GERONA - DIA 01. Valle de Núria y Ripoll

24 de Agosto de 2009.

Gerona es una de las provincias españolas más pequeñas, de hecho se encuentra entre las diez últimas en extensión, pero bien podría aplicársele el dicho “pequeña pero matona”, pues su territorio cuenta con infinidad de atractivos que hacen que tengas que emplearte a fondo para poder recorrerla, más o menos, en su totalidad, en diez días, que eran con los que contábamos nosotros.

Y es que en su reducido espacio puedes encontrar desde el paisaje bronco y quebrado de la Costa Brava hasta pueblos llenos de encanto desplegados por su breve interior, sin olvidarnos de volcanes extintos, los increíbles paisajes de los Pirineos, fabulosos valles donde el medievo alcanza su apoteosis o incluso el lago más grande de Cataluña. Ante todo ello, ¿verdad que incluso diez días parecen pocos?

Nuestra ruta comenzaba un caluroso día de agosto, que acrecentaba por momentos el sueño y cansancio que traía conmigo del reciente viaje por el este de los EE.UU y Canadá. Tan reciente que había aterrizado ayer domingo y hoy ya estaba embarcado en esta nueva aventura, por lo que es verdad que lo mismo me precipité un poco al hacer todo tan seguido, pero es que las ansias viajeras a veces le pueden a uno.

Aunque valoramos salir desde Madrid en coche, es verdad que el hecho de que fueran tantos kilómetros al final nos haría desistir de esta idea y optar mejor por comprar un económico vuelo a Barcelona (70 euros ida y vuelta) y una vez allí alquilar un vehículo.

Saldríamos a primera hora por lo que a las nueve ya estábamos retirando el coche y nos pondríamos en marcha hacia la localidad de Queralbs, situada a unos 140 kilómetros del aeropuerto de El Prat y dos horas de camino, por lo que pasadas las once habíamos conseguido aparcar y nos disponíamos a empezar la jornada turística.

En esta pequeña localidad de montaña, colgada en una ladera y caracterizada por sus casonas de piedra construidas en la pendiente, nos dirigiríamos a la estación donde tomaríamos el famoso tren cremallera  que te lleva hasta el valle de Núria. El trayecto de ida y vuelta desde aquí cuesta 23 euros para adultos y 13,80 para infantil de 7 a 14 años. También se puede hacer el trayecto desde la cercana Ribes de Freser en cuyo caso el billete para adultos supone 25,50 euros y el infantil 15,50 euros. Otra opción si no quieres pagar nada es hacer la ruta caminando pero supone ocho kilómetros con un desnivel de 800 metros, por lo que supone estar un poco en forma y disponer de tiempo suficiente.

Indicación Estación de Queralbs

Estación de Queralbs

Nosotros, como ya he comentado, optaríamos por hacer la ida y la vuelta en el popular tren. El recorrido entre montañas es realmente hermoso con paisajes vertiginosos y fascinantes que impiden que apartes tú mirada de la ventanilla.

Valle de Nuria

Completado el trayecto llegaríamos al valle de Núria situado a gran altitud y rodeado de un círculo de picos que superan ampliamente  los 2000 metros. El más alto, el Puigmal, con 2913 metros. Este valle alpino forma un abanico  en torno a un pequeño lago desde el que el río Núria se abre paso a través de una garganta. En este además se pueden alquilar barcas, muy demandadas por familias con niños, pudiendo pasar así un rato agradable.

Estación Valle de Nuria

Valle de Nuria

Valle de Nuria

Lago del Valle de Nuria

Pero lo más impactante, no sé muy bien si para bien o para mal, es la mole del Santuario de Núria, un edificio de estilo neorrománico, terminado en 1946, que sustituyó al templo primitivo del que nada queda.

Santuario de Nuria

Lago del Valle de Nuria

Según la leyenda el eremita francés San Gil, llevó al lugar la imagen de la Virgen, creándose desde entonces una gran devoción popular en torno a la misma, caracterizándose por ser una talla de madera policromada del siglo XII con una belleza hierática del primer románico.

También es un lugar donde acuden constantemente parejas que tienen problemas para tener descendencia, pues se dice que estas pueden recuperar la fertilidad siguiendo un ritual de lo más peculiar consistente en que la mujer debe meter la cabeza en una olla, mientras el hombre golpea una campana, tantas veces como hijos deseen tener.

Después de la visita al Santuario, de varios paseos por la zona y de una agradable siesta sobre la verde llanura, volvimos a coger el tren cremallera para regresar a Queralbs, desde donde pondríamos rumbo hacia Ripoll, a la que llegaríamos tras media hora y un poco más de veinte kilómetros.

