CROACIA - DIA 12. Korcula

1 de Septiembre de 2021.

El motivo de habernos alojado en un sitio tan recóndito y extraño, sin ningún aliciente turístico importante no era otro que para coger un ferry. Exactamente, el que nos llevaría hasta el puerto de Trpanj, en la parte norte de la península de Peljesac, evitándonos así un recorrido que de hacerlo completamente en coche supondría dos horas como mínimo, sin contar el tráfico y el cruce de fronteras con Bosnia – Herzegovina.

Y es que el mencionado accidente geográfico es cuanto menos curioso, pues se adentra 65 km en el mar desde el continente, pero sólo tiene 7 km en línea recta, de costa a costa, en su punto más ancho. Además una cadena montañosa conforma su espina dorsal, alcanzando su máxima altitud en el monte de San Elías (961 m). Las laderas y las llanuras se ven llenas de árboles frutales y viñedos, y las poco profundas aguas costeras  están consagradas al cultivo de ostras.

Península de Peljesac

Por tanto, en no más de media hora nos habíamos plantado en el puerto de Ploce, lugar desde donde salía el ferry hacia la mencionada península. Habíamos elegido el de las 10:15, por lo que una hora antes estábamos allí esperando como llevaba siendo tradición durante el viaje. Y esta vez haríamos bien en no confiarnos porque serían muchos los coches que empezarían a llegar poco después. Tengo dudas de si entraron todos, la verdad.

A la hora en punto soltaban amarras y partíamos, tardando una hora exacta en realizar el trayecto, por lo que como se ve el ahorro de tiempo y también de gasolina es considerable.

Ahora tocaba realizar veinte kilómetros en coche, atravesando la península de Peljesac de este a oeste, para llegar al puerto de Orebic, donde volveríamos a coger un ferry.

Durante los cuarenta minutos que estuvimos esperando podríamos dar un breve paseo por esta pequeña localidad y aunque no ofrece grandes monumentos nos parecieron agradables sus edificios y su pequeña playa de aguas transparentes y todo bajo la protección de las montañas que la protegen.

Península de Peljesac

Orebic desde Ferry a Korcula

A las 12:35 partía el ferry hacia nuestro destino final de hoy. Nada más y nada menos que la famosa ciudad de Korcula, otro de esos destinos que figuran entre los imprescindibles en un viaje a Croacia.

Sería el trayecto más breve de los que haríamos en ferry, no llegaría a la media hora, y el penúltimo de ellos y siendo conscientes de esto, allí estábamos los siete acodados en la barandilla de la cubierta superior, obteniendo la primera visión de la ciudad y de la isla, sintiendo por ella amor a primera vista.

Korčula

Situada en una pequeña península de forma almendrada que se avanza sobre el mar, está rodeada por una muralla de piedra blanca con bastiones en cada esquina.

La ciudad de Korcula tiene varios motivos para sentirse orgullosa. Por lo pronto, ser la capital de la isla del mismo nombre, una de las más verdes y más bonitas del millar aproximado de islas croatas. De hecho fue uno de los lugares favoritos de vacaciones para los griegos y romanos. Y aquí estábamos nosotros dispuestos a imitarles, aunque sólo fuese por un día.

Korčula

El puerto Domince de Korcula se sitúa a unos tres kilómetros del centro de la ciudad, pero antes de entrar en faena y visitarla, decidiríamos pasar por nuestro hotel para hacer el check in. Este era el Aminess Liburna Hotel, a un breve paseo del centro histórico y con unas instalaciones de diez. Las habitaciones estaban impolutas, eran amplias, los baños no podían estar más cuidados y tenía piscina y playa privada, además de unas vistas espectaculares de Korcula. Era imposible pedir más.

Como eran las 14:00 también aprovecharíamos para comer aquí. Tiene una carta bastante sencilla, pero suficiente para quitarnos el hambre con unos sándwiches. Incluso nos daría tiempo a un baño en la piscina para refrescarnos, hecho lo cual nos dispusimos a conocer la bella ciudad amurallada de la que bien podría decirse que es una Dubrovnik en miniatura, pero con la vida propia de una ciudad pequeña. En sus casas vive gente del país y en los bajos se hallan tiendas de ultramarinos, verdulerías y algún café local, y no ríos de turistas, galerías de arte comercial y tiendas de recuerdos, unas al lado de otras, como en su famosa hermana mayor, aunque parece que poco a poco empieza a parecérsele más. Ojalá aguante esa autenticidad antes de dejarse abrazar por el turismo desmesurado.

La entrada a la ciudad la haríamos a lo grande, por la bella y famosa Puerta de Tierra, fortificada con una enorme torre de nombre Revelin que muestra los escudos de armas de los duques de Venecia y de los gobernantes de Korcula, que se cernía sobre un canal que cavaron los venecianos para aislar la ciudad.

Puerta de Tierra y Torre Revelin

Salva ahora la zona una bella escalinata que nos daría acceso al interior de las murallas. No obstante y antes de seguir, no quisimos dejar de subir a la mencionada torre para deleitarnos así con las primeras y bonitas vistas panorámicas de la ciudad. El precio es de 20 HRK por persona.

Korčula desde Torre Revelin

Korčula desde Torre Revelin

Tras descender, y en sólo unos pasos, nos daríamos de bruces con el Ayuntamiento y la iglesia de San Miguel, uno enfrente de la otra. Es la plaza conocida como Trg Antuna Stjepana Ralica. Si se pone atención también se puede observar la capilla de la Virgen de las Nieves.

