COREA DEL SUR - DIA 3. Bulguksa, Seokguram y centro de Gyeongju

15 de Septiembre de 2015.

Gyeongju sería la capital del antiguo reino Silla (57 A. de C. – 935 D. de C.) durante casi mil años. Este reino sería uno de los tres más importantes de la península de Corea y sería él el que terminaría conquistando a los otros dos. Durante todo ese tiempo en que Gyeongju ostentaría la capitalidad se construirían en ella y en sus alrededores gran cantidad de palacios, templos, pagodas y tumbas que han llegado hasta nuestros días, haciendo que sea una de las ciudades coreanas con mayor patrimonio y, a consecuencia de ello, que hoy se la considere como la capital cultural del país y el lugar más representativo de este.

Si a todo lo anterior le añadimos que muchos de esos monumentos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000 y que cada vez recibe más sobrenombres como “Museo sin Paredes”, pues casi que se hace imprescindible dedicarle que menos que dos días, sino más, en cualquier viaje que se precie a Corea del Sur.

Aunque las fuerzas empezaban a fallarme, pues tantos días sin parar ya pesaban demasiado, haría un esfuerzo por ir a visitar varios sitios que tenía especial interés en conocer. Además el tiempo que estaba haciendo era realmente bueno y eso era un aliciente que me motivaba bastante para continuar con los planes que tenía previstos.

Decidiría comenzar con dos lugares que se encontraban algo alejados del centro de la urbe y que para conseguir llegar hasta ellos hay que hacerlo en medio de transporte. Lo más cómodo son sin duda los autobuses, pues son económicos, cómodos y suelen pasar con frecuencia, no teniendo esperar más de quince minutos hasta que llega el siguiente. Esto en condiciones normales y salvo que sea un lugar muy específico.

Los destinos elegidos eran el templo de Bulguksa y la gruta de Seokguram, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad y de gran importancia histórica. Ambos están muy cercanos el uno del otro, pero con el pequeño inconveniente de que uno está en las faltas de la montaña y el otro cercano a su cima por lo que si no quieres que te de un síncope o pasar todo el día de excursión conviene utilizar el autobús para ir de uno a otro.

En mi caso decidiría empezar por Bulguksa llegando hasta él en el autobús número 11 (1500 wones), cuya parada estaba a menos de cinco minutos desde mi hotel. También se puede llegar en la línea 10.

El trayecto de aproximadamente 20 kilómetros tardaría en realizarlo una media hora, fijándome, en el desarrollo del mismo, que había mucha gente que accedía al autobús pasando  una tarjeta por un lector en vez de pagar con dinero, con lo que imagino que se debe ahorrar algo si haces unos cuantos trayectos, por lo que puede ser interesante informarse del asunto.

La parada en la que me apearía corresponde a una inmensa explanada que hace las veces de parking y de lugar de recreo y desde esta hasta las taquillas del templo no tuve que andar más de cinco minutos. Aquello estaba desierto y es que eran sólo las ocho de la mañana y junto con otra chica éramos los únicos que estábamos por allí.

Tras pagar la entrada de 4000 wones entraría al recinto y me dispondría a disfrutar de la visita.

Bulguksa se encuentra edificado en las mágicas laderas de la montaña Toham y es el principal templo de la orden Jogye del budismo coreano. También se le considera el mejor ejemplo de arquitectura de este estilo del reino de Silla. Sería construido en el año 528, pero no sería hasta el año 751 cuando el Primer Ministro, Kim Daesung, daría la orden de restaurarlo y de darle el aspecto que hoy se puede ver.

Jardines Templo Bulguksa


Entrada al Templo Bulguksa

Guardianes Templo Bulguksa

La entrada principal del templo cuenta con una escalera de dos niveles que te lleva a los edificios principales. Aquella se compone de 33 escalones que se refieren al número de pasos que hay que dar para conseguir la iluminación. La parte inferior conocida como Puente de las nubes azules se refiere a la juventud y su parte superior a la vejez, conociéndola como Puente de las nubes blancas. Se componen de 17 y 16 peldaños, respectivamente.

