BRATISLAVA - DIA 03. Centro histórico y castillo

28 de Junio de 2017.

No recuerdo si ya he comentado, y si no lo he hecho lo hago ahora, que el hostel no incluía desayuno, lo cual no es de extrañar porque a excepción de unos tristes croissants, herméticamente cerrados por un plástico y que no tenían demasiada buena pinta, era de lo único que disponían para echarte algo a la boca, así que descarté pagar por esta triste opción y hoy comenzaría la jornada de forma pausada y pegándome un buen desayuno. Elegiría un sitio, que me habían recomendado en el propio hostel, llamado Mondieu, localizado en la calle Panska 27, en pleno centro histórico. Corría una ligera brisa y la cafetería disponía de una terraza a ras de la calle, por lo que no dudé en sentarme allí y disponerme a degustar algunas de las delicias que preparan. Optaría por una porción de tarta casera de oreo que estaba deliciosa. A ella se uniría una napolitana de chocolate recién salida del horno y dos zumos, uno de tamaño normal de naranja y otro de un litro de limón y manzana, ambos naturales. Todo ello me saldría por 10,30 euros que creo que no está nada mal para la calidad, cantidad y estar en pleno centro de la ciudad.

El centro histórico de Bratislava no es grande y en pocos minutos te puedes plantar en todos los lugares de interés. Yo optaría por comenzar con el corazón histórico de esta zona: su Plaza Mayor (Hlavné Námestie), la cual ha visto pasar casi la totalidad de la historia de la ciudad. Fue la sede del mercado principal, espacio donde se reunían los ciudadanos, de recepción de los soberanos y otras importantes personalidades, pero también lugar de ejecuciones públicas y castigos físicos de personas que habían incumplido la ley. Los fastuosos cortejos que tenían lugar tras la coronación de los reyes húngaros ya forman parte de un pasado lejano, pero lo cierto es que el carácter festivo de la plaza Mayor sigue intacto gracias a los conciertos de música en vivo durante el verano, los mercadillos de Pascua y Navidad y la celebración de la fiesta de Nochevieja.

Plaza Hlavne Namestie

Plaza Hlavne Namestie

Destaca aquí la fontana  renacentista de 1572, con la figura del caballero Rolando en lo más alto. La leyenda cuenta que el día que los turcos vuelvan a atacar Bratislava, la escultura girará completamente para avisar a la población y preparar la defensa.

Plaza Hlavne Namestie

En el lado opuesto, el edificio del antiguo ayuntamiento (Stará radnica) fue construido entre los siglos XV y XVI. Presenta un bello pasaje de arcadas gótico-renacentistas y en la fachada se conserva una bala de cañón insertada en la pared, que simboliza el ataque de las tropas napoleónicas en 1809. Hoy es sede del museo de Historia de la Ciudad, al cual no entraría.

Torre Ayuntamiento. Plaza Hlavne Namestie

Viejo Ayuntamiento. Plaza del Primado

El resto del perímetro de la plaza está flanqueado por bellos palacios de estilo barroco y rococó, ocupados hoy por diversas embajadas y cafeterías.

Hacia el norte, la plaza Mayor conecta con la plaza Frantiskánske, donde se encuentra la iglesia de los jesuitas, del siglo XVII, cuya construcción se debió a la comunidad evangélica alemana, pero que tras unas cuantas décadas fue expropiada y cedida a la orden de la Compañía de Jesús. A continuación aparece la iglesia de los franciscanos, del siglo XIV, y considerado el edificio sacro más antiguo de la ciudad. Aquí, los reyes húngaros, coincidiendo con el día de su coronación, nombraban “caballeros de la espuela de oro” a los nobles más influyentes.

Iglesia Franciscana

Enfrente de la anterior se sitúa la fachada del fabuloso palacio Mirbach, sede de una importante galería de arte barroco.

De nuevo en la plaza Mayor, me dirigiría hacia la parte trasera del antiguo ayuntamiento, localizando así un nuevo cuadrilátero donde hallaría la monumental fachada neoclásica, color rosado, del Palacio Primacial, construido entre los años 1778 y 1781. Sin duda se trata del palacio más importante de Bratislava, sede del gobierno municipal. Aquí se firmó la paz de Pressburg el 26 de diciembre de 1805. El victorioso emperador Napoleón estaba representado por su ministro de Asuntos Exteriores Talleyrand, mientras que por parte del derrotado emperador Francisco I, asistió el príncipe Ján Lichtenstein. Tras la firma del tratado, Austria perdió los territorios del Tirol del sur, Istria, Dalmacia y Venecia, y de este modo se convirtió para siempre en un país sin contacto directo con el mar.

