PERÚ - DIA 09. Llegada a Aguas Calientes y subida al Putucusi

27 de Agosto de 2011.

Me levanté a las 06.20, un poco fastidiado del estómago, así que nada, me tomé un Fortasec sin pensármelo dos veces y bajé a desayunar.

Parece ser que el dichoso medicamento no hacía mucho efecto, por lo que se lo dije a la chica de recepción, que rápidamente lo solucionó con una pastillita de lo más efectiva de la que no tengo la más mínima idea de lo que era.

Después de despedirme de la gente tan amable del hotel, un taxi estaría en la puerta a buscarme a las 07.30, para por 4 soles llevarme a la calle Pavitos, desde donde salían los minibuses a Ollantaytambo. Este me saldría por 10 soles. El recorrido por el valle Sagrado me encantó, especialmente las vistas de la cordillera de los Andes nevados.

Los Andes de Cuzco a Ollantaytambo

A las 09.30 estaba ya en la estación de tren de Ollantaytambo, ya que el mini bus te deja allí mismo y además sólo para una vez en Urubamba.

De repente al bajar, tuve una sensación extraña. Me eché mano al bolsillo derecho del pantalón y ¡Dios! ¡El móvil! ¡Qué no lo tenía! Me puse como un loco a buscarlo por todas partes y nada que no aparecía. Buff, todavía me quedaban dos semanas y sin móvil. ¡Menudo disgusto!

Me tranquilicé un poco y me puse a pensar un rato. De repente, se produjo el milagro, me acordé que la última  vez que lo llevaba conmigo fue en la habitación del hotel Antanawasi de Cuzco. Rápidamente saqué los papeles donde tenía el número y me fui a la caseta de Inca Rail, para pedirles que, por favor, me dejaran llamar. Muy amables llamaron ellos y cuando habían contactado me los pasaron y efectivamente estaba allí. ¡Qué alivio! Así que nada me dijeron que no me preocupara, que me lo darían el lunes cuando regresara por allí.

 Después del agobio, lo que me apetecía era sentarme a la sombra de los soportales de la estación y descansar hasta las 11.30 que saldría el tren para Aguas Calientes. El trayecto, como ya dije, lo haría con Inca Rail (ida y vuelta por cien dólares en clase ejecutiva) Sólo tiene dos clases y la otra es más cara. Elegí este porque  tampoco vi tanta diferencia con el resto de compañías.

Estación de Tren de Ollantaytambo

Tren de Inca Rail

Logo Cien Años de Machu Pichu

Puntual, como los ingleses, el tren se pondría en marcha y. . . ¡a disfrutar! La hora y media que dura el trayecto no tiene desperdicio. El paisaje es espectacular y sumado a la ilusión de ir hacia dónde vas, hace que sea un momento imborrable. A través de los inmensos y limpios cristales del vagón iban quedando atrás puentes, terrazas, observatorios olvidados colgados de las vertientes. La emoción y el nerviosismo se acrecentaban por momentos en cada kilómetro menos que quedaba para llegar al ansiado destino.

Río Urubamba en el camino hacia Aguas Calientes

Montañas nevadas camino hacia Aguas Calientes

Río Urubamba en el camino hacia Aguas Calientes

En mitad del recorrido el tren paró unos diez minutos para servirnos un snack, que venía incluido en el billete. Te ofrecían cuatro tipos de salados a elegir uno. Yo quise galletas a la parmesana. Esto se acompañaba de una bebida. Me tomé una coca cola. Y para acabar un bombón relleno de crema.

Nos volvemos a poner en marcha y el hecho de ir la mitad del vagón vacío me permite moverme a mi antojo de un lado a otro. No dejo de seguir con la mirada las aguas del río Urubamba que nos acompaña desde hace ya un buen rato y que pronto desaparecerá  entre las altas montañas que cierran el valle. El paisaje es sublime y se me hace imposible abarcarlo todo. La vegetación cada vez es más densa y pronto empiezo a apreciar enredaderas y lianas que se apoderan de las ramas y las copas de los árboles.