Esta población es conocida como cuna de “Cataluña”, en clara referencia a su importancia histórica. Como en otros casos, Ripoll nació en torno al monasterio benedictino de Santa María, fundado por el conde Wilfredo el Velloso en el año 880, bajo cuya protección estaría la villa. La ciudad poseyó cierta relevancia en el aspecto industrial dentro de los sectores de la lana y el hierro, consiguiendo en este último cierto renombre en la fabricación de armas y llaves.

Monasterio de Santa María de Ripoll

La mayoría de nuestro tiempo aquí se ceñiría a dicho monasterio, cuya entrada cuesta 5,50 euros y abre de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00.

El gran arco triunfal que da entrada a la iglesia es uno de los más maravillosos conjuntos de escultura románica. El pantócrator, en el centro, se rodea  de figuras de animales fantásticos, representaciones de los pecados, pasajes bíblicos y escenas de la vida cotidiana.

Arco Triunfal. Santa María de Ripoll

En la iglesia, las naves de su amplio espacio interior son cinco y el crucero termina en siete ábsides. Sus sucesivas restauraciones han desfigurado su imagen inicial. Los desastres que ha sufrido no pudieron, sin embargo, acabar con dos sepulcros monumentales, el de Wilfredo el Velloso y el de Ramón Berenguer IV.

Monasterio de Santa María de Ripoll

Sepulcro de Ramón Berenguer IV. Santa María de Ripoll

Respecto al claustro, hay que detenerse a contemplar los capiteles, 252, en los que los hombres medievales “leían” la doctrina cristiana.

Claustro. Monasterio de Santa María de Ripoll

Claustro. Monasterio de Santa María de Ripoll

Un personaje clave en la historia del monasterio es el abad Oliba, que en 1063 consagró la iglesia. Sería él quien protagonizó la edad de oro del monasterio, destacando entre sus labores la de impulsar las traducciones de textos árabes que recogían los escritos clásicos grecolatinos. Se atribuye también a Oliba el florecimiento del arte románico en la construcción de abadías como las de Montserrat, Fluviá y Canigó.

Aunque nuestra visita se centró en el edificio religioso es verdad que también tendríamos tiempo de dar un breve paseo por la localidad descubriendo agradables lugares como la plaza de Sant Eudald, la plaza del Ayuntamiento y la ribera del río o calles como la de Tafallero, Sant Pere o Perdut.

Río Ripoll

Había sido un día intenso, por lo que tras la anterior visita nos dirigimos al que iba a ser nuestro alojamiento las dos próximas noches, sin presagiar lo que nos esperaba.

Este se llamaba Can Jou, situado a las afueras de Sant Jaume de Llierca y mi cara según iban pasando los minutos se iría transformando hasta terminar desencajada. Para comenzar, la pista de tierra que debía llevarnos hasta la entrada de la casa casi hace que nos quedemos sin coche y es que no era acta ni para un todoterreno. Es verdad que exagero, pero desde luego que para un vehículo normal estaba intransitable, con baches y agujeros que hicieron que tuviese que emplearme a fondo para no romper el coche.

Lo siguiente sería el momento de entrar en la habitación, donde mi cara sería un poema al encontrarme con un espacio rectangular con tres camas de mala muerte, las paredes repletas de suciedad, con desconchones y con las marcas de las muertes de pequeños visitantes anteriores, tales como mosquitos y arañas.

Ante el desánimo que me invadió, sería este el momento en el que no dudaría en hacer una llamada al alojamiento que teníamos para dentro de dos días para intentar irnos esta misma noche hacia allí, pero desgraciadamente estaba ocupado para hoy, no así para mañana, por lo que reservaría y trataría de mentalizarme de que esta noche no me quitaba ya nadie la experiencia de dormir en este cutre lugar.

A continuación vendría la cena, donde los encargados del comedor nos sentarían en el medio de una inmensa mesa, junto con un grupo de escandalosos ingleses. Cuando me quejé para decir que queríamos una mesa separada y tranquila me contestarían que no había más sitios y que no podían hacer nada, así que la irritabilidad que empezaba a soportar era cada vez mayor.

Lo que nos sirvieron tampoco mejoraría, consistente en una ensalada con las hojas de lechuga más secas que la mojama y cuatro trozos de tomate más verdes que un prado en Suiza. De segundo unos tristes filetes de lomo, que estaban casi crudos y con una pinta nefasta.

Así que casi sin cenar, en cuanto pude me levanté de la mesa y me marcharía a dormir, esperando despertar lo antes posible de esta horrible pesadilla.

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