DIA 07. CADIZ. Pueblos Blancos I

19 de Enero de 2007.

Cádiz no son sólo sus costas y sus playas, pues más allá de aquellas, mirando hacia el interior, se encuentran un sinfín de sorpresas que por lo general la gente pasa por alto como consecuencia del calor y de querer disfrutar más del mar y del descanso estival.

Durante esta semana habíamos sido testigos, en algún momento, de buenos ejemplos de lo mencionado en el párrafo anterior, como la jornada que pasamos en Jerez de la Frontera o las horas que nos permitieron descubrir la esencia de la histórica Medina Sidonia. Pero el plato fuerte nos esperaba a partir de este momento en que durante los próximos dos días y medio íbamos a poder realizar la Ruta de los Pueblos Blancos, una de las más recomendables de toda España, a causa de la belleza del paisaje, pero, sobre todo, de la hermosura de un buen número de pueblecitos que se desparraman en esta sierra al este de Jerez de la Frontera, en un itinerario de unos 200 kilómetros.

La carretera discurre por la sierra norte de Cádiz a través de un conjunto de pueblos pequeños, blancos de pura cal y casi todos encaramados en las faldas de alguna peña o al abrigo de un castillo.

Por cierto, cuidado con las carreteras, tienen muchas curvas y a veces no están en muy buen estado.

El recorrido lo empezaríamos en Zahara de la Sierra, donde llegaríamos sobre las diez de la mañana, tras recorrer unos 120 kilómetros en unas dos horas, habiendo partido de Vejer de la Frontera.

Lo más llamativo de Zahara es su constante presencia en el paisaje, ya que se divisa desde casi todos los puntos de las carreteras de la zona. Es como si quisiera vigilar el paso del viajero.

Todo el centro urbano está declarado Monumento Histórico – Artístico.

Caminando por sus calles, que en zigzag dan acceso al centro de la población, encontraríamos la Torre del Reloj, campanario del siglo XVI de una antigua iglesia desaparecida y cuyo nombre proviene de la instalación a principios del siglo XX de un reloj de péndulo en su planta superior. Actualmente se encuentra adosada a la capilla San Juan de Letrán, de reciente construcción.

Capilla de S.Juan Letrán. Zahara de la Sierra

Una calle central parte desde esta capilla y termina en la plaza donde se ubica el Ayuntamiento de la villa y el templo principal: la iglesia de Santa María de la Mesa. Esta construcción terminada en 1755 y con portada barroca, ofrece una bella estampa con su interesante arquitectura, su campanario y los riscos que la enmarcan.

Santa María de la Mesa. Zahara de la Sierra

Por cierto que en la plaza de la iglesia se encuentra un punto de información del Parque Natural, además de poder ver en sus dependencias una exposición sobre la vegetación  de la Sierra de Grazalema, en general, y del pinsapo, en particular.

Si continuamos por la calle que queda a la izquierda de la iglesia antes citada nos salimos del pueblo para adentrarnos, al pasar junto a los restos de la Puerta de la Villa, en lo que era Zahara en la Edad Media.

Otra obligada visita sería la de su fortaleza a la que llegaríamos por sus empinadas calles. La Torre del Homenaje es el resto mejor conservado del antiguo castillo, cuya construcción se inicia en el siglo XII. Desde sus más de 600 metros de altitud seríamos testigos de unas vistas muy hermosas de la zona y del embalse cercano a la localidad. Es interesante saber también que aquí sucedió el encuentro entre Alfonso X El Sabio y Aben Yusef, cuando el rey cristiano pidió ayuda al magrebí para luchar contra su hijo Sancho IV.

