DIA 20. FLORIDA. La anhelada vuelta a casa

14 de Septiembre de 2017.

Ayer entre la oscuridad, el cansancio y que lo único que queríamos era acostarnos lo antes posible, no reparamos en las condiciones en las que estaban las calles de South Beach. Sin embargo hoy sí que tendríamos oportunidad de ver su estado y la verdad que se te caía un poco el alma a los pies y eso que ya estaba todo bastante organizado. Aún así el panorama era de enormes pilas de árboles y ramas en las esquinas de cada manzana esperando ser recogidas, acumulación de barro en muchas calles y avenidas y todavía un buen número de ramas caídas sobre las aceras y los coches. Todo ello unido a que no había ni un alma por la zona, nada que ver con el ambiente alegre y festivo que pudimos vivir en nuestra primera estancia. No obstante, el pueblo americano se caracteriza por levantarse rápidamente ante los contratiempos y los envites del destino y parecía mentira que en tan sólo cinco días desde la acometida de Irma, los trabajos para que todo volviera a la normalidad, estuvieran ya tan adelantados.

Destrozos en Miami Beach tras el paso del Huracán Irma

Destrozos en Miami Beach tras el paso del Huracán Irma

Destrozos en Miami Beach tras el paso del Huracán Irma

Después de este breve paseo, nos dirigimos sin perder tiempo hacia el aeropuerto pues teníamos miedo de que pudiera haber overbooking, así que estábamos allí cinco horas antes de la salida del vuelo. La entrega del coche la realizaríamos sin problema y en nada nos plantábamos en los mostradores de Iberia, un tanto nerviosos, esperando conseguir nuestro billete físico lo antes posible. Aunque en condiciones normales tampoco hubiéramos tenido complicaciones, la suerte nos sonreiría para volver, pues gracias a Sergio y su trabajo, podríamos acceder a la categoría de Turista Premium, lo que implicaba que nos asignaban unos sitios privilegiados por encima de nuestra categoría. Sin llegar a ser primera clase, tampoco le iban a la zaga, por lo que íbamos a ir la mar de cómodos.

Sólo nos quedaba ya esperar a la hora del embarque, momentos que aprovecharíamos para reflexionar y darnos cuenta que al final habíamos tenido muchísima suerte, porque si este mismo viaje, por casualidades de la vida, se hubiera producido una semana más tarde, no hubiéramos podido ver y hacer casi nada, con el consiguiente disgusto y esfuerzo económico tirado por la borda. Viéndolo de forma positiva sólo nos habíamos perdido la NASA y encima habíamos podido vivir una auténtica aventura con uno de los fenómenos atmosféricos mas terroríficos de todos los tiempos y que podremos contar a nuestros nietos. Así que no podíamos pedir más.

El vuelo saldría en hora, a las 17:00 en punto, siendo tranquilo pero no pudiendo conciliar el sueño ninguno de nosotros, salvo los pequeños, así que nos entretuvimos viendo películas y escuchando música. Después de ocho horas y media llegábamos por fin a Madrid a las 07:30 de la mañana del recién comenzado día 15, concluyendo nuestras accidentadas vacaciones de la manera más dura y responsable posible, es decir, yéndonos todos a trabajar directamente desde el aeropuerto, dado que ya nos habíamos excedido en cuatro días de la fecha en la que teníamos que haber vuelto a nuestras obligaciones laborales, por lo que no nos daría tiempo a experimentar la depresión postvacacional característica en estos casos.

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