Castilla y León cuenta con nueve capitales de provincia, de
las cuales cuatro han visto cómo sus centros urbanos eran elevados a la
categoría de Patrimonio de la Humanidad, que no es poca cosa. Hablamos de
Segovia, Ávila, Salamanca y Burgos. León, por su parte, luce con orgullo una de
las catedrales góticas más importantes de Europa, además de albergar en San
Isidoro el panteón donde descansan los reyes del viejo Reino de León. Zamora y
Soria, aunque más discretas en tamaño, concentran en sus trazados medievales un
tesoro de iglesias románicas difícil de igualar, y luego está el Duero, que
pasa por allí dejando siempre un poso de melancolía y belleza. Valladolid,
además de ostentar la capitalidad de la comunidad autónoma, puede presumir de
tener —probablemente— el mejor museo de escultura de toda España.
¿Y Palencia? ¿Puede Palencia competir con semejantes
rivales? Pues aunque no abruma con una sucesión interminable de monumentos, esa
contención juega a su favor. Es una ciudad manejable, cómoda de recorrer, con
buenos espacios, con calma. Tiene lo suficiente para justificar una visita sin
prisas, y entre sus tesoros destaca su catedral, apodada “la bella
desconocida”, quizá su secreto mejor guardado y el mayor orgullo de la ciudad.
Por eso, aprovechando que regresaba del norte de España
acompañado de mi padre, decidimos madrugar para dedicar un día entero a
descubrir los monumentos más importantes de la capital palentina, los cuales
enumero a continuación.
CATEDRAL DE SAN ANTOLÍN
Como apuntaba unas líneas atrás, quizá el secreto mejor guardado de Palencia sea su catedral, conocida con el apelativo de “la bella desconocida”. Un templo imponente, que sorprende por sus dimensiones y por la sobriedad de su exterior, que no anticipa la riqueza ni la profundidad de su historia. Su origen se remonta al siglo VII, cuando se levantó una cripta visigoda para albergar las reliquias de San Antolín. Esa estructura primitiva, aún conservada, permanece hoy bajo el altar mayor y constituye uno de los espacios más singulares del conjunto.
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Catedral de San Antolín |
La catedral actual comenzó a construirse en el siglo XIV sobre una antigua iglesia románica, y las obras se prolongaron durante más de dos siglos. El resultado es un edificio de planta gótica, de grandes proporciones, con elementos añadidos en época renacentista y barroca, aunque todo el conjunto mantiene una notable unidad estilística. El interior está dividido en tres naves altas, con un coro de madera tallada, una sacristía con piezas de gran valor y varias capillas de interés.
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Catedral de San Antolín |
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Catedral de San Antolín |
Preside la capilla mayor un imponente retablo plateresco, obra de maestros como Juan de Valmaseda y Francisco Giralte, realizado a mediados del siglo XVI. Es una estructura monumental, cuidadosamente labrada en madera policromada y con una iconografía centrada en la vida de Cristo y de la Virgen. En la capilla del Sagrario se conserva el tríptico de los Dolores de la Virgen, de notable expresividad y cuidada ejecución. Y en una de las capillas laterales, se expone una obra original de El Greco: un Cristo crucificado sobre fondo oscuro que destaca por su intensidad dramática y por la inconfundible paleta del maestro.
IGLESIA DE SAN MIGUEL
La iglesia de San Miguel, situada en el centro histórico de
Palencia, es otro de los hitos religiosos y arquitectónicos de la ciudad.
Aunque no alcanza la grandiosidad de la catedral, su valor radica en la mezcla
armoniosa de estilos y en la conservación de elementos originales que reflejan
siglos de historia.
Construida originalmente en el siglo XII, la iglesia presenta una estructura principalmente románica, visible en sus muros y en el diseño de su portada. Sin embargo, a lo largo de los siglos ha sufrido diversas reformas y añadidos que incorporaron detalles góticos y renacentistas, lo que dota al edificio de una riqueza estilística notable.
