CHILE - DIA 05. A mi aire por los valles de la Muerte y de la Luna

19 de Agosto de 2014.

Durante los próximos tres días tenía en la mente un montón de cosas que quería hacer pero no sabía muy bien si iban a ser factibles y si me iban a salir como más o menos tenía pensado. De momento hoy quería dedicarlo a hacer una ruta de senderismo por el valle de la Muerte, por la mañana, y la tarde aprovecharla para conocer lugares del valle de la Luna que no había tenido oportunidad de descubrir durante la excursión guiada de hacía dos días. El problema para hacer todo esto no era otro que el conseguir llegar a los puntos de inicio de las caminatas correspondientes.

Hay que decir que tanto para llegar a la senda de tierra del valle de la muerte como para recorrer el valle de la Luna se puede hacer sin ningún problema en coche de alquiler o en bicicleta, ya que las carreteras hasta ellos se encuentran asfaltadas y en muy buenas condiciones. En mi caso, la cuestión es que si hacía lo del coche el viaje se me iba de presupuesto y la bicicleta tampoco es que me entusiasmase mucho ya que había leído que había pendientes considerables y algunos puntos donde la arena hacía que fuese bastante costoso avanzar con este medio. Por lo que sin pensármelo mucho comencé el día poniendo en práctica mis maquinaciones.

Tras comprar suficientes provisiones para poder aguantar durante todo el día, especialmente agua, me dirigí hacia un cruce de calles en San Pedro, cuya carretera se encontraba en dirección al valle de la Muerte y había un stop en la esquina. Sólo tuve que recibir tres negativas para a la cuarta vez que pregunté que si se dirigían hacia Calama, a los conductores que paraban en el mismo, encontrar una respuesta afirmativa. Se trataba de una pareja francesa que iba con un coche alquilado y que cuando les dije que si me podían dejar en la pista de tierra que da acceso al valle de la Muerte, no dudaron en decirme que sí. En escasos cinco minutos me habían dejado en el lugar, ya que este punto se encuentra a tan sólo cinco km de la ciudad, por lo que también es factible hacerse todo el tramo andando. Yo no quería que me pasara factura el esfuerzo y por eso decidí probar haciendo dedo y me salió bien.

Empecé a andar por la ancha pista de tierra y pronto me empezaría a encontrar a ambos lados del camino los resecos y puntiagudos pináculos de tierra tan característicos de este lugar y que ya dejaban entrever el paisaje abrupto y desolador que iba a encontrarme. Tan sólo unos metros más adelante ya pude trepar hasta algún pequeño cerro y así ser testigo de uno de los paisajes más bellos que mis ojos habían podido contemplar. Parecía una contradicción que ante la hostilidad del lugar frente a cualquier forma de vida,  un paraje tan inhóspito e inabarcable y con temperaturas extremas durante gran parte del año, pudiera ser tan bello.

Valle de la Muerte

Valle de la Muerte

Repetiría la misma acción varias veces más para observar diferentes perspectivas del valle y sin darme cuenta llegaría a una nueva zona caracterizada por estar formada por la arena del desierto y rocas que sobresalían cual puñales afilados. Quien esté leyendo esto lo mismo se pregunta cómo no había perecido ya como consecuencia del calor. Pues la verdad que corría una ligera brisa que sumado a la gorra que llevaba y el hecho de que en invierno las temperaturas no suelen exceder de los treinta grados, hacía que se pudiera caminar agradablemente, pues hoy por ejemplo, debería estar a unos 26 grados.

Valle de la Muerte

Valle de la Muerte

Valle de la Muerte

Tras avanzar durante otro rato por la pista, de repente me encontraría con la gran sorpresa del día y que no tenía ni idea que existía: una inmensa duna de arena, igual de bonita si cabe que la que había podido ver en el valle de la Luna, pero encima con el aliciente de poder caminar por ella sin restricciones, además de ser un privilegiado espectador de cómo se tiraban por ella con sus tablas de surf los expertos y practicaban los menos duchos en la materia. Subiría hasta ella y aquí me recrearía más de media hora, porque además de la duna en sí, las vistas que se obtienen desde ella del valle de la Muerte es digna de dejarte sin aliento una vez más. Aquí también repondría fuerzas con uno snacks y mucha agua.