Zahara de la Sierra desde su Castillo

Embalse de Zahara de la Sierra desde su Castillo

Unos cuarenta minutos serían los que tardaríamos en recorrer los apenas 17 kilómetros que nos separaban del famoso pueblo de Grazalema que da nombre a la sierra. Y es que para llegar hasta él elegiríamos una ruta que cuanto menos impresiona, pues suponía atravesar el puerto de las Palomas, de constantes y pronunciadas curvas que parecen que no van a terminar nunca. Ello no está reñido con que esta carretera sea una de las más bellas de Andalucía, además de un extraordinario mirador desde el que se divisan las quietas aguas del pantano de El Gastor, el pinsapar y las profundidades de la Garganta Verde.

Puerto de las Palomas

Vistas desde Puerto de las Palomas

Puerto de las Palomas

Respecto a Grazalema es un hermoso pueblo de unos 2400 habitantes que ostenta la particularidad de ser, en plena Andalucía, la localidad donde más llueve en cantidad, no en días anualmente en toda España, debido al microclima del que disfruta.

Grazalema

Acurrucado en medio de un valle, toda la población merece recorrerse sin prisas, detenerse a contemplar el maravilloso entorno que la rodea e incluso probar sus especialidades culinarias como los quesos, los embutidos y la repostería. Sin olvidarnos de visitar su iglesia parroquial  y la de Nuestra Señora de la Aurora, sufriendo ambas graves daños durante las guerras de la Independencia y Civil. Cabe citar otras dos iglesias más pequeñas y ya menos interesantes, la de San Juan, posiblemente levantada sobre una mezquita, y la de San José, con algunos cuadros de la escuela de Murillo.

Iglesia de la Encarnación. Grazalema

Por último merecen la pena las vistas desde la plaza de la iglesia y la fuente de origen romano que hay en la plaza de España, centro de la vida cotidiana.

Calle Típica. Grazalema

Aunque de buena gana nos hubiéramos quedado más tiempo aquí o realizado algunas de las múltiples rutas de senderismo que se pueden realizar por sus alrededores, decidiríamos seguir con los planes previstos inicialmente.

Y ellos nos llevarían a trece kilómetros, a un pueblo llamado Villaluenga del Rosario que aunque no está entre los más importantes de la ruta, su nombre nos despertó curiosidad.

La sierra que rodea la población es de una imponente belleza, con sus riscos de grisácea roca caliza. Las casas que lo conforman se sitúan en la estrecha franja entre la sierra y el valle.

Villaluenga del Rosario

Sólo tiene medio millar de vecinos, siendo el municipio con menos población de Cádiz.

Una vez entramos en el pueblo nos encontramos inmediatamente a la derecha con la fuente principal, conocida como Los Caños, para después adentrarnos en las calles de la población, cuyo intrincado entramado y las bellas casas encaladas que las conforman, hacen del paseo por ellas un placer para los sentidos y en las que se puede disfrutar de algunos edificios singulares como la plaza de toros, peculiar por no ser circular sino cuadrangular, estar tallada en gran medida en la roca caliza del suelo y ser la más antigua de la provincia de Cádiz, pues se tiene constancia de su existencia desde finales del siglo XVIII.

En el centro del pueblo encontraremos la Alameda, con altos árboles y bancos de hierro forjado. Es una encantadora plaza, idónea para reposar unos instantes en nuestro paseo y tomar los sándwiches que traíamos con nosotros.

Compartiendo las alturas de la arboleda de esta plaza encontraremos la iglesia parroquial de San Miguel, destacando, con su tamaño, del resto del caserío de la villa.

San Miguel. Villaluenga del Rosario

Desde la Alameda llegaríamos a la Calle Real donde se encuentra el Ayuntamiento, bella edificación con una típica portada barroca gaditana muestra de la arquitectura civil de la época.

No era plan de recrearnos en exceso en Villaluenga por lo que decidiríamos continuar nuestro camino en dirección hacia Benaocaz, a sólo siete kilómetros del anterior.