Palacio y Plaza del Primado

Viejo Ayuntamiento. Plaza del Primado

Dejando por unos momentos las iglesias, edificios y plazas históricas, me dedicaría a seguir paseando por sus calles peatonales, repletas de antiguos palacios renovados gracias a la instalación de cafés, bares y restaurantes con terrazas. Mi objetivo era fotografiarme con una serie de esculturas de personajes a tamaño natural ciertamente curiosas y divertidas. Se encuentran en el cruce de las calles Panská, Rybárska brána y Laurinská, así como en la plaza Mayor. Optaría, en primer lugar, por el llamado Cumil (“el Observador”), que se asoma por una tapa de alcantarilla y que desde hace ya tiempo cuenta también con una señal de peligro donde se indica “Man at Work” y es que muchos vehículos no la veían y acababan arroyándola.

Escultura Cumil o Man at Work

Escultura Cumil o Man at Work

Muy cerca estaba la figura llamada Shöner Náci que saluda con un sombrero de copa y representa a un personaje que realmente existió en Bratislava durante la primera mitad del siglo XX, perteneciente a un entrañable vagabundo que iba siempre de etiqueta.

Escultura Schöne Naci

En la plaza Mayor hallaría “el Francés”, el cual recuerda la presencia de las tropas napoleónicas. Al que no conseguiría encontrar es al famoso “Paparazzi”, el cual estaba apostado en una esquina con cámara en mano, haciendo honor a su nombre. Pasaría muchas veces por el lugar en el que supuestamente tenía que estar y preguntaría a por lo menos diez personas que si sabían decirme donde estaba, hasta que por fin, una chica con ropa deportiva, a la que paré de casualidad, supo desvelarme parte de la misteriosa desaparición y es que esta había sido retirada hace ya algún tiempo, supuestamente para ser restaurada. Así que por lo menos no me quedaba con la duda de si era yo el que no me encontraba en el lugar correcto.

Escultura Soldado Napoleónico

Tras las amenas fotografías tomaría ahora otra de las arterias más famosas de la capital, conocida como Michalská que desde el primer instante que te plantas en ella ya permite observar la puerta y torre de San Miguel, la única que se ha conservado de las cuatro puertas originales por las que se entraba al antiguo perímetro fortificado de la Bratislava medieval. La base es del siglo XIV y la parte superior del XVI.

Calle y Puerta de San Miguel

Justo debajo de la torre se halla el kilómetro cero, una brújula que marca las direcciones y las distancias con las ciudades más importantes y famosas del mundo. Así por ejemplo Madrid se encuentra a 1865 kilómetros de la capital eslovaca.

Kilómetro Cero

Inmediatamente después de atravesar el arco de la preciosa construcción se encuentra el pequeño pero hermoso puente de San Miguel, que salva lo que en su día fue un modesto foso defensivo, adornado con dos estatuas de 1760 que representan respectivamente a San Miguel Arcángel y a San Juan Nepomuceno.

Puente de San Miguel

Y avanzando un poco más llegaría hasta el amplio espacio de la plaza Zupné, que casi se funde en una con la plaza Hurbanovo, flanqueada a ambos lados por las iglesias de los trinitarios que ya podría ver ayer, a la derecha, y la iglesia de los capuchinos, a la izquierda. Muy cerca de esta última, callejeando un poco por los alrededores, aparecería la calle Klariská, cuyo nombre delata la presencia de la histórica iglesia-convento de las clarisas, conjunto construido entre los siglos XIV y XV con una gran torre gótica ricamente ornamentada.

Iglesia de Santa Clara

Y, sin más preámbulos, no dudaría en hacer un esfuerzo extra, tomando una de las empinadas cuestas que se dirigen hacia el castillo. Gracias a la colina donde se alza, a 85 metros sobre el Danubio, su figura ya la había podido contemplar desde otros puntos más lejanos, pero ahora quería llegar a sus entrañas.

