“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero
acordarme…”
Así comienza una de las mejores obras literarias de la
historia: El Quijote, escrita por Don Miguel de Cervantes, que llevaría a su
protagonista y a su fiel escudero a no pocas aventuras y desventuras, las
cuales iban a desarrollarse en los pueblos, villas y ciudades de la región de
La Mancha, situada entre las provincias de Toledo y Ciudad Real.
El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote de la Mancha |
Ya había tenido oportunidad de visitar, en alguna que otra
escapada de fin de semana, algunos de ellos, pero seguía teniendo pendiente varios
pueblos de gran importancia en esta ruta literaria y esta fría mañana del mes
de enero, del casi recién comenzado 2010, decidiría madrugar y dirigirme, cual
hidalgo, a recorrer aquellos.
¿Cuáles fueron esos pueblos
quijotescos?
Como ya he comentado en esta ruta no están todos los lugares
importantes que habría que visitar, ni muchos menos. Se echarán en falta
algunos tan esenciales como Argamasilla de Alba o Villanueva de los Infantes,
además de otras localizaciones, pero todos ellos serían objeto de otras visitas
pasadas, utilizando fines de semana completos como consecuencia de la lejanía y
aprovechando los mismos para conocer también otros hermosos parajes. Los
diarios respectivos intentaré ir publicándolos en el futuro.
Y sin más preámbulos veamos que poblaciones serían las
protagonistas en la jornada que comenzaba:
El Toboso
Me pareció que un buen punto de partida para acercarme a La
Mancha cervantina y profunda sería El Toboso, localizado a 140 km de Madrid.
Esta villa es el lugar idealizado por los devaneos mentales
de don Quijote, en el que no encontró el palacio que buscaba ni la
correspondencia en el amor que profesaba a su sin par señora. La ternura que
inspiró este hecho en el general francés Dupont parece ser la razón por la que
desechó bombardear la villa cuando tuvo ocasión de hacerlo: no quería pasar a
la historia por arrasar la población que vio nacer a Dulcinea.
La Casa – Museo de
Dulcinea es el mayor atractivo turístico de la localidad. Perteneció a doña
Ana Martínez Zarco de Morales, inmortalizada por Cervantes como Aldonza
Lorenzo, la “Dulcinea”. En su interior se recrean, con utensilios de la época
de Cervantes, escenas de la vida cotidiana de aquella casa: el palomar, en el
que siguen anidando las palomas; la cocina y la bodega; la almazara; la sala de
labor y el dormitorio; y un gran corral en el que hay instalada una gran prensa
de vino o aceite, con una monumental viga de quince metros de longitud.
Casa-Museo de Dulcinea. El Toboso |
Casa-Museo de Dulcinea. El Toboso |
Casa-Museo de Dulcinea. El Toboso |
A través de calles con nombres literarios, no sólo
quijotescos, llegaría hasta el Centro Cervantino, que alberga la más
amplia y curiosa colección de ediciones del Quijote de las que se tiene
noticia. Todo comenzó con el empeño del alcalde Jaime Martínez de pedir a los
embajadores de España una edición del famoso libro en el idioma de su destino.
Todo en El Toboso es Cervantes; y todo en El Toboso es Don
Quijote. Y sol, y silencio. En la plaza donde se encuentra la iglesia parroquial de San Antonio Abad,
del siglo XV, un conjunto escultórico en metal representa el encuentro entre el
hidalgo y su amada.
Iglesia de San Antonio Abad. El Toboso |
Monumento a D.Quijote y Dulcinea. El Toboso |
Otro edificio importante es el Convento de las Trinitarias, de estilo herreriano que fue apodado
El Escorial de la Orden Trinitaria. En su interior guarda una importante
colección pictórica y valiosos bordados en oro y plata que realizan las propias
monjas.
Convento de Trinitarias. El Toboso |
Campo de Criptana
Casi inmediatamente después de salir de El Toboso, una
interminable recta me situaría en doce kilómetros en Campo de Criptana,
atravesando, a mitad de camino, el límite provincial de Ciudad Real y Toledo.