Gran Duna.Valle de la Muerte

Valle de la Muerte desde Gran Duna

Gran Duna.Valle de la Muerte

Tras esta maravilla, me esperaba el primer esfuerzo del recorrido, es decir, una gran pendiente cubierta en su totalidad por arena y por la que se hace algo duro avanzar. El esfuerzo merecería la pena, ya que al llegar al llano final, me encontraría con un mirador natural desde el que ver las vistas anteriores pero con la gran duna incorporada a ellas y otro pequeño sector más a la derecha.

Valle de la Muerte

A partir de este tramo, la espectacularidad de la zona iría decayendo considerablemente, lo que me permitía por otro lado poder caminar a un ritmo algo más acelerado y dejar descansar la cámara de fotos que estaba que echaba humo. El camino me acabaría llevando hasta la carretera y tras dar unos cuantos palos de ciego al no saber bien qué camino seguir, acabé decidiendo meterme por algunos cerros cercanos que curiosamente me sacarían hasta el mirador Lican Antay, el mismo con el que habíamos empezado la excursión de la tarde el Domingo, así que sin haberlo planeado, me encontraba que podía extasiarme todo lo que quisiera y más y sin ninguna prisa.

Valle de la Muerte

Mirador Lican Antay

Mirador Lican Antay

Así que nada, estaría allí un cuarto de hora, tampoco más, ya que con lo que llevaba visto estaba que no cabía de gozo y decidí que como ya eran las 12.40 y llevaba unas tres horas y cuarto andando, había sido suficiente y volví a levantar el dedo por segunda vez en el día, a ver si algún alma caritativa se apiadaba de mí. Hubo suerte de nuevo y en esta ocasión sería un joven atacameño el que me acercaría hasta el desvío con el valle de la Luna, donde tras esperar menos de cincos minutos, unos señores chilenos me volvían a montar en su auto y me dejaban en el centro de interpretación del valle, donde volvería a pagar los 2000 pesos de la entrada. La chica que me atendería me advirtió que no me fiara mucho de encontrar vehículos privados que circularan a esas horas por el lugar y que lo tuviera en cuenta ya que desde el punto donde me encontraba hasta el final del valle eran once kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Le di las gracias y empecé a caminar por el arcén de la gran recta.

Valle de la Luna

Valle de la Luna

No se veía ni un solo vehículo, ni un alma. Tampoco se oía nada y el calor empezaba a apretar. Tras llevar andados como 4 kilómetros, por fin un coche aparecía y afortunadamente me paraba. Se trataba de dos portugueses que amablemente me acercaron hasta la primera parada que se visita, donde se encuentran las minas de sal y el cañón. Como con Magdalena habíamos hecho las minas de sal, estaba claro que mi dirección iba a ser la contraria para internarme por el cañón y vivir en primera persona la soledad más absoluta mientras caminaba entre las imponentes paredes de roca y un suelo lleno de arena. Me sentía como Indiana Jones en alguna de sus aventuras y el corazón me palpitaba con fuerza. Al final no habría ningún sobresalto y llegaría hasta el final de la ruta donde pude observar nuevas y curiosas formaciones de piedra.

Cañón de las Minas de Sal.Valle de la Luna

Cañón de las Minas de Sal.Valle de la Luna

Cañón de las Minas de Sal.Valle de la Luna

Valle de la Luna

El siguiente punto al que me encaminé se llama Los Achaches, una pequeña ruta cuesta arriba que te lleva hasta lo alto de una colina que te permite ver, por un lado, otro sector del valle de la muerte y, por otro, una formaciones rocosas similares a la catedrales del salar de Tara, pero en bastante menos proporción, vamos que sólo son como unas seis, pero muy bonitas también.

