SUECIA - DIA 14. Bohuslän: Lysekil - Smögen - Hunnebostrand - Fjällbacka - Grebbestad

5 de Septiembre de 2019.

Parece ser que hoy el tiempo iba a dar una tregua con respecto ayer y la mañana sería nublada para dejar paso a una tarde despejada, antes de que el viernes volviera a llover en la mayoría de la costa de Bohuslän. Así que había que aprovechar esta circunstancia y pegarse un buen madrugón para conseguir realizar buena parte de los planes que rondaban en mi cabeza.

Mi primer destino sería Lysekil, situado a sesenta kilómetros de Uddevalla, tardando unos cincuenta minutos en llegar hasta allí. Conseguiría aparcar en uno de los pequeños aparcamientos que hay en la parte derecha de la misma carretera que da acceso a la población y que no era de pago, como a un kilómetro del centro de la misma.

Es llamativo el que cuando Lysekil consiguió su título de ciudad en 1903, ya era un consolidado centro de vacaciones. Se encuentra situada en la península de Stängenäset, con el Gullmarsfjorden al sur, es decir, el único fiordo sueco auténtico si se compara con los noruegos, y el Brofjorden al norte, situación geográfica que explica la importancia vital que siempre ha desempeñado el mar para esta localidad.

Lysekil

Lysekil

Lo primero que me llamó la atención, nada más llegar, fue su gran iglesia que se encuentra situada en la colina y domina toda la población, pero en vez de encaminarme hacia allí decidiría comenzar recorriendo parte de su paseo costero, recreándome así con la mar embravecida y varios elementos urbanos, como un faro y una cruz, localizados en lo alto de las enormes moles graníticas tan características de la zona.

Faro de Lysekil

Lysekil

La población cuenta con varias rutas muy bien señalizadas de diferentes colores (rojo, azul, verde y negro), que te llevan hasta todos los rincones de la localidad, aunque en este caso yo preferiría visitarla más por sectores y dejándome llevar, como ya había hecho en otros lugares.

Tras pasar por delante del acuario, dedicado a la vida marina y la vegetación de la costa de Bohuslän y en el que pueden verse alrededor de cien especies de peces, todas ellas en una recreación de su hábitat natural, con un tanque con pasarela y centro multimedia, al que decidiría no entrar ante la gran cantidad de planes que tenía para hoy, me encaminé hacia la iglesia que mencionaba anteriormente, realizada en granito en 1901 y de estilo neogótico. Es bonita pero lo mejor son sus vistas.

Iglesia de Lysekil

Lysekil desde su Iglesia

Desde esta continuaría hasta el centro de la población donde disfrutaría de sus agradables jardines, y por la calle Drottniggatan llegaría hasta la zona vieja o Gamlestan, la cual me recibiría con un arco de entrada de bienvenida y cuyos edificios tienen más de 200 años de antigüedad. Un paseo por la calle Strandgatan me permitiría comprobar el encanto añejo de este bonito barrio, aunque es cierto que salvo esta calle no hay mucho más donde rascar.

Gamlestan o Zona Vieja. Lysekil

Gamlestan o Zona Vieja. Lysekil

Gamlestan o Zona Vieja. Lysekil

Dada la cercanía, saldría a la otra zona costera de Lysekil, mucho más salvaje, sin apenas vida y por donde sólo pasa la carretera, por lo que tras un rato andando por este área me volvería a introducir en la población y la casualidad me llevaría a darme de bruces con un hermoso molino en muy buen estado de conservación que me quitaría la espina que me había dejado el no poder contemplar el de la localidad de Mollösund hace dos días.

Molino de Lysekil

De esta manera concluiría mi visita a Lysekil, una localidad que sin duda da para mucho más, incluso para un día entero, pero no quería quedarme sin conocer otras poblaciones cercanas que también merecen mucho la pena. Buen ejemplo de esto que menciono es Smögen, situada a cincuenta kilómetros y los mismos minutos de conducción.

