DIA 02. URUGUAY. De Argentina a Uruguay.El eterno día de los transportes.

27 de Agosto de 2016.

Efectivamente, el título no deja lugar a dudas, las horas en territorio argentino estaban contadas y todavía tendríamos que esperar unos cuantos días para disfrutar de este país. Y es que el paso por la capital porteña iba a ser un mero trámite para dirigirnos hacia uno de sus países vecinos y limítrofes: Uruguay, por donde íbamos a comenzar nuestras andanzas por Sudamérica.

Aterrizaríamos a las 07:35, diez minutos antes de la hora prevista por Iberia, lo que suponía el poder ir con la máxima tranquilidad a la hora de llevar a cabo todas las gestiones que teníamos por delante.

Lo bueno de ser tan temprano es que no coincidimos con más vuelos, por lo que los trámites del control de pasaportes serían rápidos. También es cierto que hay un montón de agentes de aduanas y no se eternizan con preguntas, yendo al grano con la foto, la huella dactilar, la retirada de las hojas con tus datos, que te hacen rellenar en a bordo de la nave, y el sello de entrada a Argentina.

Tras ese primer trámite vendría después la recogida de las maletas y el pasarlas por el escáner correspondiente, donde tampoco nos demoramos demasiado. Aquí también entregaríamos la ficha del control de alimentos.

Y así sin más filas, ni esperas, salíamos al hall principal del aeropuerto de Ezeiza. No tardaríamos muchos segundos en encontrar la caseta de la empresa Tienda León, junto con otras muchas que ofrecían los servicios de omnibús, transfers, taxis y demás transportes al centro.

Nuestra idea inicial era tomar el autobús número ocho que te deja en el mismo centro de Buenos Aires y a un precio de lo más económico de dos pesos por billete, pero hablando con la chica de la oficina de turismo que allí se encontraba, nos comentó que el problema de este autobús es que no cabían las maletas grandes al ser un ser servicio de línea regular y que para los turistas no era una opción del todo segura, por lo que optamos por la ya mencionada empresa Tienda León, que había leído que era económica y muy fiable.

Los billetes nos costarían 190 pesos cada uno, bastante más económicos que los entre 600 y 700 pesos que puede suponerte un taxi o un transfer.

La última gestión que haríamos antes de tomar el autobús sería cambiar euros a pesos en el Banco de la Nación Argentina que está también en uno de los extremos del hall principal. Sí, efectivamente no iríamos al mercado negro a cambiar a los famosos arbolitos de la calle Florida, pues desde la llegada de Mauricio Macri al poder, este cambio secundario a dejado de tener casi fuerza al equiparse el oficial al secundario, por lo que la diferencia es mínima y no merece la pena arriesgarse a que te engañen. Durante  todo el viaje y en cualquier parte de Argentina los bancos nos darían 17 pesos por un euro.

El aeropuerto de Ezeiza se encuentra a unos 35 kilómetros del centro de Buenos Aires y conectado por autovía por lo que sin tráfico en una media hora te puedes plantar allí. Nosotros optaríamos por bajarnos en la terminal norte de Puerto Madero, pues era lo que mejor nos venía para continuar con nuestros planes. También hay otra parada en Retiro y allí se puede tomar el metro hacia el alojamiento elegido.

Nuestros planes continuaban por cruzar el río de la Plata en barco para de esta manera llegar hasta Uruguay y ya en este país conseguir llegar en el día de hoy hasta Punta del Este, por lo que como se puede comprobar todavía nos quedaba un largo viaje por realizar.

Son varias las compañías que prestan el servicio de cruzar el río de la plata:

Buquebús: Es la más famosa de todas y por la que optan un gran número de turistas. Ofrece tanto barcos rápidos, que tardan entre una hora y hora y media en llegar a Colonia del Sacramento y tres horas a Montevideo, como barcos lentos que cubren los viajes en el doble de tiempo. Sin duda que es la más cara de todas las compañías que ofrecen sus servicios.

Seacat Colonia: Es la empresa de bajo coste perteneciente a Buquebús, mucho más económica pero con el inconveniente de que los servicios que ofrecen son mínimos por lo que si no te cuadra con tus horarios y la demanda existente, es complicado comprar el billete con ellos.

Colonia Express: Otra compañía de bajo coste que compite con las dos anteriores y con más horarios y disponibilidad que Seacat Colonia. Los barcos son más viejos y precarios pero los billetes son mucho más económicos, incluso la mitad.

