INDONESIA - DIA 15. Bali: otra mañana en Ubud y Uluwatu, mi perdición

21 de Septiembre de 2013.

Nuestras últimas horas en Ubud pasarían volando, ya que entre que no madrugaríamos y se nos fue el tiempo rápido, comprando los últimos regalos que teníamos en la cabeza, ni nos enteraríamos. Eso sí, conseguiría hacerme con una máscara de las que llevaba encaprichado desde el primer día, pero no terminaba por encontrar un precio razonable. Al final una grande la conseguiría por 80000 rupias.

El día anterior habíamos vuelto a la agencia Three Brothers para volver a contratar con ellos un coche con conductor que nos llevara a Uluwatu. No conseguiríamos bajar de 250000 rupias y costándonos bastante conseguir este precio, ya que ellos alegaban que luego el taxi tenía que regresar hasta Ubud, independientemente de que nosotros no lo hiciéramos. Así que ese fue el precio final para llevarnos hasta esa zona sin vuelta, ya que nos quedaríamos allí a pernoctar. A las doce de la mañana estaban a por nosotros, hora en la que teníamos que dejar el hotel. Tras dos horas y media de camino, ya que nos volvería a pillar tráfico en Kuta y estaríamos parados media hora en un cruce que es terrible, llegábamos al MAMO Hotel, nuestro alojamiento en el día de hoy. Tanto este como el resto de hoteles de esta zona se encuentran en una zona un tanto desangelada, deshabitada y donde está todo un poco disperso, más enfocado a gente que practica surf, ya que esta zona es de las mejores de la isla para realizar este deporte.

Yo creía que esta era la mejor opción tanto para  poder ver tranquilamente el templo de Uluwatu y luego no tener que pegarnos otra vez la paliza de regresar hasta Ubud, como por la ubicación para poder afrontar mejor los planes que teníamos para el día de mañana, aunque sin mucho tardar me daría cuenta que me equivoqué completamente, pero es lo que tiene preparar los viajes por tú cuenta, que de vez en cuando cometes errores. Pero de todo esto ya hablaré en el siguiente capítulo.

Nada más llegar dejaríamos todo en la habitación y nos iríamos a comer al restaurante del hotel, que estaba en frente, cruzando la calle, pues no había prácticamente nada en los alrededores. Nos bastaría una pizza y unas hamburguesas para saciar el apetito. (200000 rupias). Cuando acabamos eran ya más de las 15.30, por lo que era el momento perfecto para marchar hacia el templo de Uluwatu, otro de los imprescindibles en Bali. Sin embargo, en esta ocasión, Raúl decidiría quedarse en el Hotel, pues estaba bastante cansado y no le importaba perdérselo.

Yo, en cambio, sí que decidí ir a verlo, pues había leído y escuchado que más allá de lo que es el templo en sí, lo que realmente merece la pena es su entorno, pues se encuentra en un lugar privilegiado. Así que tras más de diez minutos buscando un taxi que me acercase hasta allí, conseguiría uno por 50000 rupias y a eso de las cuatro estaba en la puerta, comprando la entrada (20000 rupias) y colocándome el sarong, que aquí, una vez más, es obligatorio durante todo el recorrido que hagas. Este templo está enclavado en la punta suroccidental de la isla, en lo alto de unos acantilados que hacen de su situación, una de las más increíbles de todos los templos que se encuentran en Bali.

El templo en sí no es gran cosa, tiene algunas esculturas de Ganesh y un pequeño meru, pero poco más, lo mejor es el entorno que lo rodea.

Templo Luhur Uluwatu


Una vez dentro del recinto, comencé subiendo por el pequeño paseo, al lado del abismo, pero bien protegido por un grueso muros de piedra, que me acabó llevando hasta el mencionado templo, en el que tampoco me entretendría mucho, ya que quería disfrutar más de la naturaleza y las vistas que lo acompañan y, además, esa parte estaba atestada de chinos y quería huir inmediatamente de sus gritos. Así que continué mi paseo hacia más allá, siguiendo la pared caliza y cuando me libre de la masa compacta de orientales, ya me relajaría parándome a apreciar las vistas y a hacer fotos.

Acantilados Templo Luhur Uluwatu

De esta manera llegaba hasta un llano, donde el muro se acababa y la zona pasaba a ser completamente virgen. Aquí me volvería a entretener mirando los enormes acantilados y el temible precipicio que había bajo mis pies, además de empezar a ver a los primeros grupos de monos que andaban por allí, al acecho de los descuidos de turistas para poder hacerse con cualquier pequeño objeto de su interés. Había leído en muchos sitios y blogs que probablemente este era el lugar donde más cuidado tenías que tener con tus pertenencias personales, daba igual lo que fuese, cualquier cosa que estuviese a la vista de estos simios ladrones, desde móviles hasta botellas de agua, pasando por gafas y demás objetos en que estos animales estirando el brazo pudieran hacerse con ello y arrebatártelo.

Acantilados Templo Luhur Uluwatu

Hasta ese momento la cosa no me parecía para tanto, pues ni había visto demasiados ni me habían parecido pesados en ningún momento. Decidí en ese instante, deshacer lo andado y dirigirme hacia el otro lado de los acantilados, donde existía un saliente rocoso que te permitía tener una perspectiva asombrosa de las caídas al vacío por la izquierda y por la derecha y la puesta de sol delante de tus narices, además al ser como una pequeña península, no había monos al acecho y se podía estar tranquilo. Es cierto que para llegar hasta aquí, sí que me encontraría a ambos lados del camino, multitud de simios, que tenías que ir esquivando con sumo cuidado para no pisarles y también es cierto que aquí sí que se podía ver las orejas al lobo y me quité las gafas hasta en dos ocasiones, guardándolas ambas en el bolsillo del pantalón, pues te miraban como amenazadores, como si de una película de miedo se tratara.

