POLONIA - DIA 01. Introducción, datos prácticos y llegada a Varsovia

 31 de Agosto de 2020.

¿Sabíais que en el idioma español el nombre de Polonia proviene de Polanie y deriva de la palabra eslava Polo que significa campo? Los polacos llaman a su país Polska que significa “Del Campo”. Esto es así porque este país es muy llano, contando con más del 90 % de su superficie por debajo de los 300 metros sobre el nivel del mar; ¿qué casi un tercio del territorio de Polonia está cubierto por bosques, teniendo hasta 23 parques nacionales que cubren en torno al 1% de la superficie del país?; ¿qué el polaco es el tercer idioma eslavo del mundo por la cantidad de personas que lo hablan después del ruso y el ucraniano?; ¿qué Juan Pablo II, Chopin, Marie Curie, Copérnico, son sólo algunos de los personajes más importantes y decisivos del país en la historia del mundo?; ¿qué muchos animales que se extinguieron en otras partes de Europa todavía sobreviven en Polonia como el bisonte, el oso pardo, el lobo gris, el lince o el castor?; ¿qué el águila blanca es el símbolo nacional de Polonia, por eso su escudo está compuesto por dicho animal con un corona de oro sobre un fondo rojo?

Banderas Polacas en Varsovia

¿Qué la cultura polaca durante la II Guerra Mundial fue suprimida por las fuerzas de ocupación de la Alemania Nazi y posteriormente de la unión soviética pues ambas eran hostiles al pueblo y a la herencia cultural polaca, pero aún con tantas décadas de opresión los habitantes  de estas tierras lograron mantener su cultura viva rescatando lo mejor de su pasado con una marcada influencia del catolicismo romano y las tradiciones eslavas?; ¿qué existen una gran cantidad de polacos viviendo por todas las partes del mundo desde Canadá a Australia?; ¿qué la bebida nacional de Polonia es el vodka y uno de los motivos de orgullo nacional más importantes de este país y que sin embargo se disputa la autoría de esta bebida con Rusia? Aunque Polonia es el país que mayor documentación tiene para demostrar el origen polaco del vodka, actualmente no existe un consenso internacional sobre la denominación de origen  de esta famosa bebida, principalmente por la influencia de Rusia en el mundo. ¿Qué es uno de los grandes consumidores de cerveza de Europa, ocupando el quinto lugar de consumo en el mundo pudiendo un ciudadano beber 100 litros de cerveza al año?; ¿qué desapareció como país de los mapas europeos durante 123 años debido a su reparto entre Rusia, Prusia y Austria, no volviendo a constituirse como tal hasta 1918?; ¿qué la comida polaca es una de las más variadas que existen con platos de todo tipo y variedades? Son especialmente típicos los bares de leche, pues en la época de la Unión Soviética se construyeron estos locales donde no había carne, basándose en aquel producto. Hoy sólo quedan unos 120 por todo el país.

Bandera Polaca en Cracovia

Todas esas curiosidades aprendería de mi paso por el país durante casi dos semanas, algo que en principio no estaba previsto pero que como consecuencia de esta época de incertidumbre que vivimos, los acontecimientos se fueron desarrollando de manera vertiginosa y casi sin tiempo para reaccionar.

Y es que la idea era haber vuelto de Andorra, diario que ya podéis leer, y marcharnos los mismos componentes de ese viaje, tan sólo dos días después, a pasar una semana a Berlín y alrededores, algo que se vendría abajo tan sólo quince días antes de que fuésemos a volar como consecuencia de las restricciones que establecía el gobierno alemán a los ciudadanos españoles, entre ellas una más que probable cuarentena a la llegada hasta tener los resultados de las pruebas médicas, lo que suponía arriesgarse a permanecer en un hotel encerrado durante la mitad del tiempo de estancia y por lo tanto algo absurdo que nos terminaba por arruinar los planes previstos.

