30 de Abril de 2011.
¿Y qué es lo que sucede cuando comienzas un viaje y vuelas
con Easyjet o Ryanair? Pues que, salvo excepciones, te toca soportar una hora
de retraso, algo que ya era casi una norma y que nos había tocado aguantar en
las últimas escapadas en que habíamos volado con estas compañías y en esta
ocasión no iba a ser menos.
Esa sería la causa por la que llegaríamos al aeropuerto de
Malpensa en Milán a las 00:30 de la noche. Íbamos bastante nerviosos y
saldríamos escopetados del avión y es que temíamos que la caseta de Avis, la
empresa de alquiler de coches que habíamos elegido, estuviera ya cerrada con
los consiguientes perjuicios, pero afortunadamente no sería así y un italiano
terriblemente desagradable, seguramente por tener que esperarnos por el
retraso, nos aguardaba con cara de muy pocos amigos. Sin articular palabra
alguna, nos pediría la documentación, rellenaría unos papeles, me hizo firmar
otros y me indicó con gesto imperativo y solemne la dirección que teníamos que
seguir para retirar el vehículo. Desde luego que bien podía ser la
reencarnación de alguno de los más temibles emperadores romanos.
Nos había correspondido un Fiat negro, así que con él nos
dirigimos mis dos amigos, Raúl y Javi, y quien escribe estas líneas, hacia
nuestro hotel UNA Malpensa, el cual se encontraba a unos veinte kilómetros del
aeropuerto y al lado de la autovía. La razón de hacer esta peculiar elección es
que a estas horas intempestivas no tendríamos que conducir demasiado y para
mañana estábamos ya situados en dirección hacia nuestro primer destino.
El cuarto estaba impecable, se respiraba un ambiente
relajado y silencioso, el personal era profesional y el desayuno era abundante
y sabroso. Un alojamiento sin peros. La noche nos saldría por 98,40 euros los
tres.
En recepción nos esperaba un tipo súper amable con acento
sudamericano, que nada tenía que ver con el primer recibimiento. Nos tomaría
los datos, contestaría con detalle a todas nuestras preguntas y nos indicaría
el camino hacia nuestra habitación, donde nos esperaban tres camas separadas,
tal y como pedimos en el mail de reserva, dispuestas a ser ocupadas en breves
instantes.
Todos conocíamos ya alguna zona de Italia, pero ninguno
habíamos tenido todavía la oportunidad de pisar el norte del país, por lo que
qué mejor que comenzar con una zona idílica como es la región de los lagos
lombardos, en la que se combinan grandes escenarios naturales, riqueza
artística y carga histórica.
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Lago di Como desde Bellagio |
Justo a los pies de los Alpes centrales, muy cercana ya a la
frontera suiza, se hallan las mayores extensiones de agua dulce de Italia y
algunas de sus cumbres más altas, combinación que siempre ha atraído a importantes
artistas de la talla de Dante, Goethe, Wagner, Byron o Hemingway. Todos ellos
recorrieron sus plácidas riberas o residieron en sus villas y palacios y
nosotros queríamos saber de primera mano porqué les cautivaría tanto la belleza
de esta zona.
Por su tamaño son tres los lagos de primer orden: Maggiore,
Como y Garda, aunque también existen otros de carácter secundario pero no menos
hermosos por ello (Orta, Iseo, Varese e Idro). Dado el poco tiempo que teníamos
decidiríamos centrarnos en lo básico de los dos últimos.
Eran las ocho de la mañana cuando nos encontrábamos
desayunando en el espectacular buffet del hotel, disfrutando de bollitos
rellenos de chocolate recién horneados, frutas, huevos revueltos y una
maravillosa tarta crostata con mermelada de fresa que estaba espectacular,
¡cómo podía haberme pasado todo este tiempo sin probar semejante delicia!
Casi a la fuerza, mis amigos me sacarían de la sala de
desayunos y después de haber cogido unos cuantos gramos de más, nos pondríamos
camino hacia la localidad de Como.