Cacciola: Los barcos salen desde Tigre, teniendo que hacer transbordo en Carmelo, por lo que no tiene mucho sentido utilizar esta compañía.

Visto todo lo anterior y tras analizar precios y horarios, al final nos decantaríamos por Colonia Express, pues el billete suponía gastarnos la mitad que con Buquebús y el horario era perfecto para que todo se desarrollase sin sorpresas de última hora.

Terminal de Colonia Express en Buenos Aires

Los billetes los sacaríamos vía telefónica dado que por su página web www.coloniaexpress.com tendríamos problemas con las tarjetas, pues no las aceptaban. Por este segundo medio no tendríamos ningún problema, eligiendo el trayecto rápido en barco de Buenos Aires a Colonia del Sacramento y, dentro del mismo billete, un autobús desde esta última localidad hasta Montevideo. Aunque hay barcos directos a Montevideo, los horarios no coincidieron con los nuestros, así que no nos quedaba mejor opción que esta última. El precio de cada billete por lo descrito nos costaría 35 euros.

Hay que decir que los barcos de Colonia Express salen desde la terminal sur de Puerto Madero, más exactamente de la avenida Pedro de Mendoza, 330 que se encuentra muy cerca del barrio de La Boca, por lo que si tenemos en cuenta que el autobús de Tienda León nos había dejado en la terminal norte, no nos quedaba otra que tomar un taxi de un lado a otro, ya que no están cercas la una de la otra y menos con las maletas.

Así que como nos habían dicho que no parásemos a taxis callejeros, decidiríamos cruzar hasta el cercano Sheraton y en la parada de este hotel coger uno. No nos equivocaríamos pues encima tendríamos suerte de conocer a Jorge, un griego asentado en Buenos Aires que había vivido en varios países y recorrido medio mundo. Nada más montarnos pondría en funcionamiento el taxímetro y nos empezaría a dar todo tipo de consejos prácticos sobre la capital y como moverse por ella. El trayecto nos costaría 112 pesos y su mail por si alguien está interesado en contactar con él es veveloyannis@hotmail.com. Es profesional y fiable, tanto que quedaríamos con él para que viniera a recogernos cuando regresáramos de Uruguay.

Tarjeta de nuestro amigo Jorge

El barco no partía hasta las 12.30, pero te hacen estar una hora y media antes para todos los trámites que hay que realizar. Lo primero que haríamos sería dirigirnos al mostrador que está nada más entrar al fondo, para que confirmaran y sellaran los billetes que nos habían mandado por correo electrónico.

Tras lo anterior nos dirigiríamos al control de pasaportes, pues sales de Argentina y entras a Uruguay, por lo que si no tienes pasaporte no puedes hacer este  viaje, algo que por otro lado es obvio. Hay dos agentes de aduanas, uno por cada país, que se ocupan de plasmar el sello de salida y el de entrada de ambos países. Al ser temporada baja éramos poquísimos pero en épocas de vacaciones esto debe ser el infierno.

A todo esto se me había olvidado comentar que el tiempo que nos había recibido en Buenos Aires era no malo, sino terrorífico. No paraba de diluviar y en cuanto ponías un pie en el exterior de cualquier sitio, no tardabas en calarte ni cinco segundos. Este tiempo tan desagradable haría que también afectase al río de la Plata que teníamos que cruzar, pues estaba también embravecido, lo que todo parecía indicar que podía ser un trayecto de lo más movidito.

Pero independientemente de suposiciones, lo que sí que iba a ser un hecho es que nuestro barco se retrasaba más de una hora por el viento y el estado del río, comunicándonoslo a los pasajeros por los altavoces de la sala de espera.

Terminal de Colonia Express en Buenos Aires

Así que allí que nos tocaría esperar hasta casi las 14.00. Cuando, por fin, proceden a visarnos, por los altavoces, de que estemos preparados, también aprovechan para decirnos que dado el nivel del agua es imposible habilitar las pasarelas para pasajeros, por lo que se procederá a embarcar por donde lo hacen los vehículos. Así que nos tocaría salir al exterior con el equipaje, calarnos hasta los huesos y presenciar algún que otro resbalón como consecuencia de lo resbaladizo del suelo. Tras todo esto, por fin levarían el ancla y comenzaría la travesía.