Es en esta ciudad en la que se dan cita los inevitables
tópicos que han configurado la imagen que La Mancha ha proyectado hacia el
mundo. Por una parte la arquitectura
tradicional; por otra, cómo no, los molinos
de viento diseminados por la sierra de La Paz, que dominan la población
desde la altura.
Molinos de Viento. Campo de Criptana |
Ascendería hasta ellos por la calle Fuente del Caño
siguiendo la señalización: el pictograma de un molino que esquina a esquina
indica la dirección a seguir, pasando así por una barriada de casas típicas,
alguna de ellas excavada en la montaña, como la casa de los Tres Cielos.
“En esto, descubrieron 30 o 40 molinos de viento que hay en
aquel campo. Y así como Don Quijote los vio…”, así comienza uno de los
episodios más famosos de la gran novela castellana y tras el que no cabe duda
de la locura descalabrante del hidalgo.
Sería emotivo volver a encontrarme en este lugar después de
haber pasado por el mismo unos seis años atrás. No alcanzan la docena de
molinos que se conservan en esta localidad. En toda La Mancha llegó a haber
unos 400 molinos, pero, lamentablemente, hasta nuestros días sólo han llegado
45.
Molinos de Viento. Campo de Criptana |
El molino Poyatos
alberga la Oficina de Turismo local, mientras que el resto son hoy curiosos
museos, destacando especialmente el conocido como Culebro, dedicado a Sara Montiel, natural de Campo de Criptana y
cuyo nombre artístico se inspiró en el de la comarca de los Campos de Montiel.
En él se exhibe una colección de carteles y vestuario procedentes de las
películas más significativas de su carrera, así como algunos de sus objetos
personales.
Molinos de Viento. Campo de Criptana |
El resto de molinos albergan artesanía, aperos de labranza o
aspectos relacionados con el vino, entre otros.
Tras dejar volar la imaginación intentando descubrir por qué
Don Quijote confundió en su delirio estas construcciones con gigantes, un
último vistazo me serviría para abandonar el lugar.
“… Porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren
treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quién pienso hacer batalla”,
exclamaba el viejo hidalgo.
La visita a Campo de Criptana la completaría en el pueblo,
con el convento del Carmen, el pósito o casa Tercia, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
y varios monumentos dedicados a Cervantes y sus personajes.
Ntra Sra de la Asunción. Campo de Criptana |
Monumento a D.Quijote y Sancho. Campo de Criptana |
Alcázar de San Juan
Engaña a la vista, pero es una delicia. Desde fuera, desde
la carretera, asusta su circunvalación, los interminables ceda el paso de las
rotondas, la incesante actividad de su estación de ferrocarril. Pero a pesar de
lo que pueda parecer, Alcázar de San Juan exhibe, con orgullo, una gran riqueza
monumental, acorde con una historia que empezó hace siglos. De ello da buena
muestra la plaza de Santa María, con
su torreón del Gran Prior, conocido también como
“torreón de don Juan de Austria”, de origen árabe y restaurado en el siglo XVII.
En su origen era parte del recinto amurallado de la ciudad. En dicho espacio
también nos da la bienvenida una estatua realizada en bronce de Cervantes.
Torreón del Gran Prior y el Cubillo. Alcázar de San Juan |
Tampoco pasa desapercibido, detrás de la figura del
escritor, un edificio de arenisco roja y forma circular conocido como el Cubillo, el cual se cree hacía las
funciones de torre de la antigua muralla.
Interesante también es la iglesia de Santa María la Mayor, cuya planta delata su origen
románico. Conserva importantes lienzos y retablos barrocos en su interior.
Iglesia de Sta María la Mayor. Alcázar de San Juan |
Cerca del centro urbano, en la plaza de Santa Quiteria, destaca la iglesia homónima, un edificio rodeado de
casas de principios del siglo XX con cierta gracia constructiva.
Iglesia de Sta Quiteria. Alcázar de San Juan |
Y en el corazón de la población, me recibiría la animada Plaza de España, flanqueada por
edificios que albergan el mercado o la oficina de turismo. Aunque, sin duda, el
elemento que más suscita la atención del público es la escultura de Don Quijote
y Sancho Panza, subidos en sus respectivas monturas.
