OESTE EEUU - DIA 09. Monument valley y Antelope canyon

12 de Septiembre de 2010.

Muchas han sido las películas donde el mítico Monument Valley ha aparecido como telón de fondo o acompañando en sus aventuras a grandes actores como John Wayne, Michael J. Fox, Susan Sarandon o Geena Davis. Cuando veía algunas de esas cintas como La Diligencia, Thelma y Louis o Regreso al Futuro III, además de disfrutar con la historia en cuestión, me quedaba especialmente embobado con el paisaje donde transcurría la acción. Pronto me empezaría a interesar por cual era ese lugar formado por una gran depresión repleta de multitud de monolitos de todo tipo de tamaños y formas, que sitio era ese donde los amaneceres y atardeceres permitían observar tonalidades rojas y anaranjadas de una intensidad tal que podían sobrecoger y estremecer al más hierático de los seres humanos.

Una vez localizado el mismo ya no dejaría de preguntarme, cada vez que lo volvía a ver en una nueva película o documental, si alguna vez tendría la oportunidad de poder levantar el polvo con mis propios zapatos mientras diese un paseo por ese escenario natural tan afamado. Parece que la respuesta a esa pregunta iba a llegar en la jornada que comenzaba con un sí repleto de ilusión. Después de tantos años esperando, hoy podría sentirme como un pasajero en el tiempo, un proscrito perseguido o un vaquero del viejo oeste.

Ayer seríamos previsores y también compraríamos el desayuno en la gasolinera que había en frente de nuestro alojamiento, pues la corneta hoy sonaba a las 06.30 de la mañana y  no queríamos que nos pillara el toro como en Arches y así poder disfrutar de todo el plan de hoy con calma.

La distancia que nos separaba del centro de visitantes de Monument Valley era de algo más de 30 kilómetros por lo que en apenas media hora íbamos a llegar a nuestro destino. Eso sí no podríamos evitar hacer varias paradas en la también famosa e inmensa recta que te lleva hasta este lugar y que tantas veces se ha visto en televisión. El silencio y la soledad de estos parajes a esas horas de la mañana eran sobrecogedores y aprovechamos para hacernos algunas fotos en el mismo asfalto de la carretera. Después llegaríamos, en poco tiempo, al parking donde poder dejar el vehículo.

Monument Valley

Hay que decir que este lugar se encuentra regentado por los indios navajos y por lo tanto esta fuera del pase anual al no ser Parque Nacional. Esto supone tener que pagar cinco dólares para acceder.

Ya en el centro de visitantes empezaríamos por disfrutar de unas espectaculares vistas, desde la parte trasera del edificio, de la famosa imagen de los tres inmensos monolitos, erosionados por las fuerzas naturales del viento y el agua durante los últimos 50 millones de años, que se han inmortalizado para la eternidad gracias a Hollywood.

Monument Valley

Tras recrearnos un buen rato con la vista y hacer algunas compras en la tienda, tuvimos que decidir que opción tomar, de las dos posibles, para recorrer el valle. La primera es realizar el recorrido con tu propio coche por un camino de arena sin asfaltar y con bastantes baches. Para ello te facilitan un pequeño mapa con los nombres de cada monolito que te encuentras en la ruta. La segunda es contratar un tour con los indios navajos. Teniendo en cuenta que nos gusta ir a nuestra bola, que las furgonetas en las que realizas el tour van hasta arriba y que los tiempos de parada en cada lugar de interés están bastante limitados con ellos, no dudamos en tomar la primera opción y hacerlo por nuestra cuenta.

El recorrido de 25 kilómetros parte desde el mismo parking donde dejas el coche y lo primero con lo que nos encontramos sería con una pendiente algo pronunciada, con badenes y agujeros, en la que temimos, por momentos, quedarnos sin vehículo, pues al no haber excesiva distancia entre el suelo y los bajos del coche, tuvimos que oír algún fuerte sonido que nos asustó un poco. Afortunadamente pronto llegaríamos a la zona llana, que ya no nos abandonaría, y por la que podríamos sortear sin problemas los nuevos obstáculos con los que el terreno nos sorprendía.

A lo largo de la pista podríamos ir gozando de monumentales cerros, maravillosas mesetas y cañones, formaciones que desafían la gravedad y todas ellas con sus respectivos nombres quedando así personalizadas. Entre las muchas que veríamos se encontraban Sentinel Mesa, Elephant Butte, East Mitten Butte, West Mitten Butten, Merrick Butte, etc. Y todo ello acompañados a cada instante y desde casi cualquier perspectiva de los majestuosos centinelas de piedra rojiza que identifican el Monument Valey.

Monument Valley

Monument Valley

Monument Valley

También tendríamos tiempo en uno de los últimos miradores del recorrido de echarnos unas risas con dos matrimonios jubilados de americanos, pues aunque ellos no hablaban castellano y nosotros chapurreábamos bastante mal el inglés, la persistencia y la ilusión de nuestros efímeros amigos en querer charlar un rato, aunque fuese por gestos con dos españoles nos hicieron, por supuesto, tratar de esforzarnos e interesarnos, de la misma manera que ellos, por sus vidas y costumbres.

Monument Valley

Tras algo más de media hora de auténticos malabarismos para tratar de comprender el acento de la América profunda, desharíamos el recorrido para volver a nuestro punto inicial y con el coche intacto en cuanto a mecánica se refiere, no así en cuanto a limpieza ya que acabó completamente cubierto de un capa de polvo de casi un centímetro de grosor, nos despediríamos del maravilloso Monument Valley. Me iba hipnotizado y con la inmensa alegría de saber que tan sólo unos minutos atrás había presenciado, en primera persona, los escenarios por donde los indios galopaban libremente en un pasado no demasiado lejano.

