PERÚ - DIA 21. Líneas de Nazca y oasis de Huacachina

8 de Septiembre de 2011.

Y un poco antes de que la entrada de este día fuera oficial, me encontraba sacando un billete de autobús hacia Ica (23 soles).

Las empresas Soyuz-Perú Bus se encuentran asociadas y son como si fueran una sola. Los buses son normalitos, de inferior categoría que Línea o Cruz del Sur, pero ya con el hecho de que el respaldo se pudiera replegar más del doble que en cualquier autobús de España, merecía la pena y hacía que fueses cómodo. Hay carteles en el interior que te indican  que tienes que tener cuidado con las pertenencias, ya que se han denunciado varios robos. Así que yo lo que hice fue hacer de mi mochila pequeña mi oso de peluche e ir todo el trayecto abrazado a ella, je, je, je.

A las once en punto  arrancaba el autobús y en diez minutos, como siempre, estaba durmiendo, por lo que las cinco horas de trayecto, una vez más, ni me enteré de ellas.

Cuando llegamos a Ica a las cuatro de la mañana, medio atontado por el sueño, recogí el mochilón y, rápidamente, saqué allí mismo otro billete de bus hasta Nazca. Este me costaría 11 soles por un trayecto de dos horas y media, donde también iría contando ovejitas.

Es cierto que existen buses que van directos de Lima a Nazca, pero los que miré salían al mediodía y, por tanto, esa opción no me cuadraba para acabar de ver lo que quería en la capital.

Por otro lado, durante mis tardes de relax en Trujillo, aproveché para meterme en internet en el hotel y así buscar una empresa con la que pudiera realizar las actividades de este y del día siguiente. Aunque pensé en hacerlo sobre la marcha según llegara, el hecho de que temiera no poder sobrevolar las líneas de Nazca por falta de plazas o por no coordinar bien mis movimientos con tan poco tiempo como ya me quedaba, hizo que me animara a dejar las cosas cerradas desde Trujillo con una agencia. Me decanté por Alltuman Tours.

Efectivamente, mi objetivo no era otro en esta ciudad que poder contemplar desde el cielo las misteriosas y antiguas líneas, una serie de formas geométricas y líneas rectas en la tierra que representan estilizadas formas humanas y de animales. Cubren una sorprendente área de 310 kilómetros y sólo se pueden apreciar totalmente desde el aire.

Cuando llegué a Nazca a las 06.40, me estaban esperando para conducirme hasta el aeródromo desde donde salen las avionetas que sobrevuelan las líneas. La compañía aérea con la que volaría sería Aeroparacas (120 dólares + 25 soles por tasas aeroportuarias).

Aeródromo de Nazca

Pegando la oreja oí que a gente que había por allí, le había salido desde 100 a 130 dólares, por lo que más o menos están todas las agencias igual de precios.

En la pequeña terminal, conocería a los que serían mis compañeros de vuelo, Mary y Gary, una pareja canadiense, y a Honda, como las motos, un joven japonés, que también viajaba sólo. Así que me animé y me puse a chapurrear un rato mi pésimo inglés. Estuvimos la friolera de más de dos horas esperando, ya que había amanecido nuboso y hasta que no despeja, parece ser que no permiten despegar. Esto es raro, pues casi siempre está despejado. Al final resulta que es que el día anterior había habido un pequeño temblor de tierra y eso había hecho que el tiempo se resintiese.

Aeródromo de Nazca

Aeródromo de Nazca

Por fin, nos conducirían a la avioneta de cuatro plazas más los dos pilotos  (A raíz de que se estrelló uno de los aviones, obligan a que esto sea así para tratar de que sea más seguro y como consecuencia el precio también es más caro). A mí me tocaría atrás. Nos colocamos los cascos y brrrumm… ¡a volar!

Piloto preparado para sobrevolar las Líneas de Nazca

La sensación era acojonante, volábamos a unos 150 metros del suelo, no demasiado alto y se veía todo de maravilla. Pronto identificaría las primeras e inconfundibles siluetas de la ballena, los triángulos y el astronauta.

Ballena. Líneas de Nazca

Triángulo. Líneas de Nazca

Astronauta. Líneas de Nazca

Se cree que las líneas se grabaron levantando las rocas y la capa superior del suelo para que apareciera la capa inferior más clara, hace entre 2000 y 3000 años (algunos arqueólogos dicen incluso que 5000 años).

Sería aquí cuando Honda echaría mano de una bolsa y se pondría a vomitar, mientras los canadienses se empezaban a partir de risa y le quitaron su cámara para fotografiarle y plasmar el bonito momento. El pobre chico estaba fatal y los otros señalándole y venga a descojonarse. Era surrealista, ja, ja, ja.

La avioneta seguiría haciendo giros hacia un lado y hacia otro con el fin de que todos los miembros pudiéramos divisar perfectamente los famosos dibujos que se iban sucediendo: el mono, el perro, la araña, el cóndor y hasta un perfecto colibrí con cien metros de longitud.

