LUGARES CERVANTINOS

16 de Enero de 2010.

“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”

Así comienza una de las mejores obras literarias de la historia: El Quijote, escrita por Don Miguel de Cervantes, que llevaría a su protagonista y a su fiel escudero a no pocas aventuras y desventuras, las cuales iban a desarrollarse en los pueblos, villas y ciudades de la región de La Mancha, situada entre las provincias de Toledo y Ciudad Real.

El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote de la Mancha

Ya había tenido oportunidad de visitar, en alguna que otra escapada de fin de semana, algunos de ellos, pero seguía teniendo pendiente varios pueblos de gran importancia en esta ruta literaria y esta fría mañana del mes de enero, del casi recién comenzado 2010, decidiría madrugar y dirigirme, cual hidalgo, a recorrer aquellos.

¿Cuáles fueron esos pueblos quijotescos?

Como ya he comentado en esta ruta no están todos los lugares importantes que habría que visitar, ni muchos menos. Se echarán en falta algunos tan esenciales como Argamasilla de Alba o Villanueva de los Infantes, además de otras localizaciones, pero todos ellos serían objeto de otras visitas pasadas, utilizando fines de semana completos como consecuencia de la lejanía y aprovechando los mismos para conocer también otros hermosos parajes. Los diarios respectivos intentaré ir publicándolos en el futuro.

Y sin más preámbulos veamos que poblaciones serían las protagonistas en la jornada que comenzaba:

El Toboso

Me pareció que un buen punto de partida para acercarme a La Mancha cervantina y profunda sería El Toboso, localizado a 140 km de Madrid.

Esta villa es el lugar idealizado por los devaneos mentales de don Quijote, en el que no encontró el palacio que buscaba ni la correspondencia en el amor que profesaba a su sin par señora. La ternura que inspiró este hecho en el general francés Dupont parece ser la razón por la que desechó bombardear la villa cuando tuvo ocasión de hacerlo: no quería pasar a la historia por arrasar la población que vio nacer a Dulcinea.

La Casa – Museo de Dulcinea es el mayor atractivo turístico de la localidad. Perteneció a doña Ana Martínez Zarco de Morales, inmortalizada por Cervantes como Aldonza Lorenzo, la “Dulcinea”. En su interior se recrean, con utensilios de la época de Cervantes, escenas de la vida cotidiana de aquella casa: el palomar, en el que siguen anidando las palomas; la cocina y la bodega; la almazara; la sala de labor y el dormitorio; y un gran corral en el que hay instalada una gran prensa de vino o aceite, con una monumental viga de quince metros de longitud.

Casa-Museo de Dulcinea. El Toboso

Casa-Museo de Dulcinea. El Toboso

Casa-Museo de Dulcinea. El Toboso

A través de calles con nombres literarios, no sólo quijotescos,  llegaría hasta el Centro Cervantino, que alberga la más amplia y curiosa colección de ediciones del Quijote de las que se tiene noticia. Todo comenzó con el empeño del alcalde Jaime Martínez de pedir a los embajadores de España una edición del famoso libro en el idioma de su destino.

Todo en El Toboso es Cervantes; y todo en El Toboso es Don Quijote. Y sol, y silencio. En la plaza donde se encuentra la iglesia parroquial de San Antonio Abad, del siglo XV, un conjunto escultórico en metal representa el encuentro entre el hidalgo y su amada.

Iglesia de San Antonio Abad. El Toboso

Monumento a D.Quijote y Dulcinea. El Toboso

Otro edificio importante es el Convento de las Trinitarias, de estilo herreriano que fue apodado El Escorial de la Orden Trinitaria. En su interior guarda una importante colección pictórica y valiosos bordados en oro y plata que realizan las propias monjas.

Convento de Trinitarias. El Toboso

Campo de Criptana

Casi inmediatamente después de salir de El Toboso, una interminable recta me situaría en doce kilómetros en Campo de Criptana, atravesando, a mitad de camino, el límite provincial de Ciudad Real y Toledo.