Escalera principal.Templo Bulguksa

Este sería el primero de los hasta siete tesoros nacionales que se pueden ver en las instalaciones, lo que permite tener una idea de la importancia del recinto.

En este primer gran patio lo primero que me llamaría la atención, antes incluso que el enorme pabellón Daeungjeon, que se hace con gran parte del espacio, serían las dos pagodas de piedra que se sitúan sobre la arena. Sus nombres son Seokgatap y Dabotap y constituyen una rara excepción al resto de templos que sólo cuentan con una. Tienen alturas de 8,2 y 10,4 metros.

Pagoda Templo Bulguksa

Pabellón Daeungjeon.Templo Bulguksa

Daeungjeon alberga en su interior la figura del Buda Sakyamuni y hermosas pinturas en sus paredes y techos que permiten estar un buen rato recreándote con ellas.

Buda Sakyamuni.Templo Bulguksa

Como he comentado no había nadie en el recinto e incluso los pabellones también estaban desiertos a estas horas tempranas, lo que me permitiría hacer más de una fotografía a las preciosas esculturas que salvaguardan y a las que se prohíbe plasmar con cualquier cámara, móvil y demás aparatos electrónicos.

Templo Bulguksa

Deidad Templo Bulguksa

Me sentía un privilegiado no teniendo que aguantar las masas que muchas veces se dan en lugares tan importantes, pero el hecho de recorrer estas instalaciones en soledad y silencio era algo impagable y que disfruté muchísimo.

Detrás de Daeugjeon hay otros dos tesoros nacionales: Yeonhwagyo y Chilbogyo, que son un par de escaleras que se elevan en un ángulo de 45 grados, llegando hasta un nuevo patio en el que se encuentra el Salón de la Tierra Pura o Geuknakjeon, en cuyo interior se halla la estatua de bronce dorado del Buda Amitabha cuya finalidad es promover armonía y estabilidad en el mundo.

Pabellón Templo Bulguksa

Deidad Templo Bulguksa

Esto es sólo un pequeño resumen de todo lo que ofrece Bulguksa que aunque me gustaría mucho, tengo que reconocer que me impactarían más los templos de Haedong Yoggungsa y Beomeosa en Busán. Tal vez por su situación privilegiada al lado del mar y en la montaña o tal vez porque fue el primer contacto con templos coreanos, ellos fueron los que me dejaron ensimismado y sorprendido, siendo Bulguksa un hermoso lugar que, sin embargo, ya no me impactaría de la misma manera.

Era el momento de afrontar la segunda visita de la mañana, en este caso a la gruta Seokguram. Para ello volvería a donde me dejaría el primer bus de la mañana y allí mismo cogería la línea 12 que me llevaría directo al segundo Patrimonio de la humanidad del día. Según los paneles informativos el primero de ellos parte a las 08.40 y después sale uno cada hora. Sabiendo esto llegaría a la parada cinco minutos antes y a las 09.40 estaba tomando el segundo del día. La carretera por la que se circula es una pista bien asfaltada pero llena de curvas, pero es verdad que el conductor va con mucha prudencia y despacio por lo que se puede disfrutar del paisaje según vas ascendiendo.

Una vez en el parking y tras pagar la entrada de 4000 wones tendría todavía que andar por un sendero de tierra unos diez minutos hasta llegar a las inmediaciones de la caverna donde tendría la primera recompensa: las bonitas vistas que había de los bosques y del mar de Japón, en la lejanía. Sin duda que estas merecen mucho más la pena que las que se obtenían desde los miradores del parking, pues aquellas estaban bastante más tapadas, por la espesura de los árboles, y no te dejan apreciar bien el entorno.

Pabellón de acceso al Santuario Seokguram

Vistas desde Santuario Seokguram

Muy cerca también me encontraría con gran cantidad de farolillos de multitud de colores que alegraban el ambiente, ya de por sí animado por el grupo de escolares que acababa de llegar.