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Iglesia de San Miguel |
Entre sus rincones más destacados destaca la portada principal, con un arco de medio punto decorado con motivos geométricos y figuras estilizadas, que anuncia la sobriedad y austeridad que se encuentran en el interior. Dentro, la planta basilical con tres naves está cubierta por bóvedas de crucería que aportan un aire de ligereza y verticalidad.
El retablo mayor, barroco en su concepción, acapara la
atención con su detallada ornamentación y las imágenes de santos que
representan la devoción local. Además, en una de sus capillas laterales se
custodia una talla policromada de gran valor artístico, atribuida al círculo de
Gregorio Fernández, destacando por su realismo y expresividad.
La iglesia conserva también un conjunto de vidrieras de
diferentes épocas que filtran la luz creando un ambiente recogido. Sin olvidar
la pila bautismal, pieza románica bien conservada, que habla de la continuidad
del culto en este templo durante siglos.
IGLESIA DE SAN FRANCISCO
La iglesia de San Francisco forma parte del antiguo convento
franciscano fundado en Palencia en el siglo XIII, uno de los primeros
establecidos en Castilla tras la llegada de la orden. Situada cerca de la plaza
Mayor, su fachada pasa fácilmente desapercibida entre los edificios más
recientes, pero su interior conserva varios elementos de interés que justifican
la visita.
El templo original fue levantado en estilo gótico temprano, aunque hoy solo se conserva una parte del conjunto monástico. La iglesia, de una sola nave con capillas laterales, presenta una estructura sobria y vertical, propia del espíritu franciscano, con bóvedas de crucería y escasa ornamentación. El espacio transmite una cierta severidad que responde bien al ideal de austeridad de la orden.
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Iglesia de San Francisco |
Uno de los elementos más destacados es la capilla funeraria de los Sarmiento, ubicada en la cabecera, que conserva algunos restos de policromía y escudos heráldicos. También llaman la atención varias lápidas sepulcrales embutidas en el pavimento y los muros, que recuerdan la función funeraria del templo para algunas familias nobles de la ciudad.
En el presbiterio, el retablo mayor, de época barroca, rompe
la sobriedad del conjunto con su decoración dorada y su iconografía franciscana.
Aunque no es una pieza especialmente monumental, mantiene el equilibrio con el
resto de la iglesia.
Del antiguo convento se conservan también algunos restos
arquitectónicos y un pequeño claustro, no siempre accesible al público.
IGLESIA DE SAN LÁZARO
La iglesia de San Lázaro se alza al norte del centro
histórico, ligeramente apartada del trazado más turístico, lo que le da un aire
tranquilo y discreto. Su origen se remonta al siglo XII, cuando fue fundada
como parte de un antiguo hospital de leprosos, bajo la advocación de San
Lázaro, patrón de los enfermos. De aquel complejo hospitalario hoy sólo queda
el templo, reformado en varias ocasiones pero que aún conserva rastros de su
historia original.
El edificio actual responde principalmente a una reconstrucción del siglo XVI, aunque mantiene algunos vestigios del románico primitivo. Su planta es de una sola nave, con capillas adosadas, y una cabecera poligonal que muestra ya rasgos del gótico tardío. La fachada es sencilla, sin ornamentación destacada, en consonancia con su origen humilde.
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Iglesia de San Lázaro |
El interior, sin embargo, sorprende por la presencia del retablo mayor, obra de mediados del siglo XVII, con un programa iconográfico centrado en la figura de San Lázaro y escenas de la Pasión. Aunque no alcanza la monumentalidad de otros templos palentinos, su ejecución es cuidada, y contribuye a dar unidad al conjunto.
En una de las capillas laterales se conserva también una
imagen barroca de la Virgen del Consuelo, muy venerada por los vecinos del
barrio, y otra talla de San Roque, protector contra las epidemias, que enlaza
directamente con la función asistencial del antiguo hospital.