La llegada en vehículo a dicha población ya es impresionante de por sí, pues atraviesas un espectacular puente que brinda unas vistas únicas del entorno, con la población de Kungshamn a un lado y la del propio Smögen al otro.

Una vez más y como no quería complicarme con el vehículo, decidiría aparcar en un parking inmenso que se encontraba a la derecha, pocos metros después de atravesar el puente y que en principio no parecía ser de pago. Tras coger la mochila me dispuse a comenzar a andar hacia el centro de la población y para evitar equivocarme decidiría preguntar cuál era el camino correcto hacia allí a una señora de apariencia octogenaria, aunque probablemente fuese más joven. Sería aquí donde comenzaría la anécdota y la vivencia más enriquecedora de lo que llevaba de viaje.

-¿De dónde eres? ¿Cómo has llegado a saber de un sitio como este? ¿En qué trabajas?, comenzaría a preguntarme la amable mujer, en un inglés claro y sencillo, tras comunicarme que sería ella la que me acompañaría hasta el centro de la localidad. Era curioso observar cómo sin darse cuenta, de repente, pasaba de hablarme en inglés a sueco, algo de lo que en pocos segundos era consciente ella misma al tener mi cara como indicativo, pues es probable que esta reflejase que no entendía absolutamente nada de sueco. Tras un kilómetro llegaríamos al centro de Smögen, para una vez allí preguntarme si me apetecía recorrerlo con ella, a lo que evidentemente la respondería que sí. A Karen, que así se llamaba, se la veía entusiasmada y llena de ilusión.

Anduvimos por el paseo marítimo construido frente a la orilla del mar y de las pequeñas y fotogénicas casas de madera, con el fondo gris del cielo nublado que nos había recibido y el aire agradable y fresco que al inspirarlo hacía de la mejor medicina para limpiar completamente tus pulmones. Las impresionantes rocas y los lujosos yates que salpicaban el resto de la imagen hacían de complemento perfecto a una estampa idílica.

Smögen

Smögen

Smögen

El paseo marítimo también se encuentra lleno de tiendas, restaurantes y cafeterías que a diferencia de otras poblaciones cercanas sí que seguían manteniendo cierto ambiente por estas fechas, prueba de que Smögen es de los lugares más turísticos y hermosos de la costa de Bohuslän.

Smögen

Smögen

Smögen

Pero si hay una imagen característica de este lugar esa no es otra que la de las famosas, coloridas y pintorescas cabañas de pescadores situadas en el extremo del paseo marítimo y que es el retrato más buscado de la localidad. Allí nos detendríamos un buen rato para que yo tomara algunas fotos, mientras la amable Karen esperaba con paciencia que acabase.

Cabañas de pescadores. Smögen

Cabañas de pescadores. Smögen

Acto seguido nos internaríamos por el centro de la localidad, repleto de nuevas y entrañables casitas de madera hasta que llegamos enfrente de una donde Karen se detendría y me preguntaría si me apetecería conocer una casa tradicional costera sueca. No me podía creer que casi sin conocerme de nada me quisiera enseñar su casa, pero evidentemente no desaprovecharía tal oportunidad y respondería afirmativamente. Tras descalzarme, pues también es tradición hacerlo por estos lares, accedería al interior, encontrándome con una casa de cuento, casi un museo tanto por la decoración como por el cuidado con el que se veía que estaba todo dispuesto.

Casa de Karen. Smögen

Casa de Karen. Smögen

Casa de Karen. Smögen

Tendría también oportunidad de tomar un té y sería en este momento donde me enteraría que Karen era de Malmö, ciudad situada al sur del país y que Smögen era su lugar de vacaciones desde no hacía muchos años, donde aprovechaban ella y su marido para disfrutar de sus hijos y nietos. Era una mujer de mundo, pues había vivido hasta en cinco ciudades diferentes tanto americanas como europeas y una de sus pasiones era conocer gente, como de hecho estaba comprobando.

Era el momento de despedirse y tras intercambiarnos nuestros mails, proseguiría mi camino, no sin dar un último paseo por la maravillosa Smögen, que tanto me había entusiasmado.