Es en esta ciudad en la que se dan cita los inevitables tópicos que han configurado la imagen que La Mancha ha proyectado hacia el mundo. Por una parte la arquitectura tradicional; por otra, cómo no, los molinos de viento diseminados por la sierra de La Paz, que dominan la población desde la altura.

Molinos de Viento. Campo de Criptana

Ascendería hasta ellos por la calle Fuente del Caño siguiendo la señalización: el pictograma de un molino que esquina a esquina indica la dirección a seguir, pasando así por una barriada de casas típicas, alguna de ellas excavada en la montaña, como la casa de los Tres Cielos.

“En esto, descubrieron 30 o 40 molinos de viento que hay en aquel campo. Y así como Don Quijote los vio…”, así comienza uno de los episodios más famosos de la gran novela castellana y tras el que no cabe duda de la locura descalabrante  del hidalgo.

Sería emotivo volver a encontrarme en este lugar después de haber pasado por el mismo unos seis años atrás. No alcanzan la docena de molinos que se conservan en esta localidad. En toda La Mancha llegó a haber unos 400 molinos, pero, lamentablemente, hasta nuestros días sólo han llegado 45.

Molinos de Viento. Campo de Criptana

El molino Poyatos alberga la Oficina de Turismo local, mientras que el resto son hoy curiosos museos, destacando especialmente el conocido como Culebro, dedicado a Sara Montiel, natural de Campo de Criptana y cuyo nombre artístico se inspiró en el de la comarca de los Campos de Montiel. En él se exhibe una colección de carteles y vestuario procedentes de las películas más significativas de su carrera, así como algunos de sus objetos personales.

Molinos de Viento. Campo de Criptana

El resto de molinos albergan artesanía, aperos de labranza o aspectos relacionados con el vino, entre otros.

Tras dejar volar la imaginación intentando descubrir por qué Don Quijote confundió en su delirio estas construcciones con gigantes, un último vistazo me serviría para abandonar el lugar.

“… Porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quién pienso hacer batalla”, exclamaba el viejo hidalgo.

La visita a Campo de Criptana la completaría en el pueblo, con el convento del Carmen, el pósito o casa Tercia, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y varios monumentos dedicados a Cervantes y sus personajes.

Ntra Sra de la Asunción. Campo de Criptana

Monumento a D.Quijote y Sancho. Campo de Criptana

Alcázar de San Juan

Engaña a la vista, pero es una delicia. Desde fuera, desde la carretera, asusta su circunvalación, los interminables ceda el paso de las rotondas, la incesante actividad de su estación de ferrocarril. Pero a pesar de lo que pueda parecer, Alcázar de San Juan exhibe, con orgullo, una gran riqueza monumental, acorde con una historia que empezó hace siglos. De ello da buena muestra la plaza de Santa María, con su torreón  del Gran Prior, conocido también como “torreón de don Juan de Austria”, de origen árabe y restaurado en el siglo XVII. En su origen era parte del recinto amurallado de la ciudad. En dicho espacio también nos da la bienvenida una estatua realizada en bronce de Cervantes.

Torreón del Gran Prior y el Cubillo. Alcázar de San Juan

Tampoco pasa desapercibido, detrás de la figura del escritor, un edificio de arenisco roja y forma circular conocido como el Cubillo, el cual se cree hacía las funciones de torre de la antigua muralla.

Interesante también es la iglesia de Santa María la Mayor, cuya planta delata su origen románico. Conserva importantes lienzos y retablos barrocos en su interior.

Iglesia de Sta María la Mayor. Alcázar de San Juan

Cerca del centro urbano, en la plaza de Santa Quiteria, destaca la iglesia homónima, un edificio rodeado de casas de principios del siglo XX con cierta gracia constructiva.

Iglesia de Sta Quiteria. Alcázar de San Juan

Y en el corazón de la población, me recibiría la animada Plaza de España, flanqueada por edificios que albergan el mercado o la oficina de turismo. Aunque, sin duda, el elemento que más suscita la atención del público es la escultura de Don Quijote y Sancho Panza, subidos en sus respectivas monturas.

