PERÚ - DIA 18. Ruinas de Chan Chan y Huanchaco

5 de Septiembre de 2011.

Me levanté bastante cansado y es que tantos días sin parar empezaban a pasarme factura. Así que estuve un rato más en la cama y entre unas cosas y otras saldría del hostal a las 09.30. A tan sólo dos cuadras estaba la avenida España, así que para allá que me fui a coger una combi con dirección a Huanchaco (1 sol), la cual me dejaría en el cruce de acceso a las ruinas de Chan Chan.

Nada más bajarme tenía a tres taxistas abordándome, ofreciéndome distintas ofertas para llevar a cabo el tour de los lugares que incluye la entrada a las ruinas.

Les dije a todos que no y me fui directo a uno que se encontraba más apartado, para pedirle que me llevara a la entrada de Chan Chan por 2 soles. Accedió y en el trayecto de tres minutos con una verborrea propia de los mejores oradores me convencería para hacer el dichoso tour que en principio no pensaba realizar. (30 soles) La verdad que se aprovechó de que hoy era un día que estaba bastante espeso, podría afirmar que el que más de todo lo que llevaba de viaje. Lo bueno de estar sólo que sólo me aguantaba yo.

Estando ya la cosa confirmada, le dije que me esperase en la puerta, mientras yo entraba a recrearme con las ruinas, pero que sin tiempo, que no quería agobios a lo cual accedió sin decir nada. El acceso me costó 10 soles.

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan


Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Esta ciudad fue uno de los centros de poder más importantes de otra de las culturas claves en el norte de Perú, la etnia Chimú, que data de los S.IX al XV, hasta que como pasó con el resto de tribus, vinieron los incas y les sometieron.

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Lo que dejó este pueblo es realmente espectacular, nada más y nada menos que diez palacios amurallados de adobe, perfectamente decorados. No es de extrañar que por ello sea la mayor urbe que se ha construido en el mundo con este material y haya sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986.

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Pozo ceremonial.Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

De los palacios mencionados, sólo se visita uno, que es en el que me encontraba y se llamaba Ni Kan o Palacio Tschudi. Ingresaría por la única entrada que tiene el conjunto amurallado y siguiendo la flecha en forma de pez, llegaría a diferentes espacios. Las dimensiones del palacio eran tremendas y en la visita fui conociendo la muralla, la plaza principal, los templetes con decoración y destinados al culto, la plaza y el pozo ceremonial, el recinto funerario y la sala de las 24 hornacinas donde se administraba justicia.

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Sala de las 24 hornacinas. Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Sala de las 24 hornacinas. Palacio Ni kan. Ruinas de Chan Chan

Todo ello conseguiría espabilarme bastante, pues no venía con especiales ganas, y salí de allí impactado de lo que consiguió hacer esta cultura. Y eso que sólo se ve una mínima parte del complejo.

A la salida, después de hora y media dentro, me dirigí en el taxi que había contratado, a los otros dos lugares que incluye la entrada: la huaca Esmeralda y la huaca Arco Iris. Se tratan de dos templos que también pertenecieron a la ciudad de Chan Chan, pero que por el crecimiento urbano han quedado aislados de las ruinas principales. La decoración del segundo de ellos me gustó bastante, pero creo que no merecen la pena después de haber visto la joya de la corona y más por lo que te cuesta el taxi, ya que para hacerlo en combi se complica la cosa por lo que se tarda y por ser zonas un poco peligrosas.

Huaca Esmeralda

Huaca Arco Iris

Huaca Arco Iris

Una vez vistos, el amigo taxista me dejaría en el paseo marítimo de Huanchaco, dentro de lo pactado, sobre la una de la tarde.

A primera vista y sin apenas haber dado dos pasos, el pueblecito, al lado del océano Pacífico, realmente me encantó, por lo que decidí que no me iba a mover de allí en lo que quedaba del día y así me dedicaría a relajarme un poco y a descansar. Y eso fue lo que hice, pasear descalzo por la playa y mojar los pies en el Pacífico, tumbarme en la arena, caminar por el muelle (0,50 soles), comer en el restaurante El Rey con vistas al mar un rico ceviche aderezado con limón y ají (pensé que no me gustaría y me equivoqué) y un revuelto de carne (10 soles).

Playa y Muelle de Huanchaco

Muelle de Huanchaco

Muelle de Huanchaco

Y aunque el cielo estaba nublado y gris, ¡Dios! ¡Qué bien me estaba sentando la tarde! Seguiría  relajándome, tomándome un helado, mientras veía como hacían surf los jóvenes de la zona y como un pescador se montaba en una barca de juncos, llamada popularmente caballito de totora, que son típicas embarcaciones de la zona, etc. Por cierto que su uso se remonta a la cultura moche hace unos 2500 años.

Huanchaco

Caballitos de Totora en Playa de Huanchaco

Caballitos de Totora en Playa de Huanchaco

Además cuando estaba en el paseo marítimo sentado mirando al horizonte, me abordaría una joven, que estaba estudiando turismo, para hacerme una encuesta sobre lo que me parecía la localidad y le contase mis impresiones con respecto otras que había visitado. Más tarde, mientras miraba unos puestos del malecón, volvería a tener una larga conversación con otra chica de una de las tiendecitas.

Caballitos de Totora en Playa de Huanchaco

No quería marcharme de allí, pues había disfrutado como un enano. Me había quedado prendado de Huanchaco, de su tranquilidad, de sus gentes. Pero como todo se acaba y tampoco quería que se me hiciera de noche, a las 17.00 cogí una combi que me dejaría en el centro de Trujillo (1,50 soles). En media hora me encontraba en la ciudad, para nada más llegar irme para el hotel y tirarme a la Bartola hasta la hora de la cena.

Huanchaco

Atardeciendo en el Muelle de Huanchaco

Llegada esta me iría por la avenida principal y me animaría, al final, con un sitio que se llamaba Asturias, había que homenajear a España. Allí me tomaría un sándwich de dos pisos con tortilla, pollo, tomate, etc. y un jugo de fresa y naranja. (18,50 soles).


A la vuelta haría lo que venía siendo tradición últimamente, antes de acostarme, que era terminar el día con un helado de Nestlé. (2,50 soles)

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