DIA 03. BOLONIA. Últimas visitas en Bolonia

3 de Noviembre de 2019.

Había conseguido dormir ocho horas, por lo que estaba bastante descansado para afrontar la algo más de media jornada que me quedaba en Bolonia y que iba a ser no menos intensa que las anteriores.

Si el primer día accedía al centro histórico por la puerta Galliera, hoy me parecía buena idea hacerlo por una diferente, de esta manera no era repetitivo y conocía un nuevo sector de la ciudad. En principio elegiría la puerta Mascarella, al ser una de las más importantes y ser de las pocas que conservan las características del siglo XIV. Sería al estar delante de esta cuando cambiaría de idea y continuaría recorriendo el perímetro amurallado de Bolonia, que no había tenido oportunidad de observar, para dirigirme a la puerta de San Donato del siglo XV, por la que esta vez sí, tomaría la Via Zamboni, antiguamente llamada igual que la puerta, y cuyo nombre actual recuerda al estudiante universitario que intentó organizar una revuelta en contra del Papa, terminando en la cárcel y suicidándose poco después.

Muralla de Bolonia

Puerta Zamboni o San Donato

Soportales Via Zamboni

Tras avanzar mis primeros pasos por ella encontraría a mi derecha la Pinacoteca Nacional, máxima galería boloñesa de pintura, teniendo su sede en el ex convento jesuita de San Ignacio y donde también está situada la Academia de Bellas Artes que incluye la iglesia barroca de San Ignacio. Es una de las más importantes de Europa y aunque me hubiese encantado conocer algunas de las obras que alberga me quedaría con las ganas, pues priorizaría otros lugares.

Justo enfrente de la anterior me llamaría la atención una iglesia llamada Santa María Magdalena que no aparecía en ningún plano ni folleto y cuyo interior me sorprendería gratamente. Algo más adelante, a mi izquierda, hallaría el imponente porte del palacio Poggi, sede central y rectoría de la Universidad, además de albergar los museos Universitarios.

Iglesia de Santa María Magdalena

Soportales Via Zamboni

Sólo unos metros más allá llegaría al espacio abierto más hermoso de Bolonia, al menos para mí, después de la Piazza Maggiore. Me refiero a la piazza Giuseppe Verdi, popular lugar de encuentro y reunión del barrio universitario. Aquí se encuentran el Teatro Municipal, inaugurado en 1763 después de memorables polémicas como consecuencia de la ruptura de las técnicas constructivas de la época; justo detrás, se puede ver el pequeño jardín del Guasto, el cual recuerda que aquí se construiría la legendaria residencia renacentista de la segunda mitad del siglo XV, saqueada y destruida por el pueblo en 1507, cuando la familia que la mandó construir fue expulsada de la ciudad.

Piazza Giuseppe Verdi

Teatro Comunale

Casi adosada a la anterior está la  piazza Rossini, donde deslumbra con luz propia la maravillosa iglesia de S. Giacomo Maggiore (visita gratuita, de lunes a viernes de 07:30 a 12:30 y de 15:30 a 18:30, sábados y domingos el mismo horario salvo por la tarde que abre a las 15:00). La basílica fue construida por los agustinos, siendo rediseñado el interior en estilo renacentista en el siglo XV, además de construirse el elegantísimo pórtico lateral con columnas de piedra arenisca, adornadas con frisos de terracota.

Iglesia de San Giacomo Maggiore

Iglesia de San Giacomo Maggiore

Y pocos pasos más hacia adelante aparecía otra vez delante de las Dos Torres, que ya había tenido oportunidad de conocer el viernes, además de tener una cita con la parte más alta de una de ellas dentro de unas horas,  por lo que no me pararía apenas y me iría directo a observar dos palacios que a pesar de estar casi al lado, no repararía en ellos la vez pasada: el palazzo della Mercanzia y el palazzo Pepoli. El primero, construido en bellas formas góticas, fue utilizado originalmente como puesto aduanero para mercancías. El segundo alberga hoy una destacada sección de la Pinacoteca Nacional. Tampoco observaría, aunque pueda parecer mentira, en mi primera incursión en esta zona, la iglesia de San Bartolomé y San Gaetano, la cual contribuye al tono monumental de la plaza, la misma que la de las Dos Torres. En su elegante interior de tres naves destaca la bóveda de la nave central, así como algunas capillas.

Palazzo della Mercanzia

Acto seguido continué por Via Farini y en las cercanías y en la pequeña plaza dei Celestini, escondida y pasando desapercibida, hallaría una de esas iglesias cuyo exterior no dice gran cosa, pero su interior resulta una joya visual y artística. Su nombre: S. Giovanni Battista dei Celestini. Adosado a la misma se encuentra el antiguo convento de los monjes celestinos, hoy sede del Archivo Estatal.