Smögen

Smögen

A sólo diez kilómetros se encontraba Hunnebostrand, otro típico centro vacacional, sede de la Academia Sueca de la Langosta, algo anecdótico, porque en mi caso era lo que menos me importaba. El coche podría aparcarlo en una zona residencial donde había varias plazas para visitas y dado que estaban todas vacías no lo dudaría y aquí que estacionaría.

El día había empezado a abrir y el sol había hecho acto de presencia, así que no dudaría en aprovecharlo para subir hasta un mirador natural en las moles rocosas que rodean la población y disfrutar así de una hermosa panorámica de la misma. Antes pasaría por la puerta de la iglesia la cual destaca por su tamaño y su campanario y techo de pizarra gris.

Iglesia de Hunnebostrand

Hunnebostrand desde mirador natural

Desde el mirador unas escaleras me devolverían al lado del mar, pero a un sitio peculiar y distinto conocido como “Uddenskulptur”, es decir, una antigua cantera conocida como Udden que sería durante muchos años el centro de la industria de la piedra sueca y una de las más importantes del país. Desde este lugar se enviarían grandes cantidades de piedra a muchas zonas de Suecia y hoy se ha erigido aquí una colección contemporánea de obras de arte para honrar la naturaleza y la historia.

El objetivo de esta galería de esculturas al aire libre es por lo tanto crear un vínculo entre el hombre y el medio ambiente con una serie de obras de arte que abren la puerta a la apreciación del hermoso paisaje de granito que rodea toda esta área.

El lugar de exposición es único con una pared vertical de granito de cuarenta metros de altura, una magnífica pradera donde solía estar la cantera y el mar infinito desde donde partían los barcos a países lejanos.

Uddenskulptur. Hunnebostrand

Uddenskulptur. Hunnebostrand

Cada año se presenta una nueva exposición, que se extiende desde junio hasta septiembre, eligiéndose un tema diferente cada vez. Todo está al aire libre y no hay entrada oficial, siendo totalmente gratuito, pudiendo explorar y conectar con las obras de arte.

Uddenskulptur. Hunnebostrand

Hunnebostrand desde Uddenskulptur

Disfrutaría mucho con este lugar, antes de continuar hasta la localidad de Fjälbacka, situada a 28 kilómetros, otra comunidad pintoresca entre las montañas y el mar, con un archipiélago que se considera el más bello de Suecia y que me moría de ganas por conocer, tanto por lo que acabo de mencionar como porque en esta pequeña población nacieron la famosa escritora Camilla Läckberg y la actriz Ingrid Bergman, casi nada.

El lugar ha estado poblado desde el siglo XVII, y como otras localidades de la costa, sus habitantes vivieron durante mucho tiempo de la pesca del arenque y el comercio marítimo. Hoy todo aquello ha sido sustituido por veraneantes que se acercan a disfrutar de las playas y los veleros.

Aparcaría muy cerca del bonito cementerio de la localidad, que me brindaría varias perspectivas del mismo camposanto y de su iglesia, situada en una pequeña colina. Dicho templo está realizado en granito rojo, una variedad única que sólo se encuentra en esta región de Suecia. Su fachada además es una prueba de artesanía excepcional. En el cementerio, por su parte, destaca una lápida que homenajea a los soldados alemanes caídos en la Primera Guerra Mundial.

Cementerio e Iglesia de Fjällbacka

Pronto me vería paseando por las estrechas callejuelas en las que se alinean bonitas casas bajas de madera y tiendas, que me llevarían al verdadero corazón del pueblo situado en el puerto. En las inmediaciones se sitúa su plaza más famosa dedicada a Ingrid Bergman, la famosa actriz sueca que pasó muchos veranos en la localidad. Tras su muerte se la homenajeó con dicha plaza, así como un busto realizado en 1983.

