunque disfrutaría mucho del apasionante mundo de las pirámides y los faraones, es cierto que no lo haría tanto con las dichosas prisas que los guías siempre te están metiendo, para todo, en este tipo de viajes.

La verdad que tenía ganas de reencontrarme con el ambiente extremadamente animado que reina en los zocos; perderme por las intrincadas callejuelas de una medina árabe, sin rumbo fijo, teniendo que preguntar para poder salir de ellas; recordar los aromas de las especias; deslumbrarme con los colores vivos que vas hallando en cualquier puesto y en el ropaje y los velos que cubren los rasgos de las misteriosas mujeres que se encuentran tras ellos.

Y todo lo anterior sin prisa, pausadamente, con calma, sin que nadie me impusiera sus tiempos ni me dijera que el barco zarparía sin mi si no estaba a una maldita hora en su cubierta.

En Marruecos quería también volver a dar una oportunidad al carácter árabe, quería olvidarme de aquellos sentimientos negativos que me causaría el sentirme acosado, en muchos momentos, por comerciantes, niños y mujeres, intentando que comprara alguno de los géneros que se ofrecían en sus tiendas, conseguir que les diera una limosna o hacerme un tatuaje en la piel. Esperaba ser más paciente y tener la mente más abierta e intentar ser más empático. En los sucesivos días vería si lo conseguiría o, por el contrario, tendría las mismas sensaciones de entonces.

Una vez elegido el país, tocaba decidir qué zona quería conocer, por donde quería perderme durante la semana entera que iba a tener por delante. La verdad que Ryanair aquí me lo pondría difícil pues ofertaba vuelos baratos a, prácticamente, todas la ciudades importantes marroquís, por lo que tras pensármelo mucho, optaría por la perla del sur, Marrakech, una ciudad mítica, capital cultural, inspiradora de artistas y con todos los alicientes necesarios para satisfacer al carácter más exigente.

Pero es evidente que una semana era demasiado tiempo para dedicarla sólo a una ciudad, por lo que, en principio, mi objetivo claro y obsesivo iba a ser el perderme, con un coche de alquiler, por los pueblos de la cadena montañosa del Atlas, atravesándola, y llegando así hasta el desierto. Tendrían que ser varias amistades y compañeros de trabajo, que ya habían estado por la zona, los que me quitarían esta idea inicial de la cabeza. Me convencerían argumentándome que para ser la primera vez que viajaba sólo a un país árabe, lo mismo era un plan demasiado ambicioso y que lo mismo para una primera toma de contacto, era mejor empezar por algo más fácil y que me permitiera un poco curtirme para siguientes escapadas.

Así que tras valorar nuevas opciones al final me decantaría por la costa atlántica y sus pueblos blancos y decadentes, cambiando radicalmente el tipo de viaje que iba a realizar y decidiendo no darme mucha caña y dedicando también parte del tiempo a descansar, no metiéndome la paliza de visitar muchos lugares en el mismo día.

Y con todas las decisiones tomadas, la ruta organizada y mi billete de avión (78 euros) me plantaba a las 19.00 en el aeropuerto de barajas, donde esperaría dos horas hasta que a las 21.15, en punto, despegaba el vuelo de Ryanair. Hay que reconocer que en poco tiempo esta compañía ha cambiado una barbaridad, pues ha pasado de retrasos constantes, una política de equipaje estricta y una absoluta inflexibilidad para casi todo a ser puntuales y más abiertos en lo que se refiere a subir bultos al avión y sus medidas. Esta vez, de hecho, ni metieron una sola maleta en los medidores de equipaje.

En dos horas exactas aterrizábamos en el aeropuerto de Menara, desembarcando, rápidamente, por ambas puertas y dirigiéndonos, en un breve paseo de cinco minutos, a través de la pista, hasta la terminal.

Cuando atravesé las puertas el panorama fue desolador: unas filas escalofriantes para pasar el control de pasaportes y las misma historia para poder encontrar un pequeño hueco donde rellenar una ficha, con tus datos personales y el número de vuelo, que está disponible en un montón de casilleros.

Tras cuarenta minutos de espera por fin llegaba mi turno. El agente de aduanas me miró, me pidió que le enseñara el billete de avión y nada más, en nada me había puesto el sello de entrada en el país y ya estaba en territorio marroquí.

Lo siguiente que haría sería cambiar dinero, pues había sido justo hoy cuando me había enterado que los bancos españoles si cambiaban euros a dírhams por lo que ya no me daba tiempo a pedir divisa. El mejor cambio, de las agencias que había, fue el de 10,50 dírhams por euro. Luego en el centro de Marrakech lo vería hasta por 10,90, así que es preferible no cambiarlo todo.