CONVENTO DE SAN PABLO
El convento de San Pablo, ubicado en el extremo oriental del
casco histórico de Palencia, fue uno de los principales centros dominicos de la
ciudad. Fundado en el siglo XIII y ampliado en siglos posteriores, el edificio
que ha llegado hasta nuestros días conserva parte de su trazado gótico
original, aunque muy transformado por sucesivas reformas, especialmente en
época barroca.
La iglesia del convento, hoy desacralizada y convertida en
sala de exposiciones, es el elemento mejor conservado del conjunto. Su portada,
de inspiración gótica, mantiene todavía cierto empaque, con arcos apuntados y
un rosetón superior que alude a su antiguo esplendor. El interior, de nave
única con capillas laterales, destaca por su altura y por la limpieza
estructural de sus muros, apenas decorados, lo que permite apreciar con
claridad la arquitectura original.
Anexo al templo se encontraba el claustro, del que hoy
quedan pocos restos visibles, y una serie de dependencias conventuales que en
la actualidad tienen usos diversos. Pese a las pérdidas, el conjunto mantiene
un valor histórico y simbólico como testimonio de la presencia dominica en
Palencia, muy activa durante siglos tanto en la vida religiosa como en la
docencia.
CASA DEL CORDÓN
Situada en pleno centro de la ciudad, en la calle Don
Sancho, la Casa del Cordón es uno de los edificios civiles más emblemáticos de
Palencia. Se trata de un palacio renacentista del siglo XVI, conocido por la
talla del cordón franciscano que adorna el dintel de su portada principal,
símbolo que le ha dado nombre y que alude a la pertenencia o simpatía de sus
primeros propietarios con la orden franciscana.
La fachada, de sillería bien labrada, se organiza con
sobriedad y simetría. El elemento más llamativo es su portada adintelada,
flanqueada por columnas de orden clásico y rematada por un balcón central con
herrajes de época. El cordón de piedra, tallado con gran detalle, recorre el
marco de la puerta en forma de orla, detalle que se repite en otras casas
nobles del norte de Castilla, pero que en Palencia alcanza aquí su expresión
más conocida.
Hoy, el edificio acoge la sede del Archivo Histórico Provincial,
lo que ha permitido su conservación y la apertura al público en ocasiones
puntuales.
PLAZA MAYOR
El corazón urbano de Palencia late en su Plaza Mayor, un espacio amplio y ordenado, de planta rectangular, que responde al modelo de plaza castellana del siglo XVII: porticada, simétrica y pensada tanto para el mercado como para la vida cívica. Es una plaza funcional y sobria, sin excesos ornamentales, pero que mantiene el carácter señorial y recogido que ha tenido desde sus orígenes.
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Ayuntamiento. Plaza Mayor |
Los soportales, sostenidos por columnas de piedra, albergan cafeterías, comercios y oficinas que mantienen la vitalidad cotidiana de este núcleo urbano. La sensación de proporción y equilibrio se refuerza por la uniformidad de las alturas y por el uso de materiales tradicionales como el ladrillo y la teja cerámica. En el centro, una sencilla fuente y algunos bancos invitan a la pausa, mientras que en fechas señaladas la plaza acoge eventos públicos y celebraciones.
Uno de los edificios más destacados de la plaza es el Palacio de la Diputación Provincial, construido en el último tercio del siglo XIX. Su fachada, de inspiración neoclásica con toques eclécticos, destaca por su simetría, el uso de pilastras y frontones, y la presencia de un escudo provincial en el remate central. Es un edificio representativo del poder civil de la época, pensado para dar dignidad institucional a la administración de la provincia.
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Palacio de la Diputación Provincial |
En su interior se conservan varios salones de recepción decorados con molduras, artesonados y pinturas alegóricas. Aunque el edificio ha sido modernizado para adaptarse a sus funciones actuales, conserva su prestancia original y es, junto al Ayuntamiento —situado en el lado opuesto de la plaza—, uno de los elementos que definen la imagen institucional y arquitectónica del conjunto.