Plaza de Ingrid Bergman. Fjällbacka

Pero lo más impresionante de Fjällbacka es la gran roca que domina su centro y que se conoce como Vetteberget, que a su vez está dividida por Ramneklovan, una grieta de 200 metros de largo, más conocida como Kungslyftan, la fisura del rey, en honor al rey Óscar II, que visitó la población en 1887 e hizo grabar su nombre a la entrada del precipicio. En este paisaje se rodaron los exteriores de la película “Ronja, la hija del bandolero” de Astrid Lindgren.

Acceso a Brecha Kungslyftan

Lo mejor de todo es que a través de la mencionada brecha se puede acceder a la parte superior de la roca por medio de varias escaleras ancladas a la misma, pasando por debajo de enormes moles de piedra que se han ido acuñando en la hendidura, formando un techo, por lo que la ascensión es toda una aventura en sí misma.

Brecha Kungslyftan camino Cima Vetteberget

El esfuerzo bien merece la pena porque una vez en la cima te encuentras con una impresionante vista del pueblo a tus pies y del archipiélago de islas, salpicando el mar, en la lejanía, siendo una de las panorámicas más bellas que pude observar en todo lo que llevaba de viaje.

Fjällbacka desde Vetteberget

Fjällbacka desde Vetteberget

Fjällbacka desde Vetteberget

Me costaría mucho irme de un lugar tan bello, pero inevitablemente había que continuar el camino. Tras dar los últimos paseos por las misteriosas calles en las que constantemente ambienta sus novelas la reconocida escritora Camilla Läckberg, dejaría esta pequeña localidad camino hacia Grebbestad, un pueblo situado tan sólo a catorce kilómetros, por el que pasearía por sus muelles durante un rato pero que me decepcionaría, tal vez por la cantidad de localidades mucho más bonitas que llevaba ya vistas.

Fjällbacka

Grebbestad

Me equivocaría en esta decisión, pues al final tenía que haber optado por lo que me pedía el cuerpo que no era otra cosa que haberme tomado una cerveza bien fresquita en el puerto de Fjälbacka. Pero a lo hecho pecho y dado que este lugar no me aportaría gran cosa, tras esta visión general y dado que todavía quedaban unos últimos resquicios de luz, volvería al coche y me dirigiría hacia Tanumshede, una población a siete kilómetros, en cuyas inmediaciones se encuentra un conjunto de grabados rupestres de la Edad de Bronce declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es de las mejores muestras que se conservan de este tipo de arte en el mundo.

Hace más de 3000 años los hombres de la Edad del Bronce tallaron símbolos e imágenes que ilustraban su día a día. De este modo aquí se pueden contemplar batallas, armas y escenas de caza. También hay grabadas escenas sexuales, símbolos de la fertilidad y representaciones del más allá. La importancia del mar queda evidenciada por el elevado número de barcos y escenas de pesca. Se cree que este arte tenía una función ritual, aunque es posible que la representación de animales hiciera las veces de calendario, en el que se indicaba las especies que se podían cazar en cada estación. Existen ejemplos de este tipo de arte rupestre en todo el mundo; los más antiguos datan del año 20.000 a.C. Los suecos son más recientes, puesto que la glaciación no acabó aquí hasta el año 6500 a.C; los de Tanum se han fechado entre los años 1000 y 500 a.C.

Grabados Rupestres de Tanumshede

Grabados Rupestres de Tanumshede

Fue fascinante observar este tipo de grabados, por lo que al final nunca se sabe y es que si me hubiese quedado tomando una cerveza en Fjällbacka, no hubiera podido observar estos.

Para tener una cierta referencia de donde están localizados lo mejor es seguir las indicaciones del museo Vitlycke, otro interesante lugar que si se tiene tiempo parece que merece la pena, estacionar en su aparcamiento gratuito y cruzar la carretera dirección hacia el bosque y allí los verás.

Se me haría de noche contemplando dichos grabados y tengo que reconocer que la oscuridad, los ruidos que provenían de la maleza del bosque y la magia del lugar harían que varios escalofríos recorrieran mi cuerpo y me hicieran poner pies en polvorosa con dirección al coche, donde recuperaría la tranquilidad y me pondría camino hacia el hostal, tras otro día espectacular.

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