GRECIA - DIA 18. Isla de Zakynthos: últimas visitas, regreso al continente y rumbo hacia el norte de Grecia

12 de Septiembre de 2022.

MIRADOR PLAYA DEL NAUFRAGIO

A las 06:00 de la mañana sonaba el despertador y no tardaba ni un cuarto de hora en salir por la puerta de la habitación, montar en el coche y poner rumbo hacia el monasterio Agios Georgios, donde aparcaría en la explanada que está justo delante, tal y como hice ayer.

Estaba nervioso y es que esta era mi última oportunidad para tratar de llegar hasta el mirador de la playa del Naufragio, el icono por excelencia de la isla de Zakynthos y que las autoridades de la misma se empeñan en prohibir el acceso a miles de turistas con la excusa de un fatal accidente ocurrido en el lugar hace unos años o alegando el peligro de incendio en la zona. Evasivas que ocultan realmente el no querer invertir en adecentar este área y hacerla acta para todos aquellos que quieran disfrutar del lugar. Una vergüenza.

Repitiendo los mismos pasos que ayer, volvería a llegar a la carretera cortada y vigilada que te lleva hasta el mismo, a través de un pequeño sendero que se abre en la maleza desde la carretera paralela, para desde aquí empezar a bajar hacia el segundo puesto de control donde me interceptarían ayer.

Maldita mi suerte, que en la mitad del camino, pasando sólo unos minutos de las siete, un coche se aproximaría de frente hacia mí. Efectivamente, era un coche de seguridad y el conductor no tardaría en advertirme que o me daba la vuelta o llamaba a la policía, a lo que accedí. Empecé a deshacer mis pasos y a dirigirme hacia donde venía y cuando el vehículo se perdió en el horizonte y ya no había posibilidad de que pudiera verme por el espejo retrovisor, volvería a darme la vuelta y correría como alma que lleva el diablo, como si no hubiese un mañana, como si me persiguiera una jauría de perros rabiosos. En pocos minutos llegaría al segundo puesto de control sin que hubiese nadie en él, continuaría avanzando hasta un vaya que estaba rota con un tercer puesto de vigilancia en la misma y también desierto en estos momentos, seguí corriendo ya por terreno pedregoso y en unos 300 metros más llegaría al mirador.

Mirador de la Playa del Naufragio o Shipwreck

Estaba exultante, excitado, eufórico, inquieto, intranquilo. Era una combinación de sentimientos imposible de explicar. Traté de calmarme y mantener la tranquilidad y cuando más o menos lo conseguí, me acerqué al abismo y me quedé atónito e impasible contemplando lo que tenía delante de mí. Era belleza en estado puro, un lugar mágico que en completa soledad se vuelve más increíble aún. Me quedé diez minutos tratando de absorber cada detalle, estuve pellizcándome para cerciorarme de que no era algo irreal, traté de retener en la retina hasta el último cuadrante del entorno que me rodeaba para no olvidarlo jamás. Tras ello haría unas cuantas fotos y después de no más de veinte minutos empezaría a deshacer el camino rezando por no ser detectado.

Mirador de la Playa del Naufragio o Shipwreck

Esta vez, sí tendría suerte y no me encontraría con nadie, pudiendo llegar hasta el coche sin ningún inconveniente, donde respiraría más aliviado que en toda mi vida y una sensación de absoluta felicidad me invadiría durante largos minutos.

Efectivamente, el mirador de la playa del Naufragio no sólo no decepciona sino que todas las palabras se quedan cortas ante lo que ofrece la percepción real de este mágico entorno.

No obstante, hay que tener mucho cuidado porque el mirador es mínimo y las fotos que merecen la pena se toman desde fuera del mismo, lo que puede ser muy peligroso ya que el abismo que hay bajo tus pies es vertiginoso y cualquier paso en falso puede llevarte a un desenlace fatal.

Mirador de la Playa del Naufragio o Shipwreck

Hasta las 13:15 no zarpaba el barco que me volvería a llevar de Zakynthos a Kyllini, en el Peloponeso, por lo que disponía todavía de unas horas para visitar dos lugares que ayer por falta de tiempo no había podido llegar.

CAMEO ISLAND

El primero de ellos era Cameo Island situada en la bahía de Agios Sostis, donde en media hora y sólo veinte kilómetros había conseguido llegar. Además al ser tan temprano no había apenas un alma, por lo que podría disfrutar de este lugar casi en completa soledad.

Cameo Island

Su peculiaridad es que se encuentra unida a tierra por un pequeño puente de madera que llega hasta el mismo corazón de la isla, lo que la hace más fotogénica aún. Tras atravesarlo casi que te das de bruces con una playita de pequeñas dimensiones y compuesta por guijarros, donde hay un bar donde poder pedir bebidas refrescantes cuando aprieta el calor.

