EGIPTO - DIA 08. Nuevos descubrimientos en la infinidad del desierto

16 de Noviembre de 2008.
Lo que más me estaba gustando de esta segunda fase del viaje era el contacto diario que teníamos con el  desierto. Los pequeños paseos que realizábamos al desembarcar hasta los respectivos monumentos y, cuando era posible, de unos a otros, eran especiales y te permitían vivirlo plenamente, disfrutando así  de una parte diminuta de su inmensidad y de los colores anaranjados, amarillos y marrones pálidos que se mezclaban entre sí en cuestión de segundos.
Amaneciendo en las cercanías de Wadi el Seboua
La temperatura no podía ser mejor, pues pocas veces llegaba a los treinta grados, que unida a una agradable brisa que soplaba en muchas ocasiones, te hacía tener la sensación de estar en una primavera a punto de finalizar o en un incipiente verano.
Comenzaríamos visitando el templo de Wadi al Sebua, que conserva restos de su avenida de esfinges que te conducen hasta el pilono principal y único. Fue construido por Ramsés II y está dedicado al propio faraón divinizado, a Amón – Ra y a Ra – Harajty.
Templo de Wadi el Seboua desde el Barco

Templo de Wadi el Seboua
Este sería otro de los muchos ejemplos en que la construcción sería desplazada de su ubicación original para salvarla de las aguas del lago Nasser, ya que se encontraba un poco más hacia el este.
Dos colosos de Ramsés  adornan el templo, excavado en parte en el lecho rocoso. El santuario interior fue convertido en capilla cristiana por los coptos y sobre los relieves se vislumbra la imagen de algunos santos.
Esfinge del Templo Wadi el Seboua

Grabados del Templo de Wadi el Seboua
Desde donde nos encontrábamos y mirando hacia el norte se podía vislumbrar, a lo lejos, el templo de Dakka, al que íbamos a poder llegar caminando a lo largo de un agradable paseo por el  desierto. Por supuesto que aquellos a los que no les apetecía andar tenían la opción de contratar un camello, aunque yo ya había tenido bastante con la experiencia que tuve de camino al pueblo nubio.
Ruinas en el Desierto camino Templo de Dekka
Aunque era un camino perfectamente habilitado y turístico, sin duda que era la mejor oportunidad de pasear y vivir, tan de cerca, la fina arena durante algo más de unos pocos minutos, ya que esta vez el paseo se alargaba una media hora entre paradas y fotografías, lo cual era de agradecer para poder tener unos instantes para recrearte y perderte en tus pensamientos.
Desierto camino Templo de Dekka

Lago Nasser camino Templo de Dekka
Cuando hace ya tiempo terminaba de leer “Los caminos perdidos de África” de Javier Reverte, el último libro de la maravillosa trilogía en el que describe, con todo detalle, sus viajes por este continente tan complejo, no dudaría en apuntar un párrafo que cuando lo leí me sobrecogió y me hizo releerlo varias veces. La pequeña libreta en el que lo apunté, la guardaría con especial cuidado, esperando poder llevármela al primero de mis viajes por el continente africano y volver a leer aquellas palabras en el momento idóneo  y adecuado. Después de tanto tiempo esperando ese instante, este había llegado por lo que saqué el viejo cuaderno y me dispuse a llevar a cabo la lectura. Decía así:
“El desierto puede hacer que te sientas libre al tiempo que te sabes prisionero de la absoluta negación. El desierto es sano, te llena de vida los pulmones mientras te quema la carne y te abrasa el alma. El desierto te hace fuerte al tiempo que rompe todas tus esperanzas y acaba con cualquier sombra de fe que alientes en el corazón. El desierto es sabio porque te hace sentir, cuando habitas sus inmensas soledades, que algo de ti mismo se parece a esa terrible afirmación del no ser. Quizá, al fin, el desierto consigue de ti lo más difícil: reconciliarte con la idea de la muerte y serenar tu tristeza, convirtiéndote en un chinarro de dignidad inútil. ¿Somos algo más que eso?”
Si en su momento, como ya decía, estas palabras me impresionaban, ahora me conmovían y conseguía encontrarles su máximo sentido ante el infinito paisaje desértico que se abrían ante mí.
Desierto camino Templo de Dekka

Desierto camino Templo de Dekka

Desierto camino Templo de Dekka
El santuario de Dekka se comenzaría por el rey etíope Arkamani en el siglo III y sería completado en el periodo grecorromano. Está dedicado al dios Thot, el maestro de las divinas literaturas, y su enorme pilono se conserva en muy buen estado.
Templo de Dekka en la Lejanía

Templo de Dekka

Desierto desde Templo de Dekka
Por último veríamos el templo de Maharraka que data de la época romana y está dedicado a Serapis. De sus restos destaca sobre todo la sala hipóstila y la escalera en espiral que puede verse en una de las esquinas del interior, algo único en una construcción de este tipo y que servía para poder acceder a la terraza.
Así terminábamos nuestra escapada matinal, para volver otra vez al barco y ya no salir de él en todo el día, aprovechando para tener nuevas charlas, momentos de lectura y descanso, baños en la piscina y echarnos alguna que otra partida de mus y chinchón entre varios de los miembros del grupo por lo que, como se ve, no había tiempo para el aburrimiento.
Si a todo lo anterior le sumamos el especial momento que suponía el atardecer, con esos instantes únicos que suponía ver caer al sol por el horizonte, pues no se podía pedir más.
Puesta de Sol en el lago Nasser

Puesta de Sol en el lago Nasser
Evidentemente el cansancio en esta parte del viaje brillaba por su ausencia, por lo que la noche la aprovechábamos para reunirnos en el salón principal hasta la medianoche, mientras  tomábamos unas buenas cervezas y se contaban mil y una anécdotas de los viajes realizados por la gente alrededor del mundo. ¿Había mejor manera de retirarse a descansar?

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