Ante esta situación mis amigos reaccionarían cambiando los billetes de avión y eligiendo un nuevo destino como la isla de Las Palmas de Gran Canaria, algo que yo rechazaría por varios motivos, pero principalmente por uno. Este no era otro que en el caso de haber podido realizar el viaje a Berlín durante esa semana todos juntos, yo hubiera continuado la siguiente viajando por Polonia, gracias a tener más días de vacaciones y ser un país limítrofe, teniendo que coger sólo un tren para ello. Ante esta planificación yo ya tenía sacado el billete de avión para volver a Madrid desde Cracovia y también varios alojamientos reservados, por lo que la mejor opción era ampliar dicho viaje con esa semana previa, optando por comprar otro vuelo de Ryanair sólo de ida que además me saldría casi regalado. (25 euros, incluyendo la maleta pequeña). De esta manera una pequeña escapada de apenas cinco días se iba a convertir en un viaje de casi dos semanas que me posibilitarían conocer las cinco principales ciudades del país e incluso alguna sorpresa más.

Gdansk

Poznan

Aunque es cierto que existía cierto riesgo de quedarme atrapado, pues ya se sabía con seguridad que los vuelos directos entre España y Polonia serían suspendidos a partir del 2 de septiembre, quien no arriesga no gana, y el hecho de poder disfrutar de un país con tantísima historia y tan buenas referencias, donde no era necesaria la mascarilla, remontándonos de esa manera a momentos de antes de la pandemia, el escaso número de turistas que iba a ver, pudiendo visitar casi en solitario lugares normalmente masificados y las mismas ganas de salir otra vez de España y seguir conociendo el mundo, me harían jugármela y arriesgar para salvar el año viajero. No hay que olvidar que ya se me habían cancelado planes tan interesantes como Costa Rica, la Provenza Francesa, Ámsterdam o el mismo Berlín que ya he comentado. Algo que iba haciendo que la frustración se fuera agravando cada día que pasaba.

Es así como, tras el último avión que cogía, allá por el mes de febrero de este año tan complicado, para ir a Colonia en Alemania, donde todavía parecía que lo que estaba sucediendo en China era algo irreal y que nunca llegaríamos a vivir, y tras disfrutar de la última semana de agosto de las montañas y la naturaleza desbordante de Andorra, me embarcaba en solitario en esta nueva aventura.

Barco pirata en el muelle de Sopot

No obstante y antes de meterme ya de lleno a relatar el viaje, veamos, como siempre, algunos datos útiles a la hora de visitar el país.

DATOS PRÁCTICOS:

REQUISITOS DE ENTRADA: Los ciudadanos españoles sólo necesitan el DNI o pasaporte en vigor para viajar a Polonia.

CUÁNDO IR: La mejor época para viajar a Polonia sea probablemente de mayo a octubre, cuando las temperaturas son más benignas y los días más largos, aunque es cierto que la Navidad puede ser un buen momento para ver los mercadillos navideños y sentir esas fiestas tan señaladas.

MONEDA: El Zloty es la moneda oficial de Polonia, siendo PLN sus siglas bancarias y equivaliendo un euro aproximadamente a 4,5 PLN. No obstante la mayoría de comercios, empresas y estaciones aceptan las principales tarjetas de crédito y débito. Fuera de las grandes ciudades no siempre se pueden utilizar, así que conviene llevar siempre algo de dinero en efectivo. Hay cajeros automáticos  en casi todas partes por lo que no es complicado sacar dinero.

SANIDAD: Los residentes de la Unión Europea tienen derecho a primeros auxilios y urgencias gratuitas con la presentación de la Tarjeta Sanitaria Europea. Las consultas no urgentes y los medicamentos hay que pagarlos. No se requiere ningún tipo de vacuna para viajar al país.

IDIOMA: La lengua oficial es el polaco, de la familia de las lenguas eslavas como el checo, el eslovaco y el ruso. En las principales ciudades también se habla inglés, pero no se puede decir lo mismo de las zonas rurales. Muchos polacos hablan alemán en el oeste y ruso y ucraniano en el este.