Y ya con todos los deberes hechos salía al exterior de la terminal, donde en primera fila había un número incontable, a primera vista, de personas esperando con carteles a cientos de turistas y es que la mayoría de hoteles y riads te ofrecen la posibilidad de venir a buscarte al aeropuerto por unos 15 euros el trayecto (casi 160 dírhams). Yo pensaría esta opción como la primera, pero al enterarme que había un autobús que te llevaba al centro de la ciudad, al final preferí probar suerte. Y esta vez la tuve y no pudo ser más fácil, pues la parada se ve en cuanto dejas a tras a los agentes turísticos y a los taxistas, que como no, vinieron hacia mí como fieras en cuanto me vieron aparecer sólo. No tendrían reparo en empezar a decirme, todos como posesos, que si el autobús no funcionaba, que si ya había salido el último, pero vamos que por un oído me entraba y por otro me salía. Así que allí que me planté rodeado de todos los buitres hasta que viendo que no tenían nada que hacer conmigo me fui quedando  sólo.

Tras esperar unos quince minutos, por fin aparecería y nada más subir ya me encontraría la primera muestra de amabilidad y profesionalidad en el país. Al ir a comprar el billete, el agradable conductor me preguntaría que si tenía intención de volver al aeropuerto en un periodo de quince días, y al decirle que sí, me aconsejaría comprar el billete de ida y vuelta, costándome 50 dírhams. Sólo de ida hubieran sido 30 dírhams, por lo que eso que me ahorré.

El autobús lleva a cabo un recorrido circular, cuya primera parada es la gran y famosa plaza Jemaa- El-Fna, lugar en el que tenía que apearme para llegar hasta mi riad que estaba dentro de la medina. Tardaría como diez minutos y para volver al aeropuerto la parada es la misma.

Por cierto que se me olvidaba comentar que en el autobús también coincidí con una pareja brasileña, la cual me contaría que trataron de cobrarles 200 dírhams por llegar hasta la misma plaza, por lo que cada uno saque sus conclusiones.

Una vez en la célebre plaza, ahora desierta, salvo alguna que otra persona con no muy buenas pintas y que vinieron a ofrecerme alojamiento, la atravesaría y tras tomar sólo dos calles que salían de esta llegaría al riad a las 00.00 en punto, hora marroquí, pues aquí es una hora menos que en España.

Su nombre era Riad La Perle D´azur y estaba a menos de cinco minutos de la gran plaza. En esta ocasión huí claramente de los hostels para garantizarme un mínimo de higiene y seguridad. El precio de la noche me saldría por 30 euros con el baño dentro. Era un poco cutre y no es que se la viera muy limpia, por lo que me decepcionó bastante, ya que en las fotografías de booking tenía mejor aspecto y además fiándome de la nota, que le daban un 8,4, me lo esperaba bastante mejor, pero bueno era lo que había. Quiero pensar que el resto de habitaciones de los pisos superiores no tendrían nada que ver y de ahí esa calificación y que a mí por lo que pagué me dieron esta. El patio interior era de lo más agradable y bastante bien cuidado. La persona que me atendería sería amable y dispuesta ayudarte por varias preguntas que le formulé.

Riad La Perle D´azur

Sólo restaba ya hacer los preparativos de mañana y descansar que con la tontería no apagaría la luz hasta casi las dos.

ALGUNOS DATOS PRÁCTICOS:

ENTRADA AL PAÍS: Pasaporte con una vigencia no inferior a 90 días. Según los países puede ser suficiente el carné de identidad, siempre que el viaje lo organice una agencia.

VACUNAS: No se necesitan para entrar al país.

CAMBIO: La moneda marroquí es el dírham que se compone de 100 céntimos. Conviene cambiar en los bancos y establecimientos autorizados.

SEGURIDAD: Marruecos es uno de los países africanos más seguros para los viajeros. Con las precauciones que se tomarían en nuestra propia ciudad puede ser suficiente para tener una estancia de lo más agradable.

REGATEO: El precio de las comidas en la mayoría de los lugares turísticos suele estar fijado ya. Para lo demás dependerá de la maña y la destreza de cada uno. En mi caso lo que suelo hacer, si la persona que regenta el lugar donde me alojo es agradable, le pregunto qué cuanto es lo máximo que se paga por esto o por lo otro y es verdad que casi siempre funciona, aunque muchas veces te cuesta varios intentos al no querer ceder, los vendedores, a un precio más destinado a los locales que a los extranjeros.

ALIMENTACIÓN: Es de lo más aconsejable beber siempre agua embotellada y evitar todos aquellos alimentos, como ensaladas, que puedan estar lavados con agua corriente. Los zumos están riquísimos y te los preparan al instante en muchísimos lugares. También conviene probar los dulces que están para chuparse los dedos si uno es goloso.

TRANSPORTE: Marruecos es un país que está bien comunicado por tren y autobús entre sus principales ciudades, pudiendo moverte por todo él, sin el mayor problema. Eso sí conviene cerciorarse de los horarios y de si se enlazan directamente algunos destinos, pues te puedes encontrar que no sea así y trastocarte los planes.

Todo ello se puede consultar directamente en las páginas webs de ONCF, la compañía de trenes (www.oncf.ma) y en CTM (www.ctm.ma), la principal compañía de autobuses. Respecto a si se puede comprar los billetes desde fuera de Marruecos. Sin llegar a poder afirmarlo con seguridad, mi experiencia fue que no, intentándolo con VISA Y MASTERCARD. No obstante no hay ningún problema en sacar los billetes directamente en las estaciones, pues casi siempre hay plazas en el momento, salvo fechas muy señaladas.

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