13 de Julio de 2008.
Durante
todos los días, la rutina que seguiríamos, para comenzar la jornada, sería la
misma. Levantarnos a las 09:00, pues siempre llegábamos a horas intempestivas,
asearnos, dar un agradable paseo de entre quince y veinte minutos hasta la
terminal de ferries, comprar allí unos buenos batidos de chocolate y unas
enormes muffins, también de chocolate, esperar a que llegara el ferry
correspondiente, que son gratuitos y salen cada media hora tanto de un lado
como de otro, por lo general, y desayunar en la cubierta mientras disfrutábamos
del skyline de Manhattan, la estatua de La Libertad y la isla de Ellis
acompañados por una agradable brisa que mitigaba algo el sofocante calor que
hacía en esos días.
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Ferry de Staten Island |
Hoy sería la
primera vez que tomaríamos el barco y, ni que decir tiene, que esta primera
visión de los rascacielos en la lejanía, mientras poco a poco nos íbamos
acercando hacia ellos, sería inolvidable y una manera increíble de tener el
primer contacto con Nueva York. Si a ello le sumas el poder saludar desde el
barco y casi que chocarle la mano a Miss Liberty, ver pasar a toda velocidad
las lanchas de los guardacostas a sólo unos metros de nuestra embarcación,
recordándote ya desde el minuto uno miles de imágenes de películas, y un cielo
totalmente despejado, pues todo hacía presagiar, desde el primer instante, que
íbamos a disfrutar como enanos.
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Manhattan desde Ferry de Staten Island |
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Liberty Island desde Ferry de Staten Island |
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Coast Guard desde Ferry de Staten Island |
Tardaríamos
como 25 minutos en llegar al extremo de la isla de Manhattan, dirigiéndonos nada
más desembarcar al metro. La estación a la que entramos se llamaba South Ferry
y correspondía a la línea roja. Desde ella no dudaríamos en llegar directos
hasta Times Square, que era la primera imagen que queríamos tener de la gran
manzana, ya dentro de ella, pues una nochevieja tras otra no habíamos parado de
ver en la televisión, con cara de embobados, cómo comenzaban el año los
neoyorquinos viendo descender en vivo y en directo la famosa bola luminosa, con
la duodécima campanada de medianoche.
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Times Square |
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Times Square |
Nada más
salir al exterior de esta “Encrucijada del Mundo” nos veríamos rodeados por sus
famosos teatros, tiendas de todo tipo, sus gigantescos carteles publicitarios,
sus enormes rótulos de neón, sus paneles informativos y el estrépito incesante
de sus calles.
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Times Square |
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Times Square |
Parece
mentira que tan sólo cien años atrás esta zona fuese un área marginal a rebosar
de sex –shops y cines porno. Afortunadamente ahora vuelve a brillar como centro
del distrito de los teatros.
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Times Square |
Después de
las emociones, las fotografías y de calmarnos un poco, pues es verdad que este
lugar te hace vibrar, decidiríamos dirigirnos a recoger la New York Pass, que
habíamos comprado unas semanas antes por su web www.newyorkpass.com. Eran buenos tiempos para quienes viajamos por entonces a Estados Unidos
pues por un euro te daban 1,57 dólares, lo que suponía un ahorro bárbaro. Si a
esto le sumabas que este famoso pase todavía estaba a unos precios más que
razonables (siete días por 165 dólares, que al cambio eran unos 105 euros) pues
no se podía pedir más. Hoy te cobran casi 300 euros al estar casi la paridad
euro – dólar y haber subido el mismo una auténtica locura. Lo recogeríamos
entregando nuestro boleto electrónico, que llevábamos impreso, en la tienda del
Planet Hollywood cercana (calle 45 con Broadway) y junto a la tarjeta nos
dieron un pequeño libro donde venían las más de cuarenta atracciones a las que
podíamos acceder de forma gratuita y sin esperar colas, además de contar con
planos de donde estaban situadas y de las líneas de metro y autobuses. Muy
práctico, la verdad. También tienes la opción de que te lo envíen a tu casa,
pagando un poco más.
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Séptima Avenida camino hacia el Madison Square Garden |
Con los
deberes hechos, ojearíamos por unos momentos el libro que nos acababan de
entregar y en pocos minutos tomaríamos la decisión de encaminarnos al coliseo
activo más famoso del mundo: el Madison Square Garden, donde realizaríamos la
visita guiada que está incluida en la New York Pass.
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Madison Square Garden |
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Madison Square Garden |
Una
simpática chica haría de guía y nos llevaría por las entrañas de esta mítica
construcción, pudiendo observar desde los palcos más caros a las salas de trofeos
pasando por los vestuarios de los deportistas. Todo ellos amenizado con
infinidad de datos curiosos. Aquí juegan los míticos New York Knicks de la NBA,
el equipo de hockey de los Rangers o el equipo femenino de baloncesto de las
Liberty.