Sólo cincuenta kilómetros nos separaban de esa ciudad, a la
ribera del lago del mismo nombre, tardando unos cuarenta minutos en llegar. Después
de varios intentos buscando una zona donde no hiciera falta tener que pagar,
dejándolo en la calle, nos daríamos por vencidos y decidiríamos meterlo en un
parking y no perder más tiempo.
Estábamos bastante céntricos, muy cerca del embarcadero del
lago, por lo que en sólo unos pasos podríamos tener delante de nuestros ojos
las primeras vistas de este mar interior, el tercero más grande de Italia y el
más profundo (hasta 410 metros). Tiene forma de “Y” invertida, con los extremos
en Como, Lecco y Colico, siendo la orilla del primero la más urbanizada, con
restaurantes, hoteles y una carretera
panorámica que sigue la antigua carretera Regina, jalonada de villas
elegantes y jardines aristocráticos.
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Lago di Como |
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Villa de Como |
Tras esta primera impresión iríamos bordeando el puerto
deportivo y nos dirigimos hacia la plaza Cavour, con la intención de tomar un
funicular que en pocos minutos asciende hasta el pequeño pueblo de Brunate. (4
euros ida y vuelta).
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Funicular Como-Brunate |
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Funicular Como-Brunate |
Nuestro objetivo no era esta minúscula población, ni mucho
menos, sino conseguir llegar hasta un mirador desde el que decían se conseguían
unas bonitas vistas del lago, así que nos pusimos a buscar cómo llegar hasta el
mismo.
No tardaríamos mucho en encontrar las indicaciones en las
que se podía leer “Faro”, así como un inmenso mapa del entorno. El camino era
en continuo ascenso y bastante empinado por lo que te hace sudar lo suyo, pero
después de unos cuarenta minutos conseguiríamos llegar a nuestro objetivo: el punto
más alto del monte Tres Cruces con el inmenso faro Volta, al cual no pudimos
acceder al estar cerrado. Aún así no importaba pues las vistas ya merecían la
pena muchísimo desde donde nos hallábamos, divisando el entorno del lago Como y
uno de sus brazos, así como las cimas alpinas suizas e italianas en la lejanía.
Incluso dicen que en los días más despejados se puede ver la ciudad de Milán.
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Lago di Como desde Faro Volta. Brunate |
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Lago di Como desde Faro Volta. Brunate |
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Faro Volta. Brunate |
Después de un buen rato contemplando las maravillosas
panorámicas, comenzaríamos el descenso para una vez en Brunate disfrutar
durante un rato de sus pequeños puestos callejeros y algunos rincones con
encanto de la población. Acto seguido volveríamos a tomar de nuevo el funicular
y en menos de diez minutos pisábamos otra vez tierra firme.
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Iglesia de Brunate |
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Funicular Como-Brunate |
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Como desde Funicular Como-Brunate |
Sólo necesitaríamos quince nuevos minutos para plantarnos,
siempre caminando, en las taquillas del embarcadero desde donde salen los
barcos que te llevan a la casi totalidad de los pueblos importantes del lago.
Existen infinidad de opciones de billetes, con más y menos paradas y en base a
ellas diferentes precios. Nosotros al final decidiríamos decantarnos, debido a
la escasez de tiempo, por el que te lleva de forma directa a Bellagio, con parada
en algunos que otros pueblos pero sin derecho a bajar en los mismos.
Hacía bastante frío, y eso que ya estábamos en mitad de la
primavera, pero no sería un obstáculo para ir y situarme en la parte menos
cubierta del barco y así poder deleitarme con las aguas color zafiro, la
exuberante vegetación y las cumbres semi-nevadas del lago di Como, que tantas
veces inspiraron a músicos, escritores y pintores.
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Lago di Como |
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Lago di Como |
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Lago di Como |
Al entorno natural tampoco le van a la zaga la gran cantidad
de encantadores pueblecitos colgados de las laderas de las montañas, así como
decenas de lujosas villas en sus orillas o preciosos jardines a los que la
primavera les sienta mejor que nunca.