Mono. Líneas de Nazca

Colibrí. Líneas de Nazca

Araña. Líneas de Nazca

Cóndor. Líneas de Nazca

¿Quién dibujó estas líneas y por qué? ¿Eran calendarios astronómicos? ¿Ofrendas a los dioses? Y ¿cómo, si sólo pueden verse desde el aire? Resulta imposible saber que eran en realidad estos dibujos. Algunas teorías rebuscadas dicen que son pistas de aterrizaje de extraterrestres, lo cual resulta demasiado fantasioso.

Todavía quedaban por divisar las últimas líneas pero sería aquí cuando mi estómago comenzó a revolverse y la angustia apareció en mi cuerpo.

Disimularía con una media sonrisa como la de la Gioconda, para afrontar esas últimas líneas y evitar el despiadado humor canadiense. Así terminaríamos viendo el árbol, las manos, etc. No las disfrutaría mucho, pero por lo menos conseguí aterrizar sin utilizar la dichosa bolsita delatadora.

Manos. Líneas de Nazca

Arbol. Líneas de Nazca

Al salir fuera y todavía aturdido, no sé si por lo impresionante del lugar o por las incontables vueltas que había dado el piloto, y cuando ya se me pasó el mareo me fui a comprar unas camisetas a las tiendas de recuerdos y me despedí de mis amigos internacionales. Luego el mismo señor que me dejaría allí, me volvería a llevar a la estación de buses. En esta aproveché para desayunar, eran ya las once, y a las doce, vuelta otra vez a cogerme un bus de la empresa Soyuz (10 soles) hacia Ica.

A las 14.30 me estaría esperando la chica de la agencia para darme la bienvenida. Paola se llamaba. Aproveché y le dije que me asesorara un hostal para esa noche y me recomendó El Medano. Me acompañó en taxi hasta él, le eché un ojo y como estaba limpio y barato, decidí quedarme. (40 soles).

Luego me contaría que a las 15.45 estarían a por mí para realizar la ruta por el desierto y las dunas de Huacachina. (70 soles con todo incluido, entrada, buggies y taxi de ida y vuelta a mi hotel). Siempre hay que dejar claro lo que entra y lo que no, porque sino luego dicen que los extras van a parte.

Dejaría todo en la habitación, me tumbaría cinco minutos y me marcharía a comer a la plaza de Armas de Ica, que no tiene nada, a un sitio tipo Kentucky Fried Chicken, llamado Rokys. Me pondría ciego de salchipapas, es decir salchichas con patatas fritas y huevos fritos y una coca cola (16,50 soles) y a la hora indicada, estaba en la puerta del hotel para la aventura de la tarde.

Plaza de Armas. Ica

Lo primero, para ir abriendo boca, me dejarían disfrutar durante media horita del oasis de Huacachina, con su lago y sus palmeras, Era un paisaje idílico y de una belleza escénica complicada de superar. Después vendrían a buscarme con un pedazo buggy, en el que ya iban montados una pareja estadounidense, hoy, sin duda, era un día internacional, y comenzaríamos el camino hacia la aventura.

Oasis de Huacachina

Oasis de Huacachina

Fue una pasada la experiencia, pues sería como un parque de atracciones pero en el desierto. Dunas inmensas, que no había visto en mi vida, por las que subías y bajabas a toda velocidad. Saltos, giros y derrapes con los que parecía que estabas a punto de echar a volar. Mientras que mirases donde mirases, sólo había arena y en cada curva una nueva caída con la que volvería a experimentar una sensación de adrenalina increíble.

Dunas de Huacachina

Dunas de Huacachina

La primera vez que paramos sería para disfrutar de las vistas del desierto y andar un rato por él y luego afrontar el otro plato fuerte de la excursión, el tirarnos en tablas de surf por las gigantescas moles de arena. Es evidente que ante mi nula experiencia en este tipo de actividad lo haría tumbado y boca abajo, pero aun así fue una chulada. ¡Me encantó! Haríamos en un sitio tres dunas medianas y en otro dos gigantescas. Y claro al acabar tenías arena hasta en el último sitio de tú cuerpo. Además para incrementar la sensación de velocidad el guía nos daría un trozo de cera de vela para que la untásemos en la cara de la tabla que estaría en contacto con el suelo arenoso.

Buggy en las Dunas de Huacachina

Dunas de Huacachina

Dunas de Huacachina

Dunas de Huacachina

A pesar de que mi pantalón contaba con bolsillos de cremallera que cerraban perfectamente, el interior de estos acabaron también repletos de arena y, por consiguiente, la cámara que la había guardado en uno de ellos, también. Estaba totalmente muerta y aunque el disgusto inicial fue importante, después de comprobar en la otra cámara, que la había dejado a buen recaudo en el vehículo, que la tarjeta de las fotografías estaba sana y salva, pues para mí era lo más importante, volvería a poner buena cara y me dispuse a disfrutar al máximo de nuestra última actividad: ver una puesta de sol inigualable en el desierto. Otro momento mágico e inolvidable.

Puesta de Sol en las Dunas de Huacachina

Puesta de Sol en las Dunas de Huacachina

A las 18.30 me dejaban en la puerta del hotel. Descansé dos horitas y me fui a cenar a la vuelta de la esquina, a un sitio llamado El Galindo, donde esta vez opté por un filete de pollo con arroz blanco y jugo de naranja (13 soles). Y así terminaba otra intensa e increíble jornada repleta de instantes únicos y espectaculares.

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