Una de las cosas que más me sorprenderían es que no me hallaba en una cueva natural sino que sería construida con inmensos bloques de piedra, allá por el año 751, por orden de Kim Daesung, el mismo que ordenaría la creación de Bulguksa. Sin embargo, al estar cubierta de tierra y, perfectamente, acoplada al entorno, la sensación al observarla es que parece estar excavada en la colina.

Sin más preámbulos, llegaría el momento de acceder, por un pasillo lateral, al interior de la gruta, donde podría encontrar una estructura compuesta por una primera antecámara, que simboliza la tierra, para poco después y a través de un corredor, decorado con relieves, observar la cámara principal, de forma circular y que simboliza el cielo, y donde se encuentran esculpidas las preciosas tallas de Buda y de otras divinidades, guardianes y discípulos.

Acceso a la Gruta Seokguram

Lástima que tan sólo el Buda y sólo algunas las otras esculturas se puedan observar y no de la mejor manera pues una enorme mampara de cristal protege todo ello y entre la distancia y los reflejos se pierde bastante la apreciación, no ya de los pequeños detalles, que es imposible verlos, sino de muchos de los grandes.

La imagen del Buda Sakyamuni es realmente hermosa, colocada sobre una plataforma circular en forma de loto. Consigue trasmitirte una paz y serenidad que no lo hacen otras muchas tallas similares de otros templos. Su altura es de 3,5 metros y está labrada en un único bloque de granito. No es de extrañar que esté considerada como una de las obras maestras de Buda en Corea.

Me hubiera encantado poder contemplar de cerca esta increíble escultura y no a través del enorme cristal creado para conservar la talla, por lo que me entristecería un poco por ello, además de por no poder tirar ni una sola fotografía ni a través de la mampara, ni de incógnito ni de ninguna manera posible. El motivo es que era imposible burlar a la guardiana que allí se encontraba para impedir cualquier toma furtiva de algún turista atrevido. Yo estaría allí como quince minutos intentándolo pero su control era peor que el que le hacía la señorita Rottenmeier a Heidi, por lo que, al final, desistí de llevarme mi preciado recuerdo. Una pena.

A las 11.00 cogería el autobús de regreso. Desde Seokguram parten desde las 09.00 y a cada hora en punto. Ya en la explanada inicial, esperaría el primer autobús que pasó, en este caso el 10, con el que volvería al centro de Gyeongju.

A mi llegada picotearía algo en la franquicia francesa del primer día, París Baguette, por 5500 wones; iría hasta la estación de autobuses interurbanos para sacar el billete de autobús del día siguiente a Seúl y pasaría un momento por la oficina de turismo cercana a dicha estación para conseguir un plano turístico de la ciudad y que me indicaran las visitas principales y de mayor interés.

Con los deberes hechos, la tarde la comenzaría visitando el lugar que más cercano tenía y que coincidiría con ser uno de los de mayor importancia: el complejo tumulario Daereungwon. Este recinto está formado por una colección de tumbas reales del Reino de Silla, que contiene 23 de las más de 200 tumbas encontradas en Gyeongju. Se encuentran en un parque al que se accede tras pagar los 2000 wones de la entrada. En principio puede parecer un parque normal y corriente repleto de pequeñas colinas verdes, pero estas son engañosas pues se trata en realidad de túmulos funerarios donde están enterrados los reyes y altos funcionarios de la dinastía Shilla. De todas ellas sólo hay una que puede visitarse, concretamente, la que se conoce con el nombre de Cheonmachong de los siglos V o VI. En su interior se puede ver la tumba y ataúd del monarca, además de muchos de sus objetos personales, ropas, joyas y armas. No hay duda que todo ello tiene grandes parecidos a las formas de enterramientos que se practicaban en Egipto.