Monumento a Don Quijote y Sancho. Alcázar de San Juan

Aunque la población ofrece otros monumentos, en mi caso me daba por satisfecho con lo que había podido conocer, por lo que volví a coger carretera y manta hacia mi siguiente destino.

Herencia

Si los herederos de Cervantes hubieran de cobrar derechos de propiedad intelectual por el uso de los nombres citados en El Quijote, la suya sería una de las mayores fortunas… En Herencia, como en el resto de pueblos de la ruta, no hay rincón que no se refiera a la ficción cervantina, desde la marca de algunos quesos de elaboración artesanal, hasta la inevitable calle Cervantes, pasando por los nombres de algunos bares y restaurantes.
Lo mejor, como haría yo, es dejar el coche a la entrada del pueblo y llegar caminando hasta la Plaza Mayor, donde se encuentra la iglesia de la Inmaculada Concepción, para después visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, que fue fundada por Don Juan de Austria.

Iglesia de la Concepción. Herencia

En Herencia las calles y casas responden a una cierta simetría y, de nuevo, el color dominante en el paisaje urbano es el blanco.

Puerto Lápice

Puerto Lápice me recibiría desde la carretera con señalizaciones que hacen referencia al carácter quijotesco de la localidad, advirtiéndome que me encontraba en la turística “ruta del Quijote”. A la entrada, sobre una pared blanca, podría leer también la leyenda “Un lugar de La Mancha”.

Esta localidad contiene la inconfundible silueta del hidalgo a lomos de su inseparable Rocinante, al igual que había ido sucediendo en la mayoría de pueblos del trayecto que había realizado.

La plaza de la Constitución de Puerto Lápice alberga el Ayuntamiento y frente a él, un delicioso ejemplo de arquitectura tradicional manchega, una amplia y refrescante galería de madera en tonos rojizos. Aparece rodeada de grandes casas cuyas ventanas se protegen por rejerías de forja. A su alrededor se van abriendo las distintas calles del pueblo.

Plaza de la Constitución. Puerto Lápice

Plaza de la Constitución. Puerto Lápice

Plaza de la Constitución. Puerto Lápice

Más adelante encontraría otro de los hitos claramente cervantinos del camino: la Venta de Don Quijote. Este es el espacio en el que Cervantes quizá situara el momento en el que Alonso Quijano fue armado caballero tras una noche en vela y oración. Aquí está, junto al brocal del pozo y un bebedero de piedra, la figura metálica del caballero andante después de ser ordenado tal por un ventero que su mente transformó en el señor de la fortaleza, actuando de testigos dos mozas de partido que iban de camino de Sevilla.

Venta del Quijote. Puerto Lápice

Venta del Quijote. Puerto Lápice

Hoy, la venta es un restaurante típico en el que no falta ni la inevitable tienda de regalos, ni riadas de turistas japoneses, libro en ristre, capaces algunos de ellos de recitar párrafos enteros de la novela de Cervantes de memoria.

Como monumento religioso habría que destacar la iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo, con una nave de más de veinte metros de largo y dedicada a la patrona de la localidad.

Ntra Sra del Buen Consejo. Puerto Lápice

A las afueras, en la Sierrecilla, se vislumbran un par de molinos de viento, poco o nada para lo que ya había podido ver en el camino o en otros lugares cercanos como Consuegra o Mota del Cuervo.

Madridejos

En la novela de Cervantes aparece este pueblo como lugar de paso de Don Quijote en su camino a Puerto Lapice. La parroquia del Salvador, el convento de las clarisas y la plaza de toros son algunos de los lugares de interés de Madridejos, donde además se encuentra “El molino del tío Genaro”, no teniendo que envidiar, para muchos, a algunos de los mejores de La Mancha. Bien conservado y rehabilitado, se encuentra en el interior de un bar llamado Salamandra.

De esta manera pondría fin a esta fantástica ruta que permite constatar que en La Mancha no todo es desolación. Ni mucho menos.

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