ELECTRICIDAD: El voltaje es de 230 V utilizándose los mismos enchufes que en el resto de la Unión Europea, por lo que no hay que llevar adaptadores.

TRANSPORTES: El uso del tren se encuentra muy extendido entre la población y es uno de los medios más cómodos. La red de ferrocarriles ha mejorado mucho en los últimos años y hoy es una de las mejores opciones para ir de una ciudad a otra de forma rápida y sencilla. La red de autobuses por su parte cubre todo el país, pero con diversas compañías. Estos son más baratos que los trenes y llegan a más destinos. Los billetes se pueden comprar en las estaciones aunque hay compañías como Polski Bus que venden sus billetes sólo por Internet.

CONDUCCIÓN: Como es uno de los países más grandes de Europa, conducir suele suponer recorrer largas distancias. El número de autopistas aumenta cada año con la consiguiente reducción de tiempo en los trayectos, pero si no se circula por autopista el tráfico suele ser lento. Las carreteras varían mucho en cuanto a calidad. Aunque se están mejorando los firmes, en zonas rurales pueden tener muchos baches. El uso del cinturón de seguridad es obligatorio y el uso del teléfono móvil está prohibido. El límite es de 140 km/h en autovías, bajando a 100 km/h en calzada única.

Todo era extraño y diferente a otras veces, cuando el lunes a primera hora de la mañana me dirigía en el metro a la terminal 1 del aeropuerto de Barajas. Sin apenas gente en los vagones y bajo un silencio sepulcral me preguntaba si había optado por la mejor decisión, aunque en cualquier caso esta ya estaba tomada. Nada más salir de los tornos del suburbano un control de vigilantes de seguridad me solicitaba el billete de avión y es que sólo se permitía el acceso a las instalaciones aeroportuarios a aquellos que fuéramos a tomar un vuelo, prohibiéndose la misma a cualquier acompañante, lo que era otra factor que reducía el número de personas que se podían ver. En las pantallas indicadoras de salida de vuelos apenas se anunciaban treinta de estos en todo el día, algo surrealista al compararse con tiempos no demasiado lejanos y la mayoría de compañías eran de bajo coste y a destinos de países que habían decidido no imponer restricciones todavía.

Algo también inaudito para mí era ver que casi cincuenta minutos antes del despegue ya estábamos todos los ocupantes del avión en nuestros sitios, esperando a que diesen permiso para realizar la maniobra de despegue, lo que tendría lugar diez minutos antes de la hora prevista, algo inédito dado que esto es casi imposible en Barajas por el tráfico aéreo y casi nunca los vuelos salen antes de la hora. Además la nave iba con menos de la mitad de ocupación lo que obligaría a las azafatas a redistribuir al pasaje en otros asientos distintos a los asignados por el tema de compensar el peso. Toda mi fila y la de delante, por ejemplo, se encontraban vacías.

Durante el vuelo nos repartirían unos formularios y nos pedirían que los rellenásemos con nuestros datos personales y con el primer alojamiento de nuestra estancia en Polonia a efectos de poder localizarnos si había algún problema de contagios con el Covid.

A las 13:45 estábamos aterrizando en el aeropuerto de Varsovia, quince minutos antes de la hora prevista. Tras el desembarco no encontraría ningún tipo de control en la terminal, corroborando de esta manera lo que ya me habían comunicado en la oficina de turismo de Polonia en Madrid y es que en este país la incidencia del virus en nada tiene que ver a la de otros países europeos. Por cierto que es muy recomendable pasarse por dicha oficina por la gran cantidad de información que te facilitan y el tiempo que te dedican. Se encuentra en la plaza de los Cubos situada en c/Princesa, 3 Duplicado.

Casi sin darme cuenta, por la rapidez, me encontraba en la zona común del aeropuerto de Modlin situado a cuarenta kilómetros de Varsovia. En él operan dos de las compañías de bajo coste más famosas: Ryanair y Wizz Air. Apenas tardarían unos segundos en encontrar la caseta donde se vendían los billetes de autobús (modlin bus) para ir de forma directa al centro de la capital. Desgraciadamente se encontraba cerrada desde hacía ya tiempo según me informaron unos trabajadores y es que la casi nula presencia de turistas les había obligado a tomar esa decisión hasta nuevo aviso. Afortunadamente ya lo tenía previsto y había mirado otras opciones, por lo que pasé al plan B.