Nos habíamos pasado algo más de cuatro horas en este lugar por lo que eran casi las doce cuando salíamos en dirección a nuestro próximo destino: la localidad de Page. Llegaríamos a las inmediaciones de la misma después de recorrer unos 200 kilómetros y tras unas dos horas y media de conducción, pero todavía no iba a ser el momento de dirigirnos hacia nuestro alojamiento, dado que queríamos conocer un lugar llamado Antelope Canyon del que nos habían contado auténticas maravillas. Así que unos kilómetros antes de que terminara la recta por la que circulábamos y de hacer la entrada triunfal en dicha localidad, podríamos ver a nuestra izquierda un espacio amplio con varios coches aparcados y una pequeña caravana en cuyo exterior una persona con rasgos indios se encontraba sentada en una silla plegable y con una pequeña mesa de madera delante suyo. Estaba más que claro que era aquí donde teníamos que dirigirnos para sacar las entradas, porque además un cartel al lado del arcén también indicaba que este era el lugar. Tras solicitar dos tickets, casi que nos caemos de espaldas porque cada uno de ellos suponía 32 dólares. Una auténtica pasada. Como se puede apreciar este paraje no está incluido en los Parques Nacionales y su gestión depende únicamente de los indios navajos.

Sólo nos quedaba ya esperar a las 15.30, hora en la que comenzaría el ansiado tour. Montaríamos en un vehículo 4x4 con varias personas más y su conductor nos llevaría hasta la garita de control de acceso del monumento natural. Aquí nos sucedería una anécdota curiosa que nos permitió ver como es, in situ, la hipocresía americana en su máximo esplendor. Parecía que el vehículo que teníamos delante tenía algún problema técnico que no le permitía seguir adelante, por lo que tras un rato esperando, nuestro conductor empezó a ponerse nervioso y tras unos minutos más, perdería los nervios y echó marcha atrás sin cerciorarse de que no había vehículo alguno con el que colisionar. ¿Y qué sucedió? Pues que una bonita ranchera negra estaba detrás nuestra y el golpe que la metió casi que la deja sin parte delantera, porque, además, en vez de echar para atrás despacio, lo haría con toda su soberbia. Yo que estaba presenciando con interés todo lo que sucedía, en el mismo momento que se produciría la colisión, centré mi mirada en el conductor de la ranchera. Encolerizado, histérico, cabreado y mil adjetivos más se podían achacar al hombre, sumado a unos 30 “Fuck” consecutivos leídos perfectamente de sus labios. Aquí me dije, - “verás tú, van a llegar a las manos y se va a montar la de Dios”. El indio navajo bajó de nuestro vehículo y se dirigió a la ventanilla del conductor que había sufrido el golpe. Y sorprendentemente este puso su mejor sonrisa, empezó a hacer gestos como si nada hubiera sucedido y rellenaron amigablemente los partes del seguro. Una vez que terminaron y el indio se dio la vuelta, el individuo de la ranchera y su pareja, comenzarían de nuevo a burlarse de él, gesticulando con claros gestos racistas y algún que otro “Fuck” más. Realmente sorprendente como pueden tener la sangre fría de pasar en segundos de un estado a otro.

Tras este incidente, ahora sí que pasaríamos el control y el jeep nos llevaría por unas dunas de arena reseca, repletas de baches, que nos catapultaban al techo del vehículo, temiendo por nuestras cabezas, hasta la entrada del cañón de ranura. Este tipo de formación se caracteriza por ser más profundo que ancho y se forma por el desgaste del agua que corre a través de la roca, erosionando esta.

Antelope Canyon

Casi no había gente y nuestro conductor, ahora convertido en guía, antes de introducirnos en las entrañas de la tierra, haría una explicación acerca de  las características geológicas, la historia, la cultura y los problemas que afectan al pueblo navajo. Tras esto nos adentraríamos en un increíble mundo de fantasía en piedra, un universo mágico repleto de formas y colores causados por los rayos de luz que se proyectan desde el cielo e impactan en las profundidades y paredes del cañón, originando un juego de luces y sombras maravillosos que nos dejaron a todos los allí presentes atónitos y con la boca abierta. Durante el paseo por el interior de la formación, también tendríamos tiempo de deleitarnos con la realización de espectaculares fotografías que nos recomendaba nuestro guía. La verdad que fue una gozada porque casi no había gente, salvo a la mitad del recorrido de vuelta, donde pudimos observar como es el asunto cuando se masifica y es un horror. Así que muy contentos por la suerte que tuvimos, salimos del cañón, montamos en nuestro jeep y nos volvieron a dejar en el lugar donde compramos las entradas.

Antelope Canyon

Antelope Canyon

Durante los últimos kilómetros que restaban para llegar a Page, pudimos ir viendo, en la lejanía, el inmenso lago Powell. Esto nos haría dudar si apurar lo que restaba de tarde, acercándonos hasta sus inmediaciones para ver si podíamos contratar algún tour o pasear por alguna de sus orillas o directamente irnos hacia el hotel, pues el cansancio que llevábamos acumulado, hoy se hacía más patente que otros días. Tras comentar la jugada, al final decidimos parar a un lado de la carretera para tomar alguna foto y directamente irnos al alojamiento, pues todavía nos quedaba mucho viaje y era un buen momento para reponer fuerzas.

Hoy dormiríamos en el Days Inn and Suites Page (146,55 dólares la habitación). Tras registrarnos y darnos la habitación ya sólo quedaría pasar la tarde viendo la película  X-MEN y alguna que otra serie americana, con una pequeña escapada para salir a cenar a uno de los restaurantes de comida rápida que se encontraban en las cercanías del hotel.

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