Benaocaz

Benaocaz

En esta localidad, declarada Conjunto Histórico Artístico, nos dirigiríamos a la parte alta del pueblo para recorrer las ruinas del barrio nazarí, muestra, junto al inconfundible nombre, de su pasado musulmán. Este antiguo barrio, origen de la población, mantiene su original trazado de calles empedradas y otros elementos arquitectónicos propios de emplazamientos defensivos de la época en la que esta zona era frontera entre las tierras cristianas y el reino de Granada.

Plaza Típica. Benaocaz

Entre su maraña de calles, estrechas y empinadas, encontraríamos monumentos tan interesantes como la iglesia de San Pedro, levantada sobre los restos de una primitiva mezquita o el Ayuntamiento de la villa, el cual se alza en la llamada plaza de las Libertades, siendo un bello edificio de estilo barroco de dos pisos, con soportales y escudo real borbónico, construido en la época del rey Carlos III.

Otros lugares de interés podrían ser las ermitas de San Blas y El Calvario, así como el conjunto de fuente y abrevadero que está en una de las entradas del pueblo.

Nuestra ruta continuaría hacia Ubrique, a siete kilómetros de distancia, empezando a descubrirlo por la plaza Colón, a partir de la cual se extiende el casco antiguo (declarado Conjunto Histórico), de obligado recorrido.

Ubrique

Ubrique

En la plaza de San Juan encontraríamos, con su singular fachada, la ermita de San Juan de Letrán. Recientemente el Ayuntamiento ha restaurado el edificio y lo ha convertido en el Centro de Interpretación de la Historia de Ubrique.

En la calle Torre se alza la iglesia de San Antonio, la más antigua de la localidad y poseedora de una hermosa espadaña que es además uno de sus emblemas.

Continuando con nuestro paseo, en el centro del casco antiguo, se abre La Plaza. En ella podríamos encontrar la parroquia de Nuestra Señora de la O y el Ayuntamiento, con una escalinata semicircular. Justo a la izquierda de este se encuentra una fuente, ideal para refrescarse en verano. No olvidéis levantar la vista desde este gran espacio para disfrutar de otra perspectiva de la bella espadaña de la iglesia de San Antonio, presente, como la sierra, en gran parte de la ciudad. Si nos fijamos en las cumbres que rodean la ciudad podremos observar en la más alta, la del Tajo, una cruz de hierro instalada para procurar la divina protección de la población de los desprendimientos rocosos.

Ayuntamieno. Ubrique

Ntra Sra de la O. Ubrique

Iglesia de San Antonio. Ubrique

Al sur de La Plaza, subiríamos por la calle Fuentezuela hasta la calle  General Sanjurjo donde nos sorprenderíamos con el Peñón de la Becerra.

Calle Típica. Ubrique

Peñón de la Becerra. Ubrique

Nos quedaba muy poco tiempo de luz, por lo que, sin tiempo que perder, nos pusimos camino hacia El Bosque al que llegamos en un cuarto de hora y catorce kilómetros.

En esta población nos daría tiempo a conocer la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, su Ayuntamiento y a dar un breve paseo por sus calles desiertas, antes de que la oscuridad lo cubriese todo y pusiéramos rumbo hacia nuestra casa rural en Zahara de la Sierra, a una distancia de 24 kilómetros de donde nos encontrábamos.

Lo ideal hubiera sido que a la llegada a Zahara, nuestro alojamiento hubiese sido confortable, limpio y calentito, en una noche fría como la que hacía. Pero, desgraciadamente, encontraríamos todo lo contrario, probablemente la peor casa rural en la que me había alojado nunca. Lástima que no anotara su nombre para poder mencionarla aquí. En el interior de la vivienda no deberíamos pasar de los doce grados, contando sólo con una mesa camilla y un triste brasero, las habitaciones eran tétricas con las paredes desconchadas y en el cuarto de baño no había ni papel por lo que tendríamos que utilizar servilletas de cocina. Verlo para creerlo.

Sorprendentemente, no lo llevaríamos tan mal, nos reiríamos de la situación y nos pondríamos a jugar al Trivial hasta la hora de irnos a dormir.

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