COSTA GUIPUZCOANA - DIA 02. Orio - Lezo - Hondarribia

10 de Noviembre de 2012.


Mi visita a la costa guipuzcoana comenzaría hoy por la localidad de Orio, muy cerca de San Sebastián. La pequeña villa a la que acababa de llegar es muy antigua, habiendo referencias documentales de 1180 y 1379.

Casi sin querer me encontraría plantado en el pequeño puerto de esta población marinera, donde la actividad pesquera aún se hace notar, con una pequeña flota que sigue amarrada en el muelle situado junto a la plaza. No me costaría demasiado divisar, tras unos momentos, varias traineras navegando a buen ritmo, impuesto por sus ocupantes. Y es que aquí se toman muy en serio el deporte del remo que se remonta, probablemente, a más allá del siglo XIII, cuando las embarcaciones precursoras de la ya mencionada trainera resultaban fundamentales para la pesca de la ballena. Dichas embarcaciones también se utilizarían para conseguir anchoas, sardinas y otras especies, y se piensa que el origen de las regatas a remo proviene de la rivalidad que surgía entre los pescadores que pugnaban por llegar los primeros al puerto para la venta de pescado.

Ría de Orio

Remo en la Ría de Orio

Por cierto, si se bordea la margen derecha de la ría, se puede recorrer un amplio paseo hasta la punta del nuevo espigón. En mi caso renunciaría hacerlo en su totalidad, con la intención de disfrutar de una forma más pausada de su casco antiguo, el cual requiere buenas piernas para recorrer sus callejones, plazoletas y calles empedradas, muy empinadas, en algunos tramos se podría decir que laberínticas, en las que se pueden apreciar las típicas construcciones vascas de aire señorial, muchas de ellas con blasones, así como pequeñas casas con balconadas de madera. Muchos de sus edificios se disponen como si fueran una muralla, con la iglesia de San Nicolás como avanzada. Esta iglesia merece una visita por su peculiar concepción arquitectónica, con un pórtico de distintas anchuras con el que tuvieron que adaptarse a la orografía del terreno. Desde ella, antiguamente, se vigilaba la entrada a la ría y el puerto.

Calle Mayor. Orio

Plaza Pilliku. Orio

Calle Mayor. Orio

En su entorno, numerosos asadores ofrecen el famoso y excelente besugo o las sardinas a la brasa, especialidades de la gastronomía local.

Para terminar el paseo, bien merece la pena seguir subiendo hasta las últimas casas de la población y continuar por un pequeño sendero hasta encontrarte con la ermita de San Martín de Tours, envuelta en un entorno de prados verdes incomparable y desde donde se consiguen unas preciosas vistas.

Ermita de San Martín de Tours. Orio

Vistas desde la Ermita de San Martín de Tours. Orio

Tras deshacer el camino hasta el coche, mi siguiente destino se encontraba a 25 kilómetros. Se trataba de la localidad de Lezo y sí, efectivamente no paré en San Sebastián y es que aunque siempre es tentador parar en la inigualable capital donostiarra, dado que ya había estado en varias ocasiones, decidí prescindir de ella y seguir centrado en otras poblaciones de la costa que también me apetecía conocer mucho. A ver si algún día me da tiempo a escribir sobre ella y contar los planes y visitas que realicé.

Lezo tuvo una gran tradición marinera, pero hoy vive sobre todo de la industria. La parada en ella está justificada por la visita de la iglesia del Santo Cristo, que guarda en su interior un Jesucristo gótico imberbe. Sólo hay cuatro de estas características en todo el mundo (los otros están en Cracovia, Eibar y Segovia), y los especialistas siguen sin ponerse de acuerdo sobre la razón de por qué no tiene barba.

Basílica del Santo Cristo. Lezo

Santo Cristo de Lezo

También se conserva un crucifijo bizantino del siglo X casi único en Europa. La leyenda dice que fue encontrado en el mar y los navegantes le profesan una gran devoción. Se le atribuyen numerosos milagros, y de las paredes cuelgan muletas, patas de palo y otras reliquias de presuntos curados.

