1 de Septiembre de 2014.
Durante los dos días que había permanecido en Valparaíso, el cielo había estado nublado pero la lluvia me había respetado, por lo que no me podía quejar. Sin embargo, y ya se veía venir desde ayer por la tarde, que la jornada de hoy no iba a compadecerse de mí y un fuerte temporal me recibía desde primeras horas de la mañana. La verdad que lo acepté sin refunfuñar como en otras ocasiones, pues no hubiera sido justo, ya que después de todo el tiempo que llevaba en Chile, el sólo haberme encontrado mal tiempo la tarde que llegaría a la Isla de Pascua y hoy, era para considerme bastante afortunado.
Durante los dos días que había permanecido en Valparaíso, el cielo había estado nublado pero la lluvia me había respetado, por lo que no me podía quejar. Sin embargo, y ya se veía venir desde ayer por la tarde, que la jornada de hoy no iba a compadecerse de mí y un fuerte temporal me recibía desde primeras horas de la mañana. La verdad que lo acepté sin refunfuñar como en otras ocasiones, pues no hubiera sido justo, ya que después de todo el tiempo que llevaba en Chile, el sólo haberme encontrado mal tiempo la tarde que llegaría a la Isla de Pascua y hoy, era para considerme bastante afortunado.
Lo que tenía claro es
que no iba a dejar de hacer lo que tenía en la cabeza aunque ello supusiera
mojarse un poquito. Así que me puse el abrigo y me fui paseando por la calle
Almirante Montt, fijándome en muchos murales que no había tenido oportunidad de
ver todavía. Aquí se encuentran el que hace referencia a los girasoles de Van
Gog, el colibrí con la hermosa mujer, el retrato de Salvador Allende, etc.
Mural en la Calle Almirante Montt |
Mural Los Girasoles en la Calle Almirante Montt |
Mural en la Calle Almirante Montt |
Cuando llegué a la plaza Aníbal Pinto, tomaría un trolebús,
igual que ayer, que me dejaría a las puertas del Congreso Nacional. El motivo
es que quería probar suerte por si, sin reserva previa, podía tener acceso a la
visita guiada que se realiza de lunes a viernes. Pero esta vez no la tuve. La reserva es necesaria, obligatoriamente, si quieres visitar el corazón de la democracia
chilena y tienes que realizarla con diez días de antelación. Aún así fueron
amabilísimos conmigo y me permitieron acceder al Hall para que pudiera ver la
declaración de independencia realizada por Bernardo O´Higgins, así como las
banderas de las 15 regiones que componen el país. También pude hacer unas
cuantas fotos. Hay que reconocer que se portaron de maravilla sin haber tenido
ninguna obligación de ello. Otra muestra más de la amabilidad chilena.
Ahora sí y sin más dilaciones me iría hacia Viña del Mar. En
la avenida Brasil pasan infinidad de autobuses que se dirigen hacia allí por lo
que puedes coger cualquiera de los que ponga Viña. El precio fue de 480 pesos.
La pequeña colonia fundada en 1874 se transformaría
completamente a partir de que el terremoto de 1905 obligó a la élite de
Valparaíso a trasladarse hasta aquí. Este sería el lugar perfecto para
construir las mansiones con jardines estilo francés que estaban de moda en la
época.
Mi visita comenzaría bajándome del bus en el parque Quinta
Vergara donde quería ver el anfiteatro del mismo nombre que es el escenario que
alberga cada año el Festival Internacional de la Canción. Tampoco habría
suerte. Los chilenos para algunas cosas son algo exagerados y resulta que
habían cerrado todo el parque por no estar en las condiciones óptimas para su
visita a consecuencia del temporal. Por más que insistí a dos vigilantes no
hubo manera de que me dejaran pasar, por lo que ya algo mojado y un poco
desganado continué la ruta. Hoy creo que no iba a ser mi día.
Parque Quinta Vergara.Viña del Mar |
Muy cerca de aquí se encontraba la plaza José Francisco
Vergara, el fundador de la ciudad. Esta se compone de un pequeño parque con un
estanque rodeado de jardines y en él se puede ver un pequeño púlpito que hace
las veces de estrado público para todo aquel que quiera pueda exponer sus
ideas. Es igual que el speaker´s corner en Hide Park en Londres.