Ruta los Achaches. Valle de la Luna

Ruta los Achaches. Valle de la Luna

Valle de la Luna desde Ruta los Achaches

Deshice el camino y volví a salir a la carretera y anduve por ella disfrutando y fotografiando muchas de las zonas que había visto de pasada desde el autobús: el anfiteatro, las minas de sal, rocas con formas imposibles, etc.

Valle de la Luna

Anfiteatro.Valle de la Luna

Este es un lugar donde el desierto muestra lo fiero que puede llegar a ser y donde, no es de extrañar, que la NASA haya llevado estudios del suelo que les permite crear modelos comparables a la superficie de Marte. Aquí se probaron los vehículos Nomad y Zoe destinados a la exploración de otros lugares de nuestro sistema solar e incluso se han llevado a cabo proyectos para determinar qué condiciones ambientales podría encontrar un explorador que pisara la superficie de Marte.

La suerte volvió a aliarse conmigo y la verdad que lo necesitaba porque estaba fundido y eran ya las 17.00 de la tarde. Cuando todavía me quedaban como unos dos kilómetros para llegar, de nuevo y por segunda vez, a las Tres Marías, el vehículo de los guarda parques haría acto de presencia y muy amablemente accedieron a llevarme hasta el lugar ya que les pillaba de camino.

Aquí volvería apenas 48 horas después de haber estado por primera vez pero con la calma de poder disfrutar sin nadie más que yo delante de ellas. Estuve como quince minutos contemplándolas en la más absoluta soledad hasta que esta fue rota por el ruido de un autobús repleto de turistas, que hicieron que me pusiera, de nuevo, en marcha y reemprender el camino de regreso.

Valle de la Luna

Valle de la Luna

Los Vigilantes o Las Tres Marías.Valle de la Luna

Era evidente que contaba con la esperanza de que me volvieran a ayudar para regresar, pues con las horas que eran y sin ayuda no hubiera llegado a San Pedro hasta bien entrada la noche. Y, efectivamente, no tendría que esperar mucho para que, otra vez, me recogiera el coche de los guarda parques, ya que volvían de hacer la ronda correspondiente por el valle. Me acercarían hasta la gran duna, donde me desearían suerte para el resto del camino y volvieron a perderse en la lejanía. Tengo que reconocer que me hubiera vuelto a quedar a contemplar la increíble puesta de sol, pero dado que no dependía totalmente de mí el regreso y cabía la posibilidad de tener que meterme una gran pateada, decidí continuar andando. Esta vez llegaría hasta un poco más allá de la entrada al cañón y las minas de sal, cuando el ruido de un motor me pondría en alerta, dándome la vuelta y pidiendo mediante señas que si me llevaban. No habría suerte ni esta, ni en la segunda ocasión que pasaba otro vehículo, pero sí que la tendría a la tercera. Una familia holandesa con la que había coincidido en la gran duna del valle de la Muerte por la mañana y con cuya señora había tenido un amable comentario, haría que esta se acordara de mí al pasar y se apiadara, llevándome sin el mayor problema hasta San Pedro.

La aventura había sido un éxito y estaba de lo más feliz, aunque realmente cansado. No obstante quería celebrarlo por todo lo algo y decidiría irme a cenar, aunque todavía era algo pronto, a un restaurante llamado Adobe, algo más caro de lo que estaba acostumbrado a pagar, pero la ocasión bien lo merecía. Decidí pedirme, teniendo en consideración la aventura del día siguiente, un plato de espaguetis al pesto más dos jugos, quedándome realmente lleno. (13250 pesos).

Eran sólo las 21.30 cuando llegaba al hostal, pero tardaría lo imprescindible en meterme en la cama, pues mañana afrontaba, seguramente la mayor aventura de todas las que llevaba vividas en esta zona del norte de Chile, pero esa es ya otra historia.



No hay comentarios :

Publicar un comentario