PATAGONIA SUR - DIA 16. Del camping Francés al refugio Los Cuernos, pasando por el mirador Británico

6 de Enero de 2018.

No me lo podía creer, era como una bendición no tener que aguantar, tras cinco días, la pesada mochila sobre mi maltrecha espalda. De esta manera me sentía liviano y casi capaz de ponerme a correr, bueno tampoco exageremos, pero era una gozada y un estímulo extra para la jornada de hoy.

Y es que al tener que volver a pasar por el área del Francés, puedes dejar tú mochila en este campamento y recogerla a la vuelta. Sólo tienes que preguntar a los encargados del camping donde puedes acoplarla y ellos te lo indican.

Como tenía contratado el “todo incluido”, disfrutaría de un buen desayuno con huevos revueltos, tostadas y leche caliente, por lo que en nada se parecía a las pobres galletas con agua de días anteriores.

Y ahora sí, con la tripa llena, comenzaba retrocediendo los dos kilómetros que me llevarían hasta el campamento Italiano, por el que ya pasaría ayer.

El día había comenzado nublado y en nada tenía que ver con la fantástica jornada de ayer, pero en estos parajes no hay que perder nunca la esperanza, pues como ya se ha podido ir viendo, Torres del Paine es completamente imprevisible en cuanto al tiempo se refiere.

Lago Nordernskjöld camino Refugio Italiano

Los Cuernos camino Refugio Italiano

Refugio Italiano

La ruta de hoy también era exigente, pues suponía afrontar 800 metros de desnivel en siete kilómetros hasta el mirador Británico, lo que suponía un esfuerzo importante y más con tantos kilómetros a las espaldas, eso sí, sin mochila que no es poca cosa. Además soplaba el viento más que ningún otro día, una ironía que fuese aquí y no en el paso John Gardner.

Siguiendo las marcas naranjas, pintadas cada pocos metros en las piedras, empezaría a ascender por una zona rocosa, con unas vistas de infarto del glaciar y el río Francés, de frente, y del lago Nordenskjöld, a mis espaldas, así como el Paine Grande.

Glaciar Francés.Valle del Francés

Glaciar Francés.Valle del Francés

Después de varios tramos exigentes, con zonas con piedras resbaladizas y fuertes desniveles, conseguía llegar tras hora y cuarto de camino hasta el mirador Francés, lugar que me serviría como primer descanso durante un tiempo indefinido, esperando que la suerte me acompañase. Para ser justos, también tengo que decir que varios guardas con los que había hablado, me comunicarían que los pronósticos del tiempo daban que sobre las 13:00 el día abriría, pero eso en este lugar del mundo no es una certeza ni siquiera medio absoluta.

Pero, efectivamente, si que acertarían, y poco a poco, las nubes se fueron disipando y el cielo quedó limpio y raso, con unas maravillosas vistas que jamás pensé que pudieran existir. Sólo por estos momentos merecía la pena cualquier sufrimiento, esfuerzo y lucha soportado.

Casi a vista de pájaro tenía ante mí los lagos Pehoé, Nordenskjöld y Toro; los cerros Espada y Fortaleza; el glaciar Francés y tantos otros colosos. Todo era increíble y parecía un sueño.

Lago Nordernskjöld desde Valle del Francés

Lago Nordernskjöld desde Valle del Francés

Vistas desde Valle del Francés

No sé el tiempo que pasé en este lugar disfrutando de todo ello, pero se empezaba a escuchar que, por culpa del fuerte viento, lo mismo se cerraba al público el mirador Británico, por lo que antes de que apareciese algún trabajador de CONAF, varios de los que estábamos allí, nos pondríamos en marcha hacia el mismo, pues no queríamos renunciar a un lugar tan especial.

Vistas desde Valle del Francés

Torres del Paine desde Valle del Francés

Torres del Paine desde Valle del Francés

A partir de este momento, la ascensión no me pareció excesivamente difícil, sino más fácil que la que ya llevaba hecha, puse se subía de forma más moderada y no tan a plomo. Lo peor serían las pequeñas quebradas que había que bajarlas para minutos después volver a subirlas, pero nada más destacable.