Monumento a Don Quijote y Sancho. Alcázar de San Juan |
Aunque la población ofrece otros monumentos, en mi caso me
daba por satisfecho con lo que había podido conocer, por lo que volví a coger
carretera y manta hacia mi siguiente destino.
Herencia
Si los herederos de Cervantes hubieran de cobrar derechos de
propiedad intelectual por el uso de los nombres citados en El Quijote, la suya
sería una de las mayores fortunas… En Herencia, como en el resto de pueblos de
la ruta, no hay rincón que no se refiera a la ficción cervantina, desde la
marca de algunos quesos de elaboración artesanal, hasta la inevitable calle
Cervantes, pasando por los nombres de algunos bares y restaurantes.
Lo mejor, como haría yo, es dejar el coche a la entrada del
pueblo y llegar caminando hasta la Plaza
Mayor, donde se encuentra la iglesia
de la Inmaculada Concepción, para después visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, que fue fundada por Don
Juan de Austria.
Iglesia de la Concepción. Herencia |
En Herencia las calles y casas responden a una cierta
simetría y, de nuevo, el color dominante en el paisaje urbano es el blanco.
Puerto Lápice
Puerto Lápice me recibiría desde la carretera con
señalizaciones que hacen referencia al carácter quijotesco de la localidad,
advirtiéndome que me encontraba en la turística “ruta del Quijote”. A la
entrada, sobre una pared blanca, podría leer también la leyenda “Un lugar de La
Mancha”.
Esta localidad contiene la inconfundible silueta del hidalgo
a lomos de su inseparable Rocinante, al igual que había ido sucediendo en la
mayoría de pueblos del trayecto que había realizado.
La plaza de la
Constitución de Puerto Lápice alberga el Ayuntamiento y frente a él, un delicioso ejemplo de arquitectura tradicional manchega, una
amplia y refrescante galería de madera en tonos rojizos. Aparece rodeada de
grandes casas cuyas ventanas se protegen por rejerías de forja. A su alrededor
se van abriendo las distintas calles del pueblo.
Plaza de la Constitución. Puerto Lápice |
Plaza de la Constitución. Puerto Lápice |
Plaza de la Constitución. Puerto Lápice |
Más adelante encontraría otro de los hitos claramente
cervantinos del camino: la Venta de Don
Quijote. Este es el espacio en el que Cervantes quizá situara el momento en
el que Alonso Quijano fue armado caballero tras una noche en vela y oración.
Aquí está, junto al brocal del pozo y un bebedero de piedra, la figura metálica
del caballero andante después de ser ordenado tal por un ventero que su mente
transformó en el señor de la fortaleza, actuando de testigos dos mozas de
partido que iban de camino de Sevilla.
Venta del Quijote. Puerto Lápice |
Venta del Quijote. Puerto Lápice |
Hoy, la venta es un restaurante típico en el que no falta ni
la inevitable tienda de regalos, ni riadas de turistas japoneses, libro en
ristre, capaces algunos de ellos de recitar párrafos enteros de la novela de
Cervantes de memoria.
Como monumento religioso habría que destacar la iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo,
con una nave de más de veinte metros de largo y dedicada a la patrona de la
localidad.
Ntra Sra del Buen Consejo. Puerto Lápice |
A las afueras, en la Sierrecilla, se vislumbran un par de
molinos de viento, poco o nada para lo que ya había podido ver en el camino o
en otros lugares cercanos como Consuegra o Mota del Cuervo.
Madridejos
En la novela de Cervantes aparece este pueblo como lugar de
paso de Don Quijote en su camino a Puerto Lapice. La parroquia del Salvador, el
convento de las clarisas y la plaza de toros son algunos de los lugares de
interés de Madridejos, donde además se encuentra “El molino del tío Genaro”, no
teniendo que envidiar, para muchos, a algunos de los mejores de La Mancha. Bien
conservado y rehabilitado, se encuentra en el interior de un bar llamado Salamandra.
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