Cameo Island

Para acceder es necesario abonar una tarifa de cinco euros. Esta incluye una fotografía personal y un llavero con la misma.

El puente ya mencionado, los árboles desperdigados por el terreno, las aguas cristalinas y la pequeña iglesia que se encuentra en un lado del peñasco, hacen de este lugar otro destino hermoso y pintoresco que merece la pena visitar. No tenía mucho tiempo, pero aún así me daría tiempo a darme un baño y relajarme un rato en la playa, antes de abandonarlo, momento en el que ya empezaban a llegar varios grupos de turistas, de lo que deduzco que a media mañana es probable estuviera ya saturado, por lo que recomiendo madrugar para vivirlo lo más virgen posible.

Cameo Island

Cameo Island

Desde aquí además se obtienen magníficas vistas de la isla Marathonisi, un santuario natural de la tortuga Caretta y la foca Monje, dos especies marinas en peligro de extinción. Aunque es complicado ver alguna, hay más posibilidades con la tortuga, de hecho desde el puente que conecta a la isla puede ser un buen lugar para avistarlas. Desgraciadamente, yo me marcharía sin poder ver alguna, por lo que puede ser la excusa perfecta para regresar.

El puente también es un buen mirador para conseguir una hermosa panorámica de la playa Laganas, otra de las más famosas de la isla de Zante, donde en alguna ocasión también se dejan ver las tortugas.

PLAYA GERAKAS

Mi última visita en la isla iba a ser a la playa Gerakas, situada a 24 kilómetros, donde tenía puestas las esperanzas de poder ver más tortugas, ya que aunque estas viven en el mar, de mayo a septiembre acuden a las playas para depositar huevos, siendo esta una de las más demandadas por la especie. Es por la noche cuando acuden a depositar unos 120 huevos del tamaño de una pelota de ping-pong. Excavan nidos de unos cincuenta metros de profundidad que posteriormente cubren con arena. Las tortugas nacen después de 55 días, pero permanecen en el nido varios días más. Por la noche salen de éste y se dirigen hacia el mar, pero son muy pocas las que sobreviven. En mucha ocasiones las luces de la costa las desorientan, por lo que se alejan de ésta y mueren.

Playa Gerakas

Estaría un rato paseando con cuidado por el arenal, que además es uno de los más agradables y bonitos de la isla y aunque no podría ver ninguna sí que aprovecharía para darme el último baño en la isla y probablemente en mi estancia en Grecia, ya que en lo días sucesivos estaría prácticamente la totalidad de ellos en el interior del país.

Con el tiempo justo, me dirigiría hacia la terminal de Ferries de Zante, donde conseguiría llegar en 25 minutos, sólo cinco antes de la salida del barco, que como ya comentaba al principio del capítulo salía a las 13:15.

Ciudad de Zante desde el Ferry hacia Kyllini

En algo más de una hora desembarcaba en el puerto de Kyllini, desde donde pondría rumbo al que quería fuese mi siguiente destino en el Peloponeso: la ciudad de Patras, por cuya circunvalación pasaba tras una hora y veinte minutos y 76,5 kilómetros. Pero esta vez sería sensato y decidiría renunciar a la misma, ya que tenía que elegir por falta de tiempo y prefería detenerme un poco más adelante.

PUENTE RÍO - ANTIRIO

Tras dos semanas recorriendo el Peloponeso había llegado el momento de abandonar esta mítica región griega que me había robado el corazón y que ya considero como uno de los destinos europeos más maravillosos y auténticos que he podido conocer. Dejaba atrás catorce días que me había llevado hasta lugares únicos, algunos tan emblemáticos que todo el mundo conoce aunque sólo sea de oídas y otros totalmente desconocidos, perdidos en los más profundo de esta tierra a los que pude llegar gracias a los consejos de algunos griegos y una profunda labor de investigación al preparar el viaje que me permitiría llegar a lo más auténtico de esta zona del país heleno. Y aún así y todo, puedo decir que me han faltado todavía un montón de sitios maravillosos por descubrir, a los que espero poder llegar en otro viaje futuro.

En cualquier caso, el hecho de dejar el Peloponeso no significaba que terminara el viaje, al contrario, este continuaba rumbo al norte.

Abandonaba la región por todo lo alto, y nunca mejor dicho, ya que lo hacía por el colosal puente Río – Antirio, el cual atraviesa el estrecho de Corinto y conecta el Peloponeso con la parte continental de Grecia. Su longitud es de casi tres kilómetros y para construirlo hubo que enfrentarse a importantes retos ya que la estructura debía aguantar condiciones extremas como terremotos de magnitud siete en la escala Richter, vientos huracanados de más de 200 km/hora o impactos de barcos a gran velocidad. Hay quien dice que, de hecho, es el lugar más seguro para protegerse en la región en caso de un seísmo.