Casi enfrente, se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, de estilo gótico vasco y austera, a pesar de su retablo barroco.

Iglesia de San Juan Bautista. Lezo

Todo lo anterior unido a la disposición de su plaza mayor, junto a las casas y edificios de arquitectura tradicional, teniendo como uno de sus mejores exponentes su Ayuntamiento, hacen que uno no se vaya decepcionado de esta pequeña localidad vasca.

Plaza del Santo Cristo. Lezo

Ayuntamiento de Lezo

Y ahora sí que había llegado el momento de poner rumbo a la que, para mi gusto, es la segunda joya de la corona, con permiso de San Sebastián, de la costa de Guipúzcoa. Me estoy refiriendo a Fuenterrabía u Hondarribia, según te refieras a ella en castellano o en vasco.

Serían tres los espacios que componen la oferta de esta joya del Cantábrico: el amurallado casco histórico; la Marina y sus vistosas casas de pescadores; finalmente el Jaizkibel, espectacular barrera montañosa que la protege de las temibles tempestades cantábricas.

Comenzaría por el núcleo antiguo. La anexión de Guipúzcoa por parte de Castilla, en tiempos de Alfonso X, consolidó a Hondarribia en su papel de plaza fuerte fronteriza, y desde entonces se pierde la cuenta de los asedios a que se vio sometida. Así estaba encintada de murallas por los cuatro costados, dejando que la marisma hiciera el papel de foso infranqueable. Pero los franceses la volaron en 1794, dejando tan sólo el lienzo que mira al oeste, en el que todavía se levantan los baluartes de la Reina y de Leyba.

Esta Hondarribia fortificada disfruta de un casco apretado, magníficamente conservado, donde mis diferentes paseos por sus calles empedradas, me llevaron a los siguientes puntos de interés:

Puerta de Santa María: es una de las dos entradas principales que tenía la muralla. En el pasado estaba compuesta por diferentes elementos, como puente levadizo, cuerpos de guardia y hasta capilla, quedando en la actualidad sólo este discreto arco que en su parte interna aún conserva los goznes de la puerta. En su parte superior destaca el escudo de la ciudad, presidido por la figura de la virgen de Guadalupe. También se puede observar un reloj de sol de mármol blanco.

Puerta de Santa María. Hondarribia

Puerta de San Nicolás: de comienzos del siglo XVI, tenía un puente, en parte levadizo y en parte inmóvil para poder franquear la altura existente entre la puerta y el foso. La pasarela actual ha sido reparada en los últimos tiempos, permitiendo de esta manera que sea uno de los accesos  más prácticos para entrar al centro histórico.

Puerta de San Nicolás. Hondarribia

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano: se encuentra adosada a la muralla y constituye, junto con el cubo del castillo, la estampa más característica de la ciudad alta. Es un templo gótico con aportaciones renacentistas. Ha sido testigo de importantes ceremonias como la boda por poderes del rey de Francia Luis XIV y la infanta María Teresa, hija de Felipe VI.

Ntra Sra de la Asunción y del Manzano. Hondarribia

Ntra Sra de la Asunción y del Manzano. Hondarribia

Plaza de Armas y Palacio de Carlos V: este generoso espacio flanqueado en parte por la muralla y las coloridas y estrechas fachadas de las casas, ha sido el lugar de encuentro solemne de la ciudad donde se han realizado los actos públicos importantes, proclamaciones y otros de tipo festivo como corridas de toros y festejos populares. Se halla presidida por el Castillo del Emperador Carlos V, hoy uno de los más bonitos paradores nacionales. Servía al mismo tiempo de castillo que de palacio y aquí se han alojado a lo largo de los siglos los miembros de la realeza, capitanes generales y gobernadores hasta que en 1794 fue destruido en gran parte por los franceses.