Tras hora y media, conseguía llegar a lo más alto, a la cúspide de la etapa, donde si existe el paraíso bien podría ser esta su puerta de entrada. Todo es sublime en este lugar, la piel se te eriza y la emoción te sobrecoge, debiendo plantearte que lo mismo eres extraterrestre si no sientes nada, porque pocas veces en la vida hallarás un paraje tan hermoso.

Situado en el centro de un colosal anfiteatro de montañas, la imagen que mis ojos podían contemplar era, como decía, impactante al estar rodeado por un gran círculo compuesto por la inmensa mayoría de cumbres de este sector del Parque: Trono Blanco, Catedral, Los Gemelos, Cuerno Norte, Aleta de Tiburón, Espada, Máscara, Escudo, etc. Era una imagen brutal con la que podría deleitarme unos cuarenta minutos, pues pasados estos y cuando estaba terminando de comerme el sándwich de turno, llegaría un guardaparques de CONAF, pidiéndonos, un tanto malhumorado,  a las seis personas que todavía estábamos allí que, por seguridad, debíamos abandonar el lugar, pues los vientos iban en aumento. Así que aunque me hubiera gustado pasar aquí el resto de la tarde, no me quedaría otra que obedecer como el resto de mis compañeros y, con el trabajador del gobierno, cerrando el grupo, dejábamos un lugar único en completa soledad, comenzando la bajada.

Mirador Británico

Mirador Británico

Mirador Británico

Mirador Británico

En estos momentos me sentía la persona más feliz del mundo y la sonrisa de mi cara lo decía todo y es que el clima había vuelto a ser increíblemente generoso conmigo.

Mirador Británico

Mirador Británico

De nuevo en el mirador Francés, volvería a parar otro rato, ya que aquí sí que se permitía estar con cierta precaución, y al poco tiempo desandaba el resto de la etapa hasta el campamento Italiano, donde llegaba pasadas las cinco. La verdad que con tantas emociones me había olvidado un poco de la noción del tiempo, pues todavía tenía que llegar hasta el campamento Francés, coger la mochila y hacer otros tres kilómetros más hasta el refugio Los Cuernos, donde pasaría la noche de hoy. Lo más duro de todo sería tener que volver a cargar con la pesada mochila, después de pasar todo el día sin ella y es que uno se acostumbra muy rápido a lo bueno.

Glaciar Francés.Valle del Francés

En este último trayecto estaría acompañado por las vistas del lago Nordenskjöld, con hermosas aguas celestes que las nubes, que habían vuelto a hacer acto de presencia, empezaban a quitarle parte de su encanto.

Lago Nordernskjöld camino Refugio Los Cuernos

Lago Nordernskjöld camino Refugio Los Cuernos

Después de varias subidas y bajadas, llegaba a una bonita playa de piedras, donde me volvería a detener un rato largo para disfrutar de la misma, hasta que unos inmensos goterones volvían a sorprenderme, lo que me hizo poner pies en polvorosa y no parar ya hasta llegar al refugio Los Cuernos, donde llegaba a eso de las 19:00. Casi con el tiempo justo para que me mostraran mi tienda situada sobre plataforma de madera y conseguir acudir al segundo turno de la cena a las 19:45. Así que de milagro, pues por unos minutos casi lo pierdo.

Lago Nordernskjöld camino Refugio Los Cuernos

Lago Nordernskjöld camino Refugio Los Cuernos

La cena sería impresionante, la mejor hasta ahora, sirviéndonos una crema de espinacas de primero y de segundo carne estofada con patatas a lo pobre. Además en esta ocasión me tocaría en frente una pareja muy simpática con la que me reí mucho. Eran Sara y Sebastián. Ella de Chicago, hablando un perfecto castellano, y él de la capital chilena.

La verdad que las etapas, sin ser especialmente duras, me dejaban fundido cada día, por lo que otra vez a las 22:00 ya me estaba sumergiendo dentro de mi confortable saco.

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