Puente Río Antirio

El puente además permite evitar el transbordador y ahorrar tiempo ya que de 45 minutos que dura la travesía en barco se reduce a cinco en coche. Por contra, el coste del peaje es el doble de lo que supone la opción marítima ya que cuesta 13 euros.

NAUPACTO

Desde Patras tardaría cuarenta minutos en recorrer los 23,6 kilómetros que me separaban de Naupacto (Nafpaktos), la primera localidad que iba a conocer en la Grecia continental y el motivo de mi renuncia, por no disponer de tiempo suficiente para conocer la anterior. La había elegido porque tenía fama de poseer una belleza única, con un rico patrimonio cultural y un entorno natural complicado de igualar.

En los 3500 años de historia de esta ciudad se escribieron muchas de las páginas decisivas de la historia para el rumbo del país heleno. Naupacto siempre ha estado a la vanguardia de la lucha y la civilización. En esta zona nacieron, crecieron o actuaron personajes llenos de heroísmo, grandeza, imaginación y romanticismo y aunque la ciudad fue golpeada innumerables veces por invasores, conquistadores, piratas, pestilencias y terremotos, siempre volvió a resurgir de sus cenizas como el ave fénix. Entre los hechos más brillantes de su turbulenta historia se encuentra la batalla naval de Lepanto de 1571, como se la llamó en las crónicas internacionales, ocurrida en la entrada del golfo de Corinto, que entonces recibía el nombre de Lepanto, donde las fuerzas cristianas se impusieron a las otomanas, salvando la civilización europea. En ella participaría, como ya sabemos muchos, nuestro escritor universal Miguel de Cervantes, autor de El Quijote, donde le quedaría inservible su mano izquierda, hecho del que proviene el sobrenombre del manco de Lepanto.

Naupacto desde su Fortaleza

Naupacto posee todos esos elementos que componen lo que llamamos pintoresco. Mucho verdor, agua abundante, patios impecables con bonitos jardines, un hermoso puerto fortificado que es uno de los más pequeños y bellos del Mediterráneo y un castillo, testigo de su variada historia.

Puerto y Murallas. Naupacto

Puerto y Fortaleza de Naupacto

Ante este panorama no me sería complicado disfrutar de todo ello, comenzando con la fortaleza (tres euros) situada en lo alto de la colina que termina en el pequeño puerto con las murallas venecianas, para continuar después con la Ciudad Vieja, situada dentro de dichas murallas, la cual ha conservado su estilo propio, su antigua fisionomía, encontrando donde quiera que mires belleza, armonía y paz. Siendo una delicia pasear por sus calles estrechas y empedradas, con escaleras de piedra y casas populares de dos pisos.

Fortaleza de Naupacto

Puerto y Murallas. Naupacto

Muralla de Naupacto

En esta zona se encuentra además la estatua del universal escritor Cervantes para conmemorar la importante batalla a la que me he referido anteriormente.

Escultura de Cervantes. Naupacto

Y por supuesto, en el horizonte, visible desde casi cualquier punto de Naupacto, la imponente imagen del puente Río – Antirio, que había atravesado hacía apenas unas horas, y el cual, visto de lejos, parece un inmenso navío con las velas desplegadas.

Puente Río Antirio desde Fortaleza de Naupacto

A las 17:45 pondría rumbo hacia el lugar que me acogería las dos siguientes noches y que no estaba cerca. De hecho iba a ser el trayecto más largo que iba a afrontar hasta ahora en este viaje. Por delante tenía tres horas y unos 250 kilómetros hasta llegar al pueblo de Monodendri, donde nada más llegar me iría directo al hotel que había elegido para alojarme.

Este se llamaba Hotel Ladias y creo que puedo asegurar que fue la mayor decepción del viaje. Me duele decirlo, porque la familia que lo regenta es encantadora y me trataron de maravilla, pero también hay que ser honesto. La habitación tenía olor a humedad y algunas paredes tenían muestras de la misma, necesitando claramente una mejora. Lo peor sería el baño, donde encontraría hasta cinco arañas en el techo y un bicho rarísimo en la ducha que acabó por ocultarse y que no volvería a encontrar. Así que pagar 55 euros por noche por el mismo, os imaginaréis como me pude sentir, pero es imposible ganar siempre.

Para cenar optaría por hacerlo en la misma habitación pues estaba cansado y quería acostarme lo antes posible. Como ya lo tenía previsto haría compra en un supermercado que estaba de camino, adquiriendo también todo lo que iba a necesitar al día siguiente para la ruta que iba a realizar.

Mañana me esperaba la otra gran ruta de senderismo del viaje y todo parecía indicar que no me iba a dejar indiferente, sino todo lo contrario.


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