7 de Enero de 2018.
Ayer llegaba bajo la lluvia al refugio y no tendría
oportunidad de poder admirar los famosos cuernos, otro gran reclamo del Parque,
al estar totalmente cubiertos por las nubes. Hoy la suerte cambiaría y el día
amanecía bastante despejado, ofreciéndome una bonita imagen de los mismos. De
todas maneras, durante la ruta de hoy, tendría oportunidad de verlos muchas
veces más, por lo que no tardaría mucho en entrar a desayunar al comedor, donde
volvería a disfrutar de huevos revueltos, cereales, zumos y leche. En esta
ocasión me tocaría en frente una chica alemana de unos ojos azules
impresionantes que hablaba castellano y que me impresionó casi tanto como
algunos de los paisajes que llevaba vistos, lástima que a mitad de la charla,
el novio se incorporara a la misma.
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Cuernos del Paine desde el Refugio |
Pero ciñéndonos a la ruta de hoy, la primera parte, como
decía, podría ir admirando Los Cuernos desde diferentes perspectivas mientras
caminaba. Al principio girándome cada
pocos pasos, pues los tenía a mis espaldas y después observándolos a mi
izquierda, ofreciéndome panorámicas muy distintas según los kilómetros pasaban.
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Cuernos del Paine desde el Refugio |
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Cuernos del Paine camino al Refugio Torre Central |
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Cuernos del Paine camino al Refugio Torre Central |
De la Cordillera Paine, Los Cuernos son los que mejor
muestran los fenómenos telúricos que azotaron este territorio hace unos doce
millones de años. El granito de sus paredes, son el magma que emergió del
corazón de la tierra en aquel entonces y que se fue paulatinamente
solidificándose con el pasar de los
milenios. Dicho granito quedó al desnudo durante el reino de los glaciares, que
fueron rasgando la montaña y dejando en su superficie la roca sedimentaria. Las
cimas negras de los cuernos corresponden a dicha roca. Por cierto que si se
llega a estos desde Portería Sarmiento se consigue una vista imponente, ya que
después de pocos kilómetros se puede tener una panorámica frontal de los
cuernos, junto a los lagos Nordenskjöld y Pehoé, que en mi caso no podría
conseguir por falta de tiempo, quién sabe si algún día tendré oportunidad de
volver.
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Cuernos del Paine camino al Refugio Torre Central |
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Cuerno del Paine camino al Refugio Torre Central |
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Cuerno del Paine camino al Refugio Torre Central |
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Cuernos del Paine camino al Refugio Torre Central |
No sin mucho tardar, los Cuernos quedarían atrás y empezaría
a fijarme en las aguas turquesas del lago Nordenskjöld, que llevaba
acompañándome ya un buen rato, teniéndolo siempre a mi derecha.
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Lago Nordernskjöld camino al Refugio Torre Central |
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Lago Nordernskjöld camino al Refugio Torre Central |
Hay que reconocer que, salvo una o dos subidas duras, hoy
estaba siendo una jornada relajada, sin viento y con calor, algo que ocurría
por primera vez en siete días y que me haría quitarme el abrigo y es que aunque
el clima se estaba portando bastante bien conmigo, es cierto que la temperatura
no había superado nunca los quince grados, así que estaba siendo un verano
fresquito.
Por otro lado, a mi izquierda, también se dejaba ver el
imponente monte Almirante Nieto, con increíbles perspectivas del mismo.
Como iba sobrado de tiempo, decidiría sentarme en un mirador
natural para disfrutar de las vistas del lago Nordenskjöld, quedándome allí
como una hora relajándome.
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Lago Nordernskjöld camino al Refugio Torre Central |
A cinco kilómetros de llegar al refugio Las Torres encontraría
el desvío hacia el refugio Chileno, desde donde se parte a la base de las
Torres. Estuve tentado en hacerlo todo de una vez en este momento, pero la
mochila pesaba demasiado para el desnivel que tenía que afrontar y el cielo se
empezaba a cubrir de nubarrones negros, por lo que opté por dirigirme mejor a
mi alojamiento.
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Atajo al Refugio Chileno |
La ruta continuaría dejando atrás el lago Nordenskjöld y
atravesando algún que otro puente colgante con los que tanto estaba
disfrutando, además de dejar a mi izquierda una nueva laguna de aguas oscuras.
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Llegando al Refugio Torre Central |
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Llegando al Refugio Torre Central |
Poco después podría divisar ya a lo lejos las instalaciones
del complejo Las Torres: cabañas, camping y refugio. Para alojarme elegiría el
último de ellos, pues aunque era caro, bien me lo merecía tras la paliza que
llevaba a mis espaldas.
Llegaba a las 14:00, habiéndome recreado bastante por el
camino, y minutos antes de entrar por su puerta había comenzado a llover lo que
presagiaba una tarde de lo más relajada.
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Torres del Paine desde Refugio Torre Central |
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Torres del Paine desde Refugio Torre Central |
Creo que sería el que más me gustaría de todos en lo que
estuve, pues todo en él era comodidad. La cama de mi habitación tenía un
colchón increíblemente confortable y disponía de inmensas taquillas donde poder
dejar las mochilas (no olvidar candado) y encima sobrándote espacio. La
calefacción mantenía a una temperatura perfecta la habitación y los baños
contaban con duchas individuales y bancos para sentarse, estando impolutos. Las
zonas comunes como el salón - comedor y los pequeños reservados estaban decorados con buen gusto y también
eran todo comodidad con bar, música, cojines, solicitud de todo tipo de
bebidas, etc. Parecía mentira que en los confines del mundo pudiera haber tanto
lujo.
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Refugio Torre Central |
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Refugio Torre Central |
Me pasaría toda la tarde disfrutando de todo lo anterior,
descansando y relajándome, pues mañana me esperaba la última etapa en Torres
del Paine, la de la base y mirador de las Torres, la más épica y famosa de
todas las que se pueden realizar. Desgraciadamente las previsiones
meteorológicas no eran buenas y todo parecía indicar que mañana iba a ser un
día pasado por agua y con grandes nubarrones, lo que hacía, que de cumplirse,
no pudiera terminar de la mejor manera mi estancia en este lugar tan especial,
realmente un fastidio y una muy mala noticia, después de tantos momentos
increíbles por los que había pasado. Pero bueno todavía había que mantener la
esperanza.
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Refugio Torre Central |
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Refugio Torre Central |
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Refugio Torre Central |
Con la anterior preocupación y esos malos presentimientos me
marchaba a cenar, disfrutando de una crema de vegetales y salmón a la plancha
con puré de guisantes. De postre pastel de limón. Me tocaría un grupo de gente
que iba totalmente a lo suyo, por lo que no cruzaría palabra alguna mientras
duró la cena.
Cuando llegué a la habitación me encontré que dos
camas de las seis estaban vacías, otras dos iban a ser ocupadas por un
matrimonio inglés de lo más silencioso y la última de ellas por un chaval
también de lo más discreto, con la suerte que nadie roncaría, por lo que iba a
dormir a pierna suelta y de un tirón casi nueve horas.
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