CHILE - DIA 16. Valparaíso: Descubriendo a Neruda entre los cerros y el mar

30 de Agosto de 2014.

Tuve suerte y no me tocaría nadie a mi lado en el vuelo de cinco horas de Isla de Pascua a Santiago, por lo que en cuanto sirvieron la cena (arroz con pollo) y apagaron las luces, me recosté sobre los dos asientos como más o menos pude y me quede frito en poco tiempo, por lo que pude dormir cuatro horas de las cinco que duró el vuelo.

Llegábamos a Santiago a las 06.00 y este nos recibiría con un tremendo aguacero de lluvia, viento y frío. Sí, hablo en plural porque antes de embarcar estuve cerca de una hora conversando con la familia chilena que coincidió conmigo en la cueva de las dos ventanas y en tan sólo esa hora parecía que ya les conocía de toda la vida. Sólo tengo palabras de agradecimiento hacia ellos: me ofrecieron su casa de Santiago por si quería cambiar los planes de viaje, me dieron un teléfono de contacto por si tenía cualquier problema y casi que les faltó adoptarme como su tercer hijo. Gracias a Cristian y su familia por todo. No os olvidaré nunca. Por si todo esto fuera poco, me dijeron que me fuera con ellos en uno de los transfer que se pueden tomar nada más salir de la zona privada del aeropuerto. Estos son ideales para grupos, pues son muy económicos y grandes y se establece un precio definitivo en base al trayecto realizado. Eso sí, conviene preguntar a las distintas empresas que están allí porque hay diferencia de hasta 10000 pesos entre unas y otras. En nuestro caso lo contrataríamos con una que se llamaba “Transfer”  y nos costaría 19000 pesos por llevarnos hasta la estación central de autobuses de Santiago, donde me bajaría yo, y luego seguir hasta la dirección de la casa de Cristian. Yo tendría que pagar 3000 pesos.

Una vez que me despedí de todos ellos me iría a las taquillas de Turbus para comprar un billete hacia Valparaíso por 3000 pesos y esperé a las 07.30 que era la hora de la partida. El trayecto de una hora y media y unos 110 kilómetros me los pasaría también durmiendo, por lo que cuando llegué a la estación central de Valparaíso a las 09.00, casi ni me había enterado. Una vez aquí tomaría un taxi hasta mi nuevo alojamiento por las siguientes dos noches. Respecto a los taxis conviene fijar un precio cerrado con el conductor o bien decirle que ponga el parquímetro, pero son caros con respecto a lo que llevaba gastado en la mañana. Yo por recomendación de una señora diría a mi conductor que pusiera el parquímetro y me salió por 4000 pesos. Luego me enteré que esa cantidad es la que también te suelen cobrar fijando el precio de palabra.

De esta manera llegaría a Casa Kultour sita en la calle Templeman, 645, en el corazón de cerro Alegre, donde había realizado una reserva previa y cuyo precio me había salido por 50 euros las dos noches con baño privado. En comparación con los anteriores alojamientos el precio subía bastante, pero necesitaba estar en un sitio más decente después de 14 días en plan cutre. El encargado que me recibió se llamaba Oliver y, aunque todavía no podía darme la habitación porque era temprano y esta estaba ocupada, se tiró conmigo más de media hora explicándome mil cuestiones sobre Valparaíso y lo que podía hacer, por lo que mejor imposible. Tras todo ello comenzaría mi incursión por, seguramente, la ciudad más peculiar y diferente de todo Chile.

Calle Templeman

Calle Templeman

Valparaíso se encuentra rodeado de 45 cerros que se precipitan hacia el mar, es un anfiteatro que mira al Pacífico con una organización alocada y sin ningún tipo de orden que la hacen especial. Sus colinas se caracterizan por sus paseos, miradores, escaleras empinadas y pequeñas callejuelas que si hubieran sido prediseñadas no tendrían la magia que tienen. Está declarada Patrimonio cultural de la humanidad desde el año 2003, es sede del Congreso Nacional Chileno y concentra la institucionalidad cultural, naval y pesquera del país. Además posee 15 ascensores centenarios que son parte de la identidad de Valparaíso, funcionando todavía algunos de ellos, y siendo fundamentales para el desenvolvimiento vertical de la ciudad. Los trolebuses también dan un sello distintivo a la ciudad y son objeto de gran valoración por la gente que reside aquí.

Estaba claro que no iba a tener tiempo de aburrirme ante tantísimos atractivos. La mañana la iba dedicar a pasear por algunos cerros cercanos a mi alojamiento. Así callejearía por los cerros Alegre, San Juan de Dios, Florida o Bellavista. En mi caminata pronto empezaría a encontrarme con los característicos murales que adornan las fachadas de muchos edificios, con las casas colgadas en las laderas como si fueran a precipitarse en cualquier momento sobre uno,  con miradores impactantes sobre sectores principales de la ciudad como el llamado Camogli, etc.

Mural en Avenida Alemania


Valparaíso desde Mirador Ciudad de Camogli

Mural en Avenida Alemania

Valparaíso me estaba seduciendo y es que ese aire bohemio, antiguo y decadente, en algunos momentos parecido, salvando las distancias, a Lisboa, me estaba gustando.

Esta vez no iba a dejar para el final una de las mejores visitas de la ciudad por lo que, tras callejear por los cerros mencionados, me iría hacia un lugar imperdible y que si te gusta la literatura no te puedes perder. Hablo de La Sebastiana, la que fue residencia de Pablo Neruda. La entrada cuesta 5000 pesos y con ella te dan un audio guía en tu idioma.