Selva camino hacia Aguas Calientes

Poco a poco el tren empezó a aminorar la velocidad, señal ineludible de que estábamos a punto de llegar a la pequeña población de Aguas Calientes. Aquí la estación es avenida y plaza pública, lo que hace que vuelva a sorprenderme. Tiendas y restaurantes ocupan los andenes, a los que de momento sólo echaría un breve vistazo de camino hacia el que iba a ser mi alojamiento durante las dos siguientes noches.

Aguas Calientes

Aguas Calientes

Aguas Calientes

Una vez más me dejaría llevar por los sabios consejos de una amiga viajera y me fui para el hotel que ya había reservado desde Madrid, al ladito de la plaza de Armas.

Plaza de Armas.Aguas Calientes

Iglesia de Aguas Calientes

Se llamaba Gringos Bill y fue el capricho del viaje porque era una auténtica pasada. Además por un pequeño error, bueno más bien grande, según se mire, cuando lo reservé por internet, con las prisas y por no mirar bien las cosas, pagué dos noches en la suite, ja, ja, ja. En su día maldecí la equivocación durante unas cuantas horas, pero ahora iba a estar como un marqués.

Hotel Gringos Bill. Aguas Calientes

Aquello era tremendo, una habitación inmensa, con sofá, mesa, unas vistas chulísimas y jacuzzi en el baño. La verdad que era una pena no poder compartir semejantes instalaciones con nadie, pero bueno otra vez sería.

Hotel Gringos Bill. Aguas Calientes

Hotel Gringos Bill. Aguas Calientes

Antes de volver a ponerme en marcha, me tumbaría en la inmensa cama de matrimonio durante un rato y para las tres estaba saliendo del hotel con rumbo hacia una de las montañas míticas de la zona: el Putucusi. Antes compraría unos bollos, agua, galletas, etc. para el camino (20 soles)

A los quince minutos, más o menos, de comenzar la ruta, que transitaba en todo momento por una pequeña senda a cuyos lados había una espesa vegetación, me encontraría con la primera sorpresa del camino. Había que subir por unas escaleras de madera, ayudado con un cable de acero, una pared casi vertical. Hasta este momento todavía la cosa era aceptable. Pero, efectivamente, la aventura no se quedaba sólo ahí, pues además había dos tramos donde faltaban parte de las susodichas escaleras y te tenías que ayudar únicamente de las fisuras de la pared de la montaña y del cable, teniendo que hacer bastante fuerza en algún que otro impulso.

Ascensión al Putucusi

Ascensión al Putucusi

Ascensión al Putucusi

Me impresionó bastante, pero bueno lo hice. Pasado este primer tramo, luego ya no habría problema hasta la cima, salvo el desnivel, que no era ninguna tontería, unido al sofocante calor que hacía. Pero todavía no se habían terminado las sorpresas, no. Como una hora antes de llegar a la ansiada cumbre, me encontré con una pareja oriunda de la zona a la que saludaría y preguntaría si me quedaba mucho para conseguir el objetivo. La mujer permanecería callada en todo momento y el hombre, algo parco en palabras, me diría en tono serio y misterioso: - “ten cuidado que poco antes de llegar a la cima hay abejas sobrevolando la zona y son muy peligrosas porque  te atacan y se centran, especialmente, en la cara y el cuello. Ponte hojas de árboles por el cuerpo y camina deprisa.” Claro ante este panorama, el mamón ya me acojonó.

Aguas Calientes en la Ascensión al Putucusi

Vistas en la Ascensión al Putucusi

Pero lejos de desistir, lo que hice fue ponerme la sudadera con la capucha y, encima de esta, la gorra con ramas de los árboles sobresaliendo de la misma, metí las manos en el interior de las mangas y me subí la cremallera hasta el cuello para segundos después estirarla hasta que me llegó a los ojos. Vamos que parecía el hombre invisible vestido. Después de pasarme el resto del camino así, llegaría a la cima y ¡ni una puta abeja! ¡Vamos que por no haber, casi no me encontré con un mosquito! Yo chorreando, empapado en sudor y cagándome en el cabronazo aquel y en toda su familia.