Sus orígenes se remontan al siglo IX, aunque no fue hasta el siglo XII que se consolidó como una fortificación en piedra. En 1423 se inició una importante  remodelación para convertirlo en una fortaleza gótica, dotándole de un destacado perímetro amurallado, contando con hasta cuatro puertas para acceder a su interior. Yo llegaría hasta él por la conocida como puerta de Viena. Pero antes de atravesarla, no podría evitar fijarme tanto en el Parlamento Eslovaco, que está justo en frente, como en un privilegiado mirador con el que cuenta este en su parte delantera, desde el que se obtienen unas preciosas panorámicas del castillo, el Danubio y el puente nuevo.

Parlamento Eslovaco

Castillo desde Parlamento Eslovaco

Tras deleitarme con ellas, ahora sí que atravesaría la mencionada puerta de Viena, para alcanzar la gran plaza que se abre frente al edificio del castillo. Esta cuenta también con algún alto desde donde disfrutar de nuevas vistas, pero lo que más llama la atención es el blanco impoluto de la construcción.

Puerta de Viena. Castillo de Bratislava

Castillo de Bratislava

Río Danubio y Torre UFO desde Castillo

Decir que tras medio siglo de esplendor, con espacios interiores suntuosos donde viviría la corte real austro –húngara, un gran incendio acaecido el mes de mayo de 1811 destruyó por completo el edificio, el cual quedó en estado ruinoso durante los posteriores 150 años.

Afortunadamente, en 1968 culminaban las reconstrucciones para recuperar definitivamente el monumento, acondicionando jardines, miradores y estableciendo la sede del Museo Nacional Eslovaco, que reúne diferentes exposiciones. En esta ocasión opté por no entrar y es que prefería imitar a un grupo de jóvenes que estaban tumbados en la hierba. Allí estaría un buen rato hasta que recuperé fuerzas, dirigiéndome después a los bonitos jardines que se encuentran en la parte trasera del castillo, por los cuales merece la pena pasear.

Castillo desde parque exterior

Jardines del Castillo

Después de esta última visita, elegiría la conocida como puerta de Segismundo para descender otra vez al centro histórico, pudiendo llegar a este en no demasiados minutos y consiguiendo en el camino preciosas perspectiva de la catedral de San Martín, mi siguiente destino.

Catedral de San Martín desde Parque del Castillo

Puerta de Segismundo

Levantada completamente en estilo gótico durante el siglo XIV, un letrero colgado en la pared norte del interior de la iglesia muestra la lista incompleta de once reyes y ocho esposas reales coronados aquí. El primero fue Maximiliano II en 1563. Después siguieron otras 18 coronaciones, entre ellas la de María Teresa de Austria en 1741. También destaca su torre neogótica de 85 metros  de altura, apreciándose en la punta un cojín dorado con la reproducción de la corona real húngara, de un metro de altura y 300 kilos de peso.

Catedral de San Martín

Por debajo de la catedral, en el inicio y alrededores de la calle Panská se ubican varios edificios antiguos y  aristócratas, entre los que destaca el palacio Pálffy o la academia Istropolitana.

Pero no continuaría más allá de estos sino que volvería sobre mis pasos hasta la plaza de la Pesca o Rybné, en la que destaca el precioso conjunto escultórico de la columna de la peste, para desde aquí dirigirme al acceso peatonal del Novy most o Puente Nuevo. Este visto de lejos, e incluso de cerca, sino te fijas, es casi inapreciable y puede parecer que sólo está habilitado al tráfico rodado, pero investigando un poco al final se acaba encontrando, pudiendo observar que un lateral es para bicicletas y el otro para peatones. Así que me dispuse a atravesarlo por donde me correspondía, disfrutando de unas nuevas vistas del inigualable Danubio.

Plaza de la Pesca o Rybné Namestie

Río Danubio camino hacia Torre UFO

El motivo real de atravesarlo, más que las panorámicas, era poder acceder a la famosa torre UFO, es decir la que tiene forma de platillo volante y llevaba viendo desde ayer desde innumerables punto de la ciudad y ahora quería saber que vistas brinda la misma. Así que aquí estaba dispuesto a ello. El acceso cuesta 7,40 euros y a través de un ascensor que discurre por el interior de la estructura que lo soporta, se accede al restaurante panorámico situado en la silueta con forma de disco. Desde aquí se toman las escaleras que te llevan a la azotea exterior desde donde se puede disfrutar de unas vistas de 360 grados de toda Bratislava y de sus alrededores.