Atravesando el puente de la libertad llegaría a la zona de
las grandes mansiones, que todavía sobreviven, tales como los palacios Rioja y
Carrasco y el Museo Fonk, donde en su entrada se puede ver un moái original
traído de la isla de Pascua, por lo que puede ser una oportunidad de ver uno
para aquellos que no puedan llegar hasta la maravillosa isla.
Sería en este momento cuando la molesta pero soportable
cortina de agua que llevaba soportando toda la mañana se transformaría en
torrencial, lo que supuso que no me quedara otra que tomar un autobús (340
pesos) para trasladarme al centro comercial Mall Viña Shopping, donde me
entretendría paseando por su interior, pero no deja de ser uno más de los
tantos que hay por todas las partes del mundo.
Parecía que tras una hora diluviando, el tiempo me iba a dar
una tregua, por lo que aproveché para irme hasta el paseo marítimo e ir
paseando por este viendo como las olas
golpeaban con fuerza contra las rocas. Iría atravesando Playa Blanca, Playa El
Sol, Playa Acapulco y así llegaría hasta el Casino Municipal, donde entraría
para ver numerosas salas con ruletas, mesas de blackjack y más de 1200 máquinas
tragaperras.
Y tras atravesar otra vez el río, llegaría acompañado,
nuevamente, por la lluvia hasta el Castillo Wulff, construido por el
industrial alemán Gustavo Adolfo Wulff, está declarado monumento nacional y
recrea el estilo típico de los castillos medievales e incluye torreón, muralla
y torretas. Justo, en frente de este, se puede ver el palacio presidencial que
es donde se aloja el Presidente de la República cuando tiene que pasar noche
por algún asunto en esta zona. Y muy cerca se puede ver también otro castillo
llamado Ross.
La guinda a mi visita la había dejado para lo que más ganas
tenía de ver: el famoso reloj de flores plantado sobre una verde loma con
vistas al océano. Representa de forma simbólica el estatus de Viña del Mar como
ciudad jardín. La esfera está formada por un arriate de flores circular con
numerosas especies nacionales. La maquinaria, con agujas horaria, minutera y
segundera de madera, se fabricó en Suiza, como no podía ser de otra manera.
Viña del Mar me había ofrecido un inmenso paseo marítimo, el
Casino Municipal más tradicional de Chile, un elegante patrimonio
arquitectónico legado de sus fundadores, un reloj floreado y, sin embargo, no
me había convencido en absoluto. Y ya se sabe que para gustos los colores, pero
esta vez me iba de un lugar sin demasiado entusiasmo y eso que no suelo ser
demasiado exigente. Tal vez la lluvia o el cansancio derivado de esta pudieron
influir, pero esta era mi sensación final de este lugar.
Tras tomarme una inmensa hamburguesa del tamaño de un plato
con una Pepsi (4400 pesos) en un pequeño local que encontré de casualidad,
llegaría a Valpo sobre las 17.00, donde me metería en una cafetería a tomarme
un chocolate bien caliente para tratar de entrar en calor, pues estaba congelado.
Ya no me movería de aquí en toda la tarde y al final caería un segundo
chocolate. (3200 pesos los dos). Era un lugar acogedor con unos inmensos
ventanales que daban a la bahía llamado La Belle Epoqué, situado en la calle
Papudo 527, en cerro Concepción, y al final fue una gran manera de despedirme
de esta bohemia ciudad.
A las 19.00 pasaría por mi hostal Casa Kultour a recoger mi
mochila, me despediría de Oliver que tan bien me había acogido y me iría
paseando al ascensor Reina Victoria (100 pesos), para en la parte baja de la
ciudad tomar un bus (300 pesos) hasta la estación de autobuses, donde a las
20.15 partía el autobús que me llevaría hasta Puerto Montt, mi siguiente
destino en mi recorrido por Chile y que suponía una nueva etapa del viaje.
El billete me costó 17.100 pesos y viajaría en salón
cama, para poder ir durmiendo de forma agradable durante toda la noche, ya que
el viaje suponía casi quince horas de viaje, pasando por Santiago.
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