15 de Junio de 2014.
Hoy mis anfitriones me volvían a levantar temprano, las
siete, con la idea de que nos diera tiempo a visitar, tranquilamente, los
lugares que me quedaban por conocer, teniendo en cuenta que a las dos tenía que
estar en la estación de autobuses para tomar el que me llevara al aeropuerto.
Para esta jornada me habían dejado aquellos sitios que
estaban un poco más alejados del centro y que para llegar hasta ellos era
necesario el coche o algún medio de transporte extra como el metro o el
autobús. En mi caso me llevarían en coche a los mismos, comenzando con el
llamado Holmenkollen, el más alejado de Oslo y como a unos quince kilómetros.
Este nombre hace referencia a una torre de saltos de esquí blanca situada en la
ladera de la montaña y que es visible, además, desde muchos de los puntos del
puerto. En ella se celebraron los juegos olímpicos de invierno de 1952 y todos
los años se disputa el Campeonato Internacional de Esquí. Además pudimos
disfrutar de unas vistas increíbles del fiordo que baña la capital y de esta
misma.
 |
HolmenKollen |
Después de las fotos de rigor, nos dirigimos, de nuevo en
coche, a menos de diez minutos, a otra de las grandes atracciones de la ciudad:
el llamado parque Vigeland, en el que se puede admirar toda la obra dejada por
este artista.
Una de las razones por la que volvimos a madrugar tanto
estaba motivada en que querían enseñarme este parque sin apenas gente para que
pudiera disfrutar mejor de las esculturas existentes en él y pudiera hacer fotos, ya que como podría comprobar media hora
más tarde, este maravilloso parque se llena pronto de hordas de turistas y es
ciertamente complicado obtener buenas tomas de rincones concretos, por lo que
aconsejo madrugar si quieres tener un poco de tranquilidad.
Gustav Vigeland es el escultor más importante de Noruega.
Sus esculturas recrean la figura humana en formas macizas, poderosas y muy
expresivas. En este espacio realizó su esfuerzo más notable, creando hasta 200
esculturas de hombres, mujeres y niños.
Nuestros pasos nos llevarían, en primer lugar, a un paseo
jalonado por esculturas de figuras humanas que representan las distintas etapas
de la vida: mujeres alegres, abuelos felices, recién nacidos tristes, etc. Aquí
trataríamos de imitar a las figuras inertes y adoptar muchas de sus posturas
para fotografiarnos de la misma manera, lo que nos hizo pasar un buen rato y
echarnos unas risas antes de llegar a una gran fuente rodeada por más
esculturas y esqueletos subidos a árboles en distintas posiciones.
 |
Escultura del Parque Vigeland |
 |
Escultura del Parque Vigeland |
Tras esto y subiendo unos escalones llegaríamos a una gran
plaza donde está la obra cumbre de Vigeland: un monolito de veinte metros de
altura tallado en granito. Es la roca esculpida en este material más grande del
mundo. El obelisco tiene 121 imágenes humanas representando los diferentes
ciclos de la vida: hombres y mujeres naciendo, amando, aprendiendo, etc. Fueron
necesarios 14 años de trabajo continuo para crear esta maravilla. Rodeando la
piedra hay treinta grupos escultóricos de personas en las más diversas
situaciones y con los más variados gestos.
 |
Esculturas del Parque Vigeland |
 |
Escultura del Parque Vigeland |
 |
Escultura del Parque Vigeland |
Tampoco hay que marcharse de este parque sin acudir a una
pequeña placita por debajo del puente de las esculturas, donde existe una nueva
imagen esculpida de un feto a tamaño real y varios bebés en diferentes posturas
y gestos.
El parque Vigeland es, sin duda, un parque para el paseo
sosegado, para la observación detenida y pausada de cada detalle de sus
esculturas y, por supuesto, para ir sin prisas, lo que hizo que cuando
quisiéramos marcharnos de aquí fueran ya casi las doce de la mañana.
 |
Parque Vigeland |
También en coche, nos desplazaríamos al último lugar que
podría visitar en Oslo, el museo de Edvard Munch, que el día anterior nos lo
habíamos encontrado cerrado por llegar tarde. Tras pagar la entrada de 95
coronas, en este caso sólo, pues mi hermana y mi cuñado decidieron no entrar,
encontraría en poco tiempo el famoso cuadro de “El Grito” en una sala vigilada
por un guardia de seguridad y en la que no se permite hacer ninguna fotografía.
Parece que los noruegos aprendieron del robo que sufrirían de esta obra en el
año 2004 y que dos años más tarde volverían a recuperar. Aquí pasaría un largo
rato contemplándola antes de continuar visitando las demás salas del museo y
así poder ver nuevas pinturas, grabados y dibujos de este autor.
 |
Museo Edvard Munch |
 |
Museo Edvard Munch |
Después de la visita sólo quedaría tiempo para tomarnos unas
buenas cervezas frías en una terraza y caminar hasta la estación de autobuses
donde me despediría de la familia después de haber pasado un increíble fin de
semana disfrutando, junto a ellos, de la capital noruega y todo sin yo haberme
molestado en preparar absolutamente nada, experiencia de lo más grata y que
volvería a repetir sin dudarlo. El vuelo de Ryanair despegaría puntual a las
16.50, llegando en hora a Madrid a las 20.35.
A TENER EN CUENTA:
- Además de en el Museo Munch también puedes contemplar
el grito en la Galería Nacional en el centro de Oslo y es que el autor realizó
hasta cuatro pinturas prácticamente idénticas.
- Si no dispones de coche puedes llegar al parque Vigeland en
el tranvía 12 o en metro, bajándote en la estación de Majorstua.
- Para llegar al salto de esquí Homelkollen puedes tomar la
línea 1 de metro hasta la parada Holmekollen y luego subir una gran cuesta
siguiendo los carteles indicadores.
No hay comentarios :
Publicar un comentario