Torre UFO

Castillo desde Torre UFO

Río Danubio desde Torre UFO

De nuevo en la zona del restaurante, me dispuse a dar una vuelta por sus instalaciones, al menos hasta donde está permitido, y cuál sería mi sorpresa, que en la pequeña barra  del bar allí instalado, estaba, ni más ni menos, que ¡la escultura del Paparazzi!, lo que sería una gran sorpresa porque no tenía ni idea que se encontraba aquí y ya pensaba que me iba sin verla.

Escultura Paparazzi en la Torre UFO

Con esta alegría, volvía por donde había venido, atravesaba otra vez el puente y giraba a la derecha para tomar otra amplia avenida llamada Hviezdoslavovo con terrazas, esculturas, arbolado y llena de vida y ambiente. Al final de la misma me encontraría con el elegante Teatro Nacional Eslovaco, donde se celebran las mejores óperas y ballets desde el año 1886. Y tomando la calle Mostová me daría de bruces con la bella fachada color crema del palacio Reduta, de inicios del siglo XX, sede de la Orquesta filarmónica de Eslovaquia. El monumental Hotel Carlton domina la esquina con la avenida Hviezdoslavovo.

Avda Hviezdoslavovo

Teatro Nacional Eslovaco

Estaba muerto de hambre así que no dudaría en meterme en el Mac Donald que estaba en la esquina de la plaza donde está el Teatro Nacional y poner solución al problema.

A la salida eran ya las 15:30, por lo que el tiempo se me empezaba a agotar, pero todavía me daría tiempo de dar un último y largo paseo, que me llevaría en primer lugar hasta el edificio que alberga la Galería Nacional Eslovaca, que acoge la mayor colección de arte del país, desde el gótico hasta el arte gráfico. Como es evidente no me daría tiempo a entrar, pero quería ver sus exteriores. Continuaría adentrándome, de nuevo, en el centro histórico y caminaría por sus calles ya familiares, llegando otra vez hasta la catedral, desde donde tomaría el camino que transita por lo que queda de las antiguas murallas de la ciudad. Estas se conservan en buen estado y permiten imaginar cómo era la Bratislava medieval. Desde estas y justo en frente repararía en el edificio conocido como Casa del Buen Pastor, uno de los pocos supervivientes del antiguo barrio judío, con una bella fachada de estilo rococó, que acoge el museo de los relojes.

Muralla

Muralla

De camino al hostel, también repararía en una plaza alargada por la que había pasado en alguna otra ocasión, pero que no había sido consciente de su importancia. Y es que en ella, conocida como Námestie SNP, se celebró la proclamación de independencia o separación de Chequia la fría Nochevieja de 1992. Debe su nombre al Levantamiento Nacional Eslovaco, en conmemoración del cual se erigió un grupo escultórico. Flanqueando la misma se encuentran la iglesia Calvinista y la iglesia de la Congregación de la Pasión, además de la sede central de Correos.

De esta manera terminaba, prácticamente, mi estancia en Bratislava, pues sólo me daría tiempo ya, tras pasar por la anterior plaza, a recoger mi maleta y dirigirme andando a la estación de autobuses, la cual se encontraba a unos quince minutos del hostel. Llegaba a esta con cuarenta minutos de anticipación a la salida del autobús que me llevaría hasta Praga, mi siguiente destino, por lo que aprovecharía para comprar algo para el viaje en una pequeña tienda y organizar un poco la mochila.

El billete ya lo había sacado por internet en la página www.eurolines.com/es , costándome sólo diez euros, por lo que no tenía que preocuparme de que no hubiera sitio, aunque a decir verdad, tampoco hubiese tenido ningún problema pues el autobús iba medio vacío.

A las 18:00 en punto el conductor arrancaba y nos poníamos en marcha, pasando en poco tiempo por uno de los puentes sobre el Danubio desde donde pude ver en la lejanía el Puente Nuevo, el castillo y tantos puntos de referencia por lo que había paseado durante estos dos días y que ahora ya me eran familiares. Ante ello no podría evitar esbozar una ligera sonrisa, antes de reclinar mi asiento y quedarme profundamente dormido.

Cuando desperté ya me encontraba en territorio checo por lo que esa ya es otra historia que contaré en el respectivo diario dedicado a Praga, por lo que te invito, si te apetece, a que continúes leyendo el mismo, y puedas seguir así mi estancia en la última ciudad de este viaje por Europa central.

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