Al lado de la caseta del Modlin bus, había otra que vendía un combinado de autobús y tren por 19 PLN. Esta opción consistió en llegar primero a la estación de tren de la ciudad de Modlin en autobús para lo que invertí unos diez minutos y ya desde esta un tren que en cuarenta minutos me llevaría a la estación Central de Varsovia (Warszawa Centralna). Es decir aproximadamente una hora todo el recorrido.

Todo sería muy sencillo porque contaría primero con la ayuda de un joven que hablaba español y que se dirigía a Modlin y segundo un hombre de unos cincuenta años que se dirigía a Varsovia y llevaba treinta años viviendo en España, por lo que sólo tendría que dejarme llevar. Eran los primeros ejemplos de amabilidad polaca que se cruzaban en mi camino, pero luego vendrían muchos más, tantos que perdería la cuenta. El carácter polaco sería una de las cosas que más me gustarían del viaje por el país.

Una vez en la estación central de Varsovia sólo tendría que recurrir a google maps para en quince minutos caminando entrar por la puerta de mi hotel, algo que tendría lugar sobre las 16:00. Había elegido el Premiere Classe Varsovie, situado en Ulica Towarowa, 2. En él me alojaría durante las siguiente tres noches. (165 PLN por noche). Se trata de un hotel normal, sin grandes pretensiones, pero las habitaciones están limpias y bien cuidadas. El baño es pequeño pero igualmente correcto. Se encuentra algo alejado del centro, pero en la misma puerta hay todo tipo de transportes para llegar hasta allí, además es factible ir caminando pues la distancia será de unos tres kilómetros, es decir, unos cuarenta minutos caminando.

Pararía lo justo para comer los sándwiches que había traído y ordenar un poco la maleta y sobre las 16:30 ya estaba otra vez en la calle. El tiempo que me había recibido era regular, caían algunas gotas y la temperatura no superaría los quince grados, pero nada que un buen chubasquero no pudiera remediar para salir a dar mis primeros pasos por la capital de Polonia. La verdad que estaba eufórico y no me podía creer que me encontrara realizando una nueva escapada europea, después de todo lo que había sucedido. Por cierto que en Polonia no era necesaria la mascarilla para caminar por la calle, sólo para los espacios cerrados, así que era como volver a tiempos anteriores al virus. No se podía pedir más.

Había decidido comenzar dirigiéndome a algunos lugares cercanos a mi hotel que formaban parte del triste e histórico gueto judío de Varsovia. Después de que Alemania invadiera Polonia el 1 de Septiembre de 1939, más de dos millones de judíos polacos quedaron bajo control alemán. Su objetivo era controlar esta considerable población haciéndolo en sectores delimitados de pueblos y ciudades que los alemanes llamaban guetos o barrios residenciales judíos, creando alrededor de mil de ellos en territorios ocupados, siendo el más grande de todos el de la capital polaca, donde se encontraba confinado casi medio millón de judíos. Sólo se les permitía traer lo imprescindible lo que significó pobreza instantánea y una gran desventaja social en comparación con los habitantes originales del distrito anterior al gueto. El confinamiento de varias familias en los pisos de los edificios originaba también enfermedades que apenas tardaban en propagarse entre esta población, además de sufrir hambre y condiciones infrahumanas. El gueto de Varsovia quedaría delimitado y cerrado en el año 1940 con un muro que medía más de tres metros de altura, una longitud de 18 kilómetros y precintado por alambre de púa, además de encontrarse vigilado por las fuerzas de seguridad alemanas. Hoy apenas quedan vestigios del mismo, aunque sí se conserva un pequeño trozo del muro en la calle Zlota, 62. Me costaría muchísimo encontrarlo y es que no se encuentra a la vista. Está en el interior de una comunidad de vecinos, por lo que tienes que atravesar algunos patios interiores antes de hallarlo. Realmente son dos trozos del muro original los que se pueden ver con placas conmemorativas. El encontrarme en un sitio de tanta trascendencia histórica haría que me entraran escalofríos de pensar lo que debió vivir esa gente.