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Great Moments en el Madison Square Garden |
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Escudo de los New York Rangers. Madison Square Garden |
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Vestuario de las New York Liberty. Madison Square Garden |
Es este el
único coliseo del mundo donde los cuatro Beatles se han presentado como
solistas, Marilyn Monroe cantaría el famoso “Feliz cumpleaños, Sr Presidente” a
John F.Kennedy, Muhammad Ali peleó contra Joe Frazier en “La Pelea del Siglo”,
se han celebrado tres premios Grammy y ha acogido varias convenciones
nacionales demócratas y una visita del Papa Juan Pablo II.
Pero por si
todo eso fuera poco hay que recordar que los nombres más famosos de la música
han actuado aquí: Elton John, Billy Joel, Elvis, Madonna, Frank Sinatra,
Pavarotti, los Rolling Stones y así hasta hacer la lista interminable.
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Madison Square Garden |
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Madison Square Garden |
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Sala de Trofeos. Madison Square Garden |
Es de
imaginar la ilusión con la que uno sale de un lugar tan legendario tras una
hora de recorrido, no pudiendo evitar llevarnos unas camisetas de recuerdo
compradas en la tienda oficial del estadio.
Justo en
frente del Madison Square Garden, al otro lado de la octava avenida, tendríamos
oportunidad de ver la General Post Office, la mayor administración de correos
del país, situada en un colosal edificio con aspecto de templo neoclásico en el
que destacan sus columnas y escaleras monumentales.
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General Post Office |
Una de las
cosas que más nos estaba llamando la atención era la cantidad de banderas
norteamericanas que estaban por todas partes, mostrando con orgullo el fervor
patriótico que todos sienten por este país. Hasta en el más mínimo rincón se
podía ver una colgada de una pared, un edificio o una farola.
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Rascacielos y Banderas Americanas |
Siguiendo
por las calles, que más bien parecen cañones, no tardaríamos mucho en llegar
hasta el Empire State Building, sin duda el icono de estos gigantes urbanos que
son los rascacielos. Plantado en la calle 42 se eleva hasta los 443 metros de
altura, siendo en su día el edificio más alto construido por el hombre y
destronando al Chrysler Building. Se terminaría en 1931 (dos años antes de que
King Kong sellara en él su destino), reinando como el edificio más alto del
mundo hasta que se construyeron las Torres Gemelas. Ahora y después del
desgraciado atentado, se ha vuelto a convertir en el más alto de Manhattan
hasta que sea desbancado por el One World Trade Center, que sustituirá a
aquellas.
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Empire State desde Séptima Avenida |
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Empire State Building |
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Empire State Building |
La New York
Pass nos permitiría acceder de forma gratuita hasta el observatorio del piso
86, por lo que tras pasar el control de seguridad de la entrada, muy similar al
de los aeropuertos, pasaríamos al ascensor y en unos segundos nos encontrábamos
casi tocando el cielo. La panorámica que se divisa es imponente y corta la
respiración. Bajo nuestros pies podríamos ver miles de azoteas, avenidas y
caminos de las zonas metropolitanas de Nueva York, así como los estados
vecinos.
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Vista de Manhattan desde Empire State Building |
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Vista de Manhattan desde Empire State Building |
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Vista de Manhattan desde Empire State Building |
Por cierto,
que pagando una tarifa adicional se podía acceder al mirador del piso 102, pero
al final decidimos no subir ya que pensamos que no nos aportaría nada nuevo.
No había
mucha gente y ante semejantes vistas nos tiraríamos allí casi hora y media, por
lo que cuando volvimos a poner los pies en la calle eran las 15:30, así que no
dudamos en estrenar uno de esos famosos camiones donde venden inmensos perritos
calientes a rebosar de salsas y especias de todo tipo.
Con el
hambre saciada, comenzaríamos un agradable paseo por la Quinta Avenida donde
pudimos comprobar que es el paraíso para los millonarios, al ser una de las
calles más caras del mundo, compitiendo sin esfuerzo con zonas similares
situadas en Tokyo, Londres o París. Aquí pudimos ver algunas de las grandes
marcas mundiales como Hugo Boss, Christian Dior, Nike, Abercrombie y otras
muchas.
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Quinta Avenida |
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Empire State desde Quinta Avenida |
Pronto
encontraríamos otro de esos edificios que te es más que familiar de las veces
que lo has visto en las películas, por mencionar una de ellas, quien no
recuerda la escena de los Cazafantasmas. Seguro que ya habréis adivinado que me
estoy refiriendo a la Biblioteca Pública, un magnífico edificio de piedra con
una elegante escalera y custodiado por las esculturas de dos leones de mármol
rosado.