Iglesia de San Giovanni Battista dei Celestini

Más allá de la plaza me impactaría el exterior del palacio Bevilacqua, edificado por talleres toscanos, muestra al menos tres elementos extraños a la cultura renacentista boloñés, es decir, la ausencia del pórtico, la falta de revestimientos de ladrillos y el destacado cornisón que delimita increíblemente los dos pisos del edificio. Otra construcción destacada y que por sus características no la permite quedar en el anonimato, también cercana, sería la basílica de San Paolo Maggiore, con un interior de una sola nave con un efecto espectacular por su suntuosa decoración, el cual está dominado por las espléndidas decoraciones de la bóveda, donde fueron pintadas al fresco tres escenas de la vida de San Paolo dentro de amplias cornisas y fantásticas arquitecturas. También las capillas son ricas en valiosísimas obras de arte.

Palacio Bevilacqua

Basílica de San Paolo Maggiore

Por el lado derecho de la iglesia de San Paolo tomaría Via Collegio di Spagna, la cual lleva el nombre del homónimo colegio fundado en 1365 por el cardenal Albornoz, para hospedar a los estudiantes españoles inscritos en la Universidad. Tiene un precioso portal de entrada.

Continuando por el muro defensivo del colegio llegaría a Via Saragozza, con espectaculares palacetes porticados de diferentes colores, adornos y dimensiones, la cual me permitiría llegar hasta la Puerta Saragozza, valga la redundancia, con un aspecto imponente gracias a las dos torres laterales unidas al cuerpo central.

Puerta Saragozza

Justo enfrente de la anterior se encontraba el arco Bonaccorsi que da inicio al célebre pórtico (el más largo del mundo) de 666 arcos y un recorrido ininterrumpido de casi 3,8 kilómetros, que me conduciría hasta el Santuario della Madonna di San Luca.

Arco Bonaccorsi

Los orígenes históricos  de este gran santuario, que se sitúa en la colina de la Guardia, pertenecen a 1194 cuando se construyó aquí una pequeña iglesia que fue dedicada a Santa María del Monte de la Guardia y en la cual fue colocada la bella imagen de la Virgen con el Niño que todavía se venera.

Por aquel entonces, el Consejo de Ancianos que regía la localidad, para pedir al cielo el cese de la lluvia continua que echaba a perder las cosechas, propuso trasladar la imagen mariana solemnemente a la ciudad para celebrar procesiones públicas. Cuando ella pasó el arco de la puerta Saragozza, la lluvia cesó.

El hecho hizo aumentar enormemente el fervor y la devoción de los ciudadanos, e indujo al obispo de Bolonia y al gobierno municipal a repetir cada año el traslado de la imagen a la ciudad, tal cual se hace ahora, siendo necesario construir con formas más amplias la iglesia, obra que se terminó con la consagración, en 1481.

El camino no es difícil pero no hay que subestimarlo como me pasaría a mí, sobre todo porque pensaba que me llevaría poco tiempo y al final me supondría más de una hora en llegar hasta lo más alto, porque a la continua pendiente que se da desde el hermoso y reconocible Arco del Meloncello, hay que sumarle que está bastante masificado y no puedes ir a paso ligero en multitud de ocasiones, por lo que todo ello va sumando tiempo.

Arco del Meloncello. Santuario de Ntra Sra de San Luca

Soportales Santuario de Ntra Sra de San Luca

Soportales Santuario de Ntra Sra de San Luca

La subida desde luego que merece la pena pues al final obtienes como premio la panorámica que abarca la llanura boloñesa al norte y las suaves colinas que enmarcan el lado sur, además del inconfundible perfil redondo de la propia basílica.

Santuario de Ntra Sra de San Luca

Después de disfrutar de la caminata y de las vistas de la ciudad y del entorno, era obvio que no me quedaría sin visitar el interior de la construcción religiosa. En contra de su exterior simple y austero, el interior me sorprendería por su belleza, rico en mármoles, bronces y escenas al fresco en bóvedas y capillas. Y presidiendo el frontal, como no podía ser de otra manera, en su hornacina puesta en evidencia por los amplios adornos barrocos, se conserva la antigua y preciosísima imagen de la Virgen con el Niño, que desde finales del siglo XII atrae hacia la colina numerosas filas de fieles, como ya he comentado.

