ALTO TAJO - DIA 01. Hundido de Armallones y otras sorpresas para empezar

7 de Noviembre de 2015.

Hacía tiempo que buscaba conocer el Alto Tajo, un territorio salvaje en el noreste de la provincia de Guadalajara, donde el río Tajo discurre, aproximadamente durante treinta kilómetros, a la sombra de impresionantes acantilados tapizados de pinos, entre hoces, meandros y cascadas. Inaccesible durante mucho tiempo, territorio exclusivo de los gancheros que conducían los troncos de pinos hasta Aranjuez, es una zona especialmente bien conservada en la que la naturaleza se muestra en su estado más puro.

El alojamiento elegido para pasar estos tres días sería Casa Pura situado en la localidad de Peralejo de las truchas. Un pequeño hotel rural sencillo y sin grandes pretensiones pero suficiente para dormir.

El pueblo de Zaorejas sería la primera parada de mi itinerario, causándome una grata impresión por tener cierto aire elegante y distinguido, comprobándolo en cualquiera de sus dos plazas típicas: la Vieja, con el nuevo Ayuntamiento como enseña, y la Nueva, donde resalta su fuente de piedra y un viejo arco que enseguida me llevaría a un mirador sobre uno de los característicos valles que rodean a la villa. Hay que destacar también su pequeña iglesia, así como el Museo de los Gancheros y el Centro de Interpretación del Alto Tajo, donde pueden proporcionarte abundante información.

Plaza Nueva. Zaorejas

Paisaje del Alto Tajo desde Zaorejas

A escasa distancia del pueblo llegaría hasta uno de sus secretos mejor guardados: el Mirador del Alto Tajo, al que llegaría en coche, sin demasiadas complicaciones, por una carretera algo estrecha y con pendientes pronunciadas en algunos tramos. En sólo unos minutos me encontraba con toda una provocación, con una exaltación de la naturaleza. Ante mí, un magnífico cañón, a rebosar de vegetación, por donde se puede ver fluir las aguas verdes y claras del río Tajo, dibujando su complicado cauce a una profundidad de vértigo. Y por si fuera poco, algunas aves rapaces planeaban sobre mí en el cielo.

Mirador del Alto Tajo. Zaorejas

A sólo ocho kilómetros de Zaorejas se encuentra el Puente de San Pedro, que se levanta en la confluencia de los ríos Gallo y Tajo y donde se puede comprobar cómo durante unos metros los ríos discurren juntos pero sin mezclar sus aguas, una singularidad que ya había podido observar en otros países pero no en España. Sería este el lugar elegido para dejar el coche y realizar una pequeña caminata con el fin de contemplar un pequeño salto que realiza la corriente del río y que por aquí es conocido como la cascada de la Herrería. También encontraría una pequeña playa, la cual parece está bastante solicitada en época veraniega. Pero tal vez sea la pureza de sus aguas y los colores esmeraldas de las mismas lo que más impacte.

Paraje en Puente de San Pedro

Paraje en Puente de San Pedro

Mi ruta se dirigiría a continuación hacia Ocentejo, donde me dispondría a realizar una de las rutas de senderismo más famosas de todo el espacio natural, conocida como Hundido de Armallones, adentrándome así en uno de los enclaves más impresionantes del Alto Tajo. En este lugar se puede comprobar, más si cabe, la fuerza erosiva del río, que ha esculpido un profundo desfiladero de paredes verticales en las que anidan  numerosas especies de aves.

La duración de la ruta es de unas tres horas, ida y vuelta, debiendo realizar once kilómetros y un desnivel acumulado de unos 400 metros. La ruta es sencilla y toda se desarrolla por una pista de tierra que no presenta ninguna complicación.

La senda parte desde el mismo pueblo, donde un cartel te indica las características del entorno y la fauna que vas a encontrarte en el camino. Tras un kilómetro donde apenas hay nada que destacar, pues sólo cierta vegetación flanquea el camino, llegaría hasta una pequeña bifurcación donde me dirigiría hacia la izquierda.

Ruta Hundido de Armallones

En pocos metros más, de repente, el paisaje cambiaría completamente, encontrándome un profundo desfiladero que corta la respiración. Me encontraba de lleno en el paraje al que se refiere la ruta: el Hundido de Armallones: Armallones, por el pueblecito que hay en la orilla de enfrente; Hundido, por el derrumbamiento acaecido en el siglo XVI. Enormes peñas, residuos de aquel cataclismo, le ponen la zancadilla al Tajo, que se descuelga en cascadas y se amansa en espejos de agua pura en los que sólo se refleja el vuelo majestuoso de los buitres.

Ruta Hundido de Armallones

Ruta Hundido de Armallones

Cada paso es una sorpresa en esta preciosa ruta y sólo unos minutos después podría observar una curiosa cascada de piedra que me haría volver a detenerme para contemplarla. Muy cerca también hallaría una gran poza de aguas cristalinas que debe hace las delicias de los veraneantes en los meses más calurosos.

Cascada de Piedra. Ruta Hundido de Armallones

Río Tajo. Ruta Hundido de Armallones

Siguiendo con mi camino, poco tiempo después afrontaría un ligero desnivel que me brindaría unas maravillosas vistas del cañón, antes de encontrar las que se conocen como las Salinas de la Inesperada, una antigua finca en la que se aprovechaban los yacimientos de sal gema existentes en el valle. Estas salinas, que fueron las más boyantes de la zona, decayeron al mejorarse las comunicaciones terrestres con otros pueblos salineros del exterior y perderse la rentabilidad que históricamente las caracterizó; pero a pesar de su abandono aún conservan los compartimentos donde se embalsaba el agua y se verificaba el proceso de evaporación.

Ruta Hundido de Armallones

Sólo me quedaba volver sobre mis pasos hasta Ocentejo, experimentado un brusco descenso de las temperaturas al regreso, pues no olvidemos que aunque el día había sido excepcional, me encontraba en el mes de Noviembre.

Aunque quedaba poco tiempo de luz, apenas una hora, sería suficiente para dar una vuelta por este pequeño pueblo en el que parece estuvieron asentados los mismísimos templarios. Aunque de su castillo sólo quedan ya unos pocos restos, hay que decir que llegaría a tener dos torres, un aljibe y escaleras para acceder al mismo. Durante la guerra de la Independencia serviría de refugio a la Junta Provincial de Guadalajara, hasta que fue volado por los franceses.

Por su parte, la iglesia parroquial, no dice gran cosa, aunque es cierto que posee una bonita espadaña con detalles barrocos.

Iglesia de Ocentejo

Y de repente, la oscuridad sería la protagonista, por lo que no habría ya tiempo para nada más, por lo que en absoluta soledad me dirigiría hacia mi alojamiento, donde podría cenar contundentes y sabrosos platos típicos de la región.

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