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Lago di Como |
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Lago di Como |
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Lago di Como |
Entre tanto deleite para los sentidos, llegábamos a Bellagio,
el cual parecía querer recibirnos con sus mejores galas, pues el gris
inquietante del cielo, que hasta ese momento amenazaba tormenta, se difuminó y
dio paso a un azul radiante.
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Lago di Como desde Bellagio |
Seguramente más de uno esté pensando al oír el nombre de
esta localidad en el hotel de Las Vegas y es que su nombre es consecuencia de
que su propietario quedara enamorado de este pueblo cuando lo visitó.
Eran las 15:00 y si no quería morir ahogado en las aguas del
lago, no me quedaba ya más remedio que ceder a las presiones de mis amigos para
buscar un sitio para comer, por lo que terminaríamos en una pizzería saciando
el apetito.
Ya con los estómagos calmados, nos dedicaríamos a pasear por
la ciudad, con sus empinadas callejas flanqueadas de coloridas casas y con
continuos miradores desde donde disfrutar una y otra vez de las vistas del
lago, pareciendo así que te encontrabas en un barco que surca las aguas.
También hallaríamos preciosos jardines repletos de flores, así como la iglesia
de la localidad.
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Bellagio |
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Bellagio |
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Bellagio |
Y así entre foto por aquí y foto por allá, e incluso una
divertida charla con unas italianas maduritas, nos encaminamos hacia la llamada
Punta Spartivento, el que se considera el mejor mirador del lago. Sólo tardamos
diez minutos en llegar y realmente mereció la pena, pues desde este lugar se
pueden divisar los tres brazos que forman la enorme masa de agua.
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Lago di Como desde Punta Spartivento. Bellagio |
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Lago di Como desde Punta Spartivento. Bellagio |
Con esa maravillosa imagen había llegado el momento de la
despedida, pues debíamos partir de nuevo hacia Como, pues queríamos dar un
pequeño paseo por él, antes de que se hiciera de noche.
Nada más desembarcar, nos haríamos con unos ricos helados y
mientras los saboreábamos daríamos una tranquila vuelta por la ciudad viendo lo
más característico, que gira en torno a la plaza de la Catedral. De esta manera
no hay que dejar de visitar el Duomo, una de las realizaciones más bellas del
arte gótico lombardo; el Broletto, elegante edificio que fue sede del
Ayuntamiento medieval; así como las calles que rodean toda esta zona.
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Duomo.Como |
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Palacio Broletto. Como |
Para terminar y ya casi anocheciendo decidiríamos disfrutar
del paseo de Villa Olmo, el cual permite hacerse una idea del esplendor y
diversidad de las residencias aristocráticas de los siglos XVII –XVIII. Aunque
con lo que más disfrutaríamos sería viendo como llegaba la oscuridad y las
luces de los pueblos del entorno iluminaban este encantador lugar.
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Atardeciendo en el Lago di Como desde Como |
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Atardeciendo en el Lago di Como desde Como |
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Atardeciendo en el Lago di Como desde Como |
El parking por todo el día nos saldría
por veinte euros y ya de noche nos pondríamos rumbo hacia la zona que veríamos
mañana, que no era otra que la que correspondía al Lago di Garda. Teníamos por
delante 160 kilómetros, por lo que tardaríamos un poco más de dos horas en
llegar, así que se nos haría un poco pesado.
Eran casi las 23:30 cuando aparecíamos por la puerta de
nuestro hotel en la población de Desenzano del Garda. Este se llamaba Lido
Internacional y lo mejor es que nuestro cuarto disponía de una pequeña terraza
con vistas al lago de la que podríamos disfrutar mañana al levantarnos. La
habitación además era espaciosa y cómoda y la limpieza era correcta. El único
pero es que falta algo de mantenimiento
en las instalaciones y se las ve un poco antiguas, pero poco más. Otro
punto a su favor es que se encuentra a menos de diez minutos caminando del
centro histórico. La noche nos saldría por 150 euros.
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Lago di Garda desde hotel Lido Internacional. Desenzano |
Aunque teníamos algo de hambre, al final nos podría
más el cansancio acumulado y decidiríamos optar por no salir de la habitación.
Mañana sería otro día.
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