EDIFICIOS MODERNISTAS
Entre los rincones que sorprenden al visitante que pasea sin
prisas por el centro de Palencia, destacan varios ejemplos de arquitectura
modernista que confieren al entramado urbano una elegancia inesperada. Esta
corriente artística, que floreció en la ciudad entre finales del siglo XIX y
las primeras décadas del XX, encontró en algunos arquitectos locales —como
Jerónimo Arroyo— a sus principales impulsores, dejando un rastro visible y
coherente a lo largo de la Calle Mayor y sus inmediaciones.
Uno de los edificios más reconocibles es el antiguo Colegio Villandrando, cuya fachada de ladrillo rojo se ve realzada por un notable friso cerámico, obra del taller de Daniel Zuloaga. A su lado, el conocido como edificio de la “Casa del Cordón” modernista —no confundir con la palaciega del siglo XVI— destaca por su perfil curvo y el juego de balcones y miradores que animan su alzado. También el Palacio de la Diputación, aunque de traza ecléctica, incorpora elementos claramente modernistas en su lenguaje ornamental, en especial en la decoración escultórica que remata su fachada principal.
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Colegio Villandrando |
Otros ejemplos, como el edificio que hoy alberga el Consejo de Cuentas de Castilla y León o el antiguo Instituto Jorge Manrique, muestran la riqueza de un estilo que supo adaptarse tanto a la arquitectura pública como a la privada. El uso del hierro, las vidrieras coloristas y los motivos florales contribuyen a crear una atmósfera propia, que se manifiesta de manera especialmente armónica en este tramo urbano. Incluso el Mercado de Abastos, con su estructura de hierro y cristal, participa de este lenguaje, reflejando el espíritu funcional y estético que definió a la arquitectura del cambio de siglo.
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Edificio Jacobo Romero |
Sin ser una ciudad identificada a primera vista con el modernismo, Palencia conserva, en un reducido pero cuidado conjunto de edificios, un testimonio elocuente de aquel impulso creativo.
CALLE MAYOR
La Calle Mayor de Palencia vertebra el centro histórico y
comercial de la ciudad. Con algo más de un kilómetro de longitud, es uno de los
paseos urbanos más agradables de Castilla, diseñado a escala humana y
conservado con esmero. Peatonal en su mayor parte, discurre en línea recta
desde la plaza de León hasta las inmediaciones del río Carrión, conectando
espacios de gran valor patrimonial y cotidiano.
Lo primero que llama la atención es la continuidad de sus
soportales, sostenidos por columnas de piedra que ofrecen sombra en verano y
resguardo en invierno. Bajo ellos se suceden tiendas tradicionales, cafeterías,
librerías y pequeños comercios que mantienen viva una actividad urbana sin
estridencias. Es una calle que sigue siendo vivida por los propios palentinos,
lo que refuerza su autenticidad.
En el recorrido, además, se suceden edificios de distintas
épocas que dialogan con naturalidad. Hay casas nobles de balcones enrejados,
ejemplos de arquitectura burguesa decimonónica y, sobre todo, varias joyas del
modernismo local, como ya se ha señalado. No es raro que, en un mismo tramo,
convivan fachadas austeras con otras de exuberante ornamentación floral, lo que
otorga a la calle una variedad armoniosa.
SOTILLO DE LOS CANÓNIGOS
Al otro lado del río Carrión, apenas separado del casco urbano por un puente discreto, se extiende el Sotillo de los Canónigos, un parque de traza histórica que ofrece un contrapunto sereno a la piedra y al ladrillo del centro monumental. Su nombre remite a los tiempos en que era propiedad del cabildo catedralicio, que lo utilizaba como espacio de recreo y recogimiento, lo que ya da una idea de su carácter.