Ayuntamiento y Plaza Antuna Stjepana Ralica

Iglesia de San Miguel

Continuando por la calle principal, de nombre San Marcos, nos dejaríamos llevar y descenderíamos y volveríamos a ascender por las diferentes calles perpendiculares que salen desde ella, observando una importante curiosidad: se encuentran diseñadas de forma que disminuyan el impacto del terrible viento bora.

Calle de Korčula

Y llegaríamos a la plaza central del recinto amurallado, conocida como Strossmayerov Trg, donde se eleva el monumento más importante de la ciudad, la catedral de San Marcos, del siglo XIII, construida con piedra color miel. La maestría de los escultores y mamposteros de la ciudad de Korcula quedó reflejada en la puerta, guardada por dos leones y decorada con delgadas columnas torneadas y un tímpano con la figura de San Marcos. La catedral cuenta además con otras dos puertas que dan a las naves laterales.

Catedral de San Marcos

El interior presenta enormes columnas, con capiteles profusamente decorados, y varias obras escultóricas notables entre las que destacan una pila de agua bendita del siglo XV, una pila bautismal y la tumba del obispo Toma Malumbra. Entre las pinturas destaca la obra “San Marcos con San Jerónimo y San Bartolomé” de Tintoretto. La entrada cuesta 15 HRK.

Catedral de San Marcos

Tampoco podríamos obviar el subir a la torre de la catedral, para obtener de esta manera una vista diferente a la obtenida de la torre Revelin y que nos gustaría más, ya que al estar en pleno centro y ser más alta, abarca toda la ciudad y su entono. Por lo que si hay que elegir recomiendo esta. La entrada cuesta  25 HRK.

Korčula desde Torre Catedral de San Marcos

Península de Peljesac desde Torre Catedral de San Marcos

Además de la catedral, la plaza en la que esta se encuentra también posee otros edificios interesantes como son: el palacio renacentista Gabriellis que alberga el Museo Municipal; el palacio Arneri, de estilo gótico; el palacio arzobispal, donde se exhibe el Tesoro de la Abadía; o la iglesia gótica de San Pedro, a la izquierda de la catedral, que luce una bonita puerta.

Palacio Episcopal. Plaza Central

No obstante, nos conformaríamos con ver los edificios por fuera ya que no había ganas de realizar más visitas interiores.

Otro elemento que también destaca en el mismo lugar es la columna del estandarte que exhibe orgullosa el escudo de la República de Venecia. Y justo detrás de ella, la diminuta iglesia de Gospojina, del siglo XV.

Strossmayerov Trg o Plaza Central

A pocos metros de la catedral, continuando por la calle principal, a la derecha, hallaríamos la supuesta casa de Marco Polo, del que se dice era natural de la isla, aunque parece que es más ficción que realidad. Aseguran también que en estas aguas azuladas fue capturado en 1298 por los genoveses y llevado a la prisión de Génova donde dictó a su compañero de celda el Libro de las Maravillas. Para conmemorar este evento, cada día siete de septiembre, se reconstruye la batalla entre las flotas veneciana y genovesa. Lástima que por seis días más nos la perdiésemos.

Casa de Marco Polo

La casa en cuestión no tiene casi nada por dentro, salvo algunos paneles relativos a la vida del aventurero, pero en la actualidad ni siquiera se puede subir a la torre ya que la están restaurando. Fueron 10 HRK tirados a la basura.

Continuaríamos hasta el final de la calle, donde nos toparíamos definitivamente con la muralla, por lo que torcimos a la izquierda para salir fuera del recinto que protege esta y recorrerlo por fuera, encontrando hermosas perspectivas de los baluartes situados a lo largo de la misma, como la torre Torjun o del Príncipe,  la torre Balbi de 1483 o la torre Cappelo de 1493, las cuales formaban parte de la fortificación que llegó a tener hasta doce de estas en la Edad Media. En este camino nos toparíamos también con la puerta del Mar, la otra hermosa entrada al casco histórico, en la que destaca su bella escalera neobarroca.

Baluarte de la Muralla

Puerta del Mar

Muralla

Finalmente, optaríamos por dirigirnos al otro sector del recinto amurallado donde se concentran un buen número de bares y restaurantes con terrazas de la ciudad y donde todavía no había mucha gente. Mientras se iba animando la cosa daríamos otra vuelta que nos permitiría fijarnos en la iglesia de Todos los Santos, construida en 1301 y reformada en estilo barroco, perteneciendo a la hermandad más antigua de la isla. En el interior contiene una Pietá tallada en madera y un políptico del siglo XV.

Para seguir haciendo tiempo nos parecería buena idea sentarnos en un pub adosado a la muralla llamado All Saints, donde disfrutaríamos de unos cócteles mientras tocaban música en directo. Era el ambiente ideal y las bebidas estaban muy buenas.

Sobre las 21:00 nos sentaríamos a cenar en un pizzería de nombre Tedeschi donde pediríamos una deliciosas pizzas, además de ser gigantes lo que impediría que pudiéramos acabarlas. Si no se tiene un hambre atroz recomiendo pedir una para cada dos personas.

Korcula nos estaba gustando tanto que no podríamos evitar volver a perdernos por sus calles después de la cena, con ese encanto especial y misterioso que la noche otorga a muchas ciudadades. De esta manera, entre sombras y luces tenues, nos retiraríamos a descansar.

Puerta de Tierra y Torre Revelin


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