22 de Agosto de 2014.
Hoy era un día de tránsito en el viaje, pero tenía algo muy especial y es que me iba a encontrar con unos amigos en la capital chilena. Aunque a lo largo de la semana había conocido personas fantásticas, hay que reconocer que cuando te reencuentras con tú gente, la alegría es infinita y más tan lejos de tú país. Pero todavía quedaba medio día para que ello llegara.
Hoy era un día de tránsito en el viaje, pero tenía algo muy especial y es que me iba a encontrar con unos amigos en la capital chilena. Aunque a lo largo de la semana había conocido personas fantásticas, hay que reconocer que cuando te reencuentras con tú gente, la alegría es infinita y más tan lejos de tú país. Pero todavía quedaba medio día para que ello llegara.
La noche anterior ya me había dejado todo el equipaje
preparado, por lo que no me levantaría hasta las 09.00, hora más que suficiente
para ducharme, vestirme, desayunar y estar preparado a las 10.00 en la puerta
del Hostal, por donde pasaría a buscarme el autobús que me llevaría hasta el
aeropuerto de Calama. Recordar que esto lo contraté con la empresa Trans
Licancabur y que me supuso 20000 pesos la ida y la vuelta, por lo que solo tuve
que enseñar mi resguardo y subir al bus.
Desierto de Atacama camino al aeropuerto de Calama |
Desierto de Atacama camino al aeropuerto de Calama |
Calama camino al aeropuerto |
Entre la recogida del resto de pasajeros y el trayecto
llegaría a la terminal a las doce, donde una vez hecha la facturación sólo
quedaría esperar a que despegara el vuelo, lo cual sucedería pero con más de una
hora de retraso, lo que supuso salir de Calama a las 14.30 y no llegar a
Santiago hasta las 16.15, que entre que desembarqué y recogí el equipaje no
conseguí estar fuera de la terminal hasta las 16.40. Pero bueno, la verdad era
la primera vez que me sucedía con LAN.
A la salida me estarían esperando mi amiga Cristina y su
hija, lo que supuso una inmensa alegría. Así que tras los primeros momentos de
abrazos y emociones, nos dirigimos hacia el auto. El plan era llegar a su casa y
pasar una tarde tranquila y relajada para ponernos al día de nuestras vidas,
con dos pequeñas incursiones a la calle para cambiar euros y hacer una buena
compra en el supermercado. En el trayecto del aeropuerto a su casa pude ver
buenas autopistas y algunos rascacielos acristalados llamados Titanium, además
de una gran torre considerada la más alta de Santiago. Todo ello se ubica en
los barrios de Providencia y Las Condes, considerados dos de los tres
mejores de Santiago. Una vez en su casa
era el momento de saludar al que me faltaba, Rafa, que por trabajo no había
podido venir a recibirme al aeropuerto, así que otra vez una gran alegría.
Después de ello saldríamos a realizar las gestiones que he comentado antes.
Respecto a la compra, la razón era sencilla: mañana volaba a
la Isla de Pascua y todo allí es sumamente caro por lo que conviene
aprovisionarse lo más que se pueda porque además LAN, siendo consciente de
ello, te permite facturar otra maleta más de 21 kg., además de la de rigor. En
mi caso no sería para tanto pero sí que me hice con una buena bolsa de tela
repleta hasta arriba de latas, comida embasada, batidos, pan de sándwiches,
fiambre, snacks, dulces, etc.
Hecho esto, nos dirigimos, de nuevo, a casa de mis
anfitriones y tuve tiempo de reorganizar la mochila antes de que me
sorprendieran con una cena de lujo. Congrio colorado frito, un pescado
riquísimo que no se puede degustar en España, acompañado de ensalada y un Pisco
natural. Dios, lo que pude disfrutar. Buena compañía, buena comida y un hogar,
tras siete días en un hostal cutre. Son de esos momentos en los que aprendes a
valorar, de verdad, las cosas buenas.
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