Muro del Gueto de Varsovia

Muro del Gueto de Varsovia

Desde aquí continuaría hasta la plaza Grzybowski con su característica forma triangular, la cual formaba parte del conocido como “pequeño gueto”, con un muro que separaba las partes judías de las que no lo eran, aunque no duraría mucho tiempo pues este se liquidó con la mayoría de los residentes judíos transportados al campo de exterminio de Treblinka, entregándose muchas de las casas y propiedades a residentes polacos de la ciudad. En ella resalta la iglesia de Todos los Santos, la más grande de Varsovia, de estilo neoclásico que también sufriría daños importantes durante la guerra pero sería restaurada al terminar esta.

Plaza Grzybowski e Iglesia de Todos los Santos

Tampoco hay que perderse la calle Prózna, una de las bocacalles de la plaza, la única del barrio judío de preguerra en la que se han conservado algunas de sus casas, siendo un monumento viviente y un testimonio del pasado.

Y muy cerca también se encuentra la sinagoga Nozyk, la única que ha sobrevivido a la guerra en Varsovia, principalmente debido al hecho de que los nazis utilizaron el edificio como establo y almacén durante la contienda. Tras el conflicto sería restaurada y hoy sigue siendo un lugar de culto diario y el principal lugar de encuentro de la comunidad judía de la capital.

Sinagoga Nozyk

No quedaba mucho tiempo de luz, por lo que decidiría, con la anterior visita, terminar este primer contacto con la Varsovia judía, todavía quedarían más, y dirigirme hacia el edificio que me había estado acompañando, desde multitud de perspectivas, en mi recorrido anterior y que es imposible no ver desde muchos puntos de la ciudad. Me estoy refiriendo al monumental Palacio de la Cultura y la Ciencia, símbolo de la época socialista. Para levantarlo se demolieron varios edificios semidestruidos por la guerra para ganar la inmensa plaza que lo rodea, conocida como de los Delfines. Fue donación de la Unión soviética, por lo que el estilo recuerda al de los edificios de Moscú. En los nichos de las fachadas hay estatuas alegóricas al estilo del realismo socialista. El palacio tiene una altura, aguja incluida, de 234 metros, con treinta plantas. Hoy en día el edificio alberga una serie de instituciones, públicas y privadas, como la Academia de Ciencias, el comité Polaco de la UNESCO, teatros y museos como el de la Tecnología y el Zoológico.

Palacio de la Cultura y la Ciencia

Palacio de la Cultura y la Ciencia

Palacio de la Cultura y la Ciencia

Pero lo mejor de todo son las espectaculares vistas panorámicas que se consiguen desde la planta treinta del edificio gracias a la galería que lo rodea por sus cuatro costados. Yo subiría cuando estaba atardeciendo de tal manera que podría llevarme tanto las vistas diurnas como las nocturnas y el contraste merece la pena. Destaca especialmente el sector en el que se encuentran numerosos rascacielos, como queriendo remarcar el advenimiento de los nuevos tiempos con un estilo explícitamente norteamericano. El más llamativo es el que se conoce como Zlota 44, con una original fachada en forma de ala.

Varsovia desde Palacio de la Cultura y la Ciencia

Varsovia desde Palacio de la Cultura y la Ciencia

Varsovia desde Palacio de la Cultura y la Ciencia

Se sube en un ascensor que no tarda más de cuarenta segundos en llegar a lo más alto y cuesta 20 PLN. Su horario es de 10:00 a 20:00 horas en verano.

A la bajada me sobrevino el cansancio, estaba agotado, por lo que no dudé en elegir un Mc Donald´s cercano (32 PLN) y tras la cena dirigirme al hotel a descansar. Mañana sería otro día.


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