Río de la Plata desde Buque de Colonia Express

Buque de Colonia Express

Al principio y aunque el barco se movía, al permanecer en la parte central de la nave no notaríamos en exceso el movimiento por lo que aprovecharíamos para ir a la tienda y comprarnos unos sándwiches y unas bebidas y así echar algo al estómago. (300 pesos)

Pero no duraría mucho más allá del almuerzo la tranquilidad, pues como a la mitad del recorrido el barco se balanceaba de tal manera que parecía una atracción de feria, ocasionando un gran número de mareos y vomitonas por doquier. Si alguien ha leído algún que otro de mis diarios, sabrá que yo y la mar no somos muy compatibles en cuanto esta se complica un poco, por lo que aunque me libré de expulsar lo que hacía un rato me había comido, no pude evitar ponerme blanco como la nieve y tener ganas de tirarme por la borda, a la cual me acercaría para ver si con el gélido aire que corría se me pasaba un poco el mareo, pero mi gozo sería un pozo, porque aquí el barco se movía todavía más, daba unos bandazos tremendos y costaba mucho mantenerse en pie, así que volvería a mi asiento y allí que me dejaría caer como un muerto, rezando por que llegáramos lo antes posible.

Río de la Plata desde Buque de Colonia Express

Río de la Plata desde Buque de Colonia Express

A las 15:15 arribábamos al puerto de Colonia del Sacramento, donde no tendríamos tiempo de nada, pues al ir con casi una hora y media de retraso, no nos dejarían parar ni para ir al servicio. Tan sólo nos apremiaron y nos metieron prisas para que nos metiéramos en el autobús que nos llevaría hasta Montevideo, así que casi con la lengua fuera eso hicimos en la puerta de la terminal.

En cuanto me senté en el asiento que me correspondía, no tardaría ni tres minutos en quedarme frito, pues entre el estado deplorable que me había dejado el barco y el tiempo que llevábamos ya de viaje, estaba que no era persona.

Afortunadamente el viaje hasta Montevideo sería agradable y tranquilo, yendo acompañados, en todo momento, del constante caer de la lluvia. A la capital de Uruguay llegaríamos casi a las 18:00 de la tarde, por lo que tampoco tendríamos tiempo para recrearnos demasiado, ya que todavía nos quedaba por tomar un último autobús.

Así que cambiaríamos euros por pesos uruguayos en la terminal de autobuses de Tres Cruces que era donde nos encontrábamos, consiguiendo 31,5 pesos por cada euro. Después nos dirigiríamos a las taquillas de la empresa COT, donde había reservado por teléfono, desde Madrid, dos billetes hasta Punta del Este a las 18:45. La amable señorita que nos atendería me ofrecería el cambiarlos por el trayecto de las 18.15, por lo que no dudaríamos en aceptarlo, ya que queríamos llegar cuanto antes y así poder descansar. Cada uno de ellos nos saldría por 278 pesos uruguayos.

Tras algo más de dos horas, por fin, llegábamos a la terminal de autobuses de Punta del Este a las 20.30, exhaustos pero contentos de que todo se hubiera dado tan bien, a pesar del tiempo y de todos los transportes que teníamos que ir enlazando. Ya estábamos en nuestra primera base de operaciones y eso era lo más importante.

Todavía nos quedaría por coger un último taxi (150 pesos) para llegar de forma rápida y cómoda, en cinco minutos,  a nuestro hotel Bonne Etoile, con una ubicación excelente que te permite ir andando a cualquier sitio, un personal de lo más cordial y atento, muy buena relación calidad precio y las habitaciones muy limpias. El precio por habitación y noche sería de 48 euros.

Hotel Bonne Etoile

Hotel Bonne Etoile

Aunque estábamos muy cansados también es cierto que estábamos muertos de hambre, por lo que no dudamos en salir a cenar y celebrar que esta noche dormiríamos a pierna suelta y acababa de empezar nuestra aventura sudamericana. Sólo dos cuadras más allá de nuestro hotel, encontraríamos un restaurante con bastante buena pinta llamado Los Caracoles, donde no dudaríamos en pegarnos un buen homenaje con dos lomos altos aderezados con salsa de pimienta, un entrante de jamón serrano con piña natural y unas buenas cervezas. (2375 pesos)

No podía haber mejor manera de dar por finalizada esta larga etapa que nos había tenido despiertos la friolera de casi 24 horas.

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