Protegiéndome de las supuestas temibles abejas en la Ascensión al Putucusi

Parece ser que a los lugareños no les hace mucha gracia que suban los turistas y se dedican a meter miedo con estas supuestas abejas asesinas para que no subas o te des media vuelta. ¡Pues lo siento mucho por ellos, pero conseguí mi objetivo! Tardé como una hora y media y estaba entre exhausto y feliz. Las vistas eran soberbias y, sorprendentemente, durante los primeros minutos no me había dado cuenta que, justo en frente, tenía las ruinas de la maravillosa Ciudad Perdida de los incas: Machu Picchu.

Cima del Putucusi

Machu Pichu desde la Cima del Putucusi

Vistas desde la Cima del Putucusi

Cuando me di cuenta, no pude evitar emocionarme ante uno de esos momentos que sabes que recordarás siempre. Estos instantes, en la más absoluta soledad, con los últimos rayos del sol cayendo sobre la ciudad inca, en la cumbre de una montaña de más de 2500 metros, fueron algo mágico y que hizo que la piel se me erizara cada minuto durante el tiempo que estuve allí. Serían veinte minutos de experimentar la felicidad más absoluta y que me volvieron a confirmar porqué el viajar es uno de los mayores placeres que te da la vida.

Aguas Calientes desde la Cima del Putucusi

Cima del Putucusi

Vistas desde la Cima del Putucusi

Aunque me hubiera encantado estar más allí, porque hacía un día buenísimo, tuve que empezar a bajar ya que eran casi las cinco y no quería que se me hiciera de noche. El subidón de hacía unos instantes se había convertido en preocupación, pues si no conseguía llegar a las escaleras iniciales con algo de luz, es probable que no pudiera afrontar la bajada con un mínimo de seguridad, por decir algo.

Aguas Calientes en el Descenso del Putucusi

Cima del Putucusi vista en su descenso

Así que a paso ligero y en algunos tramos casi corriendo, conseguía llegar hasta las temidas escaleras de madera antes de que la oscuridad se hiciera sobre mí. Lo más complicado, sería sin duda afrontar los tramos donde no había peldaños, aunque gracias a los pequeños conocimientos de rapel que he aprendido en mis incursiones por la montaña, pude bajar ayudándome del cable de acero y de, nuevamente, las repisas que ya conocía de la subida. De esta manera casi que besaba el suelo cuando puse mis dos pies en tierra firme.

Descenso del Putucusi

Sólo me quedaba ya deshacer los quince últimos minutos por el camino a rebosar de vegetación, el cuál haría ya prácticamente de noche y corriendo, porque no voy a negar que aquello imponía bastante.

Por cierto, que unos meses después de mi llegada a España me enteraría de que los tramos de escaleras que faltaban había sido consecuencia de unas fuertes inundaciones en la zona unos meses antes de mi llegada, por lo que lo mismo ahora ya están reparados, pero conviene informarse.

Sobre las 18.30 llegaba, por fin, a mi habitación, donde me desplomaría sobre la inmensa cama, para media hora después, darme un merecido baño en el maravilloso jacuzzi.

Estaba tan a gusto que no me di ni cuenta del tiempo que pasé en él, relajándome, por lo que cuando salí me encontraba un poco mareado, así que me metí en la cama. Al despertarme seguía regular y eran más de las nueve, por lo que mi idea era ya empalmar con el día siguiente, pero al final, tuve que salir para comprar provisiones, ya a las horas que me levantaba al día siguiente, no iba a haber nada abierto para poder desayunar y hacer compras. Me hice con tres litros de agua, galletas oreo y pringles de queso (17,50 soles). Hecho esto, ahora sí, que volvería al hotel para meterme en la cama, aunque en esta ocasión me costaría más de lo normal dormirme y es que estaba nervioso porque mañana sería el día en que conocería la mítica y enigmática Machu Picchu.

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