Mono en el Templo Luhur Ulluwatu

Como decía, ya me encontraba en el lugar perfecto para presenciar otro increíble atardecer. Me senté en una roca, cogí la mochila por delante, me puse las gafas y me dispuse a vivir el ocaso del sol.

Acantilados Templo Luhur Uluwatu

Puesta de Sol en el Templo Luhur Uluwatu

Poco a poco la bola de fuego iba decayendo, la intensidad de la luz se iba haciendo menor, la circunferencia rojiza casi tocaba con la línea infinita del horizonte y, de repente, todo se paralizó, el tiempo se detuvo y ese momento maravilloso se interrumpió de forma súbita.

Sentí un tirón violento en la patilla derecha de mis gafas, todo se volvió borroso, me eché las manos a los ojos sin comprender muy bien que estaba sucediendo, estaba bloqueado, miré rápidamente hacia atrás y vi lo que jamás hubiera imaginado ni en la peor de mis pesadillas, a unos 200 metros, estaba él, un jodido macaco de cola larga con mis gafas en una de sus manos mirándome desafiante. Dios mío, no daba crédito a lo que me estaba pasando, estaba desesperado pero como pude me fui hacia él, ya que no quedaba demasiado luz y tenía un precipicio considerable a mi lado y sólo apreciaba ya una silueta, pues mi graduación es lo suficientemente alta como para no ver a más de cuatro o cinco metros. Corrí hacia el animal, me rasgué las piernas con unas zarzas y el macaco con un giro rapidísimo tiró hacia el interior de los arbustos y se perdió en la lejanía.

Sí, me acababa de suceder, me había quedado definitivamente sin mis gafas porque me las había robado un mono. Una situación surrealista y que parecía sacada del mejor de los tebeos de Mortadelo y Filemón. Pero lejos de causarme gracia en ese momento, me sentía realmente agobiado, con una ansiedad que no había sentido antes, pensando en que iba a hacer a partir de ahora, el cómo iba a afrontar toda la semana que me quedaba en Indonesia todavía. Para mí esos momentos estaban siendo terribles y trágicos. Di unas cuantas vueltas más por la zona intentando encontrar mis lentes, pero casi era de noche y era perder el tiempo, era dar palos de ciego y nunca mejor dicho.

Emprendí el camino de regreso siguiendo a algunas personas que emprendían el camino de regreso e iban delante de mí, hasta llegar al parking de los vehículos. Allí me estaría esperando el taxista que me había traído hacía unas horas, pues tuve la precaución de quedar de nuevo con él, pactando por el mismo precio el regreso hasta mi hotel. Le conté lo que me pasó con mi inglés de salir del paso y algún que otro gesto y tras quedarse flipando por la historia y pensar un rato, me dijo que lo único que a él se le ocurría era ir a una óptica en Denpasar, la capital de Bali, o en Kuta, la capital del turismo extranjero, los dos únicos lugares donde suponía que podía haber ópticas. 

El problema, que eran ya las 19.30 y se tardaría como una hora en llegar a la primera opción y algo menos en la segunda, pero luego había que buscar el correspondiente local y conseguir que te atendieran y te las hicieran en ese momento o dejarlas encargadas para el día siguiente y todo ello sin saber cómo va todo el tema de oftalmología en casi el otro extremo del planeta. Vamos que claramente todo pintaba que era perder el tiempo intentar esta posibilidad.

Al final decidiría ir para el hotel y contarle lo sucedido a Raúl, el cual también alucinó con el asunto, pero tampoco se le ocurriría gran cosa, por lo que todo pasaba por:
  1. Ir a Denpasar o Kuta al día siguiente, con más calma, y quedarnos sin ir a las islas Gili, que era nuestro siguiente destino.
  2. Ir a las islas Gili sin gafas y afrontar lo que quedaba de viaje sin ellas.

La verdad que no sabía qué hacer así que, de momento, me tumbé en la cama y me quedé traspuesto durante unas dos horas. Me incorporé sobresaltado de la cama pues, de repente, se me encendió la bombilla, no me había acordado hasta este mismo instante de una cosa. Abrí la maleta, empecé a echar todo fuera sin ningún tipo de orden ni cuidado y ¡Dios!, allí estaban mis gafas de anterior graduación de hacía cuatro años y casi una dioptría menos en cada ojo, que había incorporado al equipaje en el último momento porque nunca se sabe lo que podía pasar y ahora me estaban salvando. Me las puse y pfff, la verdad que me mareaban algo, pero creo que podían bastarme para salir del paso el tiempo que quedaba de vacaciones.

La verdad que aunque esto me supuso una cierta alegría, estaba agotado por tantas emociones, por lo que sólo quería dormir y descansar algo, no tenía ganas de nada, así que me fui a la cama, bueno, más bien, continué durmiendo hasta la madrugada del día siguiente, mientras Raúl se largaría a cenar algo y a ver un rato la televisión.

A TENER EN CUENTA:

  • Ten mucho cuidado con tus objetos personales en Uluwatu, no te descuides nunca y estate siempre pendiente de los monos, pues cualquier descuido puede costarte las gafas, teléfonos, gorras o cualquier otro objeto. Y luego será casi imposible recuperarlos.

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