Mural de Pablo Neruda en la Calle Ferrari

El poeta encargaría a dos buenas amigas suyas que le buscaran una casa que satisficiera sus aspiraciones de ser un hogar lo suficientemente acogedor como para evadirse de Santiago y poder escribir tranquilo. Según palabras textuales del escritor: “No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata.”

Parecía un imposible lo que pedía, pero después de mucho buscar apareció un viejo caserón en el cerro Florida. La había construido el español Sebastián Collado, pero al morir en 1949 la casa quedaría inconclusa y olvidada.

Casa Museo La Sebastiana

Jardín de la Casa Museo La Sebastiana

El poeta nada más verla quedaría encantado con ella pero al ser demasiado grande la compraría a medias con la escultora Marie Martner y su marido, quedándose para él los pisos tercero y cuarto.

En tres años el poeta terminaría de construir y decorar la casa y el resultado sería un hogar hecho totalmente a su personalidad como  ventanas en forma de claraboyas de barco, infinidad de objetos relacionados con la mar, muchísima luminosidad, etc.

La inaguraría en 1861 y su último año en ella sería el de 1972 donde despediría el año en Nochevieja y vería entrar 1973.

Casa Museo La Sebastiana

Valparaíso desde Casa Museo La Sebastiana

Cuando terminé la visita eran ya las 13.30, por lo que bajaría toda la calle Héctor Calvo, pasaría por la Plaza Ecuador, una de las más transitadas y con más vida de Valparaíso y repleta de todo tipo de tiendas y negocios, y llegaría hasta la Plaza Aníbal Pinto. Por los alrededores de esta buscaría un lugar para tomarme una empanada con algo de beber (1300 pesos) y a las 15.00 me encontraba en la fuente de Neptuno de esta última plaza, dispuesto a hacer un tour guiado. La verdad que me apetecía que me contaran un poco las anécdotas y la historia de los lugares más significativos de los cerros Alegre y Concepción y además si podía conocer a alguien para pasar la tarde charlando, mientras hacíamos la visita, pues mejor que mejor. Nuestro guía se llamaba Sebastián y tendría que emplearse a fondo ya que le tocaría un grupo mixto de habla española e inglesa, por lo que tendría que explicarlo todo dos veces, La culpa sería de Paula, una chica colombiana con la que congenié a las primeras de cambio, y mía pues éramos los únicos que no teníamos un nivel aceptable de inglés.

Valparaíso desde la Calle Ferrari

Calle Héctor Calvo

Plaza Ecuador

Así que la cosa me saldría perfecta porque mientras Sebastián hacía las explicaciones en inglés, Paula y yo, estaríamos de charleta y echándonos unas risas, y cuando tocaba en castellano, pues nos enterábamos de un montón de datos interesantes.

En esta misma plaza, Aníbal Pinto, nuestro guía ya haría referencia a un dato bastante interesante y es que en el bar Cinzano se podría ver, más de una vez, al  poeta Pablo Neruda conversando con la gente.

Inmediaciones Plaza Anibal Pinto

La ruta transcurrió por elevadores tan famosos como el Reina Victoria, el Concepción (más antiguo de todos ellos, construido en 1883), el Peral, pudiendo montar por primera vez en estos ascensores tan característicos de Valparaiso que se desplezan por railes a través de algunos de sus cerros. Desgraciadamente el olvido y la desidia del Ayuntamiento de la ciudad ha llevado al olvido y a dejar de funcionar a gran parte de los pocos que ya de por sí quedan.

Ascensor Reina Victoria

También podríamos pasear por tres agradables paseos, a la par que hacían de espectaculares miradores sobre muchos de los cerros de la ciudad y el puerto, tales como el Dimalow, Gervasoni, el Atkinson y el Yugoslavo. Este último con el impresionante Palacio – Museo Baburizza.

Valparaíso desde Paseo Dimalow

Paseo Gervasoni

Palacio Baburizza. Paseo Yugoslavo

Especialmente curioso me resultaría el llamado Pasaje Gálvez y una calle aledaña con una enorme pendiente, ambos repletos de graffitis de todo tipo de tamaños, colores y dibujos estrambóticos. 

Pasaje Gálvez

Escalinata al Pasaje Gálvez

Mural en Pasaje Gálvez

Veríamos interesantes iglesias como la luterana y la anglicana, que más allá de ser bonitas esconden curiosas historias, y otros edificios como el Diario Mercurio, el reloj Turri, la casa Crucero, etc. Todos ellos con alguna anécdota que han forjado la propia historia de Valparaíso.

El final de la ruta y colofón a las tres horas y media de explicaciones y paseos sería en la Plaza Sotomayor con el soberbio monumento a los Héroes de la batalla de Iquique de 1886, curiosamente la única que perdería Chile en la guerra del Pacífico. También aquí y cerrando este espacio podríamos ver el Hotel Reina Victoria, la Compañía de Bomberos, la Administración de la Aduana, los Tribunales de Justicia, etc. Justo al lado podríamos acercarnos hasta el puerto y el mar por el único acceso posible para la gente de a pie en toda la bahía de la ciudad.

Monumento a  los Héroes de Iquique.Plaza Sotomayor

Ex-Intendencia de Valparaíso.Plaza Sotomayor

Aquí sería la despedida de Paula, Sebastián y el resto del grupo. El tour es gratuito pero es evidente que al final tienes que dejar una propina. Qué menos después de tres horas y media de explicaciones. Como allá donde fueras haz lo vieras, daría lo mismo que dieron el resto de componentes, es decir 5000 pesos.

Era ya de noche, por lo que sólo me quedaba comprarme otra rica empanada de pollo, salami y queso (1200 pesos) y retirarme a mi hostal, porque había empezado ya a no ser persona, vencido por el cansancio.

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