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Biblioteca Pública de Nueva York |
Su interior
cuenta con más de once millones de obras y es la segunda en tamaño después de
la del Congreso de Washington.
Tres
manzanas más allá de la anterior, podríamos ver otro de esos rascacielos que te
dejan embelesado, me refiero en este caso al Chrysler Building, que bajo mi
punto de vista su exterior es más bonito si cabe que el del Empire State. Y es
que su resplandeciente estilo Art Déco, expresando su lujo y la precisión
mecánica de la marca, unido a su aguja de acero, ha hecho de este otro de los
símbolos de Nueva York.
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Chrysler Building |
Lástima que
su espléndido vestíbulo ya estuviera cerrado cuando llegamos, pues nos
perderíamos un espacio repleto de mármol, acero cromado, granito y
revestimientos de madera con motivos florales.
Tendríamos
más suerte con la catedral de San Patricio, nuestra siguiente visita. Es la
mayor catedral católica de Estados Unidos y se alza orgullosa en medio de
Manhattan, rodeada de rascacielos brillantes y de alta tecnología. Su
construcción se inspiró en las grandes catedrales góticas europeas y sería
edificada por la importante comunidad irlandesa de la ciudad. Aunque a uno no
le guste este tipo de edificios, de verdad que merece la pena pasarse por aquí
por el gran contraste que supone con su entorno.
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Catedral de San Patrick |
Y justo en
frente, nos daríamos de bruces con el Rockefeller Center, uno de los primeros
complejos comerciales del mundo, donde destaca su famosa plaza, símbolo del
complejo, en el que destaca la estatua dorada de Prometeo y la inmensa
escultura del dios Atlas sosteniendo sobre sus hombros el cielo como castigo
por desafiar a Zeus.
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Escultura del Dios Atlas. Rockefeller Center |
Pero más
allá de imponentes esculturas, si por algo es famoso este lugar es por la pista
de patinaje al aire libre que se monta aquí, en cuanto las temperaturas lo
permiten, y por el inmenso árbol de Navidad de cuarenta metros de altura que se
exhibe todos los años en tan significativas fechas. Pero era verano y nada de
ello se podía ver. En su lugar había una inmensa terraza donde la gente cenaba
al aire libre, lo que nos dio auténtica envidia, por lo que no lo dudamos y nos
dirigimos a una de las pocas mesas que ya quedaban libres y allí nos dispusimos
a cenar unas estupendas hamburguesas con unos mojitos.
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Rockefeller Center |
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Escultura de Prometeo. Rockefeller Center |
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Rascacielos del Rockefeller Center |
Cuando
terminamos de cenar, todavía nos quedarían fuerzas para acercarnos a ver el
edificio iluminado del Radio City Music Hall, considerado el teatro más
importante del país y el que no descartábamos visitar en días posteriores, pues
su entrada estaba incluida en la New York Pass.
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Radio City Music Hall |
Y aunque
suponía un esfuerzo, pues ya estábamos bastante cansados, decidiríamos terminar
el día caminando hasta la Grand Central Terminal, con una arquitectura que deja
sin aliento. Lo que más destaca en ella es su enorme vestíbulo principal
cubierto por un techo que reproduce la cúpula celestial con todas sus
constelaciones. Pero también nos impresionarían sus pasillos y elevadas
ventanas que durante el día iluminan el interior de mármol. Además es
complicado olvidar escenas de películas que se rodaron aquí como el tiroteo de
“Los Intocables de Eliot Ness” o cuando todo el complejo salta por los aires en
“Armageddon”.
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Grand Central Station |
Y si
habíamos decidido terminar aquí el día era porque ahora sólo teníamos que coger
ya el metro y dirigirnos hacia la estación de South Ferry donde tomaríamos el
barco que nos llevaría hacia Staten Island.
¿Y hay mejor
manera que irse a dormir con la visión del skyline de Manhattan iluminado,
mientras poco a poco va quedando en la lejanía? Pues a lo mejor la hay, pero
todavía hoy me cuesta encontrarla.
Otra de las
cosas que haríamos cada noche, una vez que desembarcábamos, era tomar un taxi
hasta nuestra casa, pues aunque la zona no era conflictiva, más valía prevenir
que curar y entre cuatro nos salía bastante barato, además de estar agotados. Así
que como el taxista que nos llevó la primera noche era bastante majo y de fiar,
ya quedaríamos con él todos los días allí, haciéndole una llamada perdida unos
diez minutos antes de llegar.
Y aquí termina nuestro primer e intenso día en Nueva
York, que aunque complicado de superar, íbamos a intentarlo en las jornadas
sucesivas o al menos igualarlo. ¿Te animas a seguir leyendo y ver si lo
conseguiríamos?
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