Plaza de Armas. Hondarribia

Plaza de Armas. Hondarribia

Castillo de Carlos V. Hondarribia

Castillo de Carlos V. Hondarribia

Calle Mayor: todas las calles tienen su encanto, pero destaca la Kale Nagusia, en la que sobresalen los aleros con canecillos de sus casas, los balcones de forja y sus escudos. Son notables el barroco Ayuntamiento y casonas como las de Casadevante y Zuloaga, el entramado de la casa Iriarte y el ladrillo azul de los Ladrón de Guevara.

Calle Mayor. Hondarribia

Calle Mayor. Hondarribia

Calle San Nicolás: se puede disfrutar con la combinación de edificios que conservan las parcelas góticas, casas estrechas y profundas y  preciosas casas renacentistas como la Casa Mugarrietanea.

Plaza del Obispo y Torre de Etxebeste: esta casa – torre, que actualmente aloja un hotel, es la única que queda de este tipo junto a las murallas de Hondarrribia. En ella, probablemente, nació en 1502 Don Cristóbal de Rojas y Sandoval, personaje importante de la iglesia católica que llegó a ser Obispo de varias ciudades españolas, así como Arzobispo de Sevilla. Además participó en el Concilio de Trento y fue capellán de Carlos V. Una estatua en su honor preside la plaza.

Plaza del Obispo. Hondarribia

Plaza de Guipúzcoa: apenas cruzar el arco de San Nicolás aparece esta regular plaza construida en los años setenta del siglo pasado, siguiendo el modelo de arquitectura tradicional, respetuosa con el resto del casco antiguo. En ella abundan tiendas y cafés.

Plaza de Guipuzcua. Hondarribia

Plaza de Guipuzcua. Hondarribia

Polvorín: se destinaba a almacenar la pólvora y hoy en día hace la función de Centro de Interpretación de la Ciudad Amurallada.

Calle Pampinot: posee importantes casas que reflejan la historia de la localidad. La mayor parte de ellas son del siglo XVI y destaca por encima de todas la Casa o Palacio de Ramerí con una vistosa fachada adornada con dibujos, molduras y recuadros.

Murallas: la primera muralla la iniciaron los reyes navarros, pero fue Alfonso VIII de Castilla quien fortificó la villa. Como ya decía en la presentación de Fuenterrabía, buena parte fue destruida en el asedio francés de 1795, pero se conservan los flancos sur y oeste, este último el más íntegro, con los baluartes de la Reina y Leyba.

Muralla Medieval. Hondarribia

Baluarte de la Reina. Hondarribia

Baluarte de la Reina. Hondarribia

Tras la interesante visita del casco antiguo, era el momento de cambiar de aires y desplazarme a otra zona de Hondarribia, que tampoco puede quedarse sin visitar. Hablo del barrio que se conoce como La Marina, el cual desborda encanto.

Barrio de la Marina. Hondarribia

Las calles de San Pedro, Santiago y Santa María Magdalena son la quintaesencia de la mejor escenografía marinera. Las casas de arrantzales, con sus coloristas balcones cuajados de flores, los bares y restaurantes, los comercios que sacan a la calle sus cajones de frutas, setas, hortalizas y demás lujos del paladar componen una estampa digna de ser vivida aunque sólo sea por un rato.

Barrio de la Marina. Hondarribia

Barrio de la Marina. Hondarribia

La guinda a la visita se la pondría con un nuevo paseo por los dos puertos que tiene Hondarribia. El deportivo que es el más próximo a La Marina, con capacidad de amarre  para unas 700 embarcaciones y el puerto de pescadores, el cual ofrece un encanto especial, al abrigo de la barrera montañosa del Jaizkibel. La imagen perfecta para terminar la jornada.


Paseo Marítimo. Hondarribia

Hendaia desde el Paseo Marítimo de Hondarribia


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