Túmulos de Daereungwon

Túmulos de Daereungwon

Tumba de Cheonmachong

Corona de la Tumba de Cheonmachong

Saliendo por el acceso contrario al que había entrado en el parque de los túmulos, llegaría al parque Wolseong en el que lo primero que me encontraría sería un Observatorio astronómico que se conoce por el nombre de Cheomseongdae, que significa “Torre para contemplar las estrellas” y ostenta el honor de ser la construcción de este tipo más antigua en Asia. Sería construido durante el reinado de la Reina Seondeok (632 a 647) y sería usado para observar las estrellas y así predecir el tiempo. Esta estructura de piedra es una bonita combinación de formas rectas y curvas con un diámetro de 5,17 metros y una altura de 9,4 metros. Fue designada Tesoro Nacional en 1962.

Observatorio Cheomseongdae

El agradable paseo que estaba realizando continuaría atravesando el bosque Wolsung para llegar hasta una cámara de piedra llamada Seokbinggo cuya función era la de acumular y conservar hielo. Lo más destacable es que el techo es abovedado y el suelo tiene cierta inclinación para favorecer la salida del agua cuando el hielo se fundía.

Seokbinggo Ice Storehouse

Seokbinggo Ice Storehouse

Reconociendo que esta última visita no me aportaría gran cosa, continué mi camino hasta otro de los lugares que bien merece la pena no perderse en Gyeongju: el Estanque Anapji (2000 wones). En este lugar la familia real de Silla pasaba su tiempo de ocio. El estanque sería secado temporalmente en 1975 y reveló un auténtico tesoro de antigüedades de Silla que hoy se exhiben en el Museo Nacional de la ciudad. Los diferentes edificios que formaban todo el conjunto serían objetos de las llamas en el año 935 y hoy sólo se pueden ver restaurados tres de los 26 edificios que pertenecían al palacio Banwolseong y del que formaban parte los jardines, los cuales los mandaría construir el rey Munmu, unificador del reino Shilla. Una vez terminados se completarían con plantas y animales exóticos por lo que debió ser algo único de contemplar en aquellos lejanos tiempos.

Estanque Anapji

Estanque Anapji

El recorrido que me había propuesto estaba llegando a su fin, aunque todavía me quedaban dos lugares más para completarlo, por lo que me encaminé al penúltimo de ellos al que llegaría en otro breve paseo.

Se trataba del lugar donde estaba situado el templo Hwangnyongsa, el cual se empezaría a construir en el año 553 y se completaría en el año 645. Dice la leyenda que este lugar estaba destinado para construir un gran palacio, pero que un aparecería un dragón amarillo y crearía un templo budista. Se representa de esta manera la concepción budista que tenía la dinastía Shilla, que creían que la tierra de Shilla era la tierra de Buda. Hoy sólo se pueden apreciar en el lugar alguno de los basamentos desde los que se levantaba el templo y aunque se trata, a primera vista, de una inmensa llanura, haciendo volar la imaginación uno puede llegar a quedar sorprendido de las vastas dimensiones que podía a llegar a tener la edificación.

Ruinas de Hwangnyongsa

Aunque algo cansado, me dispuse a afrontar el último paseo hasta llegar al recinto del templo Bunhwangsa, construido en el año 634, el tercer año de reinado de la Reina Seondeok, la 27ª monarca del Reino Shilla. Antaño sería el hogar de los venerados monjes Wonhyodaesa y Jajang. Lo mejor y más reseñable de todo el complejo es, sin duda, la pagoda de bloques de piedra, que hoy consta de tres niveles pero que, antiguamente, llegó a tener nueve. Además, sería la primera estupa de piedra durante la dinastía Shilla y designada tesoro nacional.

Templo de Bunhwangsa

Templo de Bunhwangsa

Cuando salí de Bunhwangsa no me apetecía dar ni un paso más, por lo que como tenía una parada de autobús, justo en frente, la aprovecharía y tomaría el primero que pasó (1500 wones) que me dejaría a cinco minutos de mi hotel, al que llegaría a las 18.45. ¿Y qué haría lo que restaba de tarde? Pues pegarme una siesta de dos horas para después salir a comprar algo en un supermercado cercano (7000 wones) y cenar relajadamente en mi habitación.

Sin haber sido una jornada de un tute excesivo, estaba fundido y es que cada vez iba notando más el agotamiento que llevaba encima, después de tantos días de madrugones y de conocer nuevos lugares. 

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