Santuario de Ntra Sra de San Luca

Monte de la Guardia desde Santuario de Ntra Sra de San Luca

Toda la visita, desde que se comienza a andar, ves el santuario y vuelves, supone mínimo tres horas, por lo que es importante tenerlo en cuenta para planificarte bien. En mi caso la bajada me tocaría hacerla casi a la carrera, porque si recordáis, hoy tenía la subida a la Torre Asinelli para las 13:15, llegando casi de puro milagro, quedándome a escasos cinco minutos de no poder acceder y es que para este asunto son escrupulosamente inflexibles debido a la gran cantidad de gente que desea hacer el ascenso. Recordar que las entradas se pueden sacar por internet o en la misma oficina de turismo, pero que aconsejo lo hagas al menos con un día de antelación, aun teniendo muchas franjas horarias, si no te quieres quedar sin ellas.

Era el momento de afrontar la subida de los casi cien metros de torre a través de sus respectivos escalones, lo que no me supondría excesivo esfuerzo gracias a la amplitud interior, varios rellanos donde descansar y que las escaleras no tienen demasiada altura, lo cual no quita la impresión inicial que me causaría el mirar hacia arriba y ver lo que me esperaba.

Subida a la Torre Asinelli

Por fin, llegaría a la azotea, pudiendo disfrutar del hermoso horizonte de Bolonia, bueno a decir verdad no del todo, pues la niebla estaba tomando parte de él y en pocos minutos sólo me permitiría disfrutar del cinturón que forma el centro histórico. A mis pies y como si de maquetas se trataran podría divisar las basílicas de San Domenico y Santo Estefano, la catedral de San Pedro, la basílica de San Petronio y muchas de las calles y plazas por las que había paseado durante mi estancia en la ciudad. Pero sería la imagen de la torre Garisenda la que más me impactaría al poder observarla justo debajo de donde estaba.

Bolonia desde Torre Asinelli

Torre Garisenda desde Torre Asinelli

Bolonia desde Torre Asinelli

Tras unos veinte minutos los encargados nos invitarían a volver a bajar y cuando salía a la calle me encontraba con el diluvio universal, lo que en esta ciudad no es un problema pues en cuestión de segundos había conseguido situarme debajo de uno de los miles de pórticos que tiene, como ya se ha ido viendo.

Eran casi las 14:00 y hoy no quería quedarme sin comer, pero esta vez me fiaría de mi intuición y no de las recomendaciones y tras un paseo por los alrededores reparé en un pequeño restaurante, casi que podría llamársele taberna, que aunque estaba lleno quise pasar a probar suerte. Se llamaba Ostería del Podestá. El dueño que estaba atendiendo la barra me dijo serio y sin rodeos que si esperaba serían diez minutos de reloj y dicho y hecho cumpliría con su palabra. Pasado ese tiempo estaba sentado en una mesa al fondo del restaurante pensando que pedir de las muchas exquisiteces que ofrecía la carta. Optaría por unos tortellini con crema que estaban espectaculares. Junto con una coca cola me saldría todo por 14 euros.

Al salir seguía lloviendo sin piedad, pero nuevamente los soportales de Bolonia me darían cobijo y avanzaría por ellos de camino hacia el hostel, pues había llegado el momento de la despedida. Pero no podría evitar parar en un pequeño puesto de helados de la Via dell´Independenza, para degustar uno de tres sabores que harían ratificarme en  mi opinión de que no hay otros tan ricos como los italianos.

Seguiría caminando, cuando de repente me vendría a la memoria un lugar que no había visitado y que no podía dejarlo en el olvido porque no me lo hubiera perdonado. Afortunadamente estaba cerca. Se trataba de la famosa “Ventana de Bolonia” que es uno de los siete secretos de la ciudad. Desde ella se puede apreciar la bonita estampa del Canale di Reno, el único que queda de los muchos que había por toda la ciudad y que eran utilizados para mover por ellos todo tipo de mercancías, además de para mover molinos de agua de diferentes talleres. Se encuentra en Via Piella, 18.

Canale di Reno desde Ventana de Bolonia

No me entretendría ya más porque al final me iba a tocar ir corriendo para variar, así que regresé a mi alojamiento a por la maleta y luego marché a la parte delantera de la estación de trenes a coger el aerobús, cuyo ticket se compra en las máquinas habilitadas al efecto, en la taquilla o directamente al conductor del autobús.

En media hora llegaba al aeropuerto, esta vez con algo más de tráfico que a la ida, aunque ya me lo imaginaba. A las 18:00 conseguía llegar a la puerta de embarque, sobrándome media hora hasta la salida del vuelo, despidiéndome así de la siempre bella Italia y del diminuto pero hermoso San Marino. A ver si no pasa tanto tiempo en volver por estos lares. ¡Arrivederci!

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