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Sotillo de los Canónigos |
Hoy, el Sotillo conserva esa atmósfera tranquila. Se trata de un parque arbolado, amplio, sin estridencias, con caminos de tierra y zonas de césped que invitan al paseo pausado. Los ejemplares más antiguos —álamos, chopos, olmos— confieren al lugar una sombra generosa y un rumor de hojas que acompaña al visitante en los días templados. No faltan bancos, rincones discretos ni senderos que se abren entre la vegetación, como si todo el conjunto conservara algo del retiro que le dio origen.
PUENTES
El río Carrión atraviesa Palencia sin estridencias, como
tantas otras cosas en esta ciudad. Lo hace con un curso sereno, flanqueado por
alamedas y parques, y cruzado por una serie de puentes que, más allá de su
utilidad, forman parte del paisaje urbano y de la memoria colectiva.
El más antiguo y emblemático es el Puente Mayor, de origen medieval, aunque reformado en sucesivas ocasiones. De piedra, con bóvedas de medio punto y una silueta sobria, ha sido durante siglos el principal acceso a la ciudad desde el oeste. Es fácil imaginar a mercaderes, peregrinos y campesinos atravesándolo camino del mercado o de la catedral. Hoy lo siguen cruzando peatones y ciclistas, ajenos a esa historia acumulada, pero beneficiarios de su continuidad.
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Puente Mayor |
Algo más al norte se encuentra el Puente de Hierro, construido en el siglo XIX durante la expansión ferroviaria. Su estructura metálica, de factura industrial y estética funcional, representa una etapa distinta en la evolución de la ciudad: la del progreso técnico y el cambio de siglo. Aunque en desuso para el ferrocarril, se conserva como pasarela peatonal, y desde él se obtiene una de las mejores vistas del perfil palentino reflejado en el agua.
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Puente de Hierro |
Otros puentes, más recientes, completan el conjunto: el Puente Puentecillas, uno de los más antiguos aunque transformado, y los viaductos modernos que facilitan la movilidad sin interrumpir la armonía del entorno.
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Puente Puentecillas |
CRISTO DEL OTERO
El Cristo del Otero, visible desde buena parte de la ciudad
y sus alrededores, es uno de los símbolos más reconocibles de Palencia. Esta
imponente escultura de estilo expresionista se alza sobre una colina que domina
el paisaje, ofreciendo una presencia monumental que se integra al mismo tiempo
con la naturaleza que la rodea.
Con sus 21 metros de altura, la figura del Cristo parece proteger a la ciudad con una expresión de serenidad y fuerza contenida. Fue diseñada por el escultor Víctorio Macho en la década de 1930, en un momento en que la ciudad buscaba un emblema moderno que dialogara con su pasado histórico. La obra combina tradición y modernidad.
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Cristo del Otero |
El entorno del Otero es un espacio amplio, con caminos que permiten acercarse a la base de la escultura y disfrutar de vistas panorámicas de Palencia y la Tierra de Campos. La sobriedad del conjunto contrasta con la magnitud de la figura, generando una sensación de equilibrio y respeto.
CANAL DE CASTILLA
El Canal de Castilla, obra monumental de la ingeniería
española del siglo XVIII, atraviesa la ciudad de Palencia dejando una huella
imborrable en su paisaje y su historia. Concebido originalmente para facilitar
el transporte de cereales desde la meseta hacia los puertos del norte, su
presencia hoy es más simbólica y recreativa que industrial.
En Palencia, el canal se convierte en un espacio de
encuentro con la naturaleza y con el pasado. Sus aguas tranquilas, sus esclusas
y sus márgenes arboladas invitan al paseo y al descanso, ofreciendo un
contraste refrescante con la trama urbana. A lo largo de sus orillas, senderos
y áreas verdes permiten disfrutar de un entorno que conserva la serenidad y la
funcionalidad de un proyecto pensado para unir territorios.
Como se puede ver, Palencia no es una ciudad que impresione a primera vista, pero su valor reside en la suma de detalles que conforman su identidad. Tal vez sea su discreción lo que convierte a Palencia en un destino auténtico, ideal para quien busca alejarse del ruido y encontrar sentido en la sencillez.
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